El Partido revolucionario que hoy tenemos ha servido lealmente a los propósitos del pueblo y su potencial sigue siendo gigantesco.
Bajo la dirección del FSLN se derrocó a la dictadura más antigua y sangrienta de Latinoamérica, se alcanzó la victoria revolucionaria del 19 de Julio de 1979, se administró el poder político en Nicaragua durante toda una década difícil pero gloriosa y con mucho impacto social en beneficio del pueblo trabajador nicaragüense y se sentaron algunas bases para las siguientes etapas de una Revolución que hoy continua profundizándose a pesar del asedio enemigo.
Estamos claros que para realizar las transformaciones revolucionarias conducentes a una etapa superior en un país tan empobrecido y periférico como el nuestro, debe irse “tanteando” el suelo que pisamos, pues como acertadamente apunta el Doctor Orlando Núñez Soto “…
La hegemonía y estabilidad política del régimen revolucionario necesita de una alianza amplia con las principales fuerzas sociales del país, lo que disminuye el ritmo de la revolución, pero consolida los pasos avanzados.” Y a continuación subraya que “…Las principales tareas de una revolución son el bienestar social y las transformaciones revolucionarias.
La gente lucha por la expectativa de mejorar sus condiciones de vida. Pero la revolución solo avanza y se consolida, si cambia las relaciones sociales y económicas en general…La democracia representativa es un punto de partida que tiene que enriquecerse bajo el efecto de la democracia participativa y la democracia directa.
De lo contrario solo sirve para administrar democráticamente el sistema capitalista, lo que a la larga desgasta la revolución y erosiona la confianza de las masas populares.” Cerrando, el compañero Núñez hace una reflexión claramente inspirada en las enseñanzas en el “Qué Hacer” de V.I. Lenin, escrito hace más de un siglo y que hoy en día continúa teniendo vigencia: “Todas estas tareas no podrán emprenderse si no es desde una organización o partido compacto y unido alrededor de principios, estrategias, programa, capacidad de conducción y liderazgo.” Organización que ya tenemos desde los años sesenta del siglo pasado, pero que debemos de fortalecerlo aún más para superar los retos, objetivos y tareas que estamos obligados a enfrentar y realizar.
Está claro que no vamos pasar la página y reconstruir la tranquilidad perdida “a cualquier costo”. Ya intentamos -sin éxito- en las dos etapas de la RPS confraternizar con la burguesía, regalándole grandes espacios de acción económica e inclusive, política, olvidándonos de su inmutable naturaleza clasista.
Y con respecto a nuestro pueblo, hemos correctamente tratado de distribuir la pequeña riqueza del país con respeto a los postulados sandinistas de justicia social e inclusión, pero debemos robustecer aún más el componente ideológico que da empoderamiento y conciencia de clase.
Entendemos que aunque hemos estado y seguimos estando sinceramente comprometidos con el desarrollo económico y social del país a corto y largo plazo (que al final debe de mejorar la calidad de vida de las familias populares de manera inmediata, sin perder de vista en ningún momento los grandes objetivos de la lucha social), bastaría una derrota electoral, un evento violento ( luchamos para que no suceda) que nos arrebate el poder ganado en las urnas o tal vez a una acción directa del terrorismo de Estado en las Relaciones Internacionales que actualmente impulsa sin freno el Imperialismo yanqui, para que volviéramos al principio.
Esto último lo ilustra la historia reciente de Bolivia, un país que al igual que nosotros en una segunda oportunidad histórica está en lucha por conquistar plenamente su autodeterminación y el control de sus recursos naturales para apalancar la construcción de un modelo económico alternativo e incluyente, en favor del pueblo trabajador boliviano que es el verdadero dueño de tales recursos.
Dejaremos para otro momento el inevitable análisis particular de las dos grandes fuentes primarias históricas donde abreva nuestro Sandinismo partidario e ideológico:
La lucha guerrillera, política, mediática y diplomática contra el invasor yanqui (y su racionalización histórica) del General Sandino y la victoria y consolidación de la Revolución cubana, que aporta los principales fundamentos teóricos, tácticos, estratégicos (y eventualmente, apoyo practico, militar y financiero) para el avivamiento de las luchas de liberación nacional en América Latina y lo más importante, fortalece la certeza de que sólo bajo la dirección de una organización política de izquierda, construida bajo los lineamientos, preceptos, disciplina y postulados ideológicos del Marxismo-leninismo (aplicados de manera creativa y contextualizada como sugirió el Comandante Ricardo Morales), es posible obtener un triunfo definitivo en contra del Sistema explotador e injusto del Capitalismo, sea cual sea su ropaje o “modelo”.
