La naturaleza está reaccionando contra la especie humana con todo su furor. Los fenómenos que azotan son tantos y con características tan diversas que debe ponernos a pensar sobre lo que estamos haciendo y qué tanto estamos exponiendo nuestra especie a la extinción.
No lo queremos aceptar, pero actuamos aberrantemente contra nuestro mundo. Los animales son más sabios que nosotros los hombres que utilizamos la inteligencia para degradar la vida y contaminar todo lo hermoso y bello que Dios nos dio para que lo cuidáramos.
Hemos perdido de vista la conducta correcta. No queremos identificar el origen del desorden, el caos, el crimen, la falsedad, la aberración y la violencia que prevalecen hoy en el mundo. Esos efectos devastadores que son la causa del mal causado están en la conducta de la gente que es opuesta a la dignidad de la naturaleza del hombre.
La educación que recibimos no está relacionada necesariamente con los valores humanos y por eso todo lo que nos concierne, tanto en la esfera de la política o de la conducta social, en la actividad económica o en la búsqueda espiritual, todas las acciones están basadas en los movimientos de la mente. No es posible ningún cambio de acciones a menos que la mente, nuestra mente, sea cambiada.
Los hombres hemos cambiado al mundo. Nos hemos olvidado de quien lo hizo para nosotros y en nombre de la modernidad y la tecnología hacemos cosas divorciadas del sentido común como si El Creador no nos observara. Dios está presente entre nosotros y mira con miles de ojos todo lo que hacemos.
Por eso cuando sucede cada cosa en el planeta; terremotos, tsunamis, huracanes, tornados, erupciones, grandes heladas, calores infernales, inundaciones, quemas de bosques, sequias, crisis económica, etcétera lo que realmente está pasando es el anuncio de nuestro destino final como producto de lo que nuestra propia mano ha hecho en línea de acción con la perversión de la mente humana.
Hemos cubierto nuestra mente con un manto de ignorancia, hemos tapado nuestros ojos con el egoísmo y cerrado el corazón con el orgullo. Despreciamos la decencia y no nos queremos dar cuenta que la vida y todo aquello que tanto decimos cuidar puede irse de un momento para otro. Estamos sumergidos en la brutalidad de la ignorancia, malgastando la vida en la búsqueda de cosas transitorias y guardando silencio ante tanta inmoralidad.
El mundo está padeciendo innumerables problemas porque la gente no pone límites a sus deseos. Las guerras, los conflictos ideológicos, las distancias entre las naciones ricas y las naciones pobres, la demencia por el poder por el poder mismo, la sed de figuración, el terrorismo, las dictaduras, la depravación en algunos religiosos, el lesbianismo y el homosexualismo, los crímenes atroces, el incesto, la pedofilia, la infidelidad, la traición, el narcotráfico, la prepotencia, el fraude y la corrupción son elementos que en su conjunto han hecho desaparecer los valores morales y lo peor es que hay quienes los patrocinan y los promueven.
Hay quienes matan en nombre de Dios y dicen que sus guerras son santas. Van contra la naturaleza y las leyes del Creador y gobiernos que se prestan para realizar matrimonios, supuestamente legales, entre homosexuales o entre lesbianas.
Ahora los “predicadores” de la modernidad nos ven como trogloditas porque hay quienes rechazamos la idea de que nuestros menores realicen el sexo en las etapas tiernas de su vida, por negarnos a darles permiso para ir a una fiesta para que regresen “temprano” a las cuatro de la mañana. Es decir, vivimos al revés. Dañamos que debemos amar. Traicionamos lo que más nos vale.
La humanidad va en retroceso porque hay quienes te hablan de paz con el garrote en la mano. Se dicen honorables, decentes y honrados, pero te quitan el calcetín sin quitarte el zapato. Por eso el mundo está padeciendo innumerables problemas porque la gente no pone límites a sus deseos y no entiende que, aunque se aspire a la riqueza, uno debe procurar sólo lo que le corresponde, pero desgraciadamente somos depredadores de nuestra propia especie y lamentablemente no estamos haciendo nada por cambiar nuestras actitudes.
Qué haremos cuando no tengamos mundo, qué haremos cuando no tengamos patria. Para entonces estaremos prefiriendo morir porque la purga de nuestros errores, el dolor de los que aun puedan ser purificados, será tan terrible como los daños que nuestra mano ha causado a la naturaleza y a nuestra propia humanidad.
En lo que respecta propiamente a los nicaragüenses hay entre nosotros gente realmente malvada que nos quiere conducir a la destrucción del país porque esas son las órdenes que reciben de quienes les pagan. En ellos no hay valores, no hay principios, no hay decencia.
La ley la tienen para violarla y mientras tanto los canales de televisión transmiten abiertamente pornografía sin control para los hijos; Noticias rojas todos los días donde la muerte te cobra la vida por un pinche trago de guaro; Pleitos de cuartería donde las familias se sacan las tripas o simplemente llaman a la sedición porque se creen intocables.
La vulgaridad ahora es tan frecuente que los mismos periodistas o presentadores de programas las usan como si estuviesen hablando con un pandillero fuera de micrófono.
Ojalá que, en nuestro medio, donde abunda cada ignorante que cree que en la televisión o la radio se puede decir todo tipo de cochinada, de palabrotas y hasta de obscenidades, comprenda que el sentido común es decente, que aún existe y que te pasa facturas tarde o temprano, porque ese sentido común del que hablo no gusta ni de odios ni de violencia y hoy se expresa abiertamente contra aquellos que después de todo lo hecho insisten en desbaratar el país.
Habrá quienes piensen sobre estos conceptos que estoy desvariando, pero la verdad es que requerimos una contra marcha para no estrellarnos con una ignorancia que nos está matando, que nos está extinguiendo y que nos plantea la inmensa interrogante si es que al paso que vamos seremos capaces de llegar al 2050 porque llevamos un ritmo súper acelerado de destrucción.
Debemos reflexionar sobre estos temas por las generaciones que siguen. Seria doloroso heredar la cultura depredadora de la bestialidad humana que está acabando con la humanidad animal.
Hasta hoy que nos encontramos con un planeta que está dando muestras de insuficiencia para sostenerse porque nos lo estamos hartando, no hemos hecho otra cosa que dar ejemplos nefastos de nuestros hábitos contra la naturaleza al extremo de atentar contra ella por diversión y eso va más allá del delito porque es un acto aborrecible ante los ojos del Altísimo.
Pareciera absurdo concluir que la especie animal es más noble que la especie humana. Nosotros matamos por diversión, lo hacemos a ultranza y cuando digo matamos es que asesinamos nuestros bosques, extinguimos la flora y la fauna y mientras esta parte hermosa de la naturaleza es asesinada por nuestras manos solo nuestra especie crece y se multiplica como una amenaza latente contra el planeta.
Por: Moisés Absalón Pastora.