Desde un poco antes de la independencia hasta muy entrado el siglo XX, los descendientes de los criollos herederos del poder y las mañas de los conquistadores y otras familias llegadas en los siglos siguientes del decadente reino español, desgobernaron y saquearon impunemente a este territorio llamado Nicaragua.
Ante la interrogante de cómo asegurar una vida de riquezas y extravagancias, la oligarquía se dividió en dos facciones: Una agropecuaria, tradicionalista y gamonal y otra “moderna” que terminaría de perfilares con la agroindustria cafetalera. Eso sí: Ambas asentadas sobre la explotación de la clase trabajadora para entonces conformada por indígenas, mestizos, negros descendientes de esclavos caribeños y las diferentes “clasificaciones” (dada por las élites racistas) según la mezcla de sangre entre estos grupos.
Mano de obra muy barata, casi esclava que sufría una vida que recogía importantes elementos de la nefasta institución esclavista española en América denominada, “La encomienda”.
El principal centro de trabajo para los pobres en las tres cuartas partes del periodo republicano nicaragüense ha sido la hacienda (añileras, cafetalera, cacaotera, algodonera, bananera, cañera y ganadera) y en ella los trabajadores sufrían la carencia de protección de derechos fundamentales (educación, salud, alimentación, identidad y muchas veces, la libertad), inclusive de derechos civiles y políticos que en muchos países ya estaban en las leyes y en la práctica social.
En gran parte de la historia contemporánea dominada por estas élites de atraso y explotación, los trabajadores agrícolas debían de gastar su ya exiguo salario en pagar los productos básicos (de muy mala calidad y sobrevalorados) en los propios comisariatos de las haciendas y fincas, estaban empadronados por el Estado como residentes permanentes en esas haciendas y obrajes, donde debían vivir en campamentos y “cuidos” hasta el fin de sus días.
Eran (con o sin su consentimiento) afiliados al partido político a que pertenecía el dueño de la hacienda donde trabajaban y aunque en la mayoría de los casos no tenían derecho a votar, elegir y ser electos (privilegio constitucional de los miembros de la oligarquía) debían de pelear sus guerras como soldados de a pie, la mayoría de las veces armados con sus machetes, al mando de jefes improvisados que generalmente eran los mismos propietarios de las haciendas y obrajes.
Para distinguir a cuál de los dos únicos partidos existentes y en frecuente contienda pertenecía el soldado (recordemos que un indio, un criollo, mulato, un “tercerón”, “cuarterón”, “zambo” o negro, no se diferenciaba de otro en sus harapos, desnutrida figura y miseria) el patrón le colocaba en su desaliñado sombrero de palma criolla un cintillo verde o rojo, según fuera el caso.
Más tarde cuando las élites del poder de Granada y León necesitaron concederle algunos derechos civiles a los trabajadores -por urgencias políticas y para “ajustarse” a los tiempos- siguieron utilizando la técnica del cintillo, agregando un pago por el voto, un nacatamal, un trago de guaro barato y si eso no garantizaba el sufragio, la amenaza o inclusive, el mecate de cabuya para llevar amarrados a los obreros agrícolas hacia los cantones de votación como lo hacían para llevarlos a la fuerza a pelear sus estúpidas guerras. Lo anterior no es invento, es historia verdadera y documentada.
¿Pero en realidad esta historia de ruindad, iniquidad, ambición y oportunismo por parte de la oligarquía “nicaragüense” ya pertenece al pasado?
Por increíble que parezca y a pesar de que estamos transitando el primer cuarto del tercer milenio de la era cristiana, lo que aún queda de esas élites desfasadas insiste en querer gobernar al país de forma y fondo como lo hicieron desde el periodo colonial: Con cintillos y mecates.
Afuera, el referente contemporáneo de la oligarquía, los yanquis (cuyas élites se traban hoy en lucha por la supremacía del globalismo perverso o el fascismo a secas) no renuncian al control global y a la permanencia de su modelo, su ideología, su sistema político de antivalores en el mundo, sobre todo en lo que han considerado su traspatio: América Latina.
