***- Este artículo fue publicado el pasado 27 de febrero en la Revista Soberanía N° 7 de la Casa de la Soberanía Miguel d´Escoto Brockmann de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Managua.
El ritmo de los acontecimientos internacionales es avasallador. Inmersos en la dinámica de la sobrevivencia cotidiana resulta sumamente complicado seguirle el paso a los hechos regionales o globales que, dada la interdependencia de los procesos, terminan influyendo y afectando el quehacer local en cualquiera de nuestros países.
En este contexto es válido preguntarse, ¿en qué lugar y en qué momento de la historia de la humanidad nos encontramos?
La respuesta puede sonar un tanto frívola, pero creo que estamos pasando por un tsunami de varias olas que han sido generadas por una superposición de movimientos tectónicos que están ocurriendo simultáneamente.
La primera ola expone el trance que significa el cuestionamiento creciente a la democracia surgida hace 2.700 años en la Grecia del siglo VI antes de Cristo y que, a pesar de haber sufrido grandes modificaciones a lo largo de la historia, se mantiene como esencia del modelo político de Occidente, fracasando y generando conflictos en su intento de transformarse en modelo universal.
La segunda es aquella que ha emanado de las primeras manifestaciones de crisis estructural del capitalismo surgido hace alrededor de 250 años tras la revolución industrial iniciada hacia 1760 en el Reino Unido en lo económico y la revolución francesa de 1789 en lo político.
La tercera es la del fin del modelo heredado de la segunda guerra mundial y la consolidación de la hegemonía estadounidense hace casi 80 años.
Finalmente, la cuarta ola es la que se ha formado por el fin de la bipolaridad hace 30 años sin que el mundo haya podido estabilizar un nuevo sistema internacional.
Como se dijo antes, la dinámica de los acontecimientos del día a día no nos dejan ver esta dimensión tan extraordinaria de la situación política internacional.
Vivimos un momento de quiebres. De cuestionamientos, un momento en que se pone a prueba lo mejor de la condición humana, pero que también se manifiesta lo más execrable y la fragilidad de los mortales. Es un momento de definiciones. Es un momento de decisiones. Vivimos un tiempo único de la historia.
Veamos:
1. La democracia ateniense.
Aunque hay estudios que señalan que hubo algunas manifestaciones democráticas anteriores, se considera que la democracia surgió en Atenas hace 27 siglos significando un paso adelante en el desarrollo político de Occidente, a pesar que nació siendo un sistema excluyente que sólo consideraba como ciudadanos a los varones, con capacidad económica y pertenencia a la nobleza.
Los extranjeros, los esclavos y las mujeres no eran ciudadanos.
No obstante, la instauración de ciertas instituciones como los poderes ejecutivo y legislativo y el voto, fueron mecanismos de avanzada en la época.
Sin embargo, hasta ahora, la democracia no ha sido capaz de resolver la dicotomía representación/participación que sigue siendo restringida y limitada a los sectores con mayores recursos en la sociedad que la utiliza precisamente como mecanismo de control de la misma. Es un sistema en crisis.
2. La revolución industrial y la revolución francesa.
La revolución francesa instauró una serie de mecanismos avanzados respecto de las sociedades esclavista y feudal.
Por ejemplo, los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), la alternabilidad y la independencia de estas instancias así como las libertades civiles (de expresión, de prensa, de asociación), entre otras.
Habría sido deseable que el pueblo hubiera asaltado el poder para construir sociedades más justas y democráticas, sin embargo, tal como lo previó Lenin, en la fase superior del capitalismo que vivimos, el sistema creado ha llegado a tan altos niveles de concentración del poder económico y político que son estos propios avances desmesurados los que constriñen el desarrollo acelerado de la acumulación capitalista en los niveles ambicionados, transformándose en un freno para el sus necesidades de ganancia, por lo cual, son las propias clases sustentadoras del poder, las que destruyen las llamadas libertades democráticas que ellas mismas han creado.