Esta rica historia de las fuentes del modelo organizativo primario del FSLN no es caprichosa, sino que responde a las condiciones objetivas y subjetivas impuestas por la realidad nicaragüense dominada entonces por una férrea dictadura militar, sin un antecedente similar local que oriente su rumbo (el Frente Revolucionario Sandino, originado en una concepción marxista, también inédita en Nicaragua, fue casi simultáneo, pero de cortísima existencia) y la limitante de contar en los inicios solamente con un reducido núcleo inicial de compañeros con conocimientos del marxismo-leninismo ( algunos de ellos con una breve militancia en el Partido Socialista de Nicaragua de entonces), mayoritariamente estudiantes universitarios y muy pocos elementos obreros o trabajadores agrícolas organizados previamente.
Es decir, que aunque el Comandante Carlos y los cuadros fundadores sabían que para cumplir con un programa revolucionario necesitaban crear un Partido revolucionario “clásico”, comprendieron que debían de ajustarse a esas circunstancias y optaron por conformar una organización político-militar de cuadros, de ideología Marxista-leninista, anclado en el nacionalismo y el antiimperialismo del General Sandino, sin abandonar la idea de (más adelante), enriquecerlo tanto en lo ideológico, doctrinario, como organizacionalmente, persiguiendo los objetivos máximos de la Revolución: Construir el Socialismo en Nicaragua.
Esto último lo patentiza con sus propias palabras, refiriéndose a los años ochenta, el propio Comandante Daniel Ortega (el dirigente al que por los avatares de la historia, su capacidad, liderazgo y visión, le ha tocado dirigir exitosamente desde 1976 la realización de los sueños de los fundadores del FSLN) cuando dice que “Lo que nosotros planteábamos era que tenemos que hacer la Revolución, es decir, transformaciones profundas en todos los órdenes.
Significa esto un tránsito hacia el Socialismo, (que no sabemos cuánto va a durar), adecuado a nuestras condiciones.”
Los avatares de la lucha iniciada por el FSLN desde su propia fundación en 1961, la incidencia de coyunturas políticas tanto externas (las condicionantes de la Guerra Fría, los intereses geopolíticos del Imperialismo yanqui, el “enfriamiento” del Movimiento de Liberación de los pueblos en los años ochenta y al final de esa década, la consolidación como hegemón global de los yanquis ante la caída del Socialismo real y la URSS, etc.) como internas, donde destacan la realidad impuesta por la dinámica desencadenada en el país por la lucha contra la dictadura, las innumerables tareas de gobernar un país donde ha triunfado una Revolución en medio de una pobreza bicentenaria que genera enormes expectativas; el cerco económico y la imposición de una devastadora guerra contrarrevolucionaria; así como razones subjetivas relacionadas con los procesos internos (positivos y negativos) que vive cualquier organización política, incidieron en que en lugar de que el FSLN se fuera perfilando como un partido doctrinario marxista, con el paso del tiempo se ha enrumbado por una praxis política cuya principal herramienta para acceder al poder es la lucha electoral, manteniendo una base política fiel y consecuente, anclada en sus antiguos principios ideológicos y estructura partidaria, propios de los primeros años del sandinismo.
Y esto, a juzgar por los resultados no ha sido malo ni para el país, ni para el pueblo nicaragüense.
Para el Frente Sandinista la opción electoral se va cerrando, el Sistema liberal burgués (a nivel mundial) se torna adverso a su propia “democracia” y desde el poder imperial se toman previsiones para cerrar definitivamente esta puerta al Sandinismo.
Los grandes resultados y números positivos de la gestión gubernamental y la administración del Estado republicano por parte del Sandinismo, no causan ninguna gracia tanto al Imperialismo yanqui, a la ultraderecha regional, así como a la oligarquía nacional. Somos un “mal ejemplo” para el neoliberalismo y el modelo de democracia occidental.
De seguro vendrán a por nosotros con todo (eso ya está pasando), al igual que le han declarado la guerra económica y política (en algunos casos, militar) a países desafectos o competidores, no importando que estos busquen caminos alternos políticos y de desarrollo económico (“post-capitalista le laman la teoría burguesa) como Venezuela y Cuba, para mencionar algunos, que –inclusive- jueguen bajo las reglas de su propia ideología o mucho menos cuando ya China y Rusia también ostentan categoría de “Potencias globales”.
Tenemos a un Sandinismo Histórico aguerrido, consiente y fiel, pero que va de salida por motivos naturales de la biología humana y a una Juventud Sandinista vigorosa y entregada, pero tal vez necesitada de más historia, basamento ideológico, empoderamiento y claridad de objetivos, amor y convicción para luchar por una patria socialista.
Es tarea del Partido educar y pulimentar a ese valiosísimo activo y garante del futuro del FSLN, aprendiendo de nuestros líderes, el Comandante Daniel, la compañera Rosario, jefes y militantes de todas las generación de combatientes sandinistas, de la juventud aguerrida de los ochenta, que aseguró la defensa de la RPS frente a las fuerzas de la contrarrevolución.
