EL BLOQUEO A CUBA

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Rusia: El fundamento jurídico del mundo multipolar ha de ser la Carta de la ONU

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****Artículo del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, revista “Rusia en la política global”, 4 de febrero de 2025.

El fundamento jurídico del mundo multipolar ha de ser la Carta de la ONU

Hace 80 años, el 4 de febrero de 1945, se inauguró la Conferencia de Yalta, en la que los dirigentes de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial -la URSS, EEUU y el Reino Unido- definieron los contornos del mundo de posguerra. A pesar de sus diferencias ideológicas, acordaron erradicar definitivamente el nazismo alemán y el militarismo japonés. Los acuerdos alcanzados en Crimea fueron confirmados y desarrollados durante la Conferencia de Potsdam, en julio-agosto de 1945.

Uno de los resultados de las negociaciones fue la creación de las Naciones Unidas y la adopción de la Carta de la ONU, que sigue siendo la principal fuente de Derecho Internacional hasta nuestros días. Los propósitos y principios de comportamiento de los países consagrados en la Carta tienen por objeto garantizar su coexistencia pacífica y desarrollo progresivo. 

El fundamento del sistema de Yalta-Potsdam fue el concepto de igualdad soberana de los Estados: ninguno de ellos puede reclamar una posición dominante, es decir, todos son iguales, independientemente del tamaño del territorio, la población, el poder militar u otros criterios comparativos.

Los acuerdos de Yalta-Potsdam, con todos sus puntos fuertes y débiles, que siguen siendo objeto de debate entre los académicos, han mantenido el marco normativo y jurídico para el funcionamiento del sistema internacional durante ocho décadas. 

El orden mundial, con la ONU en su centro, cumple su función principal: asegurar a todos contra una nueva guerra mundial. Es difícil resistirse a la opinión experta de que “la ONU no nos ha llevado al paraíso, pero nos ha salvado del infierno”[1]. El derecho de veto consagrado en la Carta, que no es un privilegio sino una carga de responsabilidad especial para el mantenimiento de la paz, sirve de sólida barrera contra las decisiones desequilibradas y crea espacio para encontrar compromisos basados en un equilibrio de intereses. 

Actuando como núcleo político del sistema de Yalta-Potsdam, la ONU es la única plataforma universal para desarrollar respuestas colectivas a desafíos comunes, ya sea en el ámbito del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales o en el de la promoción del desarrollo socioeconómico.

Fue en la ONU, con el papel clave de la URSS, donde se tomaron las decisiones históricas que sentaron las bases del mundo multipolar que está surgiendo ante nuestros ojos. Me refiero al proceso de descolonización, que se llevó a cabo jurídicamente mediante la adopción de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, iniciada por la URSS en 1960. 

En aquella época, docenas de pueblos sometidos a la opresión de las metrópolis obtuvieron la independencia y la oportunidad de tener su propio Estado por primera vez en la historia. Hoy, algunas de las antiguas colonias pretenden ser centros de poder en un mundo multipolar, mientras que otras forman parte de asociaciones de integración de alcance civilizatorio regional o continental.

Como escriben acertadamente los eruditos rusos, cualquier institución internacional es, ante todo, “una forma de limitar el egoísmo natural de los Estados”[2]. La ONU, con su complejo conjunto de normas en forma de una Carta acordada y adoptada por consenso, no es una excepción en este sentido. 

Por lo tanto, un orden con la ONU como protagonista se denomina un orden basado en el Derecho Internacional, verdaderamente universal, y se supone que todos los Estados respetarán este derecho. Rusia, igual como la mayoría de los miembros de la comunidad mundial, nunca ha tenido problemas con esto. 

Pero a Occidente, que no se ha recuperado del síndrome del excepcionalismo y está acostumbrado a actuar en el paradigma neocolonial, es decir, a vivir a expensas de los demás, el formato de interacción interestatal basado en el respeto del Derecho Internacional siempre ha resultado indigesto.

Lo dijo con franqueza la ex Vicesecretaria de Estado, Victoria Nuland, quien en una de sus entrevistas admitió con su característica espontaneidad ingenua que “Yalta no fue una buena decisión para EEUU, no debería haberse acordado”. 