Por su parte, la revolución industrial que significó un impulso revolucionario respecto del retrógrado sistema feudal, hoy en su fase imperialista ha creado elevados niveles de diferenciación entre explotadores y explotados.
La producción capitalista se concentra cada vez más en una minoría que usufructúa los éxitos y los avances del desarrollo y de los adelantos científicos y tecnológicos.
Estos procesos revolucionarios del pasado, hoy se manifiestan de manera reaccionaria, representando formas conservadoras y atrasadas que no tienen sustento en el mediano y largo plazo.
3. El fin de la segunda guerra mundial.
El fin de la segunda guerra mundial hizo nacer un nuevo sistema internacional que tuvo a la ONU como eje fundamental sobre el cual se iban a construir la paz y relaciones más equitativas entre los pueblos.
La ONU no ha podido cumplir ese objetivo, lo cual es expresión de la obsolescencia del sistema.
Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue incapaz de manejar la crisis del COVID19, la Organización Mundial del Comercio no ha podido impedir que el 31,5% de la población mundial viva bajo sanciones, la Comisión de Derechos Humanos y sus entes adscritos no se pueden sacudir la tutela de mecanismos politizados que son manejados según los intereses de los poderosos. Otro tanto ocurre con los organismos encargados de impartir justicia.
Las organizaciones de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) son estructuras que hacen una loable labor pero están limitadas y restringidas de recursos porque las misiones que cumplen no están encaminadas a favorecer los intereses de los poderosos.
La ONU vive una contradicción intrínseca entre el carácter democrático de la Asamblea General y el carácter dictatorial del Consejo de Seguridad y su derecho a veto.
Hay que recordar que la ONU se creó con 51 países y hoy forman parte de ella 194 Estados, de manera tal que la realidad de hoy es muy distinta a la que le dio origen.
Los miembros africanos originales de la ONU fueron 4, hoy son 54, de Asia, 8, hoy son 51, de Caricom, ninguno, hoy son 15.
¿Puede alguien pensar que la ONU pude seguir funcionando de la misma manera, cuando ha habido una evidente transformación de su membresía?
El Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos expone el derecho a la vida. Por su parte, el artículo 1 dice que” Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”
¿Puede alguien creer que eso es verdad? El sistema emanado de la segunda guerra mundial hoy es solo una quimera.
El capitalismo no ha podido garantizar que todo seamos iguales en dignidad y derechos.
Veamos:
· 900 millones de personas pasan hambre.
· 1.100 millones viven en condiciones de pobreza extrema.
· 2.800 millones en situación de pobreza.
· 448 millones de niños tienen bajo peso.
· 876 millones de adultos son analfabetos. De ellos las dos terceras partes son mujeres.
· Todos los días mueren 30.000 niños menores de 5 años de enfermedades que podían haber sido evitadas.
· Más de 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua.
· El 90% de la población mundial posee el 20% de la riqueza.
· El 1% posee el 63% de esa riqueza.
· Ellon Musk paga 3% de impuestos. Una trabajadora de Uganda que se dedica a vender harina, paga el 40% de sus ingresos en impuestos, es decir 80 dólares al mes.
· Los mil millonarios ganan 2.700 millones de dólares al día.
· 1.800 millones de personas en el mundo carecen de vivienda.
¿Este es el éxito del capitalismo?¿ Este es el mundo que queremos?
El éxito que con total fanfarria y colorido nos muestran los medios de comunicación a través de “alfombras rojas”, vestidos largos, yates y mansiones, concursos de belleza y laureles de artistas, deportistas y monarquías, representan a una muy ínfima parte de la humanidad, menos del 1%.
Esa no es la realidad del planeta.
El capitalismo fracasó, solo produce hambre, guerra y muerte. Pero nos tratan de convencer, de que algún día podremos vivir como ese 1%, lo cual es y será imposible mientras la estructura del poder mundial se mantenga como hasta ahora.