Sumergida en este complejo contexto internacional, pero siguiendo su propia arquitectura de construcción de un modelo de desarrollo socioeconómico incluyente y soberano, Nicaragua gobernada exitosamente desde hace catorce años por el Frente Sandinista, camina nuevamente hacia la victoria electoral de noviembre del 2021, mientras en la acera de enfrente se va perfilando una “oposición” modelada a la medida de los intereses yanquis y contrapuesta a los interese nacionales. El oportunismo y canibalismo político de un amplio grupo de adversarios del pueblo nicaragüense va dejando en claro las preferencias de quienes financian el peligroso circo.
El dinero y las presiones exógenas van tamizando candidaturas y sin mucha sorpresa van imponiendo a sus hijastros: Las élites oligárquicas de siempre.
Sin ofrecer programas de beneficio a la población y desarrollo del país definidos, pero con una foja de “servicios a la patria” que incluyen el saqueo de bienes públicos, la contratación o “invitación” de filibusteros, los marines y banqueros yanquis para que “pusiera orden” en nuestro país en diferentes momentos históricos; la complicidad con la dictadura militar somocista, la imposición de leyes a favor de los ricos, la liquidación de muchas de las conquistas socioeconómicas y políticas en beneficio de las mayorías gracias a la Revolución Popular Sandinista de 1979, la entrega del país a la rapiña neoliberal y más recientemente, el intento del rompimiento del orden constitucional y la tentativa de imponer por la fuerza un “gobierno” antipopular de facto con la anuencia yanqui y los sectores ultraconservadores de Occidente.
¿Quiénes son esta vez los ungidos por el dedo imperial para disputarle el poder al pueblo nicaragüense?
Pues los mismos de hace doscientos años: Los descendientes de los hijos de los conquistadores españoles y de aquellos hacendados libero-conservadores del periodos de la anarquía y ciento cincuenta años más, expertos en cintillos y mecates, pero ahora educados en…Gringolandia.
Puntualizando, los ungidos esta vez (y sin ninguna sorpresa) son… ¡Los Chamorro!
Los Chamorros son una extensa familia aristocrática de doce generaciones y contando, cuyos orígenes (según estudios genealógicos publicados en la Revista Conservadora en 1968) se remontan a Sevilla, España en el siglo XVII y cuya quinta generación inicia la rama Chamorro de Guatemala y Nicaragua.
En Nicaragua, asentados en Granada, se van mezclando con otras familias de la élite provincial y de cuyas uniones van surgiendo los nexos sanguíneos que unirán con el tiempo a apellidos que en gran medida dominaran en los siguientes siglos el ámbito religioso, agropecuario, comercial, industrial, financiero, cultural, militar y el sobre todo mediático, político e ideológico del país.
El apellido Chamorro se va anteponiendo a los Sotomayor, Lacayo, Briones, Arguellos, Pérez, Alfaro, Fajardo, Bermúdez, Avilés, Oreamuno, Bolaños, Benard, César, Ramírez, Zavala, Solórzano, Downing, Zelaya, Cuadra, Morales, Pasos, González, Hurtado, Pellas, Carazo, Vivas, Aguirre, Wolff, Arellano, Fernández, Holmann, Rappaccioli, Mora, Núñez, Vargas, Belli, Varillas, Mejía, Córdoba, Álvarez, Cardenal, Burgheim, Barrios, Fletes, Coronel, Burgos, Cabrera, García,… para ir configurando un frondoso y robusto árbol genealógico que prácticamente es la radiografía del poder en la historia de Nicaragua a partir de los tiempos posteriores a la firma de la Independencia de España, pero que resume el pasado de conquista y colonia de nuestro país.
Del seno de esas familias y sus uniones saldrán muchos de los principales jerarcas de la Iglesia católica, intelectuales y artistas de derecha; los principales dirigentes de los partidos tradicionales, la generales y oficialía mayor de los ejércitos hasta el arribo de la GN de Somoza, la mayoría de los Directores y presidentes de la Republica de Nicaragua y los hombres que iniciaran la transición de una economía patriarcal hacia la economía capitalista agroexportadora, la conformación de una incipiente burguesía, de la mano del nuevo hegemón mundial: Los gringos.
