1. El congreso de Podemos se ha cerrado dando por cumplido su objetivo más estrecho: cerrar una guerra interna entre familias que ha quedado superada gracias a la sobrerrepresentación que la candidatura mayoritaria ha obtenido en base a un sistema de votación diseñado para tal fin.
Sin embargo, destacar esta sobrerrepresentación no quita un ápice de legitimidad a la victoria de Pablo Iglesias y su candidatura.
Más allá de lo que sucede en ciertos ambientes madrileños –que muchas veces distorsiona la visión de conjunto–, en todo el Estado un Pablismo popular –que no populoso–, izquierdista y difuso es hegemónico en Podemos.
Las cifras de militancia activa en las que se mueve Podemos, no obstante, siguen siendo, desde un punto de vista relativo, bajas.
Esta composición popular fue la que llenó las gradas de Vistalegre coreando “Unidad, Unidad”, un grito interpretado erróneamente por los medios de comunicación como reconciliador, cuando en realidad expresaba la voluntad de las bases más activas de cerrar filas en torno al secretario general.
Un deseo de suturar la crisis por arriba, de poner fin a las guerras fraccionales, que leído por una izquierda neocarrillista sin contrapesos –la pablista– bien puede significar carta blanca para imponer un modelo de partido sin fracciones, es decir, un partido dominado por una sola fracción.
2. Vistalegre II ha fracasado completamente como espacio de las discusiones estratégicas de Podemos. En un entorno completamente volcado hacia dentro, no ha habido ni siquiera un amago de discusión de la coyuntura en la que se encuentra la crisis de régimen del Estado español.
No ha habido siquiera una insinuación de cuál podría ser el horizonte de Podemos en una futurible operación de regeneración del régimen –reforma constituyente cosmética o similares–. Y, en general, no se ha planteado ningún escenario de futuro medianamente elaborado. Las guerras fraccionales quedan así oficialmente retratadas, por omisión, como un mero asunto de desavenencias personales y luchas por el poder.
3. Tampoco se ha producido en Vistalegre II un debate de fondo que genere algunas claves que permitan pensar el abandono de la hipótesis populista. Más bien, se diría que el pablismo triunfante, tras una vaga pátina de retórica de izquierda más o menos atemperada por un cierto tono movimentista, se hace heredero y continuador de las grandes líneas teóricas lanzadas por Errejón en los momentos fundacionales de Podemos.
No hay vía ninguna –no la había en los documentos ganadores y no las hubo en el congreso– de un mínimo viraje hacia un análisis material de la coyuntura actual, ni de la crisis como paisaje de fondo y horizonte permanente para nuestra política, ni, mucho menos, un mínimo dibujo de la configuración de clase que ha de enfrentarse a la hegemonía financiera.
De hecho, la más que probable presencia de Vicenç Navarro en la ejecutiva, apunta hacia la recuperación de un keynesianismo dogmático desligado de cualquier del análisis de la economía política actual.
4. En un entorno en el que la figura de Pablo Iglesias es el aglutinante de Podemos, se puede inferir legítimamente que la línea teórica y estratégica que se tiene que seguir en los próximos meses dependerá de los vaivenes del líder carismático. Sin duda, en los últimos meses, hemos visto un Pablo Iglesias más escorado hacia la izquierda clásica en su versión más confrontativa, pero la tradición eurocomunista que llena la lista ganadora y la probable nueva ejecutiva tienen otra cara: el compromiso histórico, el pacto con las fuerzas del régimen para convertirse en ala izquierda estable de la nueva versión del régimen del 78 que pudiera surgir en los próximos meses. Recordemos que fue Pablo Iglesias, y no Íñigo Errejón, quien se plantó ante los medios demandando ministerios y recitando ministrables tras las elecciones del 20D.
La cultura del secretario general ratificada en este Vistalegre cronifica una de las debilidades de Podemos: los destinos de Podemos y de Pablo Iglesias quedan, en el corto plazo, indisolublemente ligados, lo cual reforzará aún más la tendencia al atrincheramiento bonapartista del núcleo dirigente del partido.
