La historia de Latinoamérica no puede escribirse sin relatar la huella del intervencionismo de EE.UU. Desde la Doctrina Monroe hasta nuestros días, la región ha padecido las consecuencias de ser vista como "patio trasero".
Siete caricaturas históricas dejan claro cómo ese supuesto "destino manifiesto" pobló de sangre, conflictos y vasallaje económico a los países que, después de salir del coloniaje europeo, se vieron de frente con la visión expansionista de su vecino del norte.
Esfera de influencia
"América para los americanos". Con esa máxima, que se remonta a 1823 (justo cuando Latinoamérica empezaba a emanciparse de España), el presidente estadounidense James Monroe intentó echar mano de los países de la región por considerarlos como "la esfera de influencia" natural de EE.UU. Los objetivos no eran sólo someter a las naciones del hemisferio sino encarar a Europa de tú-a-tú.
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Cualquier agresión europea en Latinoamérica era considerada como una "afrenta" a EE.UU. Howard Zinn, en su libroLa otra historia de los Estados Unidos, recuerda que incluso antes de que Norteamérica dirigiera su interés hacia el Pacífico en la guerra con México, "la Doctrina Monroe miró hacia el sur, el Caribe y más allá".
¿El propósito? Ampliar las fronteras, asegurar mercados y hacer una demostración de músculo. Un editorial del Washington Post, publicado en la víspera de la guerra entre EE.UU. y España, dejaba claro que ese deseo de dominio pasaría por encima de cualquier dolor: "El sabor del Imperio está en la boca de la gente, aunque en la jungla haya sabor a sangre".
El garrote
"Habla suavemente y lleva un garrote. Llegarás lejos". La frase, hecha consigna por Theodore Roosevelt, resume una fase superior de la doctrina Monroe: creer que EE.UU. estaba facultado para intervenir a la fuerza si consideraba que alguien no se ajustaba a la medida de sus deseos.
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El Caribe, Centroamérica y Suramérica sufrieron, en mayor o menor medida, las consecuencias de esa política. Washington amenazó con "disciplinar" a los gobiernos que asomaban el primer atisbo de soberanía.
¿La estrategia de "persuasión? El aliento a golpes de Estado, el apoyo a dictaduras o régimenes autoritarios, así como la intervención directa del ejército estadounidense para "convencer" mediante las armas.
Despojo a México
El afán expansionista norteamericano soñó con llegar al océano Pacífico y por eso terminó despojando México de un tercio de su territorio.
La nación azteca se había negado a vender el territorio de California a EE.UU. La respuesta norteamericana, encabezada por el mandatario James K. Polk, fue la guerra. En poco tiempo, México perdió no sólo ese estado sino también Arizona, Nevada, Utah y Nuevo México.
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Revolución mexicana
El derrocamiento del dictador Porfirio Díaz dio inicio a la Revolución Mexicana, una revuelta que fue vusta como "dañina" a los intereses de EE.UU. Entonces, Washington decidió apoyar a Victoriano Huerta, quien al cabo de unos años se convirtió en uno de los más sanguinarios líderes en ese país.
La llegada de Woodrow Wilson como presidente cambió el panorama, pero sólo temporalmente.
El nuevo mandatario estadounidense dio un espaldarazo a los opositores de Huerta. Pero, en 1914, después de un altercado en Veracruz, el gobierno norteamericano decidió atacar la ciudad y mató a cientos de mexicanos en el proceso.
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En el país suramericano, una frase atribuida a Porfirio Díaz pero dicha por Nemecio García, se popularizó en el imaginario:
"¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!". Desde que empezó el despojo de sus tierras, las relación de vecinos del norte se ha caracterizado por el conflicto.
Golpe en Chile
El premio Nobel Gabriel García Márquez, en su labor periodística, narró -entre tantos otros- cómo se urdió el golpe de Estado en contra del presidente Salvador Allende en Chile y se instauró la dictadura más terrorífica en ese país, con la anuencia explícita del gobierno norteamericano.
Todo ocurrió en una cena a finales de 1969 entre militares chilenos y tres generales del Pentágono.
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"Uno de los generales del Pentágono preguntó qué haría el ejército de Chile si el candidato de izquierda, Salvador Allende, ganaba las elecciones. El general Mazote contestó: -Nos tomaremos el palacio de La Moneda en media hora, aunque tengamos que incendiarlo", escribió García Márquez en su reportaje Chile, el golpe y los gringos.
Casi cuatro años más tarde, el 11 de septiembre de 1973, el bombardeo se produjo. Así, el dictador Augusto Pinochet tomó el poder en Chile e inició un período oscuro para la región. La represión contra la izquierda se caracterizó por torturas, desapariciones y asesinatos a más de 35.000 personas.
Allende murió en el intercambio de disparos.
El fotógrafo Juan Enrique Lira, de El Mercurio, fue el único que pudo retratar el cadáver que, "estaba tan desfigurado que a la señora Hortencia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no le permitieron que le descubriera la cara", narra el fallecido escritor colombiano.
Mientras Allende había sido democráticamente electo, Pinochet llegó por la fuerza. El "peligro" que vio EE.UU. era que, según los análisis de la Operación Camelot, Chile iba a ser la segunda república socialista en la región después de Cuba.
Tratado de Libre Comercio
Los años 90, en Latinoamérica, fueron los años del neoliberalismo salvaje. Las consecuencias de una política económica diseñada por el Consenso de Washington en la región explotaron primero en Venezuela con El Caracazo, pero se verían más tarde en las crisis que estallaron a lo largo del territorio.
En 1994, uno de los hitos de esa política, fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), firmado entre EE.UU., México y Canadá. Desde el principio, el "socio" más afectado fue el país azteca.
La pérdida de puestos de trabajo por la invasión de productos norteamericanos en territorio mexicano y la imposibilidad de las empresas locales de competir en términos justos con las gigantes compañías estadounidenses (que sí gozan de subsidios y protección de Washington), se tradujeron en un torpedo directo a la economía de México.
Canal de Panamá
EE.UU. ansiaba tener un canal artifical en América Central, que facilitara el transporte entre el Pacífico y el Atlántico. Sin embargo, Colombia dejó ese proyecto en manos del empresario francés Ferdinand de Lesseps, quien había completado el Canal de Suez en 1869.
Pero Lesseps sacó mal las cuentas. Los trabajadores enfermaron, el proyecto atravesó dificultades económicas y su coterráneo Philippe-Jean Bunau-Varilla asumió las riedas del canal. Entonces Washintong divisó su oportunidad de oro.
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EE.UU. signó un pacto con Bunau-Varilla que le permitió hacer uso de ese territorio a cambio de una jugosa comisión.
Cuando el senado colombiano vetó el acuerdo, el gobierno norteamericano propició un "movimiento independentista" que separó a Panamá del territorio neogranadino y le aseguró el dominio del itsmo a la administración norteamericana.