Esta confesión explica muchas cosas sobre el comportamiento estadounidense en la escena internacional. Después de todo, según Nuland, Washington se vio casi obligado a aceptar el orden mundial de posguerra en 1945, lo hizo de tripas corazón, e incluso entonces las élites estadounidenses lo percibieron como una carga. Fue este sentimiento el que dio lugar a la posterior intención occidental de reconsiderar la paz de Yalta-Potsdam. 

Dicho proceso comenzó en 1946 con el infame discurso de la Cortina de Hierro de Winston Churchill, que de hecho declaró la Guerra Fría a la URSS. Percibiendo los acuerdos de Yalta-Potsdam como una concesión táctica, EEUU y sus aliados nunca siguieron el principio fundamental de la Carta de la ONU sobre la igualdad soberana de los Estados.

Occidente tuvo la oportunidad de rectificar su comportamiento, mostrar prudencia y previsión en la fatídica etapa en que la URSS se derrumbó y con ella también el campo del socialismo mundial. Pero se impusieron los instintos egoístas. Embriagado por su “victoria en la Guerra Fría”, el Presidente estadounidense George Bush padre proclamó el 11 de septiembre de 1990 en un discurso ante las dos cámaras del Congreso[3] el advenimiento de un nuevo orden mundial que, según los estrategas estadounidenses, significaba el dominio total de EEUU en la escena internacional y una “ventana de oportunidades absolutos” para que Washington actuara unilateralmente sin tener en cuenta las limitaciones legales incluidas en la Carta de la ONU.

Una de las manifestaciones del orden basado en reglas es el curso de desarrollo geopolítico de Washington en Europa del Este, cuyas explosivas consecuencias nos vemos obligados a eliminar en la operación militar especial.

Con la vuelta al poder de la administración republicana encabezada por Donald Trump, la comprensión estadounidense de los procesos internacionales posteriores a la Segunda Guerra Mundial ha adquirido una nueva dimensión.

 El nuevo Secretario de Estado, Marco Rubio, hizo unas declaraciones muy elocuentes a este respecto en el Senado el 15 de enero. Y su significado es que el orden mundial de posguerra no solo está anticuado, sino que se ha convertido en un arma utilizada contra los intereses de EEUU[4]. Es decir, no solo el sistema de Yalta-Potsdam con el papel central de la ONU, sino también el orden basado en reglas, que parecía encarnar el egoísmo y la arrogancia del Occidente dirigido por Washington en la era posterior a la Guerra Fría, son ahora indeseables. 

El giro hacia el concepto de “Estados Unidos primero” guarda inquietantes consonancias con el lema de la época hitleriana “Alemania por encima de todo”, y la confianza en hacer la paz por la fuerza puede acabar por enterrar la diplomacia. Por no mencionar el hecho de que tales declaraciones y construcciones ideológicas no muestran ni una sombra de respeto por las obligaciones legales internacionales de Washington consagradas en la Carta de la ONU.

Sin embargo, no estamos en 1991, ni siquiera en 2017, cuando el actual amo de la Casa Blanca tomó por primera vez el puente de mando. Los analistas rusos señalan con razón que “no se volverá al estado de cosas anterior, que EEUU y sus aliados han defendido hasta ahora, porque las condiciones demográficas, económicas, sociales y geopolíticas han cambiado irreversiblemente”[5]

Creo que también es acertada la predicción de que en algún momento “EEUU se dará cuenta de que no debe exagerar su área de responsabilidad en los asuntos internacionales, y se sentirá con bastante armonía como uno de los Estados líderes, pero ya no como un hegemón”[6].

La multipolaridad se está reforzando y, en lugar de contrarrestar este proceso objetivo, EEUU podría convertirse en uno de los centros de poder responsables en la perspectiva histórica previsible, junto con Rusia, China y otras potencias del Sur, el Este, el Norte y el Oeste Globales. Mientras tanto, parece que la nueva administración hará incursiones de vaquero para poner a prueba los límites de la flexibilidad del actual sistema encabezado por la ONU a los intereses estadounidenses. 

Sin embargo, estoy seguro de que esta administración pronto se dará cuenta de que la realidad internacional es mucho más rica que esas ideas sobre el mundo que pueden utilizarse sin alguna consecuencia en los discursos dirigidos al público estadounidense y a sus obedientes aliados geopolíticos.

