Luego de haber puesto en la presidencia de la República sucesivamente un agente de la CIA y un lacayo de Qatar, los franceses vuelven a dejarse engañar –por tercera vez–, y en esta ocasión el engaño viene de un producto de la influencia israelí.
Aún creen haber ahuyentado el espectro del fascismo votando por un candidato que goza del respaldo de la OTAN, de los Rothschild, de todas las grandes empresas de la Bolsa de París y de los grandes medios de prensa.
Lejos de darse cuenta de su error, todavía se hallan bajo los efectos de una hipnosis, de la que probablemente no saldrán hasta el fin de las próximas elecciones legislativas.
Inmediatamente después del anuncio de su victoria electoral, el presidente democráticamente electo de la República Francesa pone distancia entre el pueblo y él.
Rechazando todo baño de multitudes, Emmanuel Macron cruza, ostentosamente solo, la explanada del Louvre bajo la mirada de sus partidarios.
El equipo del ahora presidente electo de Francia, Emmanuel Macron, logró poner a los franceses en estado de hipnosis.
Con ello impuso la elección –con dos tercios de los votos válidos– de un hombre de sólo 39 años, cuyo partido fue creado en internet hace casi exactamente un año, y que nunca antes se había presentado a ninguna otra elección.
Esta “hazaña” es fruto del equipo de Steele & Holt, una misteriosa firma cuyo nombre hace referencia a la serie de televisión Remington Steele [1], en la que la directora de una agencia de detectives contrata a un ladrón –interpretado por el actor Pierce Brosnan– para que se presente a los clientes como si fuese él el jefe de la agencia.
Ni se moleste usted en buscar quién se esconde detrás de la firma Steele & Holt. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que sus dos principales clientes son la transnacional francesa AXA y la familia Rothschild.
Todo el mundo sabe que Emmanuel Macron trabajó para los Rothschild, pero la contribución de estos a la organización de su partido político es un secreto bien guardado.
En cuanto al gigante de los seguros AXA, se trata de una gran transnacional presidida por Henri de La Croix, quinto duque de Castries, quien preside también el think tank de la OTAN (el Grupo de Bilderberg), el Instituto del Bósforo (que es el think tank de Turquía) y, en Francia, el Instituto Montaigne (un think tank de derecha).
Por cierto, no está de más recordar aquí que el influyente Henry Kissinger invitó a Macron a la reunión anual del Grupo de Bilderberg realizada en 2014, junto a los también franceses Francois Baroin y Christine Lagarde, directora del FMI.
A través del Instituto del Bósforo se hizo posible detectar y sobornar a diferentes personalidades de derecha y de izquierda que han aportado su respaldo a Macron.
Fue en los locales del Instituto Montaigne donde tuvieron lugar las primeras reuniones de la nueva formación política creada para Macron, que incluso está domiciliada oficialmente en la dirección personal del director de ese instituto.
El nuevo partido francés debe su nombre, En Marche! [“¡En Marcha!”], al hecho que esas dos palabras corresponden a las iniciales de Emmanuel Macron. Si no se habría llamado En Avant! [“¡Adelante!”], que en hebreo sería Kadima!, nombre del partido israelí fundado por el general Ariel Sharon en 2005.
Cuando alguien le señaló al viejo general israelí que el nombre de su nuevo partido recordaba el del partido de Mussolini –Avanti!–, Sharon replicó que esa era la orden con la que él mismo solía iniciar cada una de las operaciones que emprendía por iniciativa propia, como cuando invadió Beirut contradiciendo a su estado mayor.
Tanto Kadima! como En Marche! son partidos que se dicen centristas y en cuyo seno se reúnen personalidades tanto de derecha como de izquierda… y todos sabemos cuán “centrista” fue Ariel Sharon, general israelí que creó su propio partido para separarse de Benyamin Netanyahu. Ariel Sharon fue de hecho un colonialista que quería crear un Estado palestino que siguiese el modelo de los bantustanes sudafricanos.
El apartheid era para Ariel Sharon la única vía que podía permitir la preservación de Israel. Netanyahu, por el contrario, un talmudista que se niega a aceptar la idea de compartir Palestina con los goyim [2]. Para Netanyahu los goyim deben ser expulsados de Palestina, si no es posible exterminarlos.
Volviendo a la situación política en Francia, seguramente nos enteraremos con el tiempo de por qué Macron quiso romper con el primer ministro socialista Manuel Valls.
Por el momento, es notoria la insistencia que Valls está poniendo en tratar de unirse a En Marche!, sólo comparable al poco tacto que ha tenido Macron para rechazarlo observando que un grave conflicto los separa.
El fascismo en marcha
Para impulsar al candidato Macron, la firma Steele & Holt –léase la OTAN y los Rothschild– se apoyaron en las antiguas redes pro-estadounidenses de la Fondation Saint-Simon. Juntas orquestaron todo el show sobre «la amenaza Le Pen», logrando así que muchos electores resueltamente contrarios a Macron acabaron votando por él por temor a un resurgimiento del «nazismo» en Francia. Al no tener gran cosa que reprocharle a Marine Le Pen, le atribuyeron los crímenes de su padre y unas cuantas cosas más.
Esta manipulación demuestra que, en la «sociedad del espectáculo», la forma es más importante que el fondo. Reflexionemos juntos. ¿Cuáles son las características del fascismo?
