En 1954 Estados Unidos bombardeó a Guatemala

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Socialismo: Los mismos sueños, diferentes caminos


A cincuenta años del golpe militar en Chile que derrocó sangrientamente al gobierno socialista del presidente Salvador Allende Gossens, es válido reflexionar (no en la consabida pregunta de que “si la victoria en las urnas de la Unidad Popular en 1972, realmente podría haber concluido en el triunfo del socialismo en aquel país sudamericano o solamente fue un sueño, una utopía que empezó bien”, porque tal cuestión la realidad de entonces se encargó de aclarar brutalmente), sino, en que si en las condiciones actuales es posible construir un Estado socialista, ganando el poder por el mismo camino chileno, es decir el de las elecciones dentro del sistema liberal-burgués.
Marx y Lenin escribieron sobre las condiciones objetivas y subjetivas para alcanzar el triunfo de la revolución social, asunto que desveló por décadas a intelectuales marxistas y a revolucionarios de todo el mundo, pero la realidad fue más terca que el irrepetible genio de los grandes maestros de la clase obrera y tales revoluciones, sin aquellas condiciones teóricas (con sus “virtudes y pecados”) tuvieron lugar en distintas épocas y lugares.

La revolución bolchevique, la de China, Cuba, Vietnam, entre otras, se dieron en países feudales, de escaso desarrollo industrial, político o de férreo dominio de las potencias capitalistas, de las oligarquías locales y preponderancia de la ideología y liberal. 

Entonces, que un veterano dirigente socialista, avezado político y gran constructor de alianzas populares se atreviera a soñar y poner manos a la obra para llevar el socialismo al poder en su país mediante elecciones democráticas, pues no puede ser calificado como idealista o aventuro.

Allende, fundador del Partido Socialista, marxista consecuente, tres veces candidato presidencial, conocedor profundo del sistema político, la historia y la psicología colectiva chilena, admirador del comandante Fidel Castro y los próceres y libertadores del continente americano, también creía en el humanismo, en el pacifismo gandhiano, lo cual talvez lo llevó a creer que la justicia y la lealtad también pueden encontrarse en los adversarios declarados y solapados, incluso en los enemigos de clase de los trabajadores y aquellos reclutados por la ideología e intereses de sus amos extranjeros

En esto último, el presidente Allende se equivocó fatalmente.

La Guerra Fría estaba en su apogeo y ante la mínima señal de disidencia del sistema, el imperialismo yanqui soltaba a sus halcones: La CIA y el Departamento de Estado para conspirar, financiar, dirigir y ejecutar los planes de desestabilización correspondiente. Chile no fue la excepción. 

La burguesía, la clase media, los empresarios, terratenientes, intelectuales e incluso trabajadores del transporte, mineros y otros sectores engañados o presionados, se sumaron a un golpe cuyo principal ejecutor fueron las fuerzas armadas encabezadas por el criminal Augusto Pinochet. 

Pero volvamos a la pregunta principal.

Si nos referimos al Socialismo en mayúscula, sin adjetivos, que desde finales del siglo XIX ha sido la meta por la que millones de trabajadores e intelectuales comprometidos con la destrucción del orden explotador capitalista y la construcción de sociedades más justas (no estamos hablando de socialdemocracia, socialcristianismo o ni siquiera de aquellos países, donde la dinámica política -al finalizar la II GM- impuso el socialismo de Estado), pues en realidad hoy en día sigue siendo muy difícil que triunfe en un país industrializado o periférico.

Todo tiempo es duro para tal proyecto, especialmente ahora, en una época en que el capitalismo colectivo asiste a la decadencia (por fuerzas endógenas y exógenas) de su propio sistema y sobre todo, la acelerada descomposición y pérdida de influencia de la hegemonía yanqui en el mundo. Y si bien es cierto que otros grandes jugadores que compiten por la multipolaridad y la “democratización” de ese inmenso poder global, pues tales dinámicas no están dirigidas a construir ni a “patrocinar” el Socialismo, sino a “mejorar” el sistema capitalista, a crear condiciones menos abusivas para que los capitales circulen.