Atendiendo las lecciones de la historia reciente, podemos afirmar que el basamento teórico de la lucha y objetivos (inmediatos, mediatos ya largo plazo) de la Revolución nicaragüense “trabajados” por el Comandante Carlos y algunos de sus compañeros fundacionales como el Comandante José Benito, a partir de 1976 empiezan a ser llevados a la practica con éxito y continuidad (entendiendo, claro está, los altibajos del proceso) ya bajo la conducción del Comandante Daniel Ortega, quien siempre se ha mantenido fiel al pensamiento de aquellos hombres visionarios y comprometidos con el pueblo nicaragüense y el Socialismo.
La etapa de la lucha contra la dictadura somocista terminó con una contundente victoria del FSLN y el pueblo nicaragüense.
En una década, enfrentando entonces a las fuerzas contrarrevolucionarias, la Revolución Popular Sandinista logró crear cierta base material, cierta infraestructura, cierta superestructura y condiciones subjetivas (Nueva Constitución Política, Leyes en favor de pueblo, reconocimiento y dignificación de las minorías, empoderamiento social y político del proletariado y el campesinado pobre, entre otras) sin embargo, siempre jugando dentro del modelo de la democracia liberal, perdimos las elecciones y con ellas el poder político. Luego, aquellos avances y conquistas fueron liquidados o seriamente erosionados por la voluntad hecha ley de la derecha y volvimos casi al principio.
No obstante, quedó mucho de esa década de sangre y sudor. Entre otras cosas, algo de vital importancia: La CONCIENCIA de CLASE intacta, una elevada politización y sentido de pertenencia de gran parte del pueblo nicaragüense hacia una ideología de izquierda revolucionaria.
El Sandinismo sobrevivió (durante los más de tres lustros de gobiernos de la oligarquía criolla), en la conciencia de cientos de miles de combatientes y militantes sandinistas y amalgamó una enorme cuota de simpatía y cariño de gran parte de la ciudadanía.
Esos duros años de reflujo revolucionario también dieron como resultado una dirigencia sandinista depurada, curtida y capaz, encabezada por el comandante Daniel Ortega Saavedra, fiel continuador del legado del Comandante Carlos.
La palabra clave en esos dieciséis años de doloroso experimento neoliberal y rampante enriquecimiento de una pequeña élite de la burguesía criolla fue la RESISTENCIA. Los sandinistas a todo nivel fueron despedidos de sus empleos en el Estado, marginados de los programas gubernamentales.
La empresa privada se sumó al boicot laboral, negando financiamiento bancarios a los pequeños y medianos productores, emprendedores y empresarios sandinistas, en adición a la privatización de los principales servicios públicos básicos, el encarecimiento del transporte, los productos de la canasta básica, etc.
Los sandinistas de base fueron directamente golpeados económica y socialmente, tan severa y puntualmente que como ejemplo puedo citar entre miles, el caso de los profesionales sandinistas graduados en los países del antiguo Campo socialista, que en esos dieciséis años fueron relegados a trabajos humildes como taxistas o vendedores al detalle en los mercados populares, no importándole a aquella burguesía en el poder, su gran preparación profesional y conocimientos.
Pero hay que ser críticos y también señalar que muchos compañeros sandinistas se acomodaron en esos años a las nuevas condiciones dictadas por el FMI y el Banco Mundial y lo peor: Abandonaron la solidaridad para con los sandinistas más afectados por las políticas socioeconómicas neoliberales y el revanchismo de la oligarquía y la burguesía en el poder.
Sin embargo, esa base social revolucionaria organizada (aunque menos numerosa, pero más enfocada y fiel) y ese experimentado liderazgo partidario, lograron galvanizarse con las aspiraciones de un pueblo sufrido y harto las fallidas políticas sociales gubernamentales, el experimento económico neoliberal y las prácticas corruptas de la derecha en el poder, dando como resultado el regreso al gobierno del FSLN por la vía electoral en el 2006.
Desde el punto de vista organizativo e ideológico, en cada una de sus cuatro etapas (guerrillera rural y clandestina urbana; insurreccional, en oposición y gobernante), el FSLN -como es obvio- no ha sido la “misma” Organización.
Esto se debe (además de asuntos dialécticos) a problemas relacionados con la táctica de lucha aplicada al momento histórico, experiencia propia y estudio teórico, la influencia de otros modelos y experiencias exógenas, la extracción social y enclasamiento en cada una de esas etapas de sus cuadros y la necesidad objetiva (luego de la caída o replanteamiento de los referentes del Socialismo europeo y asiático) de la lucha por alcanzar el poder político transitorio, por la vía electoral dentro del Sistema liberal imperante a nivel planetario.