4. La caída de la Unión Soviética y el fin de la bipolaridad.
Tras la caída de la Unión Soviética y el fin de la bipolaridad, el mundo no pudo, de inmediato, estructurar un nuevo sistema internacional.
La última década del siglo pasado fue caótica sin que las dos fuerzas en pugna: unilateralismo y multilateralismo, pudieran consolidarse.
Pero los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 le permitieron a Estados Unidos imponer la doctrina de “guerra contra el terrorismo” que en los hechos significó la instauración de la unipolaridad.
Hay que recordar el discurso del presidente Bush del 20 de septiembre de ese año cuando planteó la falsa disyuntiva de “o están con ellos o están con nosotros”.
Eso impuso la obligación del mundo de “estar con Estados Unidos”, porque la alternativa era “apoyar al terrorismo”, eliminando cualquier otra posición. El gran ganador de esas acciones terroristas fue Estados Unidos.
Eran tiempos en que se anunciaba “el fin de la historia” y efectivamente pareció que Estados Unidos y el capitalismo se establecerían en el planeta por “los siglos de los siglos”.
Estaba ocurriendo la guerra en los Balcanes y se produjo la intervención estadounidense en Irak sin que hubiera contrapeso alguno a la actuación imperialista.
Todo marchaba bien para Washington hasta que en 2008 se produjo la crisis de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos que contaminó a todo el mundo. Era expresión de la incapacidad de esa potencia y del capitalismo de sostener el mundo unipolar.
Pero el mundo había cambiado. Pocos años después, en 2012, Vladimir Putin regresó al poder en Rusia, y en China, el mismo año, Xi Jinping era elegido secretario general del partido comunista. Ese mismo año fue nombrado presidente de la Comisión Militar Central y al siguiente, presidente de la República Popular China.
Putin y Xi son de la misma generación, uno nacido en octubre de 1952 y el otro, en junio de 1953. Es una generación de la postguerra, Putin vivió el fin del socialismo en la Unión Soviética y Xi, la muerte de Mao y el inicio de la política de reforma y apertura, ambos en la tercera década de su vida. Ellos y sus países son los conductores del nuevo mundo que está naciendo.
Este sistema que está emergiendo, como es natural, navega en medio de contradicciones y resistencias sin que todavía pueda definirse con precisión. Aún hoy, se mantiene con mucha mayor fuerza la pugna entre multipolaridad y unipolaridad. Pero este conflicto comenzó a resolverse en 2020.
En años recientes, tres acontecimientos vinieron a acelerar el proceso de construcción del nuevo mundo:
1. La pandemia de Covid19.
La pandemia puso en evidencia la incapacidad del sistema internacional y del capitalismo para enfrentar a un enemigo común de toda la humanidad.
Fue un momento estelar para coordinar acciones y ponerse de acuerdo para cooperar, pero fue imposible porque primó el interés por mantener funcionando la economía por encima de la salud y asegurar el lucro y la ganancia en vez de preocuparse por salvaguardar la vida de los seres humanos.
El país más rico del planeta con 330 millones de habitantes vio morir a casi 1.2 millones de ciudadanos por la incapacidad de proteger a su propia población.
En el extremo opuesto, en China con 1.4 mil millones de habitantes, fallecieron 120 mil ciudadanos. Se puso sobre el tapete la forma diferente como ambos sistemas atienden la salud de los ciudadanos, manifestándose el contraste entre aquellos países que invierten en salud pública y los que la consideran un bien del mercado. Este hecho dio inicio al proceso de transformación global.
2. La Operación Militar Especia (OME) de Rusia en Ucrania.
Ante la incapacidad del sistema internacional por evitar que se siguiera consumando el genocidio contra la población ruso parlante en el este de Ucrania, ante el peligro de expansión del nazismo que tomó a ese país como base de su florecimiento mundial y en consideración del grave riesgo que significaba la expansión de la OTAN para su paz, la de la región y del mundo, Rusia se vio obligada a iniciar una OME en territorio ucraniano. Más allá del desarrollo del conflicto en su dimensión local y regional se debe considerar el impacto que está teniendo a nivel global.
