
**Bolivia conmemora 200 años de vida republicana en medio de un escenario político cargado de incertidumbres
El tan esperado Bicentenario de Bolivia llegó en un contexto marcado por la proximidad de las elecciones nacionales.
Un pueblo que forjó su independencia con las luchas anticoloniales de Túpac Katari y Bartolina Sisa en el siglo XVIII, y que más tarde consolidó su emancipación con figuras como Bolívar y Sucre, conmemora ahora 200 años de vida republicana en medio de un escenario político cargado de incertidumbres.
Este aniversario invita a reflexionar sobre el rumbo del país en los próximos años. En un mundo donde se disputan nuevas hegemonías y visiones, Bolivia no puede eludir el balance de los aciertos y desaciertos del Proceso de Cambio.
Las elecciones de 2025 funcionarán como un espejo para evaluar los logros y fracasos de esta joven República. Para entender el momento actual, es clave analizar las últimas encuestas, las papeletas electorales y las consignas que dominan el debate público.
Un electorado desencantado
A medida que se acercan los comicios del 17 de agosto, los datos revelan un electorado cada vez más indeciso o insatisfecho con las opciones.
En los primeros lugares de preferencia figura una camada de políticos tradicionales, rostros conocidos del neoliberalismo como Samuel Doria Medina, Jorge "Tuto" Quiroga y Manfred Reyes Villa, todos actores prominentes de la era del libre mercado y el Estado débil.
Sus propuestas no difieren de las que impulsaron hace dos décadas: liberación, sin regulación, de exportaciones, fortalecimiento del sector privado, reducción del Estado y el uso de la fuerza pública ante posibles protestas sociales.
Sin pelos en la lengua, a diferencia de épocas pasadas, estos actores no ocultan su agenda. Sin tapujos, ni vergüenza insisten en la necesidad de "ajustes" económicos y políticos que, lejos de buscar el bien común, no dejan de guiñar el ojo a los pequeños grupos de poder.
Un proceso electoral viciado
Por otro lado, la legitimidad del proceso electoral se ve cuestionada por los recientes escándalos de sobornos entre altas autoridades del Poder Judicial y Ejecutivo, destinados a inhabilitar mediante maniobras dolosas la candidatura de Evo Morales y del partido PANBOL.
Lo más grave no es solo la exclusión arbitraria de un candidato, que ya de por sí significa un golpe a la democracia, sino la evidencia de que los intereses económicos y el corrompido poder político manipulan las reglas del juego para favorecer sus intereses.
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Asimismo, una de las cosas que sorprende es el pacto de silencio entre los candidatos en contienda, que parecen ignorar el peligro de legitimar un sistema donde el derecho a elegir y sentirse representado queda en entredicho. Ningún aspirante supera el 23% de intención de voto, pero en una democracia liberal, eso parece ser lo de menos.
El derecho a elegir y no solo al voto parecen haber quedado sepultados.
La “izquierda” que tenemos
Entre las muchas preguntas que recorren a la población están: ¿Quién representa hoy a la “izquierda”? ¿Quién encarna al Bloque popular?
Ante ello tenemos a unos cuantos candidatos que son los que compiten por convertirse en la respuesta. Sin embargo, es importante caracterizar el discurso que sostienen para llevarse el título.
Sorpresivamente son los candidatos progresistas o de izquierda quienes se han apropiado de discursos que antes abanderaba la derecha tradicional como crítica al MÁS-IPSP, tales como la "renovación generacional" o el "cierre de ciclo" para identificar su campaña, lo que determinó que se avale la nueva boleta electoral y las listas de candidatos con las proscripciones existentes.
Sorpresivamente son los candidatos progresistas o de izquierda quienes se han apropiado de discursos que antes abanderaba la derecha tradicional como crítica al MÁS-IPSP, tales como la "renovación generacional" o el "cierre de ciclo" para identificar su campaña, lo que determinó que se avale la nueva boleta electoral y las listas de candidatos con las proscripciones existentes.
Mientras tanto, la derecha, cuasi disciplinada, apuesta sin reparos a los líderes del siglo pasado para que sean sus candidatos presidenciales, como si esa táctica solo hubiera funcionado para fortalecer al desmembramiento del bloque hegemónico.