El proyecto de luchar y vencer con las reglas del enemigo de clase y en su terreno político y económico es comprensible, pues este esfuerzo, este replanteamiento dirigido con brillantez por el Comandante Daniel, ha sido necesario para que el FSLN haya mantenido vigencia y se convirtiera (luego de la derrota electoral del 90) en una enorme fuerza política masiva con posibilidades de gobernar y mejorar desde el poder, las condiciones de vida inmediatas del pueblo nicaragüense y al mismo tiempo fortalecer su estructura interna y crecer cualitativa y cuantitativamente, preparándonos para la gran lucha por los objetivos máximos (no importa que falten años o décadas para alcanzarlos) sobre los cuales insistía el Comandante Carlos Fonseca.
Existe un hecho de vital importancia que demuestra meridianamente que la educación política e ideológica de la militancia sandinista tuvo una importancia crucial para el Comandante Carlos y los principales líderes del FSLN, aun en las difíciles condiciones de enfrentamiento con los aparatos de represión del somocismo: Los escritos de los Comandantes Carlos Fonseca, Oscar Turcios, Ricardo Morales Avilés y Pedro Arauz Palacios sobre cómo debe de ser un Sandinista.
No son decálogos de comportamientos de una tropa guerrillera o las características piadosas que deben tener los santos: Son los principios revolucionarios de que se debe de apropiar un hombre de Partido, para buscar en su interior, en su relación con sus compañeros, con la lucha y con el pueblo, al esquivo Hombre Nuevo cheguevariano.
Esta visión compartida subraya cualidades tales como la lealtad, solidaridad, honestidad, la práctica de la crítica y autocrítica revolucionaria, fidelidad a la causa del pueblo y a la Organización (el Partido), la iniciativa, la capacidad de análisis, la intransigencia en cuanto a principios, el internacionalismo, la definición ideológica revolucionaria…Características vitales de un cuadro del Partido.
“La Relación entre la práctica política diferenciada de los combatientes y su unidad en nuestra Organización Revolucionaria, se halla en la conciencia revolucionaria que los reúne y los mantiene cohesionados, y que no es más que la expresión de los intereses de clases del proletariado y proyección teórica de la lucha de clases existentes.”
Estás líneas escritas por el Comandante Ricardo Morales Avilés es una breve y a la vez brillante catedra de Marxismo-leninismo que empalma con motivaciones pedagógicas, políticas y prácticas, conceptos profundos de unidad revolucionaria, intereses de clases, lucha de clases y claro está la Organización revolucionaria, como sinónimo de Partido revolucionario.
En esta organización político-militar (nacida por iniciativa del Comandante Carlos Fonseca y un grupo de jóvenes revolucionarios) que mediante sus éxitos y fracasos en la lucha clandestina urbana y guerrillera en las montañas, fue consolidándose como la Vanguardia de la verdadera lucha política en Nicaragua, persiguiendo sus claros objetivos, el pueblo nicaragüense puso todas sus esperanzas de libertad y reivindicación social.
Para el Comandante Carlos estaba claro que la fundación del Frente Sandinista otorgaría mayores ventajas y posibilidades de triunfo al pueblo nicaragüense en su lucha frontal contra la dictadura militar somocista, aceleraría y profundizaría en el país la lucha de clases y sus tres componentes principales (lucha económica, la lucha política e ideológica), subrayando ya en 1969 en su “Nicaragua Hora Cero” que “otro hecho sobresaliente en los primeros tiempos de la nueva etapa fue la falta de una adecuada organización revolucionaria vinculada a las grandes masas populares y en especial a las masas campesinas” crucial deficiencia que fue superada, pues “el Frente Sandinista de Liberación Nacional había nacido como fiel expresión de la decisión combativa de las nuevas generaciones de nicaragüenses.
Esta vez, sin embargo, no era un movimiento patriótico sin perfiles ideológicos contemporáneos: empuñaba las armas bajo la guía de las más avanzadas ideas revolucionarias.”
Las venideras elecciones presidenciales legislativas de noviembre del 2021 son el máximo desafío para el FSLN del cual deviene la prioridad máxima, valga la redundancia: Preservar el poder político, el poder del pueblo y el gobierno sandinista. Todo el esfuerzo de las estructuras del Partido desde ya está enfocado en esa objetivo primordial.
Sin embargo, para ello también es fundamental consolidar sobre la marcha la unidad y la fortaleza de nuestro Partido revolucionario, el FSLN, dándole mayor profundidad ideológica, retomando los principios y valores que en estos sesenta años de lucha han cohesionado a todas las generaciones de combatientes sandinistas, aprestándolas a nuevas y definitivas victorias sobre nuestros adversarios y enemigos.
Edelberto Matus.