Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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El Vaticano y la contrainsurgencia en Latinoamerica

El 1 de abril de 1987, el Papa visita Chile y se reúne con el general Augusto Pinochet. 

Días después, Juan Pablo II deja Chile no sin antes bendecir al dictador y a su mujer en una misa privada.

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Esta visita no constituyó una excepción, sino que durante su Papado, Juan Pablo II, se reunió o mantuvo relaciones amistosas con la practica totalidad de dictadores y criminales jefes de Estado latinoamericanos del momento

La principal preocupación del Papa y del Vaticano no era precisamente la defensa de los derechos humanos sino como acabar de forma con los movimiento disidentes católicos que empezaban a proliferar en América Latina, algunos de ellos que simpatizaban o estaban vinculados a corrientes de ideología izquierdista o comunista.

Según el periodista estadounidense Bob Woodward, durante una reunión entre Ronald Reagan y Juan Pablo II se establece una alianza no oficial entre EEUU y el Vaticano para acabar con la “amenaza comunista”.

Desde entonces la Iglesia y sus instituciones en la región se convierten en un peón más de la estrategia de Washington para Latinoamerica y en focos de “contrainsurgencia” desde donde se denunciaba frecuentemente a cualquiera que “pudiera” ser guerrillero, conocer o tener alguna relación con grupos sociales de izquierda o simplemente por disentir de las políticas del Estado.

Durante la década de los 80 y en el ámbito de la alianza EEUU – Vaticano, la Iglesia se involucró en 
 Centroamérica estrechamente con los regímenes militares como ya lo venía haciendo en otros países del Cono sur como Chile, Argentina o Paraguay. La Iglesia nunca protestó oficialmente contra el uso generalizado y sistemático de la tortura y los escuadrones de la muerte.

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A pesar de acabar con los movimientos sociales, la Iglesia católica cayó entonces “en grave descrédito y el vacío espiritual es llenado por la más peligrosa y destructora arma de que dispone EEUU: las sectas religiosas. 

Promovidas por EEUU y protegidas por las oligarquías y las fuerzas armadas, como arma de combate ideológico contra la teología de la liberación, las sectas protestantes se propagan como hongos por la geografía centroamericana. Su difusión es más avasalladora en los países donde los movimientos progresistas y populares eran más fuertes...” [1]

FUENTES Y MAS INFORMACION
[1] Juan Pablo II, el Papa del imperio. Augusto Zamora R. La Insignia. España, abril del 2005.

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