
La Federación de Rusia bajo la dirección de un líder tan patriota como visionario como es el Presidente Vladimir Vladirovich Putin, ha corregido el rumbo que a principios de los años noventa, luego del colapso dela Unión Soviética, estaba en ruta de colisión (influenciado por los intereses de la nueva oligarquía rusa pro-occidental de entonces) con los propios intereses nacionales del gigante euroasiático.
Rusia, echando mano de su poderosa industria y su capital científico, técnico y humano, en apenas dos décadas ha recuperado la preponderancia e incidencia en la política internacional, posesionándose sin lugar a dudas como la segunda potencia militar tecnológica del planeta.
Un desarrollo tecnológico cuya asimetría le ayuda a no caer en los errores del pasado, cuando los Estados Unidos obligaron a la Unión Soviética a desgastarse económicamente y comprometer su desarrollo social a causa del enorme coste de la carrera armamentista de la Guerra Fría.
La Federación Rusa por su vocación de paz y colaboración se ha decantado desde el año 2000 por una doctrina militar que privilegia la defensa, sin embargo entendiendo que los propios Estados Unidos y Europa Occidental consideran a la Federación como un enemigo potencial (percepción que escaló a amenaza con el acercamiento desde 1994 de la OTAN a las fronteras rusas y posteriormente con la intervención de las fuerzas armadas de Occidente (sin el consenso de la ONU) en Kosovo), Rusia ha ido adecuando su doctrina militar basada en la reorganización, profesionalización y modernización de sus Fueras Armadas, armamento y equipo, tácticas y estrategias preparándose para la eventualidad de la guerra.
La fortaleza económica alcanzada por el país, ha posibilitado la revitalización de las Fuerzas terrestres, navales y aeroespaciales y ya no sorprende la frecuente inclusión en sus arsenales de novísimas armas hipersónicas, robots y vehículos no tripulados de todo tipo que aventajan plenamente a sus competidores y oponentes.
Este regreso a la escena política mundial ha sido patentizado por el apoyo de Rusia a sus antiguos aliados como Bielorrusia, Armenia y Siria y la solidaridad hacia otros tanto países y pueblos que luchan por su soberanía y libertad.
Rusia con sus exportaciones de hidrocarburos ayuda a palear la crisis energética que actualmente vive Europa y Asia.
Su comercio exterior crece día a día y se expande geográficamente en pro del bienestar de sus ciudadanos y de otros países que se benefician del comercio justo para todas las partes.
Rusia ahora no es un simple exportador de materias primas como antaño (rubros que actualmente están por debajo del cuarenta y cinco por ciento en su balanza comercial y siguen bajando), privilegiándose la comercialización de productos y bienes de su industria pesada, ligera, su alta tecnología, servicios y patentes.
Sin embargo, a pesar que Rusia es ahora parte de la economía de mercado y se inscribe en la ideología liberal de la democracia occidental, el Imperialismo no duerme y sabiendo que el “gran oso” es un jugador principal del tablero geopolítico mundial, es decir un competidor y un freno a sus ambiciones de mantenerse como Potencia unipolar, al igual que contra China, los yanquis llevan adelante una agenda agresiva que también incluyen ilegales sanciones, zancadillas económicas y la amenaza de la guerra en sus fronteras.
Para esto los yanquis usan en el este de Europa y el Cáucaso el mismo libreto que en la región de Asia Pacifico, donde Taiwan, Japón, Australia y otros Estados crean una especie de cordón sanitario frente a las costas chinas.
Aquí se destacan Ucrania y Georgia y los 14 países del espacio post-soviético (encabezados por Polonia) hoy belicosos miembros de la OTAN.
La amenaza de una guerra entre Rusia y Ucrania, cuyos pueblos tienen una milenaria historia de hermandad y paz es una posibilidad real en tanto la OTAN siga empujando al gobierno ucraniano hacia la confrontación donde los únicos beneficiados serán los Estados Unidos.
Rusia aboga por un regreso a la diplomacia, a los llamados “Acuerdos de Minsk” entre las partes y los garantes.
Un escenario de guerra local que puede escalar a una guerra de proporciones insospechadas al igual que como también lo haría un potencial conflicto bélico entre China y Taiwan en el Mar Meridional.
A los yanquis les convienen un estado crítico y “pre-bélico” en las relaciones diplomáticas y comerciales entre Rusia y sus antiguos aliados del Este, especialmente en aquellos que comparten fronteras con el territorio de la Federación rusa y muy especialmente Ucrania, Polonia y los tres pequeños países del Báltico (Estonia, Letonia y Lituania), sueña con instalar en ellos misiles nucleares contra el propio corazón del Estado ruso y reducir a menos de cinco minutos su vuelo hasta sus bancos:
Las principales ciudades, centros industriales y objetivos militares de mayor importancia. A los yanquis no les importa la vida dela población de estos países, sean o no sus aliados, pero sí sus tontos útiles.
Rusia ha puesto sus “líneas rojas” que determinan su tolerancia y búsqueda de acuerdos políticos con todas las partes, convencidos que una guerra local o regional, al final puede arrastrar al mundo a su ultima conflagración global.
