España, Felipe González: La impudicia de un político indecente

España, Felipe González: La impudicia de un político indecente

La gran mentira detrás de la presidencia de Biden es una amenaza y un insulto para el mundo.

Por Nadezhda Romanenko.***
****Trump puede no ser el remedio

Los demócratas optaron por engañar al público y, al hacerlo, socavaron la confianza en Washington dentro y fuera del país.

Por Nadezhda Romanenko.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en apenas un mes está dejando al descubierto la magnitud del engaño que rodea la presidencia de Joe Biden.

 El reciente artículo del Wall Street Journal sobre el deterioro de la salud de Biden –y los esfuerzos calculados de su equipo por ocultarlo– revela una realidad que los líderes mundiales y el público estadounidense habían sospechado durante mucho tiempo, pero que no se atrevieron a reconocer.

Durante el último año, los principales funcionarios de Washington mantuvieron la ficción de que Biden era plenamente capaz de dirigir la nación, aun cuando se acumulaban pruebas de lo contrario. 

Tras bambalinas, su agenda estaba estrictamente controlada, sus apariciones públicas cuidadosamente coreografiadas y sus compromisos con los líderes mundiales se reducían a momentos breves y muy guionados. 

¿El resultado? Una administración que funcionaba con piloto automático mientras proyectaba una imagen de estabilidad que ya no existía.

Las consecuencias de este engaño se extienden mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos. 

Mientras Trump se prepara para asumir el cargo, su administración heredará no sólo una nación dividida, sino un mundo cada vez más receloso de la fiabilidad de Estados Unidos.

Las implicaciones globales del engaño estadounidense

Las principales potencias del mundo están atentas. Los gobiernos de Moscú, Pekín y otros lugares son muy conscientes de la dinámica en juego. 

Los intentos de gestionar las percepciones sobre la salud de Biden son una señal de potencial inestabilidad, algo que ninguna nación seria pasa por alto. En tiempos de diplomacia delicada y una competencia global intensificada, la percepción importa tanto como la acción.

¿Podrá Biden entablar un diálogo significativo con el presidente Xi Jinping si sus asesores temen conversaciones improvisadas? 

¿Podrá gestionar negociaciones complejas con el presidente Vladimir Putin cuando su equipo duda de su resistencia para mantener conversaciones sostenidas? 

No son preguntas retóricas, sino preocupaciones acuciantes para quienes trazan el rumbo de los asuntos internacionales.

Para las potencias globales que buscan un diálogo equilibrado y constructivo con Estados Unidos, la incertidumbre en torno al liderazgo de Biden complica las iniciativas diplomáticas.

 Sin claridad por parte de Washington, hasta los esfuerzos mejor intencionados en pos de la cooperación corren el riesgo de fracasar. 

La imagen de Estados Unidos como un socio estable y confiable es esencial no sólo para Estados Unidos, sino también para la estabilidad de las relaciones globales.

El regreso de Trump representa, para muchos, un cambio de rumbo, pero el daño a la credibilidad de Estados Unidos no se reparará fácilmente. 

La fiabilidad de Washington ha quedado en tela de juicio no por errores de política, sino porque los niveles más altos del gobierno norteamericano fueron cómplices de la perpetuación de una mentira peligrosa.

Un Partido Demócrata en desorden

El problema más evidente no es la salud de Biden en sí: la edad y el deterioro son parte de la vida. El verdadero escándalo radica en cómo el liderazgo demócrata decidió gestionar la situación. 

Ante la evidencia clara de que Biden ya no era capaz de cumplir plenamente con los deberes de su cargo, el círculo íntimo del partido optó por suprimir y engañar en lugar de enfrentar la verdad.

Es un reflejo condenatorio del estado de la política estadounidense. 

Los más allegados a Biden antepusieron su propia supervivencia política al bienestar de la nación, calculando que mantener el poder valía el costo de socavar la confianza pública. 

Pero, a medida que se acerca el regreso de Trump, el ajuste de cuentas por este engaño ya está en marcha.

¿Es el regreso de Trump la solución?

Para los partidarios de Trump, su victoria es una señal de rechazo al secretismo y la disfunción que definieron la segunda mitad de la presidencia de Biden. El estilo directo e impredecible de Trump puede carecer de refinamiento, pero ofrece algo que la administración de Biden cada vez menos podía ofrecer: visibilidad.

Sin embargo, el regreso de Trump también pone de relieve la fragilidad del propio sistema. 

El encubrimiento de Biden no fue obra de un solo hombre, sino de todo un aparato de asesores, aliados de los medios de comunicación y leales al partido que permitieron el engaño. Trump puede aportar transparencia, pero la misma maquinaria política que apuntaló a Biden todavía existe.

La tarea que tiene por delante Trump no es sólo revertir las políticas de Biden, sino restaurar la confianza en la presidencia como institución. Sin una reforma sistémica, la próxima crisis podría ser sorprendentemente similar, independientemente de quién ocupe la Oficina Oval.

El camino por delante

Ahora que Biden abandona el escenario, el Partido Demócrata debe afrontar su fracaso de frente. No hay respuestas fáciles, pero la rendición de cuentas es un primer paso necesario. 

Reconocer la magnitud del engaño, abordar la cultura del secretismo y garantizar que los futuros líderes no se vean protegidos de la misma manera es fundamental para evitar que se repita esta debacle.

Para Trump, el desafío es demostrar que su regreso no sólo marca una victoria personal, sino un punto de inflexión para la gobernanza estadounidense. 

Su administración entrante tendrá que desenvolverse en un mundo que se ha acostumbrado a cuestionar la competencia y la sinceridad de Washington.

La comunidad internacional seguirá siendo cautelosa. Para restablecer la confianza se necesitará algo más que una retórica enérgica: se requiere coherencia, estabilidad y un compromiso con la verdad, incluso cuando sea inoportuna.

La presidencia de Biden puede estar llegando a su fin, pero las cicatrices que dejó el engaño que la rodeó darán forma al orden mundial en los próximos años.

 La victoria de Trump indica un cambio, pero aún está por verse si podrá sanar las fracturas que quedaron.

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