Vicky Peláez |
"La zorra orinó en el mar y dijo, toda esta agua es mía”, (Proverbio sumerio).
Que los norteamericanos quieren patentar hasta la hamaca, inventada
por el hombre primitivo, no es noticia, pero el aventurero
estadounidense Hiram Binham llegó al colmo llamándose descubridor de
Machu Picchu, la ciudadela inca más famosa que ya había sido visitada
por muchos científicos.
El saqueo de innumerables tesoros por parte
de Binham sucedió hace cien años pero los peruanos no lo pueden
olvidar y rechazan que la Universidad de Yale solo haya devuelto “unos
cuantos trastos rotos” y siga apoderándose del cuantioso tesoro
trasladado a los Estados Unidos pese a la protesta de la población.
Desde hace varios años se inició un proceso internacional por parte
del gobierno peruano, y recién hace unas semanas la Universidad de Yale
devolvió un mínimo de objetos, lo que aumento el rechazo a la acción de
Bingham.
En los diferentes medios, discusiones académicas y hasta en
el poder judicial se ventila lo sucedido y sale a luz pública.
El historiador Clemenst Markan ya había publicado en 1909 un relato
sobre “Machu Picchu la ciudad perdida de los Incas” lo que fue leído
por Bingham quien decide viajar al Cusco para conocerla.
El
norteamericano viaja al Cusco y apoyado por el Prefecto del Cusco Juan
José Núñez, empieza su “exploración”, guiado por el sub oficial
sargento Carrasco, según informa la historiadora Mariana Mould de Pease.
Aquella vez Bingham encuentra grabado en la piedra el nombre de
Agustín Lizárraga de quien se dice fue el primero en llegar, toma
fotografías y así lo apunta en su libreta de viajero:
"Agustin Lizarraga
is discoverer of Machupicchu (sic), he lives at San Miguel brigde just
before passing ..." pero cuando regresa a Machu Picchu destruye con
cincel ese nombre.
Pobre Machu Picchu, pareciera que una maldición cayó sobre ella
cuando este escalador de montañas apareció de nuevo en el Cusco.
Se
acercó a la universidad San Antonio Abad donde fungía como rector, el
norteamericano Alberto A. Giesecke.
Este lo conectó con el inocente
arqueólogo Dr. Gabriel Cosio quien le habló del valle de la Convención
que “estaba sembrada de sitios arqueológicos” y que entre ellos
destacaba la ciudad de Machu Picchu lugar que había sido visitado y
estudiado por la Expedición Universitaria Cusqueña 10 años antes.
Con
planos y dibujos que consiguió de los cusqueños, Bingham consiguió
financiamiento de la Universidad de Yale y se lanzó al “descubrimiento” y
saqueo de Machu Picchu desde el 24 de julio de 1911.
Durante un año Bingham y decenas de extranjeros bajaban en mulas
cientos de bultos hasta Ollantaitambo y de allí hasta el Cusco donde los
embarcaban en tren hacia el Puerto de Mollendo, y de allí hacia los
Estados Unidos donde los tesoros eran depositados en los almacenes de la
Universidad de Yale.
Esto se conoció por un motín en Puerto de Mollendo
cuando se descubrió por casualidad que en el quinto envío, uno de los
cientos de cajones ‘sherd”, contenía momias completas con todo su ajuar
funerario, ricas cerámicas, objetos de oro y otros.
El periódico local
señala que la gente se echó en las vías para evitar el traslado, pero
sus protestas fueron desoídas por las autoridades de entonces.
“El saqueo de Bingham fue durante el primer gobierno de (Augusto)
Leguía…
Los problemas políticos económicos sociales que afrontaba no le
permitieron probablemente ver la magnitud del saqueo.
No había carretera,
transporte automotor ni avión, el viaje al Cusco duraba muchos días”,
relata Alberto Bueno.
De Machu Picchu no se sabe casi nada, ni quienes la habitaron, cómo
vestían, ni qué comían, porque Bingham hizo huecos sólo para llevarse
hasta los esqueletos, sin ningún criterio científico.
El mismo reconoce
que la arqueología “estaba fuera de mi campo y usaba un manual de
viajero”. Bingham amontonó los tesoros en depósitos de Yale, institución
que esconde los catálogos de Machu Picchu y se niega a devolverlos en
su totalidad al Perú.