El 21 de marzo del año 2023 durante una visita a Moscú y en el momento que se despedía de su colega ruso, Xi Jinping le dijo a este: “Están ocurriendo cosas que hace 100 años no pasaban” y refiriéndose a sus países, remató “…y nosotros somos los protagonistas”. En esa frase se expone lo que está ocurriendo: cambios nunca antes vistos en más de un siglo.
Esto es trascendental en momentos en que Estados Unidos acentúa su crisis hegemónica, materializada en un perceptible debilitamiento de uno de sus pilares: el dólar, parte vital de su diplomacia de fuerza centrada en el unilateralismo agresivo.
El otro instrumento de dominio, en el que aún conserva relevante capacidad y gran distancia respecto de sus adversarios es en el ámbito, cultural y mediático.
Mientras crecen los acuerdos comerciales bilaterales para usar monedas nacionales (India, Irán, Dubái, Malasia, Pakistán, Arabia Saudita, Sri Lanka, entre otros), Rusia y China crearon su propio sistema de pagos; también se alejan del dólar los BRICS, que planean una moneda fiduciaria común; Brasil y China acordaron comerciar con sus monedas, así mismo, una serie de países africanos plantean negociar con respaldo en títulos sobre tierras raras o metales.
Si bien en el corto plazo no se vislumbra una masiva salida del dólar, este es un camino inexorable más allá del tiempo que demore en ocurrir.
La abusiva racha de sanciones que ya traspasó la tolerancia y afecta a una treintena de regiones y naciones con impacto socioeconómico devastador ha acelerado tal proceso. La forma en que Estados Unidos abusa de su preponderancia monetaria es parte de una riesgosa diplomacia de fuerza.
Según el periódico chino Global Times en un artículo con el sugestivo nombre de “La desdolarización es inevitable”, el declive de la hegemonía, a menudo comienza con su moneda.
Hace 10 años, 80% del comercio entre China y Rusia se realizaba en dólares, mientras que hoy el 90% es en yuanes y rublos.
La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), en una reciente reunión, contempló el abandono del dólar y otras monedas. El grupo BRICS está avanzando hacia la creación de una nueva moneda que pueda sustituir al dólar estadunidense, empezando por el uso de sus monedas locales.
Como se dijo antes, China y Brasil han tomado la decisión de realizar el comercio mutuo en yuanes abandonando el dólar mientras anuncian que se va a ampliar la oferta de alimentos, minerales y bienes de alto valor agregado.
El comercio entre China y Brasil alcanzó una cifra récord equivalente a 150 mil millones de dólares (una cifra que no se puede desdeñar) y que está dejando de comercializarse en esa moneda para pasar al yuan.
El espacio estratégico global está dejando de ser el Atlántico en favor de Eurasia. Zbigniew Brzezinski advirtió que “el más peligroso escenario (para el status de Estados Unidos como poder global) sería una gran coalición de China, Rusia y quizás Irán […] una coalición antihegemónica”.
La reconciliación entre Arabia Saudita e Irán gracias a los buenos oficios de China abre esa zona del planeta a una era de paz en una región que es la mayor compradora de armas del mundo con lo cual se debilita económica, financiera y políticamente a Estados Unidos.
Por su parte, Europa y otros aliados claves de Estados Unidos están buscando salir del “hueco” en que se metieron. Francia busca inversiones en China, España rompe récord de compra de petróleo ruso, Alemania renovó el seguro del Nord Stream, Japón le dio la espalda a Washington para comprar petróleo ruso a precio de mercado, Arabia Saudita prefirió llegar a un acuerdo con Rusia y la OPEP que seguir los dictados de Washington de aumentar la oferta.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, recomendó a Europa diseñar un proyecto de “autonomía estratégica” para no depender “de otros en temas críticos, porque el día que nos quedemos sin margen de maniobra en cuestiones como la energía, la defensa, las redes sociales o la inteligencia artificial, el día que nos quedemos sin la estructura necesaria sobre esos temas, nos quedaremos apartados del ritmo de la historia”. Eso ya está ocurriendo.
