Los gobiernos occidentales parecen haber fallecido ante la crisis actual
y la amenaza de la depresión que acecha… de devastadoras consecuencias.
La colosal deuda de los estados y las oscuras perspectivas de
crecimiento están creando una situación de pánico constante en todos los
mercados financieros del mundo.
El efecto domino nunca había estado tan
de moda en un lapso de tiempo tan pequeño.
Después de esto el crack del
29 será salgo anecdótico.
Ese crack que había allanado el camino para
el surgimiento del fascismo y de la II Guerra Mundial…
¿Y ahora qué?
¿La
crisis actual servirá de “justificación” para instaurar un nuevo modelo
político y económico?
¿Cuál va a ser el futuro papel de los
Estados-nación?
¿Desaparecerán para ceder más poder –aun si cabe- a los
mercados en particular, y a la globalización en general?
Es inútil
esperar un posible cambio de paradigma del orden establecido.
Desde la
crisis de las hipotecas subprime en el 2008 se habló mucho de la
regulación del mercado.
Ideas generosas que se fueron diluyendo conforme
se realizaba la inyección a los bancos por parte de los Estados.
Los
estados occidentales, con Obama al frente desarrollaron discursos
ambiguos, poco convincentes sobre las opciones de política económica que
querían realizar.
Medidas muy soft frente a un hard market que todo lo lo traga.
De hecho los mercados son mucho más fuertes que los Estados, pues son ellos los que imponen su lógica.
En
2008 con los subprime, los mercados obligaron a los contribuyentes a
pagar la factura.
Los “banksters” –neologismo formado por banquero y
gangster-nos recuerda la esencia del término, y donde reside su
verdadero poder.
Lo demuestran atacando a la deuda pública para poder
auto-salvarse.
En realidad los grandes bancos no están en crisis, los
estados sí.
La economía no es cuestión solo de formulas
matemáticas y teoría (tal y como nos quieren convencer los economistas).
Sino que es política, cuestión de tomar decisiones.
Cuestión de mandar.
Cuestión de imponer.
Cuestión de obedecer.
Y la política en estos
momentos se encuentra en manos de personas que no rinden cuenta a nadie.
El estado de la elite política es tal que parece inconcebible que los
gobiernos sean capaces de comprometerse en la reorientación de la
política económica a la manera del New Deal.
Lo que
deberíamos pedir es que la guerra no vuelva a ser –tal y como la
historia lo demuestra- el instrumento de la crisis del capitalismo.
Y es
que no es una crisis regular del capitalismo (siguiendo la teoría, se
trataría de uno de los ciclos de crisis) sino que el propio sistema
capitalista está en crisis.
El “sentido común” haría pensar a cualquiera
que una reducción en el presupuesto militar abriría el camino hacia la
reducción de la enorme deuda de EEUU.
Sin embargo, el cinismo del
interés a corto plazo es enemigo del “sentido común”.
Mi pregunta es :
¿Cómo un imperio en decadencia puede seguir imponiendo sus puntos de
vista?
Los EEUU no solo muestran día tras día sus más que evidentes
signos de fracaso económico, sino también de regresión: el sueño
americano ya no existe.
El etablishement (demócratas y
republicanos) no está dispuesto a vender la última de sus principales
ventajas comparativas que es la supremacía militar.
Recordemos en este
sentido que ha sido el capitalismo contemporáneo, trasnacional y
corporativo el que ha generalizado la guerra como política destructiva,
en el contexto de competitividad exacerbada.
Brenner, en uno de sus
textos clásicos afirmaban que las ganancias de EEUU se realizaron “a
expensas de los principales competidores de ellos, de modo que a escala
global trajo estancamiento y crisis afuera para contrarrestar y
contrabalancear la recuperación de los EEUU.
No es por tanto casual la
incorporación de políticas de guerra –o estrategias de guerra- para
acentuar la “competitividad” como eje de las luchas de acumulación de
capital, establecimiento de “estados mayores” (que nos dictan lo que
debemos hacer y lo que no) y prácticas antidemocráticas camufladas en la
bandera de la globalización.
Ante el auge de las políticas
ultra-liberales, el auge de la ultra-derecha que amenaza occidente y una
recesión que amplia aun mas las divisiones sociales (insostenibles hoy
en día), la guerra podría ayudar a reiniciar de nuevo la maquina.
Y con
guerra me refiero a una guerra de primer orden, ya que las guerras de
baja intensidad como Irak o Afganistán no hacen más que cavar el déficit
y no tienen un impacto directo en el sistema de producción industrial
–aparte del armamentístico-.
La crisis en el capitalismo siempre la
acaban pagando los más vulnerables, los que menos –o nada- tienen.
Clausewitz,
el teorico del siglo XX dijo “La guerra es la continuación de la
política por otros medios”.
El ultraliberalismo de los bank-gangsters y
los neocon hacen de la guerra un medio común de la política económica.
La crisis de la deuda y la recesión solo serian un preludio.
En
los tiempos que corren hay que estar alerta, pensar lejos y sospechar de
todo.
Tenemos mas probabilidad de acertar que si nos tragamos lo que
cada día nos venden.
Quisiera terminar citando una frase de Hitler,
bandera del nationalsozialismus surgido tras las I Guerra
Mundial:
“Detrás de la economía siempre debe haber poder, dado que
solamente el poder garantiza la economía”.