A pesar de algunas contradicciones menores inter-clasistas, y en algún momento, la oposición al monopolio del poder de Somoza, estas familias se consideran ellas mismas bastión de los valores occidentales del liberalismo burgués, anticomunistas a ultranza y a todo lo que huela a reivindicación popular.
Pero volviendo a los Chamorro, es fácil reconocer su huella en la historia nacional, que aunque aprovechando el monopolio de la verdad (desde sus periódicos y diarios como “La Prensa”, las publicaciones interpretacioncitas de sus historiadores e intelectuales, de las instituciones, organismos no-gubernamentales, sus principales figuras mediáticas y su enorme cantidad de aliados en los medios de comunicación y la clase política ultra-conservadora nacional y extranjera), sobre todo el enorme daño al desarrollo y al patrimonio de Nicaragua.
El apellido despunta en nuestra historia con el cura párroco (cargo importantísimo, atendiendo el poder de la Iglesia católica en la época colonial) de la ciudad de Granada, José Antonio Chamorro, quien hizo pública, el siete de noviembre de 1821 una proclama -obra suya- donde advertía “sobre el peligro de hacerle caso” a las autoridades resultantes de la Independencia de Centroamérica, asentadas en Guatemala y “la conveniencia” de que Granada se anexara al Imperio de Agustín de Iturbide de México porque era “una monarquía moderada” y además, “México es infinitamente superior en riqueza y armas a Guatemala”.
¿Nace ahí el apego de los Chamorro al poder extranjero y el desprecio a las corrientes socio-políticas más avanzadas del pensamiento en cada época que les ha tocado vivir en Nicaragua?
El primer político profesional y quizá el fundador de la aristocracia política más notable de la oligarquía nicaragüense es Fruto Chamorro Pérez, cuya actuación pública advierte –tempranamente- los principales características que a través de nuestra historia republicana guiaran a esta familia: La ambición sin límites, la falta de lealtad y escrúpulos, ausencia de sentimientos patrióticos y consecuentemente, apego al amo extranjero y lo principal: Aversión velada o manifiesta a las clases populares y a sus intereses.
Apegado a los principios ideológicos del extinto realismo y enemigo del liberalismo, regresa de Guatemala en los años posteriores a la firma del Acta de Independencia a ocupar varios cargos en Granada, donde funda lo que más tarde será el Partido conservador y alcanza a ser el último Supremo Director del Estado de Nicaragua.
Para ganar más poder frente a sus competidores leoneses y reconocimiento centroamericano, promulga un remedo de Constitución política, plagada de ilegalidades y contrasentidos y se erige como “dictador constitucional.
Manipula y presiona para su irregular promulgación y luego se autoproclama primer Presidente de República, lo que origina un estado de guerra en el país entre liberales y conservadores que conducirá a la contratación por parte de sus enemigos de la falange filibustera de William Walker y la subsecuente etapa de violencia y desgracias para Nicaragua.
Este mismo Chamorro es el que reconoce y da validez a la concesión a la Compañía de Transito del gringo, Comodoro Vanderbilt.
Pedro Joaquín Chamorro Alfaro, el segundo presidente salido de esta familia y el cuarto del famoso periodo llamado de la “república conservadora”, surgido de los compromisos políticos al finalizar la Guerra Nacional. A pesar que extendió el servicio de telégrafos a la mayor parte del país e impulsó otras pequeñas obras, es célebre por ser el pionero en enriquecimiento ilícito a través de bonos del tesoro.
Dice el historiador Adolfo Díaz Lacayo que “…Pedro Joaquín Chamorro Alfaro se convirtió en el primer Presidente de Nicaragua que hizo de la influencia del cargo y del manejo de información sensible para lograr el enriquecimiento deseado : simplemente compraba legalmente los bonos del tesoro –a través de la sociedad Chamorro & Zavala que tenía con su amigo Joaquín Zavala Solís – a precios de mercado bastante inferiores a los nominales para luego ser redimidos por el Estado a su valor nominal más los intereses ganados.”
Este Chamorro culto, encumbrado y poderoso resulto ser toda una “joyita” a la hora de la matrería no solo económica, sino también política.
