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“En Venezuela hay 150 canales de tv y solo cuatro son del Gobierno”


Santiago Donaire es un fotoperiodista español de 26 años que lleva tres ejerciendo su profesión en Venezuela para medios nacionales e internacionales. Protesta por la precariedad laboral en el sector periodístico español, los bajos salarios y la falta de expectativas profesionales.

“Cuando se habla sobre Venezuela en España, todo ha de ser o blanco o negro”. Lo dice Santiago Donaire, un fotoperiodista de Jaén que, empujado por la crisis económica, decidió marcharse hace tres años a la capital del país latinoamericano que más ampollas ha levantado en el panorama político y mediático español de los últimos tiempos.

La irrupción de Podemos en todas las encuestas, las criticas del Gobierno y parte de la oposición al ejecutivo dirigido por Nicolás Maduro, las airadas respuestas del presidente venezolano y la compleja situación que vive el país caribeño, han propiciado que, como denuncia Donaire, “la realidad venezolana se presente siempre desde el extremo de la utopía o desde la negatividad”. Una polarización sin matices a la que responde con su labor como fotoperiodista en Caracas, desde donde trabaja para algunas de las principales agencias y medios internacionales.

“A mí me empujaron a salir de España. Yo hice todo lo que me pidieron: las dos carreras, los dos cursos anuales en una escuela de fotografía, aprendí idiomas, viajé, incluso lo intenté por mi cuenta montando una cooperativa de fotoperiodistas freelance”.

Como a tantos otros compañeros de carrera y promoción, ni la preparación, ni la experiencia laboral bastaron para que lograra hacerse un hueco en el complicado mundo del fotoperiodismo español. Con alrededor de 12.000 empleos destruidos en el sector de la prensa desde que comenzara la crisis económica en 2008, considera que para él y sus compañeros de profesión se ha convertido en un objetivo imposible trabajar en España. “No es una conclusión pesimista, es realista. Conozco a gente que trabaja como fotógrafo en Madrid para importantes agencias y que no le da ni para vivir”.

Una precariedad cuyo origen, denuncia, no está en la falta de recursos económicos: “No me vale lo de que no hay dinero. Claro que lo hay. En Venezuela no manejan los recursos de los que disponen los grandes medios españoles y aún así te pagan dignamente. En España se ha desmantelado todo lo que es el periodismo de estar en la calle, de estar con la gente”.

Ahora, en Venezuela, asegura que hasta se puede permitir rechazar trabajos. “Algo que me parece impensable en España. Cuando rechazo a un medio venezolano es porque lo mío se encuadra más en la información internacional. Los de España los he rechazado por el mal pago, falta de pago o ningún pago. Me dicen que un trabajo de dos semanas a lo mejor no me lo pagan, que ya verán si me lo pueden mover”, y añade que, además, “la diferencia de salario es abismal”. “Te pueden pagar 700 euros por un trabajo en EEUU por el que en España cobraría 50”.
“Informar sobre Venezuela es una batalla constante”

Espoleado por esta falta de perspectivas profesionales, no dudó en aceptar la oportunidad que surgió cuando le ofrecieron dar clases en Venezuela. “Jamás había pensado en venir a este país, ni tampoco a Sudamérica, pero llegó un punto en el que me dije que en cualquier parte del mundo en la que me ofrecieran algo parecido con lo mío, allí me iría”. Lo que comenzó siendo una opción temporal que apenas habría de prolongarse por tres o cuatro meses, se acabó convirtiendo en una larga estancia que dura ya tres años.

El impacto mediático que causó el fallecimiento del anterior presidente, Hugo Chávez, le permitió abandonar las clases en la universidad para recuperar su vocación como periodista. “Fue un pelotazo informativo, sobre todo para la prensa extranjera. Las agencias, que por los recortes apenas tenían un solo periodista contratado, se vieron desbordadas de trabajo”. Una oportunidad que no solo le abrió las puertas en medios españoles y extranjeros, sino que le ha permitido conocer íntimamente la convulsa realidad del país. “Al principio trabajaba solo dos horas al día. Pero desde que comenzaron las protestas, salía de casa a las siete de la mañana y estaba de vuelta a las doce de la noche”.

