El triunfo arrasador de Jeremy Corbyn el 24 de septiembre en su camino a ser el líder del Partido Laborista de Gran Bretaña fue pasmoso y totalmente inesperado.
Entró a la carrera apenas con el suficiente respaldo para ser considerado en la votación. Contendió con una plataforma de izquierda sin compromisos.
Y luego, enfrentado a tres candidatos más convencionales, ganó 59.5 por ciento de votos en una elección que tuvo una participación inusualmente alta de 76 por ciento.
De inmediato los expertos y la prensa opinaron que este liderazgo y la plataforma garantizaban que el Partido Conservador ganarían la siguiente elección. ¿Es eso seguro? ¿No será que el desempeño de Corbyn indica un resurgimiento de la izquierda? Y si eso es así, ¿es esto cierto sólo en Gran Bretaña?
Determinar si el escenario político mundial se mueve a la derecha o a la izquierda es un tema favorito de las discusiones políticas. Uno de los problemas con esta discusión ha sido siempre que la dirección de las tendencias políticas siempre se mide por la fuerza de la posición extrema de la izquierda o la derecha en cualquier elección dada. Sin embargo, esto es errar el punto más esencial acerca de la política electoral en los países con sistemas parlamentarios construidos en torno a los vaivenes entre los partidos de centroizquierda y centroderecha.
Lo primero que hay que recordar es que existe una enorme gama de posibles posiciones en cualquier momento en un lugar determinado. Simbólicamente, digamos que varían del uno al 10 en un eje izquierda-derecha. Si los partidos o los líderes políticos se mueven entre 2-3, 5-6 u 8-9, ello mide un vaivén hacia la derecha. Y los números de reversa (9-8, 6-5, 3-2) miden un vaivén a la izquierda.
Utilizando esta clase de medición, el año pasado el mundo vio un contundente viraje global a la izquierda. Hay una serie de claros signos de este viraje. Uno de ellos es la fuerza en constante ascenso de Bernie Sanders en su carrera hacia la nominación presidencial por el Partido Demócrata. Eso no significa que derrotará a Hillary Clinton. Significa que, para contrarrestar los índices de las encuestas de Sanders, Clinton ha tenido que plantear posiciones más hacia la izquierda.
En Australia ocurrió un evento semejante. El partido de derecha, ahora en el poder, el Partido Liberal, corrió el 15 de septiembre a su líder Tony Abbott. Abbott era conocido por su agudo escepticismo hacia el cambio climático y su línea muy ruda hacia la inmigración. Abbott fue reemplazado por Malcolm Turnbull, al que se considera algo más abierto en estas cuestiones.
De manera semejante, el Partido Conservador británico ha suavizado sus propuestas de austeridad para ganarse a los potenciales votantes en favor de Corbyn. Éstos son virajes de 9-8.
En España, el primer ministro, Mariano Rajoy, del Partido Nueva Democracia, está enfrentando cifras crecientes en las encuestas para Pablo Iglesias, de Podemos, que compite con una plataforma contraria a la austeridad, similar a lo que por mucho tiempo promovió el Partido Syriza de Grecia. Nueva Democracia lo hizo bastante mal en las elecciones regionales y locales del 24 de mayo. Rajoy está resistiendo el viraje a la izquierda de su partido y el resultado es que le va peor en las encuestas relacionadas con las futuras elecciones nacionales.
Tras su derrota reciente en las elecciones independentistas de Cataluña, Rajoy tuvo que frenarse todavía más. Pregunta: ¿Puede Rajoy sobrevivir como líder de su partido o será reemplazado como lo fue Tony Abbott en Australia en aras de un líder un poquito menos rígido?
Grecia resulta ser el ejemplo más interesante de este viraje. Ha habido tres elecciones este año. La primera el 25 de enero, cuando Syriza llegó al poder, de nuevo para sorpresa de muchos analistas, con una plataforma contraria a la austeridad, utilizando la tradicional retórica izquierdista.
Cuando Syriza se topó con que los países europeos no estaban dispuestos a acceder a las demandas griegas de ser aliviados de muchos de los compromisos de su deuda, el primer ministro Alexis Tsipras llamó a un referéndum de si rechazar o no los términos exigidos por Europa. El llamado voto del Oxi (del no) ganó ampliamente en el referéndum del 5 de julio. Sabemos qué fue lo que ocurrió subsecuentemente. Los acreedores europeos no sólo no hicieron concesiones, sino que ofrecieron términos peores a Grecia, que Tsipras sintió que tenía que aceptar en gran medida.
Una vez más los analistas se concentraron en la traición de Tsipras a su promesa. La camarilla de izquierda al interior de Syriza se escindió y formó un nuevo partido.
En la confusión, pocos comentaron sobre lo que había pasado en el Partido Nueva Democracia. Ahí su líder Antonis Samaras fue reemplazado por Vangilis Meimaraki, viraje de 9-8 o quizá de 8-7, en un intento por arrancar votos centristas a Syriza.
El viraje conservador hacia la izquierda no resultó. Syriza ganó de nuevo. El grupo de izquierda que se escindió fue barrido en las elecciones del 18 de septiembre ¿Por qué ganó Syriza?
Parece que los votantes seguían sintiendo que estarían mejor, aunque sea un poco mejor, con Syriza minimizando los recortes en las pensiones y otras protecciones propias del estado de bienestar. En resumen, en la peor situación posible para la izquierda en Grecia, Syriza por lo menos no perdió terreno.
Qué, pueden preguntarse, significa todo esto. Es claro que, en un mundo que está viviendo en medio de una gran incertidumbre económica y en condiciones peores para grandes segmentos de las poblaciones del mundo, los partidos en el poder tienden a ser culpados y pierden fuerza electoral. Así que tras el vaivén hacia la derecha de la última década o así, el péndulo va ahora en la otra dirección.
¿Qué tanta diferencia hace esto? Una vez más, insisto que depende de si observamos en el corto o en el mediano plazos. En el corto hace mucha diferencia, dado que la gente vive (y sufre) en el corto plazo. Cualquier cosa que minimice las penurias es una mejora.
Por tanto, esta clase de vaivén hacia la izquierda es una mejora. Pero en el mediano plazo, no hace diferencia en lo absoluto.
De hecho, tiende a oscurecer la batalla real, aquella que concierne la dirección en que va la transformación del sistema-mundo capitalista en el nuevo sistema-mundo (o sistemas). La batalla es entre quienes quieren un nuevo sistema que puede ser todavía peor que el actual y quienes quieren algo sustancialmente mejor.