Estamos hablando de un cambio económico y social superlativo a nivel global, pero que no se guía ni contempla cambios dramáticos políticos, mucho menos ideológicos.

Entretanto, el imperialismo se defiende, lucha por su existencia y contraataca con todo su arsenal (económico, financiero, jurídico y militar) y así vemos cómo actúa de manera diferenciada, adecuándose a todos los escenarios geopolíticos alrededor del mundo.

La lucha por el Socialismo pareciera que está “en pausa”, que la vieja estrategia imperial de compra de conciencias a través de su poder económico y cultural se ha optimizado gracias al gran trabajo de sus centros de pensamiento que han creado dos armas letales:

Los medios de comunicación globales bajo un solo mando, cuya manipulación llega a cada individuo del planeta, y las ONG que lo penetran todo, que desestabilizan y crean gobiernos paralelos, necesidades inexistentes, división social y que incluso, han creado “líderes” sociales y políticos autómatas en todos los espacios de la sociedad y sobre todo, han corrompido la ideología socialista, penetrando hasta el tuétano a los antiguos partidos de izquierda, cambiando sus banderas y programas y llevándolos al poder gubernamental y de Estado alrededor del mundo para gozo y beneficio yanqui.

Sin embargo, dijimos “muy difícil”, pero no imposible.

Porque los verdaderos luchadores sociales, los que propugnan por un cambio radical hacia el Socialismo todavía existen, seguirán existiendo y se multiplicándose. Y eso no es ningún “milagro”, ninguna lucha heroica solitaria, sino –sencillamente- porque las condiciones injustas en que viven los trabajadores del mundo, las condiciones de explotación que genera el capitalismo salvaje o cualquier capitalismo “maquillado” que resulte de los cambios que hoy vive la sociedad global, seguirán siendo la causa de la lucha inclaudicable de los trabajadores en contra de la explotación y la injusticia social.

Las condiciones son aún más difíciles que antaño, es cierto. El entorno capitalista y las relaciones de producción e intercambio, sumados al control social global, hacen muy difícil el triunfo de una revolución socialista “clásica” y más aún el triunfo y consolidación del Socialismo a través de la victoria de las mayorías en las urnas electorales bajo control de las oligarquías y el sistema. Pero se puede y dos países en América Latina lo están intentando con ahínco, pasión, coraje, inteligencia, cuidado y visión.

Venezuela y Nicaragua, en realidades diferentes, pero por el mismo camino: el callejón tortuoso y angosto (que el sistema considera un paso de las Termópilas que es imposible de atravesar), lo están logrando no sin grandes peligros, acoso permanente y esfuerzo.

En Nicaragua, teniendo como referencia inmediata la lucha del general Sandino por construir un sistema político y social funcional e inédito en la experiencia mundial, el Frente Sandinista, conducido por el comandante Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo llevan adelante el mayor proyecto sociopolítico y económico de la historia patria, que nace del proyecto revolucionario iniciado por los fundadores del FSLN y sus programas de lucha y que el 19 de julio de 1979, empezaron a ser realidad.

Un gobierno legítimo (nacido de la voluntad popular y que ha cumplido con los requisitos exigidos por la democracia burguesa y el orden internacional creado y administrado abusivamente por los yanquis) viene construyendo soberanía, paz y progreso inclusivo para todos los nicaragüenses, cuidándose de no jugar en los tableros políticos de los poderosos, aprovechando las posibilidades y abriendo por esfuerzo propio caminos, pero, sobre todo, aprendiendo de la experiencia nacional e internacional, del movimiento de liberación nacional de los pueblos, de sus aciertos y errores.

Del gobierno de la Unidad Popular del presidente Allende y de la hoy llamada “vía chilena al Socialismo”, el Frente Sandinista ha obtenido valiosísimas experiencias.

La sinceridad, el carisma, la valentía y el compromiso del Presidente Allende, su capacidad de construir alianzas es vital en un líder que pretende conducir a su pueblo hacia la victoria sobre el capitalismo y la oligarquía.