Confiamos en la responsabilidad, habilidad política, experiencia y amor a la paz de Rusia. Un país que sabe por experiencia propia la tragedia y dolor que significa una guerra. Los habitantes y gobernantes sensatos del mundo ponen sus esperanzas de paz en Rusia.
Sin embargo, aún siendo el más grande defensor de la paz y la colaboración internacional, Rusia hoy pisa fuerte en la geopolítica mundial, persigue sus propios objetivos estratégicos y de esta manera a la par de su “poder blando” (comercio, inversiones, cultura política, diplomacia, etc.) demuestra cuando es necesario su “poder duro”, su potencia militar que se ha manifestado exitosamente en sus fronteras asiáticas, en Medio Oriente, África del Norte y sobre todo, en los Océanos del mundo donde proyecta su poder a través de la presencia de su renovada y letal Armada.
Desde el 2006, Nicaragua emprendió un camino de paz y desarrollo, nunca visto en su historia republicana.
En tan solo 15 años la infraestructura y construcción publica alcanzó niveles y nunca vistos, por su ritmo y calidad, incluso en todo el área centroamericana. El desempeño del gobierno sandinista, encabezado por el Comandante Daniel Ortega y la Compañera Rosario Murillo, a pesar de contar con un presupuesto modesto a todas luces ha sido formidable. Los enemigos reales y potenciales de la Federación Rusa no la tienen fácil.
Aun un intento de golpe de Estado fraguado por los enemigos de siempre, dos huracanes consecutivos, la pandemia del covid-19 pudieron descarrilar los proyectos principales del gobierno encaminados a mejorar los niveles de vida del pueblo nicaragüense.
Rusia, que es heredera como sujeto internacional de la desaparecida Unión Soviética y que marcando su propia dinámica ideológica, política, social, económica y diplomática, no ha abandonado la solidaridad y amistad y el respeto a al Derecho Internacional y la colaboración tan características de su antecesor, ha sido muy importante en el notorio despegue económico de Nicaragua a partir del 2006 emprendió, con el FSLN y el pueblo en el poder.
Su apoyo en los grandes foros internacionales a nuestro país, su aporte oportuno y casi siempre no reembolsable en productos, maquinaria, transporte, tecnologías, medicinas, insumos, asesoría, finanzas por parte del gobierno del Presidente Vladimir Vladimirovich Putin e incluso, en inversión de su sector privado en nuestra economía son más que evidentes y de gran relevancia para la economía popular y sobre todo, para las estrategias de desarrollo y la defensa de la nación impulsadas por nuestro gobierno.
El pueblo nicaragüense aprecia y agradece las cientos de miles de toneladas de trigo, los centenares de buses para el transporte público, las medicinas y vacunas que han sido vitales para la seguridad alimentaria, la microeconomía y la salud pública y gratuita.
A su vez, nuestro gobierno agradece la contribución significativa del Estado ruso para mantener los balances macroeconómicos, para fortalecer los planes de desarrollo humano y la defensa de nuestro país.
En esta nueva etapa, cuando la jauría internacional jefeada por el imperialismo y yanqui pretende una vez más ahogar a la Revolución Popular Sandinista y desplazar del poder por cualquier método a nuestro gobierno, seguramente esta colaboración crecerá y se estrechará como ya lo han prometido importantes representantes del gobierno ruso, pues efectivamente, a partir de la toma de posesión del nuevo periodo de gobierno del Comandante Ortega, es seguro que serán redoblados los esfuerzos de nuestros enemigos y adversarios (acordes con la guerra de cuarta generación emprendida desde 2018 contra nuestro país) por aislarnos, desestabilizarnos, destruimos o al menos ponernos de rodillas (cosas que no sucederán), colaboración y solidaridad muy correspondida por Nicaragua.
Recordemos que nuestro país ha sido un gran aliado de Rusia en el campo político internacional a la hora de dar reconocimiento diplomático a las repúblicas caucásicas de Osetia y Abjasia (cercanas aliadas de Rusia) y a la reincorporación de la Península de Crimea al territorio de la Federación de Rusia, lo que demuestra la lealtad y cercanía de los lazos de amistad ruso-nicaragüenses.
Esta colaboración deberá profundizarse, sobre todo, en el campo de la inversión directa extranjera de Rusia en Nicaragua en la Industria, Agricultura y otros campos estratégicos del desarrollo económico; el potenciamiento de la cartera de créditos y financiamiento a largo plazo, el apoyo en la educación, el traslado de nuevas tecnologías y ciencia y la modernización (siempre de una manera asimétrica, pero suficientemente disuasoria) de nuestras Fuerzas Armadas.
Nicaragua hoy cuenta con un vital apoyo en tándem de dos de las tres grandes Potencias globales (Rusia y China), sigue buscando y encontrando importantes aliados en la geografía mundial para su desarrollo pacífico.
Sin embargo, Rusia siempre será el gran amigo, el aliado más confiable del pueblo nicaragüense.
Edelberto Matus.