5. En términos de democracia interna, Podemos sigue en los parámetros del primer Vistalegre. El sistema de votación, cómicamente llamado “Desborda”, ha servido para perjudicar a la tercera fuerza y consolidar una mayoría desproporcionada para la primera. En cualquier otro escenario de mayor proporcionalidad, la tercera fuerza obtendría entre cuatro y diez consejeros. Con el sistema “Desborda”, tan solo dos. De haberse utilizado el sistema mayoritario de voto en plancha de Vistalegre I, los resultados para la tercera lista habrían sido los mismos.
Conviene recordar que los sistemas proporcionales ganaron la consulta acerca de los sistemas de votación del pasado mes de diciembre. Una consulta que, desgraciadamente, se leyó por parte del bipartidismo interno como un referéndum sobre las fracciones del partido quitándole peso a la literalidad del resultado.
En realidad, como ya sucedió en las primarias de Madrid, el sistema mayoritario de elección está diseñado para disuadir a la tercera fuerza –en este caso Podemos en Movimiento/Anticapitalistas– de presentarse sola para así forzarla a pactar con el pablismo mayoritario ante la amenaza de que este sistema de voto les deje sin representación.
En cualquier caso, hay que hacer notar que Podemos sigue viviendo en el régimen de excepcionalidad democrática heredado de Vistalegre I y cuando parece que había el suficiente consenso interno para poder superar este déficit, una nueva decisión arbitraria nos devuelve al escenario de ausencia de democracia interna y verticalismo.
6. Vistalegre II ha sido el Waterloo del errejonismo. La fulminante derrota de Errejón y los suyos tiene algo de épico, en el sentido de que han sido devorados por la bestia plebiscitaria y mediática que ellos mismos diseñaron. Por otro lado, como quedó claro dentro de la propia composición de los asistentes a Vistalegre, el errejonismo hoy es una fracción para cargos medios y liberados del partido que, a fuerza de despreciar a la militancia realmente existente en favor de la idealización semianimista de “los que faltan”, ha perdido su base social.
Una posición que, visto su resultado en los procesos internos del partido, debería vacunar para siempre a Podemos ante cualquier posibilidad de su reedición.
Y aunque solo sea por evitar la hilaridad en torno a sí, debería dejar de usar el adjetivo “ganador” como forma de presentación ante el mundo.
Es relativamente legítimo esperar que la heterogénea alianza de errejonistas puros y oportunistas de distinto pelaje se rompa en los próximos tiempos ante la inevitable pérdida de posiciones de la fracción en el aparato del partido.
Y, desde luego, no deja de sorprender –y dice mucho del interés de esa fracción por la política exterior a los aparatos del partido, que a día de hoy siga sin haber un sólo texto errejonista, ya no haciendo autocrítica, si no explicando mínimamente su versión de Vistalegre II.
7. El resultado del espacio “crítico” y “movimentista” dinamizado por Anticapitalistas deja abierta una pequeña brecha, a través de la cual Podemos podría conectarse con otras lógicas que van más allá de su vida interna.
Está por ver en qué dirección se va a desarrollar esta apertura. Si el sector agrupado en torno a Podemos en Movimiento se conforma con “representar” esa sensibilidad movimentista, jugando al parlamentarismo dentro de Podemos, su recorrido será sin duda corto, limitándose a un rol funcional al aparato, como “interlocutores” con el afuera de Podemos.
Sin embargo, existe la posibilidad de iniciar una guerra de posiciones, tanto dentro como fuera de Podemos, que convierta en hegemónica esa hipótesis hoy cortocircuitada del partido-movimiento, basada en contrapoderes irreductibles al Estado y a la representación, extendidos por la sociedad civil. Crear una constelación de dinámicas conectadas entre sí, un gran sindicato social con un caballo de Troya institucional llamado Unidos Podemos.