En previsión de semejante aleccionador despertar, continuaremos nuestro concienzudo trabajo con nuestros colegas de ideas afines para crear las condiciones que permitan adaptar los mecanismos de construcción práctica de las relaciones interestatales a las realidades de la multipolaridad, al consenso jurídico internacional del sistema de Yalta-Potsdam plasmado en la Carta de la ONU. 

Cabe mencionar la Declaración de Kazán de la Cumbre de los BRICS del 23 de octubre de 2024, que refleja la postura unificada de la Mayoría Mundial a este respecto, reafirmando claramente “el compromiso de respetar el Derecho Internacional, incluidos los propósitos y principios consagrados en la Carta de la ONU como su elemento inalienable y fundamental, y de preservar el papel central de la ONU en el sistema internacional”[7]

Este es el planteamiento articulado por los principales Estados que configuran la faz del mundo moderno y representan a la mayoría de su población. Sí, nuestros socios del Sur y del Este tienen deseos bastante legítimos en cuanto a su participación en la gobernanza mundial. A diferencia de Occidente, ellos, al igual que nosotros, están dispuestos a mantener una conversación honesta y abierta sobre todas las cuestiones.

Nuestra postura sobre la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU es bien conocida. Rusia está a favor de hacer más democrático este órgano aumentando la representación de la Mayoría Mundial: Asia, África y América Latina. Apoyamos las solicitudes de Brasil y la India para ocupar puestos permanentes en el Consejo, corrigiendo al mismo tiempo la injusticia histórica contra el continente africano dentro de los parámetros acordados por los propios africanos. 

Asignar puestos adicionales a los países del Occidente colectivo, ya sobrerrepresentados en el Consejo, es contraproducente. Alemania o Japón, que han delegado la mayor parte de su soberanía al patrón de ultramar y están reviviendo los fantasmas del nazismo y el militarismo en sus Estados, no pueden aportar nada nuevo al trabajo del Consejo de Seguridad de la ONU.

Están firmemente comprometidos con la inviolabilidad de las prerrogativas de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. En el contexto de una línea minoritaria occidental imprevisible, solo el poder de veto puede garantizar que el Consejo tome decisiones que tengan en cuenta los intereses de todas las partes.

La situación del personal en la Secretaría de la ONU, donde sigue habiendo una sobrerrepresentación de occidentales en todos los puestos clave, sigue siendo insultante para la Mayoría Mundial. Adaptar la burocracia de la ONU al mapa geopolítico del mundo es una tarea inaplazable. La mencionada Declaración de Kazán de los BRICS contiene una formulación muy inequívoca a este respecto. Veamos hasta qué punto será receptiva la dirección de la ONU, acostumbrada a servir a los intereses de un estrecho grupo de países occidentales.

En cuanto al marco normativo consagrado en la Carta de la ONU, estoy convencido de que responde de la mejor y adecuada manera posible a las demandas de la era multipolar. La era en la que los principios de igualdad soberana de los Estados, no injerencia en sus asuntos internos y otros postulados fundamentales, incluido el derecho de los pueblos a la autodeterminación en la interpretación consensuada de la Declaración de la ONU sobre los Principios del Derecho Internacional de 1970, deben respetarse no solo en palabras, sino en la práctica. Todos están obligados a respetar la integridad territorial de los Estados cuyos gobiernos representan a toda la población que vive en el territorio correspondiente. No hace falta demostrar que, tras el golpe de Estado de febrero de 2014, el régimen de Kiev no representa a los habitantes de Crimea, Donbás y Novoróssiya, del mismo modo que las metrópolis occidentales no representaban a los pueblos de los territorios coloniales que explotaban.

Los intentos de reestructurar el mundo de manera brutal para adaptarlo a sus intereses, violando el conjunto de principios de la ONU, pueden traer aún más inestabilidad y confrontación, hasta escenarios catastróficos. En el nivel actual de conflicto en los asuntos internacionales, un rechazo irreflexivo del sistema Yalta-Potsdam con su núcleo en forma de la ONU y su Carta conducirá inevitablemente al caos.

