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Enric Llopis
Rebelión

El profesor y economista Claudio Katz (Argentina, 1954) se destaca por una brillante capacidad de síntesis. “Puede que me venga de la época, hace ya muchos años, en la que colaboraba en prensa económica”, ironiza. 
En unos cuantos brochazos se muestra capaz de componer un acertado fresco que nos aproxime a la realidad política y económica de América Latina. 
Además de docente en la Universidad de Buenos Aires, Claudio Katz es autor de numerosos trabajos de investigación sobre el capitalismo contemporáneo, la crisis sistémica global y el impacto del neoliberalismo en América Latina. 
Ha publicado “El porvenir del socialismo” (2004), “Las disyuntivas de la izquierda en América Latina” (2008), “El rediseño de América Latina. ALCA, MERCOSUR y ALBA” (2006) y la más reciente, “La economía marxista hoy. 
Seis debates teóricos” (2009). Katz forma parte además del colectivo de Economistas de Izquierda (EDI) argentino.

¿Cómo afecta, a grandes rasgos, la presente crisis global a Latinoamérica?

Realmente no es América Latina un epicentro de la crisis sistémica global. Es una de las pocas regiones golpeada sólo de manera relativa. 
Pienso que esto responde, en términos muy generales, a una valorización de las materias primas, productos combustibles y minerales que América Latina exporta.
 Y a que la crisis financiera ya nos golpeó hace una década. Estos dos factores han otorgado a América Latina un margen, aunque inestable y frágil, para recuperar ingresos fiscales provenientes de la exportación y poner en marcha políticas asistencialistas.
 Pero se trata de un alivio coyuntural, que dependerá de cómo continúe la crisis global.

Actualmente Venezuela es uno de los grandes ejes donde se dirime la correlación de fuerzas en el continente. ¿Cómo observas la coyuntura tras la muerte de Chávez y la victoria electoral de Maduro?

Hay una cosa muy evidente. La derecha va a intentar acceder al gobierno, sea por la vía electoral, sea mediante provocaciones. Ten en cuenta que se trata de una derecha golpista que ensaya diferentes vías.
 De hecho, en los últimos años tenemos antecedentes de golpismo institucional en Honduras y Paraguay. En Venezuela hemos de ver cuál es la respuesta del gobierno y del movimiento popular. 
Se ofrecen dos perspectivas: radicalizar el proceso y encauzarse por una vía de transición al socialismo; o que el proceso se congele e involucione. Esperemos que se imponga la primera opción.

Desde el año 1959 se mantiene, con todos sus cambios, el referente cubano.
 ¿Qué opinas de la política de “lineamientos” y el nuevo periodo de reformas económicas?

Las reformas son una necesidad entendida por el pueblo cubano. Se discuten, hablando muy en general, tres vías, que hemos de ver en qué grado prevalecen o se combinan entre ellas: Mayor peso del cooperativismo; más peso de la intervención estatal en la economía; y mayor espacio para la pequeña empresa privada.
 Es un proceso que, por supuesto, entraña riesgos y posibilidades de incremento de la desigualdad, pero Cuba no dispone de otro camino para solventar las conquistas sociales. 
Ahora bien, hay varios elementos decisivos. Todo dependerá de la participación popular, el que se dé una mayor democratización y la capacidad para encontrar formas de introducir “mercado” sin volver al capitalismo.

Otro foco decisivo en el equilibrio geopolítico latinoamericano es Colombia, país al que se compara con Israel a la hora de evaluar su rol en el continente. ¿Qué consideración te merece la presidencia de Santos y el proceso de paz?