Bingham reconoció que llevó prestadas, por 18 meses, 5 mil piezas, a
las que calificó de “cacharros, y piezas insignificantes”, las mismas
que lo convirtieron en doctor de varias universidades, gobernador,
senador etc.
Con parte de los “cacharros”, 360 en su totalidad, Yale
organizó el 2003, la exhibición “Machu Picchu develando el misterio de
los Incas”.
Estas piezas conforman la “devolución” que tanto enfurece
al Cusco.
Saqueo en América latina y el mundo
El saqueo histórico cultural de América Latina no comenzó ni terminó con Machu Picchu.
Saqueo en América latina y el mundo
El saqueo histórico cultural de América Latina no comenzó ni terminó con Machu Picchu.
Es inherente a cada conquista, a cada guerra y actualmente
constituye una parte sustancial del actual movimiento sistémico de
globalización.
Las actuales guerras “preventivas” y el “caos organizado”
diseñados y aplicados por las megas corporaciones, son métodos
contemporáneos de pillaje histórico cultural de América Latina, Asia y
África.
Están creados no solamente para apoderarse de los recursos
naturales sino borrar para siempre cualquier vestigio de las antiguas
culturas de los pueblos que están en el mapa de los conquistadores.
Sin embargo, el actual saqueo globalizado queda pequeño en
comparación con lo que hizo la Alemania nazi.
En 1938 Hitler ordenó la
formación de los comandos especiales Sonderauftrag Linz, especialistas
en el arte y con poderes para confiscar, catalogar obras,
fotografiarlas, restaurarlas si era necesario y transportarlas a
Alemania. Comenzó, primero con Austria, después entre 1941 a 1944
salieron más de 29 convoyes con cerca de 100.000 obras de arte de
Francia.
Durante la ocupación de Rusia, los nazis se llevaron o
destruyeron las riquezas culturales de 427 museos y más 100.000 cuadros
esculturas y dibujos fueron llevados a Alemania en 50 trenes especiales.
No se salvó la famosa Sala de Ámbar que fue trasladada de Prusia a
Rusia al Palacio de Catalina en San Petersburgo en 1717 por encargo de
Pedro I.
Al iniciarse la guerra fue imposible salvar aquella obra de
arte, pues el ámbar se rompía durante los intentos de transportar la
sala en piezas.
Entonces decidieron ocultarla forrando la cámara con
papel ordinario.
Los nazis lo descubrieron, entonces la cámara fue
dividida en 27 pedazos y enviada al castillo Konigsberg.
Con la huida de
los nazis se perdió todo trazo de la Cámara de Ámbar.
Desde 1979 se
inició la reconstrucción de la Sala de Ámbar en Leningrado que fue
inaugurada finalmente en 2003.
Otro hecho vergonzoso sucedió al iniciarse la guerra en Irak en
2003, cuando el comandante norteamericano de Bagdad recibió la orden de
no proteger el Museo de Irak durante dos semanas después de la
invasión.
Así desaparecieron las preciosas reliquias de la civilización
mesopotámica.
El jarrón Warka que data de 3200 a.c. fue partido en 14
pedazos y La Lira de Ur (2400A.C.) considerada como el instrumento más
antiguo del mundo desapareció para siempre.
El otro instrumento musical
de aquella época, la Lira de la Reina reposa hace decenas de años en el
Museo Británico como el vestigio del pillaje cultural cometido por el
Imperio Británico en el siglo pasado.
El ex director de la Biblioteca Nacional de Venezuela, Fernando Báez,
escribió en su libro, El Saqueo Cultural de América Latina, que en la
época de la globalización el tráfico de bienes culturales se convirtió
en el tercer delito más rentable después del tráfico de droga y las
armas.
Aporta aproximadamente unos 10 mil millones de dólares al año a
las mafias envueltas en este negocio. Resulta que hasta a los
narcotraficantes les gusta coleccionar las antiguas obras robadas o
saqueadas.
Pablo Escobar fue uno de ellos, al momento de su captura
poseía entre otros tesoros, una colección de obras exóticas del Siglo
XVIII y XIX.
por Vicky Peláez
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20110902/150425612.html