EEUU: La Doctrina Trump y el Nuevo Imperialismo MAGA

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La guerra de mentiras de 12 días dejó a Trump al descubierto, y a Irán listo para reanudar el enriquecimiento de uranio

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***La guerra de mentiras de doce días entre Irán e Israel y el anunciado reinicio del programa nuclear iraní pacífico que desafía el monopolio energético occidental refuerzan la hipótesis de que Donald Trump es un jugador que actúa como emisario de una oligarquía fracturada y estratégicamente multidimensional que se resiste a aceptar la multipolaridad a la vez que se adapta a ella con tal de sobrevivir.

Por José Luis Preciado

En diversos artículos he sostenido que Donald Trump nunca ha sido un antiglobalista íntegro, sino el emisario multidimensional de una oligarquía en guerra consigo misma, incapaz de aceptar el fin del orden unipolar y de integrarse en el mundo multipolar sin recurrir a la coerción. 

También advertí que, bajo la percepción del análisis dual, Trump traicionaría más pronto que tarde a la clase trabajadora que le eligió.

 La secuencia de acontecimientos iniciada con los bombardeos estadounidenses a las instalaciones nucleares de Irán —y coronada por la “guerra de mentiras” de 12 días entre Teherán e Israel— confirma esta hipótesis al mostrar la profunda contradicción entre la retórica “America First” y la práctica neoconservadora del POTUS.

El geoestratega de Executive Intelligence Review Dennis Small caracteriza el momento actual como el más peligroso desde la Segunda Guerra Mundial, con un “mundo en la cuerda floja” ante la amenaza de guerra nuclear.

 Small recuerda que el ataque a Fordow, alabado por Trump como un éxito quirúrgico, en realidad abrió la “caja de Pandora” al señalar a Rusia, China y los BRICS que cualquier intento de romper la hegemonía occidental será castigado con violencia.

 La advertencia del diplomático ruso Vasili Nebenzia ante la ONU y la reflexión de Helga Zepp-LaRouche sobre la muerte del sistema de Westfalia refuerzan la idea de que Washington actúa por inercia imperial, sin herramientas diplomáticas creíbles.

Sin embargo, el fuego nuclear es solo la punta del iceberg. 

El intelectual francés Thierry Meyssan ha desmontado la narrativa de “la bomba atómica de Irán” y demuestra que el objetivo real de Teherán es dominar la fusión nuclear civil para romper el monopolio energético occidental, un proyecto tan disruptivo como el telar de Gandhi frente al imperio británico. 

De ahí la obsesión anglosajona —y sionista— por descarrilar el programa: asesinar científicos, infiltrar al OIEA y castigar cualquier avance que desafíe a las transnacionales del petróleo. 

La reciente declaración de la Agencia Iraní de Energía Atómica, confirmando la inminente reanudación del enriquecimiento de uranio, es una respuesta directa a esa política de sabotaje y al mismo tiempo un acto de soberanía tecnológica.

Frente a este telón de fondo, la “guerra de mentiras” de 12 días sirve como laboratorio de propaganda. Irán vendió unidad nacional, Israel presumió de éxitos militares y Estados Unidos posó de árbitro todopoderoso. Pero los hechos desnudan el guion: Israel actuó como instrumento de Londres y Washington y, cuando su ofensiva fracasó, Netanyahu corrió a pedir auxilio a la Casa Blanca. Trump intervino, no para detener la escalada, sino para forzar una pausa que le permitiera salvar la cara ante una opinión pública hartamente dividida. El analista Andrew Korybko muestra que la amenaza de dejar solo a Israel y de castigar duramente a Irán sirvió para imponer el alto al fuego, una jugada que el exmandatario vendió como “genialidad diplomática” mientras soñaba con un Nobel de la Paz.

Sin embargo, la supuesta moderación de Trump es puro espejismo. La analista Elena Panina advirtió desde un principio que la ofensiva aérea estadounidense carecía de la logística y el personal necesarios para sostener una guerra prolongada; y que la imagen de bombarderos furtivos sobre Fordow ocultaba un complejo militar-industrial exhausto tras décadas de intervenciones fallidas. 

Pese a ello, Trump optó por la vía militar —aunque fuera “limitada”— para contentar al lobby israelí y a los neoconservadores que, como advierte el filósofo Alexander Dugin, han secuestrado por completo el proyecto MAGA. El economista Serguéi Glaziev resume el plan pentagonal: Ucrania, Europa, Rusia, Irán y finalmente China. La cuarta fase —destruir Irán— está en marcha, y la quinta —aislar a Pekín y provocar hambrunas— ya asoma en la retórica de sanciones y bloqueos.

El precio político también lo paga el propio Trump. El Congreso, alerta por la deriva autocrática del Ejecutivo, cuestiona la legalidad de sus ataques; las bases del movimiento MAGA se resquebrajan al verlo abrazar la misma agenda belicista que criticó durante la campaña de 2016; y figuras como el historiador Michael Hoffman lo señalan como “super-neoconservador” que ha superado a George W. Bush en hipocresía y sed de sangre. 

La popularidad momentánea fruto de una “victoria” mediática no oculta el hecho de que el presidente se integra cada vez más en la lógica globalista que decía combatir.

Entretanto, Irán no está solo. Panina subrayó la creciente coordinación logística con China —reforzada por una línea ferroviaria directa—, el apoyo indirecto de Rusia y la posible asistencia tecnológica de Corea del Norte. Las instalaciones nucleares iraníes, diseñadas para resistir bombas antibúnker, son un desafío técnico que complica la doctrina del “shock and awe”. 

