La victoria electoral del comandante Daniel Ortega en el 2006, no sorprendió a los sandinistas pues durante toda la etapa neoliberal posterior a la pérdida del poder revolucionario en 1990, habían luchado y hecho muchos sacrificios para hacer realidad esa nueva oportunidad para un gobierno del FSLN.
A los que si desconcertó fue a las élites oligárquicas, a la burguesía neo- somocista y a algunos sectores antisandinistas de la población nicaragüense, ya no digamos a los yanquis y sus lacayos.
En realidad fue una victoria muy difícil tomando en cuenta el desgaste del FSLN ocasionado, a lo interno, por la traición de antiguos militantes y cuadros de la organización y por un ominoso entorno político, económico e ideológico signado por una campaña implacable de odio y mentiras, la imposición exógena del neoliberalismo y todo el estropicio socio-económico y antipopular que este modelo de “desarrollo” implica. Sin embargo, el Comandante Daniel y el FSLN con el apoyo del generoso pueblo nicaragüense, lograron salir victoriosos una vez más. Pero, esto había sido sólo “la parte fácil”.
Doscientos años de vida republicana no crearon progreso inclusivo para la nación.
Casi una treintena de guerras (la mayoría civiles), varias dictaduras, decenas de golpes de Estado y revueltas, la lucha contra tres Imperios y sobre todo el sojuzgamiento del país a las elites heredadas del poder colonial y posteriormente aupadas por los gringos, amamantaron a un Estado hipertrófico, inútil para los fines del desarrollo socioeconómico eficaz y el bienestar de la mayoría ciudadana, pero a la medida de sus saqueadores.
La gran esperanza del pueblo, la Revolución popular sandinista de la década de los ochenta, sus conquistas y sueños fueron (casi completamente) liquidadas por tres gobiernos neoliberales (tan funestos como inútiles y corruptos) en diez y seis años, que nos parecieron toda una eternidad.
Entonces, en el 2006 había que comenzar casi desde tabla rasa con un exiguo presupuesto, mucha voluntad, tomando como guía el Programa Histórico de 1969 del FSLN y los Planes nacionales de desarrollo humano, acordes con las necesidades urgentes y la visión de nación a mediano y largo plazo.
El gobierno sandinista sabe que una carretera es más que “un camino ancho pavimentada por donde circulan vehículos”, así como electrificación es más que “llevar electricidad a algún lugar donde antes no había” o educar es más que “el acto de enseñar”.
Las obras de infraestructura y los programas sociales dan contenido y calificación en el tiempo a los buenos gobiernos. Son los hechos los que marcan diferencias.
Una carretera, la electrificación urbana y rural, el alcantarillado y agua potable, la ampliación de la educación, los hospitales y la salud pública y gratuita de calidad, la comunicación a todo nivel, son posibilitadores de desarrollo y sobre todo crean igualdad, restituyen derechos conculcados a poblaciones e individuos olvidados o marginados durante siglos del progreso social y la Justicia.
Pero para que estas obras sean realidades tangibles y funcionales es necesario, en primer lugar voluntad de hacerlas, honradez, recursos financieros y humanos, planificación, trabajo arduo, amor y compromiso con el pueblo y el país.
Volvamos al ejemplo de la carretera. Es una obra ingenieril mayor que exige para su construcción muchos recursos (por lo menos un millón de dólares por kilómetros lineal) que hay que buscar y contratar; mano de obra y equipos especializados, un período de muchos meses (a veces años) para su completamiento.
Para que cumpla con su cometido, tendrá que tener puentes, obras hidráulicas, andenes, carreteras secundarias en buen estado, etc.
Tal vez por todo lo anterior, el último gran proyecto vial (antes de los 2,546 kilómetros de carreteras pavimentadas construidos por el actual gobierno sandinista), fue realizado en el país treinta años atrás.
Las carreteras posibilitan el tendido eléctrico de alta tensión que a su vez hará posible la red domiciliar en pequeñas y grandes comunidades, facilitará los proyectos de agua potable y residuales, dará chance a construir antenas de comunicación electrónica, hará posible que el transporte de pasajeros y mercadería fluya con eficiencia lo que empujará el comercio, el abastecimiento y estos, la necesidad de producir más bienes de consumo y estos a su vez exigirán la ampliación de los bienes de producción, necesitando más mano de obra y profesionales, para lo cual serán necesarias más escuelas, institutos y universidades.
Crecerán los caseríos en pueblos y estos en ciudades y las ciudades aumentaran su población y necesitarán más hospitales, centros de salud, médicos, enfermeras y personal, aumentarán la necesidad de servicios y esto posibilitara los emprendimientos productivos y comerciales.