Por otro lado en África, en tiempos recientes Chad expulsó al embajador de Alemania, Jan-Christian Gordon acusándolo de "interferir en la política interior del país" y hacer "comentarios despectivos y tendenciosos que pueden trastornar la cohesión social".
El presidente de ese país Idriss Déby lo criticó por tener una "actitud descortés" y una "falta de respeto en prácticas diplomáticas".
El presidente de Namibia, Hage Geingob, (ya fallecido) detuvo tajantemente al embajador alemán Herbert Beck que se quejaba de que hubiera más chinos que alemanes en ese país.
El presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, dijo que "Estados Unidos está obsesionado con las actividades de China en África". Por su parte, el presidente de Kenia, William Ruto, recomendó a su población deshacerse del dólar.
Así mismo, el presidente de Ruanda, Paul Kagame, rechazó la actitud aleccionadora de la BBC, y le recordó que fueron gobiernos europeos los que cambiaron las fronteras de África a su antojo generando conflictos territoriales que no había, esparciendo odio entre pueblos africanos que derivaron en las guerras actuales.
El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, opinó que los políticos europeos eran "insufribles" y que "creen que lo saben todo, pero están equivocados al exhibir su ignorancia allá donde van".
El Gobierno de Burkina Faso anuló un acuerdo de ayuda militar con Francia que llevaba 62 años de vigencia y le ordenó retirar a sus tropas.
Malí declaró persona 'non grata' al jefe de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, al mismo tiempo que obligó a Francia a retirar su contingente militar del país, donde se encontraban participando de operativos militares antiterroristas sin completarlos.
El presidente de la República Democrática del Congo, Felix Tshisekedi, le dijo a su homólogo francés, Emmanuel Macron: "Mírenos de otra manera, respetándonos, considerándonos como verdaderos socios y no siempre con una mirada paternalista, con la idea de saber siempre lo que nos hace falta".
En Gabón, Macron se vio obligado a anunciar que "la era de la ´Francáfrica` ha terminado", lamentando que todavía se vea a su país como injerencista en los asuntos internos de las naciones africanas.
¿Quién lo hubiera pensado hace solo algunos años? El mundo está cambiando y todo se ha acelerado gracias a la OME de Rusia en Ucrania?
En el trasfondo, lo que está en crisis son los intereses superiores del capitalismo global que observa impávido la pérdida de su poder omnímodo. Ucrania es solo un instrumento despreciable para Occidente en la búsqueda de lograr su objetivo primordial que es salvar al capitalismo en el momento de su mayor y creciente debilidad.
En particular está visto, que a través de la historia a Estados Unidos, nunca -cuando se trata de preservar su sistema - le ha importado sacrificar millones de vidas, incluyendo la de los ciudadanos estadounidenses humildes que son los que conforman su ejército.
Sus 800 bases militares en todo el mundo y sus 11 portaviones son el instrumento más importante con que cuenta Estados Unidos para “resolver” los problemas que plantea el derecho internacional.
Durante los cinco últimos siglos, es decir desde que se inició la globalización hegemonizada por Occidente, el poder mundial se asentaba sobre el control de los mares. Eso ha comenzado a cambiar generando una transformación paradigmática en la que Estados Unidos está quedando fuera.
La creación de un gran espacio euroasiático en territorio terrestre a partir de la alianza entre Rusia y China, establece parámetros novedosos en la estructuración del poder mundial.
Hay que tener en cuenta que fueron pensadores occidentales como el inglés Halford Mackinder y el estadounidense de origen neerlandés Nicholas Spykman quienes expusieron que el control del Asia Central, como “corazón continental” o “área pivote”, conduciría al control del mundo.