Al ser impedido a la reelección presidencial, impulso la candidatura de su socio comercial originario de Managua y para que este político ganara la nominación y luego la elección, Chamorro utilizó el decreto de la creación del Departamento de Mangua, lo que según lo escrito en la obra “Nicaragua: Gobiernos, Gobernantes y Genealogía” del historiador arriba citado, fue “ una magistral jugada política que produjo los votos necesarios para que Joaquín Zavala Solís ganara la Presidencia de la Republica.”
Es decir, las motivaciones de tal decreto no tenían nada que ver con beneficiar en tal o cual manera a la población de Managua y del país, sino con la ambición de poder y la prolongación del lucro personal.
El general conservador Emiliano Chamorro Vargas es en nuestra historia es el “modelo” del político que basa su popularidad en la demagogia y una falsa cercanía con el pueblo humilde y sus intereses, pero que sin embargo, persigue a largo de su vida únicamente la consecución del poder a toda costa.
Antes de llegar a ser Presidente de la Republica (en dos ocasiones), compite contra su correligionario Adolfo Díaz, por el dudoso privilegio de ser “el mejor amigo de los gringos” de la historia patria engrosando su currículo de traiciones a los intereses de nuestra patria.
“El cadejo” como le llamaban sus contemporáneos se pone al lado de complotados liberales y de los marines gringos para derrotar a las tropas leales al Presidente José Santos Zelaya. Es él quien contrata a los mercenarios yanquis Lee Roy Cannon y Leonard Groce para que minen el Rio San Juan, por lo cual estos mercenarios son fusilados por los soldados del gobierno, lo que da la excusa formal de la famosa “Nota Knox” mediante la cual el gobierno gringo obliga a Zelaya a entregar la presidencia y exiliarse.
Es este Chamorro uno de los generales que se une a las tropas para enfrentar al patriota general Benjamín Zeledón y cuando este, traicionado por sus propios aliados, es capturado, Chamorro ordena su fusilamiento y la profanación de sus cadáver, olvidando que años atrás el general Zeledón después de propinarle una humillante derrota militar en la batalla de Tisma, le perdona la vida y lo deja en libertad a pesar de habérsele encontrado huyendo vestido con ropas de mujer.
Este Chamorro es que el firmó, en nombre del gobierno vendepatria de Adolfo Díaz por tres millones de dólares, que nunca dieron los gringos, el Tratado Bryan-Chamorro que entrega a perpetuidad los derechos a los gringos de construir un canal interoceánico y bases militares. También es este mismo Chamorro el que da un golpe de Estado que trae de vuelta a los gringos a la escena política nacional y que es una de las principales causas de la llamada “Guerra Constitucionalista”.
Este mismo Emiliano Chamorro es el del “pacto de los generales” con Somoza y es el que traiciona a diferentes movimientos de patriotas, luchadores contra la dictadura somocista, entre ellos el liderado por Báez Bone.
Su contemporáneo y pariente Diego Manuel Chamorro Bolaños, hijo de aquel otro presidente que negociaba con bonos del tesoro nacional, muy alabado en la historia oficial conservadora como “intelectual y brillante” es el que en calidad de canciller de la Republica durante la Presidencia de Adolfo Díaz, suplica la intervención yanqui el tres de agosto de 1912 para derrotar a las fuerzas de los generales Mena y Zeledón (“Mi gobierno desea en consecuencia, que el de los Estados Unidos garanticen con sus propias fuerzas la vida y las propiedades de los ciudadanos americanos en Nicaragua y que extienda esa protección a todos los habitantes de la Republica”), firma los acuerdos Chamorro-Weitzel (embajador yanqui en Nicaragua) de 1913 y sus variantes posteriores, que son el preámbulo del oneroso Tratado de 1914 sobre los derechos de un canal por Nicaragua y donde se empeña a banqueros gringos el Banco Central de Nicaragua, el Ferrocarril del Pacifico de Nicaragua, entre otros bienes del Estado.
Este otro Chamorro, ya en el cargo de Presidente de la República, fue uno de los más dóciles mandatarios (que no mandaba nada) al gobierno yanqui y a la Iglesia católica.