En tanto, es oportuno entender que la renovación política no debería reducirse a la edad o al tiempo en la arena pública, sino a la capacidad de responder a las demandas históricas de la población.
Pero el progresismo parece haber asumido las reglas del juego conservador, incluso en el lenguaje, sin medir las consecuencias de la fragmentación interna que se refleja en la mínima preferencia electoral que no supera el 7%.
Andrónico Rodríguez, el candidato que aún simboliza lo popular, pero no al Bloque, enfrenta un desafío mayúsculo, después de haber quebrado con su base orgánica: reconstruir una base debilitada y navegar entre aliados que no parecen tener la capacidad de sostenerlo, que no comparten códigos de dinámica política y que ni siquiera tienen una complicidad de clase.
Y en momentos críticos las lealtades no se miden en votos, sino en la capacidad de resistir juntos las derrotas.
El Bloque popular y lo popular
Es fundamental diferenciar entre el Bloque Popular y lo popular, mientras el primero se estructura como una fuerza organizada que actúa y decide colectivamente, lo popular no necesariamente requiere de una articulación formal.
El Bloque no es un ente homogéneo; por el contrario, a medida que pasa el tiempo y mutan las demandas este también presenta un proceso de transformación. Tras 20 años de Proceso de Cambio, era inevitable que surgieran tensiones y reconfiguraciones.
La fractura y traición a lo interno del MAS-IPSP durante el gobierno de Luis Arce aceleró esta crisis.
Sin la capacidad de mantener la hegemonía política que caracterizó a la época de Evo Morales, el Bloque perdió cohesión y la unidad dejó de existir.
A esto se suman las demandas insatisfechas y la frustración por una gestión económica desastrosa.
Hoy, el desafío es reorganizarse en medio de la crisis, pero los candidatos del progresismo no logran conectar con un electorado, ni con lo popular y mucho menos con el Bloque que exige resultados, nuevos horizontes y mejores esperanzas antes que “puentes de diálogo” entre políticos.
Pesares de derrota
Atribuir un eventual triunfo de la derecha al voto nulo es reducir a espacios mínimos lo que sucede en el país. El problema, en realidad, debería analizarse en cuanto a varias de las limitaciones del Proceso de Cambio, la desarticulación de las organizaciones, la desinstitucionalización y la falta de propuestas convincentes.
Culpar al electorado es ignorar el desencanto generado por el gobierno de Arce y eliminar de toda responsabilidad por todos los perjuicios que llevó al país.
Esta es una batalla política, no meramente electoral. Entonces no, la posible derrota no se avecina porque la gente no quiera votar como medida de resistencia, sino porque mientras la derecha se radicaliza, la izquierda se desplaza al centro, un espacio que hoy no representa a nadie.
El discurso centrista, bajo el cierre de ciclo, oculta la persecución política contra el bloque popular y refleja la incapacidad de construir una alternativa que hable a las mayorías.
La oposición que viene
Más del 30% del electorado permanece indeciso, y entre ellos, el voto nulo gana terreno. Esto no es usual en contextos post Golpe Blandos, donde la izquierda solía competir unida en las urnas en búsqueda de retomar el poder, ahora las reglas cambiaron y se presenta una nueva forma de respuesta.
Ante esto, emerge una nueva articulación desde las bases, distanciada de dirigencias cooptadas por el gobierno.
El voto nulo, aunque simbólico, expresa la falta de legitimidad del próximo gobierno y podría ser el germen de una oposición renovada que tiene el reto de construir una agenda a largo plazo.
Recientemente Pablo Iglesias, politólogo español, planteaba algo interesante: "La derecha solo acepta la democracia si no altera la correlación de fuerzas".
En Bolivia, la derecha avala estas elecciones porque su principal oponente fue excluido. La democracia, entonces, no es un ideal, sino un campo de batalla que sobrepasa lo electoral.
El desafío ahora es reconfigurarla, desarmar sus estructuras viciadas y reconstruirla desde los cimientos.
https://www.diario-red.com/articulo/america-latina/bolivia-elecciones-bicentenario-izquierda-atomizada/20250810120000052329.html