En años recientes, la alianza ruso-china ha llegado al súmmum de su fortaleza tras la declaración conjunta del 4 de febrero de 2022 firmada por los presidentes de ambos países en Beijing, que en la práctica manifiesta la decisión de dar los primeros pasos para la creación de un nuevo orden mundial.
Tras la derrota y huida de Afganistán por parte de Estados Unidos y la OTAN y después del fracaso de los golpes de Estado en Kirguistán en enero de 2020 y en Kazajistán en enero de 2022, se ha puesto de relieve la incapacidad de Estados Unidos por dominar ese territorio estratégico del planeta, más allá de su éxito en el derrocamiento del primer ministro de Pakistán, Imran Khan en abril de 2022 en una operación tramada por Washington y ejecutada por sus adláteres locales.
La alianza euroasiática se ha concretado a través del funcionamiento de varias organizaciones.
Una de ellas, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que mostró su eficacia, evitando el golpe de Estado en Kazajistán.
Otra instancia creada y que ha mostrado su efectividad es la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), donde participan China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán como miembros fundadores. Después se han incorporado Uzbekistán, India, Pakistán e Irán con el objetivo de cooperar en materia política, económica y de seguridad.
Bielorrusia, Mongolia y Afganistán esperan aprobación para su ingreso. De la misma manera la Unión Euroasiática conformada por cinco países constituye la extensión exitosa de vínculos económicos y comerciales en el más amplio espacio terrestre del planeta.
China por su parte promovió y creó la mayor alianza económica del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés). Esta asociación está conformada por el 30% de la población mundial.
Pero el ámbito de mayor alcance en la región y el mundo es la nueva Ruta de la Seda proyecto desarrollado por China para el cual ha destinado hasta ahora 900.000 millones de dólares distribuidos entre 72 países, con una población de unos 5.000 millones de habitantes o sea el 65% de la población mundial según apunta el periodista belga Marc Vandepitte en un reciente artículo.
El gran peligro para Estados Unidos y su sistema de predominio mundial es la incorporación de Europa y en particular de Alemania a este sistema.
Si ello ocurriera, se desmoronaría irremediablemente todo la estructura hegemónica construida tras la segunda guerra mundial que tiene en la democracia representativa de corte occidental su sustento político, en la Organización de Naciones Unidas, su instrumento de control global, en la OTAN el soporte militar de presión, chantaje y amenaza y el Sistema de Bretton Woods constituido a partir del control occidental del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, como los pilares para sostener económica y financieramente su hegemonía global.
La subordinación y control de Europa es fundamental para sustentar este modelo diseñado desde que se pusiera en práctica el Plan Marshall tras el fin de la segunda guerra mundial.
El objetivo fundamental de la política estadounidense ha sido evitar que se produjeran acuerdos de integración energética entre Rusia y Europa que podrían sellar una alianza estratégica mutuamente beneficiosa para ambas partes que, por añadidura enlazaría a Europa con China dejando a Estados Unidos alejado de la posibilidad de seguir manteniendo la supremacía energética en Europa, que junto a la OTAN configuran la garantía del control del Viejo Continente por parte de Estados Unidos.
3. La invasión de Israel a Gaza.
Aunque es un hecho muy reciente, que impide sistematizar de forma acabada, las repercusiones que pueda tener en el sistema internacional, vale analizar los acontecimientos en Asia Occidental como un evento que da continuidad a los dos anteriores y como expresión de la dinámica transformadora en el planeta, Por lo pronto, se ha cuestionado al eje sionista-imperialista desde el punto de vista político, militar, diplomático y hasta jurídico. Algo también impensable solo hace unos meses atrás.