El último Chamorro en la Presidencia de la Republica en el segundo periodo conservador fue Rosendo Chamorro Oreamuno, quien dichosamente para el país tan sólo estuvo cinco días en el cargo.
Una "sequia presidencial" que se prolongaría por 56 años alejaría a los Chamorro de la primera magistratura de la Nación a la familia Chamorro.
Con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista volvemos a tener noticia de un miembro de la familia Chamorro en la cima del poder ejecutivo de Nicaragua: Violeta Barrios de Chamorro, quien es incluida en la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, atendiendo la política de unidad y reconciliación nacional desde entonces impulsada por el FSLN y por qué no decirlo, por la presión de los grupos de la oligarquía nicaragüense que en ese tramo de la historia habían asumida una posición anti-somocista más por cálculo político y necesidad económica que por verdadero patriotismo y amor a la causa del pueblo, motivaciones que empezarían a manifestarse claramente pocos meses más tarde.
Violeta Barrios de Chamorro, Alfonso Robelo, representantes de la oligarquía y la burguesía, abandonaron a principios de 1980 la JGRN por presiones de su clase social y sobre todo, por órdenes del gobierno yanqui que empezaba entonces a desarrollar sus planes de agresión contra la Nicaragua revolucionaria.
Los expertos en subversión y golpes de Estado de la CIA construyeron a partir de la anodina personalidad de matrona oligarca, la historia de la familia Chamorro, pero sobre todo tomado en cuenta los supuestos “grandes aportes” a la nación de su difunto esposo, un arquetipo de mujer heroica, sublime, martirizada, inteligente, magnánima, católica y sobre todo maternal, que podrá –vestida de blanco-luchar y vencer a “los comunistas”, reconciliar al país y reconstruirlo, convirtiendo en un abrir y cerrar de ojos a Nicaragua (ya destruido el Sandinismo) en un país democrático, idílico y donde todos podrían ser felices para siempre gozando del liberalismo burgués, la democracia occidental y gobernada por…Los Chamorro.
Una década más tarde, esta ama de casa llega a la presidencia de la mano de los yanquis y la contrarrevolución sin embargo, a causa de su manifiesta incapacidad intelectual y falta de habilidades políticas y administrativas, ella nunca ejercería el poder real sino su yerno Antonio Lacayo), empleado de los Pellas Chamorro y por supuesto, bajo la conducción de la Embajada yanqui. Desastre total.
El gobierno de Violeta Barrios de Chamorro inicia como era esperado: La graciosa condonación de dieciséis mil millones de dólares al gobierno yanqui, producto del histórico fallo de la Corte Internacional de la Haya por los daños ocasionados por el terrorismo de Estado yanqui contra Nicaragua. Este impensable y dañino proceder fue como un acto reflejo, la manifestación de la herencia genética de los Chamorro, el sello de la estirpe: Su servilismo al poder extranjero y su desprecio al interés nacional.
Los objetivos de este gobierno, más allá del desplazamiento del poder popular, estaban concentrados hacia dos líneas de acción: La restauración del proyecto de construcción del Estado burgués pospuesto por la avaricia de la dictadura somocista y truncado por la Revolución Popular Sandinista (RPS) y su empeño en construir un nuevo modelo socio-económico y político popular e incluyente y en segundo lugar, en retomar la ruta de entronización el poder político y económico de la oligarquía tradicional en el país (liderada históricamente por la familia Chamorro) y su ideología conservadora, elitista, pro-yanqui y clerical.
Y así, trata de poner bajo su control a las Fuerzas Armadas “compactando” a sus tropas y mandos más identificados con el Sandinismo y vendiendo a precio de chatarra sus activos y armamento; restablece la banca privada (catorce bancos creados a mata-caballo, con requisitos casi inexistentes y favoreciendo a miembros de los clanes oligárquicos para entonces sufriendo penurias en sus voluntarios exilios a los), para lo cual se inicia la liquidación de los bancos públicos y sus bienes, prácticamente regalando a los nuevos banqueros su infraestructura y bienes; desmonta la denominada área de propiedad del pueblo (que incluía al ferrocarril, la línea aérea estatal, la marina mercante, las plantas geotérmicas, la planta cementera, la industria minera y tantas otras) que englobaba hasta entonces la propiedad estatal anterior al 19 de julio del 79 y a todos los bienes e infraestructura económica usurpados por Somoza y sus allegados y confiscados por la RPS.