Decreta el fin de la lucha de clases recurriendo al corporativismo que reúne a patronos y obreros en el seno de las mismas organizaciones, decreta el fin de la dialéctica derecha-izquierda gracias a la creación de un partido único y, por consiguiente, decreta el fin de toda forma de oposición, garantizado por el uso de la fuerza.
Si bien la primera de esas características hubiese podido aplicarse a la visión de las cosas que tenía Jean-Marie Le Pen, no es menos cierto que ya no es aplicable a la visión de la sociedad que plantea su hija Marine.
En cambio, la dos primeras características del fascismo anteriormente citadas –fin de la lucha de clases mediante el corporativismo y fin de la dialéctica derecha-izquierda mediante la creación de una formación política– corresponden a la perfección con lo que plantea Macron, respaldado en la elección presidencial por todos los jefes de las grandes empresas de la bolsa de París… así como por la dirección de la CGT, el sindicato más representativo de la clase obrera francesa.
El propio Macron no cuestiona la capacidad de los partidos de derecha y de izquierda para defender los valores que consideran suyos… pero llama a los líderes de esos partidos a que se unan al partido que él creó en aras de la defensa de «intereses comunes».
De hecho, si la próxima cita electoral prevista en Francia –las elecciones legislativas– se desarrollan conforme a los deseos de Macron, eso será el inicio de la destrucción de la oposición. En todo caso, el unanimismo de la prensa escrita de ambas tendencias a favor del candidato Macron y la campaña desatada contra los sitios web que contradicen ese coro de uniformidad mediática sirven para darnos una idea clara de lo que ya está en preparación.
La Historia se repite. En 1940, los franceses apoyaron al mariscal Philippe Petain creyendo protegerse con ello del nazismo… y fue Petain quien instauró el fascismo. En 2017, acaban de votar por Macron por temor a la «extrema derecha»… y será Macron quien acabe instaurando el fascismo.
Una campaña lastrada por los “escándalos”
Es cierto que algunos electores deben haberse sentido incómodos ante las personalidades –bastante sui generis– de los candidatos y el uso, por una de las partes, de métodos de propaganda nunca vistos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Cuando tenía sólo 15 años, Emmanuel Macron tuvo una relación sexual con su profesora de teatro –23 años mayor que él–, no tardó en vivir con ella y se casaron 15 años después. Marine Le Pen heredó de su padre la presidencia del partido creado por él.
Comenzó por limpiar esa formación política, llegando incluso a excluir a su propio padre. Si recurrimos a los términos que utilizan los psicoanalistas, Macron se casó con su madre y Marine Le Pen “mató” a su padre.
Pero lo más importante es que el equipo de Macron no vaciló en acusar a sus rivales de las peores traiciones, y sin la menor lógica pero teniendo la garantía de que los diarios regionales y nacionales –que ya controla en su totalidad– no se atreverían a emitir absolutamente ninguna crítica contra esas acusaciones, a pesar de todo lo absurdas que fueron.
El candidato de la derecha, Francois Fillon, se ha visto así convertido a ojos de todos en un ladrón, a pesar de que no se ha comprobado ninguna de las acusaciones de las que fue objeto. Igualmente, Marine Le Pen es vista como la personificación misma del fascismo, aunque no ha defendido nunca las posiciones que se le atribuyen.
Una victoria solitaria
En cuanto se anunció que había sido electo, el futuro presidente Macron pronunció una breve alocución desde su cuartel general de campaña. Dijo unas cuantas banalidades, pero con el aire de gravedad del hombre que siente bruscamente el peso de las responsabilidades que acaban de caer sobre sus débiles hombros.
Y luego se regaló a sí mismo un nuevo instante teatral con sus partidarios en la explanada del Louvre. Atravesó París en un cortejo de autos con cristales negros. Luego atravesó a pie, solo e inaccesible, la explanada del Louvre para subir al escenario allí instalado en su honor.
Y desde ese lugar, al pie de la pirámide de cristal del museo del Louvre, como Napoleón Bonaparte, pronunció otro discurso, también lleno de lugares comunes pero con un tono encendidamente marcial, cuando él nunca ha combatido con armas.
Para terminar, se rodeó de su familia y de unos cuantos militantes para entonar La Marsellesa.
Contrariamente a lo que siempre hicieron todos sus predecesores, Emmanuel Macron no estrechó ni una sola mano en toda esa velada triunfal. Nadie pudo acercársele. Macron no permitió que ninguna de las personalidades políticas que lo apoyaron apareciese junto a él y compartiese su victoria.
Para cobrar el premio por haber traicionado sus partidos respectivos, esas personalidades tendrán que incurrir en nuevo acto de traición… aportando nuevamente su apoyo a los partidarios de Macron en las elecciones legislativas de junio.
Sólo entonces, ya con todas las riendas del poder en sus manos, el presidente Macron permitirá que los franceses salgan de la hipnosis.
Cuando sea ya demasiado tarde.
¡Adelante, en marcha!
[1] Transmitida en Latinoamérica bajo el título “Con temple de acero”. Nota del Traductor.
[2] Goy, en plural goyim, es el término, peyorativo, que utilizan los judíos para referirse a todo el que no es judío. Nota de la Red Voltaire.
http://www.voltairenet.org/article196307.html