Con Santos continúa en el país el estado de militarización y persecución del movimiento popular. En cuanto al proceso de diálogo, si la conclusión es la paz me parece positivo; pero otra cosa es que las conversaciones se conviertan, como sucedió en la década de los 80, en la cobertura de una nueva agresión. Entonces, después de la legalización de la Unión Patriótica, procedieron a su exterminio.
 Otra cuestión es que la paz ha de llegar de la mano de la reforma agraria, tal como plantea la insurgencia.
 Lo realmente difícil es lograr la paz, la reforma agraria y derrotar, al mismo tiempo, las intenciones belicistas. 
Piensa que en Colombia hay instaladas seis bases militares norteamericanas y el país ha firmado un acuerdo con la OTAN. En resumen, hay grandes expectativas en América Latina y en la sociedad colombiana de que se alcance la paz; las poblaciones lo desean; no así los grupos paramilitares, la derecha y el partido republicano estadounidense.

¿Consideras que la bota militar norteamericana se ha levantado un tanto en América Latina para focalizarse en otros escenarios?

No es cierto que a Estados Unidos ya no le interese nuestro continente, aunque se diga que están priorizando el mundo árabe o las negociaciones con China. América Latina continúa siendo un territorio estratégico para Estados Unidos en el plano militar y como abastecedora de recursos naturales. 
Actualmente están adaptando su estrategia militar global con menores inversiones de tropa (modelo Irak) y mayor dosis de tecnología y operaciones de inteligencia (por ejemplo, con los asesinatos selectivos de enemigos que Obama señala; los ataques con aviones no tripulados o “drones”; o con el espionaje). 
En definitiva, Estados Unidos es el “sheriff” global del capitalismo y está ajustando su papel. Respecto a América Latina, mantiene un juego diplomático de tolerancia y otro subterráneo de militarización, como se expresó hace dos años en el golpe de Honduras, la continuidad del bloqueo y provocaciones a Cuba y el sostén de las bases militares en Colombia. Siempre con los argumentos de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.

Influencia norteamericana que determina la configuración de los bloques en conflicto

En efecto. Existe un primer bloque política y económicamente neoliberal, que se concreta, por ejemplo, en los Tratados de Libre Comercio (TLC) y con gobiernos derechistas. 
Es el eje del Pacífico, donde Estados Unidos tiene asociados a México, Colombia, Chile, Perú y varios países de Centroamérica. Insisto, se trata de un eje de continuidad del neoliberalismo ortodoxo, la apertura comercial, las desregulaciones y las privatizaciones, todo ello con efectos devastadores sobre la población.
 Entre los países citados y Estados Unidos se produce una relación de dependencia política y militar. Pero también de asociación económica entre las clases privilegiadas de estos países y el “amigo” norteamericano.

Distingues un segundo bloque

Es el caracterizado por un regionalismo capitalista más autónomo de Estados Unidos. Básicamente se trata del MERCOSUR, de países como Brasil y Argentina. Implementan políticas exteriores más soberanas que los países del primer bloque; promueven ciertas concesiones sociales; se da una mayor contemporización con los movimientos populares, así como intentos de impulsar una economía más regionalizada. 
Lo definiría como un proyecto burgués local, de las clases dominantes sudamericanas, que se muestra muy inconsistente porque depende en gran medida de las exportaciones de productos básicos. 
Y porque depende asimismo de las indecisiones de Brasil, que tiene una línea tendida hacia la economía latinoamericana y otra más fuerte subordinada a la economía mundial. Todo el proyecto es extremadamente vulnerable.

Y finalmente, el bloque del ALBA

Es éste un proyecto con elementos antiimperialistas, que pretende la redistribución del ingreso, las reformas radicales y, potencialmente, una transición al socialismo. Es el perfil más interesante desde una perspectiva socialista, con países como Venezuela, Bolivia, Cuba y Ecuador.

Por otra parte, ¿Cómo valoras las recientes protestas populares que han tenido lugar en Brasil?