Trecientas cincuenta y una empresas pasaron a manos privadas o simplemente fueron vendidas como chatarra sus equipos y bienes.
A esto hay que agregar la privatización o cancelación de grandes proyectos industriales, agrícolas y comerciales realizados con fondos de la cooperación internacional en los años ochenta y la paulatina reversión de la reforma agraria. Estos valiosos activos son privatizados en un oscuro proceso que (¡vaya sorpresa!) beneficia directamente a los miembros de las familias de la oligarquía, a ministros y funcionarios de la nueva aristocracia política o simplemente son entregados- mediante coimas y prebendas- a los somocistas anteriormente confiscados.
En el interín, para apurar el paso sobre la senda de una economía neoliberal, el gobierno empieza a aplicar las recetas del FMI, iniciando una serie de reformas con el llamado “Programa de Conversión Ocupacional”, seguido del “Plan de estabilización y Ajuste Estructural” que incluyó la devaluación de un 300 por ciento, dejando en la nadería a su flamante “córdoba oro”, pero sobre todo deteriorando severamente la situación y expectativas de la economía de las familias nicaragüenses sobre todo, las más pobres.
Para entonces los gringos se negaron de ayudar con préstamos (mucho menos con donaciones) al gobierno que le había regalado -de pura choña- 16 mil millones de dólares, lo que obligó a que el pueblo nicaragüense siguiera soportando lo más duro de la crisis económica producto de la incapacidad del gobierno. Fue entonces que el FMI nos recetó el ESAF.
Se inicia una febril promulgación de leyes encaminadas a desmontar el soporte jurídico de las conquistas revolucionarias, propósitos solamente frenados por la valentía y compromiso de los diputados sandinistas y la acción directa en las calles del pueblo organizado. Sin embargo, el gobierno chamorrista logra en parte liquidar importantes reivindicaciones populares más tarde con la ayuda incondicional de la bancada de traidores al FSLN que pronto pasaran a llamarse MRS.
Los proyectos insignias de la Revolución sandinista que por su naturaleza conllevan al empoderamiento de la población humilde y a un cambio de mentalidad política e ideológica como como la Reforma Agraria, la Educación gratuita, obligatoria y desprendida de contenidos de la cultura de sumisión, consumismo y enajenamiento, que incluía la Educación de adultos en el campo y la ciudad, fue desmantelada; a las universidades públicas se les trató de controlar a través de la variación de su prepuesto constitucional y se autorizó la creación de decenas de universidades privadas.
A pesar que en el periodo de Violeta Barrios de Chamorro el Estado adquirió una deuda de casi cinco mil millones de dólares (¡sin guerra y sin bloqueo gringo!) el Sistema único de salud fue desmembrado, no escapando algunos de sus componentes al inicio de un ciclo de privatización y deterioro.
En cinco años no se construyeron más que dos pequeños hospitales y uno que otro centro de salud que en total agregaron al sistema menos de 300 camas en todo el país y el gobierno abandonó los componentes auxiliares del sistema en las poblaciones alejadas de los grandes centros urbanos, lo mismo que el financiamiento de las campañas de salud pública.
Sin embargo, los Chamorro querían seguir gobernando en el siguiente periodo de gobierno, para lo cual -con recursos del Estado- crearon un partido político con empleados públicos llamado PRONAL, promoviendo anticipadamente la candidatura de Antonio Lacayo, yerno de la Presidente y esposo de la hija de esta, Cristiana Chamorro Barrios. La sucesión estaba, aparentemente, asegurada.
No obstante, dentro de la burguesía agroexportadora y financiera (a pesar de haber sido generosamente favorecidas por el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro), hubo un cambio de planes como ya había sucedido en varios pasajes de la historia de Nicaragua: Al final los gringos prefieren a individuos e instituciones afines a su ideología liberal y ve con cierto desdén a los conservadores, menos capaces de lidiar con las reglas y retos de la democracia burguesa.