Y si Estados Unidos evitara una intervención terrestre, aún enfrentaría la vulnerabilidad de sus bases regionales y la amenaza de sabotajes en territorio propio. Además, el cierre del estrecho de Ormuz, por donde transita una cuarta parte del comercio mundial de crudo, podría hundir las economías occidentales que promueven el ataque.

Por eso el alto al fuego, lejos de ser un paso hacia la paz, es la admisión de los límites de la fuerza. Trump necesitaba tiempo para recomponer la narrativa; Israel, para reparar el desgaste militar y diplomático; e Irán, para exhibir resiliencia y anunciar que reanudará el enriquecimiento de uranio. Korybko señala que si la tregua se rompe —algo probable si Netanyahu reinicia sus bombardeos—, Washington se hallará en la incómoda posición de elegir entre abandonar a su socio o escalar un conflicto que no puede ganar.

 De cualquier modo, el resultado es la aceleración del tránsito hacia la multipolaridad: Rusia y China no permitirán que Irán sea desmembrado como Libia o Irak, porque ello abriría la puerta al caos en el Cáucaso, el Volga y Xinjiang, además de bloquear la Franja y la Ruta y el corredor Norte-Sur.

Así, la supuesta “victoria quirúrgica” que Trump proclamó tras la operación de Fordow se desinfla al confrontarla con los hechos: el programa nuclear civil iraní sigue vivo, la voluntad de Teherán de dominar la fusión se ha reforzado y la autoridad moral de Estados Unidos como “policía del mundo” se erosiona a cada bomba que arroja sin mandato de la ONU. Dennis Small señala que la única alternativa viable es una nueva arquitectura de cooperación y desarrollo —el “modelo de San Petersburgo” esbozado por Vladímir Putin— que sustituya la especulación y las guerras por infraestructuras, ciencia y comercio justo.

Queda entonces al descubierto la tesis central que he sostenido en Mente Alternativa: Trump no es el “cisne negro” que vendría a derribar el globalismo, sino el emisario multidimensional de una oligarquía occidental fracturada que, al ver amenazada su hegemonía, juega a múltiples bandas y recurre tanto a la fuerza bruta como a la guerra de narrativas para ganar tiempo. 

Oscila entre gestos aislacionistas y acciones claramente globalistas, según lo exija la coyuntura, con tal de sobrevivir en un mundo multipolar basado en regiones económicas dirigidas por Estados-civilización (entiéndase como pequeños imperios), sin dejar de intentar infiltrar elementos estructurales de la agenda ultraglobalista o incluso revertir la transición histórica en curso. 

La guerra de 12 días y la reactivación del programa nuclear iraní son síntomas inequívocos de un cambio de era que esa oligarquía no consigue asimilar. Si algo ha demostrado este episodio es que el mundo unipolar está dispuesto a incendiar el planeta antes que aceptar su obsolescencia; pero también que la resistencia multipolar posee la determinación, la ciencia y los aliados necesarios para construir un orden alternativo.

La pregunta ya no es si el viejo imperio puede contener la ola emancipadora del Sur global, sino cuánto daño hará antes de admitir su derrota. Y la respuesta depende de que opinólogos, diplomáticos y ciudadanos comprendan, como advierte Celso Amorim, que el entrelazamiento de los teatros de guerra puede empujar al mundo a una crisis peor que la de los misiles de 1962.

 El verdadero antídoto no vendrá de salvadores populistas, sino de la red de naciones que, como Irán, Rusia y China, ponen sobre la mesa modelos energéticos, financieros y de seguridad que sustituyen la coerción por la cooperación.

Trump, al elegir el camino neocon, ha revelado la faceta globalista que trataba de ocultar tras el eslogan “Make America Great Again”. Su legado no será el de un adalid de la soberanía, sino el de quien, por cálculo electoral y presiones de lobby, encendió una mecha que otros ahora deben empeñarse en apagar. 

El programa nuclear iraní, lejos de ser el casus belli que justifique una guerra, se convierte así en símbolo de autodeterminación y en punta de lanza de un mundo que no está dispuesto a seguir las reglas ajenas. Y esa es la lección más incómoda para la oligarquía occidental: los pueblos que han aprendido a tejer su propio algodón ahora también aprenden a encender su propio sol.

En cuanto a Trump, no hay que olvidar que lo que algunos interpretan como traición no es otra cosa que una expresión de la multidimensionalidad política que le es necesaria a sus controladores ocultistas, que al parecer ya han decidido convertirlo en chivo expiatorio una vez más de cara a un nuevo cambio de juego. Como advertía en febrero el economista y exministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis—en términos que pueden extrapolarse a otros niveles del poder:


“Se abrirá un segundo frente. Considerando a todos los países como radios de su eje, Trump podría descubrir pronto que ha fabricado la disidencia en el extranjero. Pekín puede tirar la cautela al viento y convertir los BRICS en un nuevo sistema de Bretton Woods en el que el yuan desempeñe el papel de anclaje que el dólar desempeñó en el Bretton Woods original. Tal vez este sería el legado más asombroso, y la revancha, del por lo demás impresionante plan maestro de Trump”.

https://www.mentealternativa.com/la-guerra-de-mentiras-de-12-dias-dejo-a-trump-al-descubierto-y-a-iran-listo-para-reanudar-el-enriquecimiento-de-uranio-desafiando-el-monopolio-energetico-occidental/

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