Sin embargo, los errores pesan más que las virtudes, porque en esta lucha no se juega solo la vida del líder, sino –lo más importante- el triunfo del proyecto social, la sobrevivencia y desarrollo del mismo.

Por encima de los consabidos errores del gobierno de la Unidad Popular de Chile (que el FSLN ha tomado en cuenta, principalmente el asegurarse, verdaderamente, la lealtad de las Fuerzas Armadas a la patria y al Socialismo y luego, ir creando una política de alianzas de alcance nacional, no apurar los tiempos de las nacionalizaciones sin tener consensos, no desdeñar la importancia de los factores económicos que pueden descarrilar la economía nacional, …), el comandante Ortega ha puesto en primer lugar la prevalencia y unidad del pueblo nicaragüense: El pueblo es el presidente, es el principal protagonista.

Se ha transformado profundamente al Estado, haciéndolo funcional y adecuado, dejando atrás el sistema administrativo lento y costoso de la época neoliberal, sin discursos, nuestro gobierno ha utilizado los pocos recursos en construir progreso inmediato para la población, a la vez que se construyen las bases para el desarrollo sostenido del país, ha ido construyendo alianzas económicas internacionales que garanticen la diversificación de los mercados para nuestros productos a la vez que fortalece los ya existentes.

Importante es no menospreciar los peligros que van creando nuestros adversarios internos y externos y en tener en cuenta que mientras sigamos progresando en la senda social y política, nos iremos consolidando como un ejemplo a seguir por otros pueblos y eso es peligroso, principalmente, para los yanquis.

Los peligros ahí están cada día y se enfrentan con valentía y sabiduría. La feroz campaña mediática de aislamiento, las sanciones económicas, las acciones directas de sabotaje y descrédito a nuestros esfuerzos por construir infraestructura, desarrollar la economía y acercarnos a países amigos; la manipulación nuestra población (sobre todo la más joven) para que adversen a nuestro gobierno; los intento por crear crisis sociales artificiales, por incitar a la traición a nuestros compañeros servidores públicos, …

Ciertamente hay chance (las oportunidades se construyen) para que nuestro país vaya encaminado a mayor progreso social y salvando obstáculos chiquitos y grandes, sin apurarnos, dentro de un par de generaciones se pueda alcanzar el sueño que Allende tuvo para su país.

La situación interna es vital y como lo demostró el golpe militar en contra del gobierno de la Unidad Popular y el presidente Allende el 11 de septiembre de 1973, el entorno político y económico internacional lo es de igual importancia.

En las condiciones posteriores al aniquilamiento de la guerrilla del comandante Che Guevara en Bolivia en 1967, cuando el control político yanqui en Latinoamérica fue reforzado con nuevas y más sangrientas dictaduras militares y teniendo como fondo el encono de la Guerra Fría, el anticomunismo galopante y la mayor voracidad de las corporaciones transnacionales por los minerales y demás recursos naturales del los países periféricos y como si esto fuera poco, la aparición de nuevas teorías económicas para remozar al viejo capitalismo, Chile se convertía en polígono de lucha de esas fuerzas y campo de prueba para esa doctrinas. Estados Unidos se encaminaba a la supremacía global en solitario y el neoliberalismo había nacido.

Hoy, como señalamos arriba, el capitalismo colectivo y el imperialismo yanqui viven tiempos difíciles y la recomposición mundial que talvez nos lleve a un nuevo orden mundial "más temprano que tarde" y las condiciones exógenas para que países en cualquier continente transiten a mayor o menor velocidad hacia el Socialismo o al menos una sociedad más igualitaria y justa, puede que ya se estén abriendo paso. La historia es de los pueblos.

Lo importante es no dejarnos arrebatar el poder, lo importante es luchar al lado de nuestro gobierno revolucionario y nuestro FSLN, lo importante es que el pueblo esté empoderado para que nadie (grupo, individuo, institución o enemigo exterior) crea tener chances de derrotarnos y arrebatarnos el sueño de Sandino y de Carlos.

Edelberto Matus.

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