El reto de este sector, si quiere ser coherente con las tesis que ha expuesto este Vistalegre II, es que Podemos se convierta en un “fondo de inversión” de todas esas potencias sociales dispersas, transfiriendo recursos hacia proyectos de todo tipo (culturales, sindicales, feministas, ecologistas, etc.) en todos los espacios posibles, logrando crear centros de anudamiento entre las diferentes trincheras. Para ello, no hay otra vía que vivir en un equilibrio tenso (algo nada fácil para la extrema izquierda) entre la “crítica” al modelo Podemos, la impugnación de las raíces del modelo –y no sólo de sus efectos– y el trabajo común tanto con el podemismo, como con realidades enfrentadas a este.
8. Europa ha sido sin duda la gran ausente de Vistalegre II. Es un tema que planea de forma constante, como una especie de llovizna molesta y fantasmal, generando mucha incomodidad en todas las corrientes de Podemos, excepto a la vinculada a Anticapitalistas.
El neoeuropeísmo de la generación Erasmus defendido por el sector vinculado a Íñigo Errejón contrasta con la exploración, todavía tímida pero cada vez más clara, del patriotismo de izquierdas pablista. La gran debilidad de todas las hipótesis “gobernistas” es la vieja creencia reformista en que el Estado es una institución autónoma y todopoderosa.
El Estado tiende a sintetizar fuerzas sociales antagónicas y a producir un orden en el que, cuando gobierna la izquierda, la clase dominante cede un poco para que toda siga igual: está sometido a los límites de la economía política.
Esto, traducido en términos actuales, nos lleva a los límites impuestos por la Unión Europea y sus instituciones regulacionistas. ¿Cómo llevar la lucha a ese terreno de juego? La respuesta de Podemos aún está por construirse.
9. Todavía no sabemos todas las consecuencias de Vistalegre II en las confluencias y en el municipalismo. Es obvio que Podemos no está solo y que hay ámbitos en los que la dirección vencedora de este congreso es sencillamente marginal.
En las confluencias gallega y catalana, Podemos juega un rol subalterno –importante porque atrae a un segmento del electorado al que de otra forma no llegarían En Marea y En Comú– pero al fin y al cabo minoritario.
Un poco el rol que juega IU en Unidos Podemos. En los gobiernos de los ayuntamientos del cambio es posible que no haya más que un concejal vinculado orgánicamente al sector de Pablo Iglesias. Por desgracia, la mayoría de las veces el sector dirigente de Podemos ha forzado unas tensiones que no se corresponden con esa relación de fuerzas real en las escalas a las que nos referimos. Está por ver qué actitud adoptan ante estas realidades, aunque los precedentes no nos permiten ser excesivamente optimistas.
10. En conclusión, todo sigue un poco igual. Podemos no ha resuelto sus grandes debates, sólo ha desplazado del poder a una fracción, otorgando plenos poderes a otra que se caracteriza por su debilidad más allá del interior de Podemos.
Podemos sale con muchas incógnitas por despejar, con una predominancia indudable en el plano mediático-representativo y, a la vez, con una delimitación partidaria fuertemente delimitada.
Es el partido de los círculos, de Pablo Iglesias, un pequeño proyecto neochavista: una fiel base popular militante (aunque reducida en comparación con lo que fue o con lo que pudo ser); un discurso de izquierdas que oscila entre la tentación gobernista y la oposición fuerte; un liderazgo carismático y un régimen plebiscitario en el plano interno.
Nadie puede negar que el Podemos que sale de Vistalegre está para quedarse; también tenemos motivos para pensar que su peso relativo será decreciente, al cerrarse y delimitarse como espacio en este congreso.
Todo ello, eso sí, en un escenario de crisis que no se va a cerrar y en el que juegan muchos más actores. Los debates, por lo tanto, seguirán abiertos.
Brais Fernández es militante de Anticapitalistas e Isidro López es diputado por Podemos en la Asamblea de Madrid
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