El gobierno neoliberal de Violeta Barrios de Chamorro, ya para entonces abandonado hasta por sus propios aliados políticos internos, a duras penas logró llegar a su final.
Es fácil observar que el relato del primer “activo” (“El buen desempeño y la probidad del gobierno de Violeta Barrios de Chamorro”) que por años esta familia ha inflado para consumo de la opinión publica menos informada (o más enajenada ideológicamente) gracias al control mediático y grandes y costosas campañas de posicionamiento político con objetivos más que obvios, no resiste un análisis histórico serio. Los datos están ahí.
El segundo (la vida y obra “entregada a la patria” de Pedro Joaquín Chamorro) tampoco es difícil de despojar de sus mitos y medias verdades. Pero eso será en otra ocasión.
Pero ¡ojo! Los Chamorro están ahí, siempre atentos a la oportunidad. Así hemos sido testigos de cómo sus miembros se infiltran en los partidos políticos (¡inclusive en nuestro Frente Sandinista!) en una labor de zapa y quinta columna, en organizaciones no-gubernamental nacional y extranjeras, se hacen amigos de instituciones y personajes ultraconservadores o pseudo socialistas para alcanzar sus fines políticos como familia y como clase social y de paso enriquecerse aún más.
Ahora algunos de sus miembros viven del presupuesto de subversión del gobierno gringo e instituciones enemigas del progreso social, se hacen pasar como periodistas, defensores de los Derechos Humanos, victimas del “totalitarismo”… Mientras preparan a sus familiares para el nuevo intento de asaltar a cualquier costo el poder.
Los Chamorro, aunque parezca, no están dedicados por entero a satisfacer su histórica ambición de protagonismo, también son parte de la élite económica de Nicaragua donde varios de sus clanes son parte del exclusivo club de mega-capitales, que según un libro de Francisco Mayorga, encabezan los Pellas Chamorro, los Chamorro Chamorro y otras familias ligadas por consanguinidad o afinidad al apellido Chamorro como los Hollmann y otros.
Estos grupos empresariales se lucran por múltiples vías de los gobiernos afines ideológicamente y sobre todo, de aquellos donde los presidentes y sus funcionarios principales comparten vínculos de consanguinidad (eso incluye -en los últimos tiempos- a Enrique Bolaños y en menor “cantidad de sangre “, a Arnoldo Alemán Lacayo que comparten genealogía con la “realeza” Chamorro), llegando a colocar en esos gobiernos a sus propios empleados, como era el caso del difunto Antonio Lacayo y casi todos los ministros de la Violeta Barrios de Chamorro que fueron traídos al servicio público desde las empresas e instituciones de los Pellas Chamorro (Ingenio San Antonio, INCAE, etc.) a donde muchos no volvieron después de enriquecerse en el servicio público.
Este gigantesco clan de poder económico y político que se entrelaza en sus raíces y follaje con casi todo el árbol genealógico de la oligarquía nicaragüense y cuya principal familia ha tenido una obsesión enfermiza por el poder político, hoy más que nunca está empeñado en desplazar al FSLN del poder y volver a dominar desde un gobierno clasista y entregado a los intereses foráneos.
Parece que la escogencia a candidato esta vez favorecerá a uno de los bisnietos de aquél Chamorro Presidente de Nicaragua que inventó como enriquecerse con bonos emitidos por su propio gobierno, ya sea la Cristiana o su primo Juan el escogido por los gringos, aunque para ello tengan nuevamente que usar cintillos para distinguir a sus votantes entre aquellos convencidos o manipulados dispuestos a intentar desafiar la voluntad del verdadero pueblo nicaragüense o usar los mecates para –nuevamente como antaño- llevar amarrados a los rebeldes a “su guerra”.
“Por dicha” diría mi mama “al pueblo ya no lo engañan con bolis de guaro”.
El Sandinismo y el pueblo con conciencia de clase somos la mayoría y sabemos por quién votar:
Por el FSLN y el Comandante Daniel Ortega.
Edelberto Matus.