A menudo se expresa la opinión de que es inoportuno hablar de las cuestiones del orden mundial deseado mientras continúan los combates para reprimir a las fuerzas armadas del régimen racista de Kiev, apoyado por el Occidente colectivo. En nuestra opinión, tal enfoque es maligno. Los contornos del orden mundial de posguerra y los fundamentos de la Carta de la ONU fueron discutidos por los aliados en plena Segunda Guerra Mundial, incluso en la Conferencia de Moscú de Ministros de Asuntos Exteriores y en la Conferencia de Teherán de Jefes de Estado y de Gobierno en 1943, durante otras reuniones entre las futuras potencias vencedoras, hasta las conferencias de Yalta y Potsdam de 1945. Otra cosa es que los aliados tuvieran ya entonces una agenda oculta, pero ello no resta importancia a la perdurabilidad de los altos principios de igualdad, no injerencia en los asuntos internos, solución pacífica de las controversias, respeto de los derechos de cualquier persona “sin distinción alguna de raza, sexo, idioma o religión”. 

El hecho de que Occidente, como ahora está meridianamente claro, aceptara estos postulados teniendo segundas intenciones y en años posteriores los violara flagrantemente, ya fuera en Yugoslavia, Iraq, Libia o Ucrania, no significa que debamos eximir a EEUU y a sus satélites de responsabilidad moral y legal, que debamos abandonar el legado único de los padres fundadores de la ONU, plasmado en su Carta. Dios nos guarde que alguien intente ahora reescribirla (bajo el lema de deshacerse del “anticuado sistema de Yalta-Potsdam”). Si no, el mundo se quedará sin valores comunes en absoluto.

Rusia está dispuesta a realizar un trabajo conjunto honesto para conciliar el equilibrio de intereses y reforzar los principios jurídicos de las relaciones internacionales. La iniciativa del Presidente ruso Vladímir Putin de 2020 de celebrar una reunión de los jefes de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, que tienen “una responsabilidad especial en la preservación de la civilización”[8], tenía como objetivo establecer un diálogo igualitario sobre el conjunto de estas cuestiones. 

Por razones conocidas y ajenas a Rusia, no se desarrolló. Pero no perdemos la esperanza, aunque la composición de los participantes y el formato de tales reuniones pueden ser diferentes. Lo principal, según el Presidente ruso Vladímir Putin, es “volver a entender para qué se ha creado la ONU y adherirse a los principios establecidos en los documentos de la Carta”[9]. Este debería ser el hilo conductor para regular las relaciones internacionales en la nueva era de la multipolaridad.

[1] Timoféi Bordachiov. La ONU no nos ha llevado al paraíso, pero nos ha salvado del infierno // “Mesa redonda del Consejo de Política Exterior y de Defensa y la Fundación Gorchakov en el marco del proyecto “Laboratorio de Memoria Histórica: ¿le ocurrió a otra persona?”. 26 de noviembre de 2020.

[2] Timoféi Bordachiov. La ONU no nos ha llevado al paraíso, pero nos ha salvado del infierno // “Mesa redonda del Consejo de Política Exterior y de Defensa y la Fundación Gorchakov en el marco del proyecto “Laboratorio de Memoria Histórica: ¿le ocurrió a otra persona?”. 26 de noviembre de 2020.

[3] Discurso de George Bush padre de 1990 sobre el Nuevo Orden Mundial // https://bush41library.tamu.edu/archives/public-papers/2217

[4] Secretario designado Marco Rubio, Audiencia de confirmación en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU. 15 de enero de 2025 // https://www.foreign.senate.gov/imo/media/doc/6df93f4b-a88c-89ac-0fac-9b586715afd8/011525_Rubio_Testomony.pdf

[5] Fiódor Lukyánov. Los que guían el camino hacia abajo // Rusia en la política global, edición número 1 del año 2025, página 7

[6] Andréi Sushentsov. El desmoronamiento del orden mundial y la visión de la multipolaridad: las posturas de Rusia y Occidente. 20 de noviembre de 2023.


[7] XVI Cumbre de los BRICS. Declaración de Kazán. Fortalecimiento del multilateralismo para el desarrollo y la seguridad mundiales equitativos. Kazán (Federación de Rusia), 23 de octubre de 2024 // https://brics-russia2024.ru/docs/Казанская_декларация.pdf?1729693488382423


[8] Discurso del Presidente ruso Vladímir Putin en el foro internacional “Preservar la memoria del Holocausto, luchar contra el antisemitismo”. 23 de enero de 2020.

[9] Rueda de prensa sobre los resultados de las conversaciones de la cumbre ruso-iraní. 17 de enero de 2025.

https://mid.ru/es/foreign_policy/news/1994357/

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