Se distribuirá la población del país y se asimilaran las regiones antes olvidadas, integrándose a la Economía nacional, aumentando la riqueza del país y el bienestar de las familias,…
Pero la electrificación nacional necesita de mayor generación de energía y como las maquinas que la producen se mueven con hidrocarburos, hay que invertir en generación limpia y barata y pensar en la distribución hasta el último rincón del país y también para atraer inversión extranjera, promover la adquisición de nuevas tecnología hacia nuestra economía desde el extranjero, asimilarlas y crear desde acá, nuestra propia base tecno- científica, para lo cual es primordial invertir en educación de calidad y eso pasa por infraestructura educativa, maestros calificados, laboratorios científicos de primer nivel, altos estudios de postgrados y doctorados y una Juventud deseosa de aportar y vivir bien.
A primera vista, pareciera imposible para un país empobrecido como el nuestro, pero el FSLN es terco y le gustan los retos “imposibles”.
Porque además, no debemos endeudar tanto al país y todo esto debe de ser asequible, estar en función de los que antes fueron excluidos por las élites y para eso hay que crear un sector público fuerte y amplio, nacionalizar y cuidar todos los recursos naturales, democratizar la tenencia de la tierra, contar con un sector privado que si no es patriótico, pues lo obligaremos por medio de las leyes a respetar a la patria, pero que siempre lo importante son y serán los intereses de todos los ciudadanos.
El Ser Humano en el centro de todo.
Como les gusta decir a algunos compañeros religiosos, “la buena nueva”, es que todo esto ya la Revolución lo empezó hace mucho, ahora el gobierno del Comandante Daniel con su visión estratégica y humanística lo va profundizando.
Nada mal "para ser un simple bachiller"!
Sobre esta ruta virtuosa llegamos al Sistema de Salud Púbica de Nicaragua:
Rehabilitar y equipar una red nacional de 73 hospitales (entre ellos casi una veintena de complejos hospitalarios totalmente nuevos), cerca de 150 centros de salud, mil trecientos y tantos puestos de salud diseminados por toda la geografía nacional, además de otros establecimientos de servicios a todo nivel, ha posibilitado la existencia de una robusta infraestructura de salud pública y gratuita.
Sumémosle a esto, la infraestructura hospitalaria propia y contratada por el INSS y la preocupación proactiva por parte de las autoridades de aumentar cuantitativa y cualitativamente al personal médico, paramédico, auxiliar, administrativo, académico y científico (pues en realidad ellos son el corazón de este Sistema) dotándolo de la tecnología y procedimientos de clase mundial, siempre sin costo monetario para la población.
Pero, ¡Ojo! Pues esta cuantiosa inversión de recursos financieros y humanos no garantiza nada sin una filosofía de servicio basada (además de la gratuidad, universalidad y calidad) en un modelo de atención preventivo y comunitario, donde la participación de la población voluntaria y organizada apuntala al Sistema de Salud nicaragüense, garantizando efectividad en todo los sentidos.
No tenemos los recursos- por ejemplo- de gringolandia que destinó un poco más de 124 mil millones de dólares de su Presupuesto nacional (por ahí de 14 % y sencillo del PIB del país, es decir uno 9 mil dólares per cápita en el 2018)) al rubro de Salud pública que gerencia la mayor industria publica químico-farmacéutica y de investigación científica biomédica del mundo, ocupando por muchos años el primer lugar en capacidad de respuesta médica a nivel global en las estadísticas de la OMS.
Sin embargo, al igual que hace cien años (cuando murieron entre setecientos mil y un millón de ciudadanos gringos por la pandemia de la influenza “española”, originada en territorio gringo), el Sistema de salud gringo ha colapsado médica y organizacionalmente ante la nueva pandemia que hoy azota al mundo.
Cada vez está más claro que esta desgracia para el pueblo estadounidense se origina en un “pequeño” detalle: Su Sistema mixto de salud es engañoso, porque privilegia a su componente rapaz de empresas privadas en el ramo de la salud, que se aprovecha de los recursos de investigación e inversión del Estado para esquilmar a sus “clientes” que son, en su mayoría, funcionarios, trabajadores de la “clase media” haciendo de la salud pública el negocio interno más lucrativo de los Estados Unidos.
Al mismo tiempo, el Estado no es capaz de ofrecer cobertura de salud a todos los empleados públicos, veteranos de guerra, ancianos, pobres, etc.), dejando desprotegidos y fuera de ambos sistemas a más de cincuenta millones de ciudadanos, en un país donde ni la salud pública es gratuita para sus usuarios.
Como vemos, a pesar de las asimetrías y evidentes desproporcionalidades con los presupuestos nacionales (especialmente en Salud) de los países ricos y poderosos, el Estado nicaragüense sorteando dificultades construye y dá cobertura gratuita a casi la totalidad de la población (una pequeña parte compra servicios privados) ya sea a través del Seguro Social (que se rige por un principio de solidaridad y no de lucro) o del Sistema de salud pública a través del MINSA, previniendo, cuidando y recuperando la salud de todos los ciudadanos, sobre todo en eventos tan complejos y de gran responsabilidad como las crisis de salubridad pública originadas por epidemias o pandemias, como es el caso de esta emergencia mundial ocasionada por la pandemia del virus covit-19.
¿Estamos claros?