Considero que ha sido una grata sorpresa la irrupción popular en Brasil. Hacía muchas décadas que no veíamos este tipo de movilizaciones de sectores de las clases medias y trabajadoras.
 Lo que se demuestra con ello es la insatisfacción que existe con las escasísimas reformas sociales que han introducido Lula y Dilma Rousseff. Pero me gustaría insistir en un punto. 
Es un movimiento al que se ha sumado finalmente la clase obrera con huelgas muy importantes. En mi opinión, el proceso es algo ilustrativo de la maduración política de los jóvenes brasileños. El hecho de que demanden escuelas y hospitales en lugar de campos de fútbol es síntoma, como te decía, de maduración ideológica.

En otros países, como Bolivia y Ecuador, las protestas populares llevan a conflicto con gobiernos de izquierda

Y esto es algo que expresa una contradicción real y objetiva entre, por un lado, la defensa legítima de los recursos naturales frente al extractivismo por parte de los movimientos sociales; y, por otra parte, la necesidad que tienen los gobiernos de países muy pobres de obtener recursos básicos para su desarrollo. 
Opino que la solución está en compatibilizar las explotaciones de minerales y combustibles, pero respetando en la mayor medida el medio ambiente; y escuchar las demandas de todos los agentes que participen en estos procesos (sobre todo, las de los movimientos sociales).
 En otras palabras, me parece tan errado tachar a Evo Morales de “neoliberal” como tildar a los movimientos sociales de “agentes de la CIA”.
 Son éstas miradas ciegas del problema. Apostaría por un punto intermedio, por el diálogo. 
Por un lado, por el respeto a la voluntad popular; pero también por la necesidad de estos países de financiarse con recursos naturales.

Este año se cumple el 40 aniversario de la muerte de Allende. ¿Cómo observas, en grueso trazo, la situación de la izquierda chilena?

La muerte de Allende y la liquidación del gobierno de la Unidad Popular representaron una derrota histórica para la izquierda de la que ha costado recuperarse; pero me gustaría destacar la batalla de los universitarios contra la privatización de la educación, en un país donde la educación es mercancía pura. 
Esta continuidad de las movilizaciones estudiantiles pone a tono a Chile con el resto de América Latina. Diría, además, que los estudiantes no sólo cuestionan a Piñera; también contestan la política de Bachelet, que mantuvo sin cambios el régimen neoliberal de privatizaciones.

El rol de Estados Unidos, el conflicto entre bloques alineados política y económicamente, las dinámicas internas de los estados…Pero ha irrumpido en los últimos años con fuerza un nuevo actor, los medios de comunicación

En la última década los medios de comunicación han sustituido a los partidos de derecha en América Latina. Son los que fijan la agenda y las líneas inmediatas de acción de las clases dominantes. 
Más aún, son los enemigos declarados de cualquier proceso de democratización que los incluya a ellos.
 Ahora bien, últimamente está ocurriendo algo muy interesante: el cuestionamiento de la hegemonía mediática y el comienzo de la democratización de la información con leyes que limitan la dictadura de los medios. 
Pero no resulta sencillo. 
En este punto, hay una gran batalla cultural para demostrar cómo los medios deforman la realidad y construyen un mundo virtual para reproducir el capitalismo.
 Me parece que lo más positivo es que por primera vez se está dando una contestación masiva a esa tiranía. Por ejemplo, en Ecuador y Venezuela, con leyes antimonopolio o que limitan la propiedad de los medios en manos de un grupo empresarial.

Por último, ¿a qué grandes retos se enfrenta América Latina en el corto y el medio plazo?

El primer desafío es de carácter geopolítico. Cómo impedir que se depreden otra vez nuestros recursos naturales, después de 500 años de ingreso en el sistema económico global.
 El segundo gran reto es cómo continuar nuestras experiencias de lucha social, que han convertido a la región en referencia para los movimientos sociales de todo el mundo. 
Porque no sólo hemos luchado, sino que también hemos conseguido victorias traducidas en logros sociales y políticos. 
Ahora el reto es profundizar en ese camino y enlazarlo a la tradición socialista.

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