Las largas jornadas laborales que ha de afrontar desde la muerte del presidente Chávez ejemplifican bien lo convulso de la situación venezolana. Una situación que, advierte, requiere de un análisis más profundo. “No podemos juzgar tan fácilmente una realidad que está a ocho mil kilómetros de distancia”.

Residente en una de las múltiples favelas que cercan Caracas, define su trabajo para algunos medios españoles y europeos como “una batalla constante por no aceptar hablar de lo que te piden, sino intentar contar lo que pasa realmente”. Y en medio de esa batalla, se ha visto envuelto en ofertas rocambolescas que proyectan una larga sombra de duda sobre el compromiso informativo y la ética de ciertos medios españoles.

“Me han ofrecido muchísimo dinero por hacer reportajes medio construidos o medio manipulados, por establecer una relación directa entre el Gobierno venezolano y Podemos a partir de pruebas que no existen. Me pusieron cuatro cifras por delante diciendo que si conseguía, rebuscaba, literalmente, me lo dijeron así, ‘el papel’ que demuestra la financiación ilegal de Podemos por el Gobierno de Venezuela, me daban muchísimo dinero. Es la falta de ética, el infantilismo de pensar que hay un documento que diga: ‘Yo, Hugo Chávez, pago tanto a Podemos'”.
“Venezuela está mal contada”

La experiencia de Santiago en Venezuela le ha servido para desmontar la imagen común que se repite en los medios españoles sobre el Gobierno chavista. “Venezuela está mal contada. Y hace falta más que nunca retratarla bien. Los chavistas la han contado desde la utopía, y la oposición apoyando a gente muy fea de verdad. Se puede estar de acuerdo o no, pero no se contextualizan las cosas”. Igualmente, asegura que su libertad como periodista no se ha visto coartada. “Mis padres vinieron hace un año y medio e hicieron el ejercicio de comprar siete periódicos nacionales en el aeropuerto, y todos eran de la oposición. Aquí hay 150 canales de televisión y solo cuatro son del Gobierno”.

No obstante, el fotoperiodista jienense evita posicionarse en ninguno de los extremos desde los que se mira a Venezuela, en una lucha de bandos que, asegura, se expresan desde unos “intereses políticos” que acaban presentando una realidad muy contradictoria. “No soy ningún defensor de Nicolás Maduro, si me preguntas que qué pasa con la corrupción o la inseguridad, te diré que ha sido nefasto. Que se ha protegido a grandes magnates políticos que se han vestido con la camiseta del chavismo. Pero también se han construido un millón de viviendas sociales, la educación escolar y universitaria es completamente gratuita y han descendido los niveles de pobreza”. Una opinión que está respaldada por estudios independientes que sitúan a Venezuela en una cómoda posición entre los estados con los desarrollos humanos más altos de la región, sin obviar la cada vez más omnipresente violencia política y común en el país. Una situación para la que Santiago reclama el derecho a retratarla en toda su complejidad: “¿Por qué todo ha de ser blanco o negro?”

En los próximos meses, Santiago tiene previsto no tanto volver a España sino “dejar Venezuela”, ya que espera tener que volver a marcharse a otro país ante la falta de perspectivas que ofrece el panorama laboral español. “Me voy de Venezuela porque es un país muy interesante pero muy reiterativo. Aquí, si no ocurre nada extraordinario, considero que he terminado mi ciclo”. Un ciclo que espera reiniciar en otro destino, donde continuará con su compromiso profesional, haciendo, como hasta ahora, de su cámara el ojo que devuelva a los lectores otra visión del mundo.

Carmen Valenzuela/InfoLibre

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