Las nuevas coaliciones y alianzas que se están produciendo entre países árabes y musulmanes de tres continentes y la búsqueda de estos por abrirse un espacio más allá de la región a través de acuerdos con otras instancias como la Organización de Cooperación de Shanghái, la Ruta de la Seda, el Corredor Norte-Sur y sobre todo los BRICS son expresión de una realidad novedosa, sobre todo cuando se está hablando de la región que ocupa el primer lugar mundial en producción de energía…y en la compra de armas.
La cercanía cada vez mayor de estos países con Rusia y China y el papel más relevante que estas dos potencias están jugando como articuladores de procesos de negociación, y búsqueda de acuerdos en favor de la paz y la distensión, generan un nuevo momento en el planeta.
El eje de esta situación fue el inicio de la operación “Diluvio de Al-Quds” por las fuerzas políticas y militares palestinas y su soporte por parte del eje de la resistencia a través de variadas manifestaciones concretas de solidaridad y apoyo, sobre todo de Yemen, Irán, el Líbano, Siria e Irak, así como de la mayoría de los pueblos árabes y musulmanes, a menudo en franca contradicción con sus gobiernos.
Un gran influjo para que ello ocurriera, tuvo el acuerdo saudita-iraní para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, creando una situación mucho más ventajosa en la región para la lucha del pueblo palestino, aislando a Estados Unidos y al ente sionista.
A manera de conclusión pudiera señalarse que, vista la situación en la perspectiva planteada, se podría afirmar que se está avanzando hacia un sistema internacional inédito, jamás antes explicado e impensado incluso en el pasado más reciente. En un artículo en el periódico La Jornada de México, el laureado economista estadounidense Joseph Stiglitz opina que: ”Parece que Estados Unidos ha iniciado una nueva guerra fría”.
Pero a diferencia de la del siglo pasado en el que el elemento ideológico era el ordenador de las relaciones internacionales, Stiglitz afirma que ante la hipocresía estadounidense que sustenta sus puntos de vista en una supuesta defensa de la democracia, la de ahora “…hace pensar que, al menos en parte, lo que está en juego aquí es la hegemonía global más que una cuestión de valores”.
La avalancha de eventos internacionales de diferentes características durante los últimos meses, dan cuenta de la intensidad con la que se están moviendo los principales protagonistas en el escenario internacional y la vorágine de gestiones en las que se ven envueltos.
Es necesario tomar cartas en el asunto en este mundo tan caótico y en plena efervescencia en la que el imperio arrecia su agresividad mientras se debate en una crisis multisectorial de la que -según lo visualizan- solo pueden salir solo a través de la guerra y un conflicto permanente que le asegure incrementar sus ingresos por la vía de su principal industria: la de la producción y venta de armas.
Así, llegamos a esta situación original y extraña enmarcada en la posibilidad de esa nueva guerra fría de la que habla Stiglitz.
Lo novedoso es que la bipolaridad se manifiesta de manera diferente. Por una parte el polo occidental autodenominado “comunidad internacional” configurado por el 11% de la población del planeta y alrededor de 54 países del norte global, que funciona hacia el interior en términos unipolares con Estados Unidos actuando de forma hegemónica y teniendo a Europa, Australia, Nueva Zelanda y Japón como subordinados obedientes, incluso en desmedro de sus propios ciudadanos.
El otro polo, configurado por la gran mayoría de la humanidad se ha propuesto construir un gran ambiente multipolar en el que puedan participar varios centros de poder mundial en un espacio de cooperación y ayuda que ya se puso de manifiesto en el combate a la pandemia.
En este ámbito de confrontaciones y definiciones, se coteja la validez y persistencia de un derecho internacional construido tras siglos de búsqueda de la paz en el planeta versus la propuesta estadounidense de establecer “un sistema internacional basado en reglas” como forma de imposición unilateral de su lógica imperial.
En este punto ya no se sabe cuál será el papel de la ONU en el futuro. Si sigue existiendo, habrá que definir, en qué condiciones lo hará, cuando observamos que la OTAN se ha apoderado de la principal organización multilateral del planeta.
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