Para ser médico hay que serlo en esencia pues el ejercicio de esta profesión sería insoportable, si no se lleva en la sangre la vocación.
Un médico es capaz de pensar, de actuar, de ejecutar, en medio de la confusión que significa la enfermedad; desenvolverse en medio del llanto, del sudor, de la sangre, del dolor, de la hediondez, de la embriaguez, de la locura, de los gritos, de la desesperación, con mucha ternura significando realmente una obra de infinito amor.
Ejemplos como estos tenemos muchos en el mundo, de quienes han puesto sus vidas a disposición de la humanidad, hasta fuera de sus fronteras.
Quisiera referirme de manera especial a los médicos de una isla de hombres consagrados y valientes que van ofreciendo solidaridad, que brinda una mirada afectuosa y un oído atento, para escuchar las penas; una mano fuerte, para ofrecer calor, una palabra de aliento para alimentar esperanza y una actitud fraternal para un ser humano.
Si. Se trata de Cuba un país que impresiona por la dignidad, la solidaridad y hermandad.
Hay que destacar que se han convertido en una gran potencia de valores humanos, pues en más de 50 años de Revolución han ofrecido sus médicos en más de 6000 mil misiones internacionalistas en 164 naciones.
Aún sigue vive la llama y el mismo amor con que partió la primera Brigada Médica Cubana de 56 profesionales de la salud para Argelia.
La lucha contra el Ébola en África, la ceguera en América Latina y el Caribe, el cólera en Haití y las brigadas de médicos especializados en desastres y grandes epidemias, Henry Reeve, en Pakistán, Indonesia, México, Ecuador, Perú , Chile y Venezuela, entre otros países, son la muestra fehaciente de las hazañas a las que nos tienen acostumbrado los cubanos.
Brigada medica cubana en Africa
Alzo mi voz, para que obras de amor y de humanidad como la que nos brindan las Brigadas Médicas Cubanas, sigan adelante.
Nuestra América Latina los necesita y siempre estaremos agradecidos por la sensibilidad, la profesionalidad con la que se entregan a esta obra por encima de cualquier precio.
No más calumnias, no más campaña difamatoria a quienes acuden a nuestro llamado a los lugares más remotos y de difícil acceso, donde no quieren ir otros galenos que viven de la profesión como un negocio y no como una obra de infinito amor.
A esos los convoco a que se pregunten ¿Seré yo digno de ser médico?
¿Tendré yo el carácter, la voluntad, la capacidad de entrega, la fuerza para ser médico?
¿No será irreverente, el que yo pretenda ser médico?
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