Nota: Este pequeño ensayo lo escribí casi una década atrás, con un propósito más conversacional que histórico o analítico. Luego de tanto tiempo hay suficiente información posterior para recalibrar y rectificar ciertos datos, comentarios y observaciones sin embargo, acá se los entrego tal como fue escrito. (EM).
Este título por dramático que parezca, no está emparentado con el morbo de ninguna novela negra, la nota roja de cualquier diario latinoamericano, ni ha sido extraído de los archivos policiales de algún distrito policial de Managua.
Son las interrogantes obligadas que las Instancias oficiales de investigación normalmente se plantean para resolver la muerte de alguna a petición de parte o de oficio.
Sin abandonar la seriedad que el caso requiere, aquí trataremos de usar esta técnica policial para encontrar luces que nos guíen a esclarecer la extraña muerte de una gran nación, que aún nos sigue haciendo falta: La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS.)
Siguiendo este símil de investigación de las probables causas de la muerte de un ser humano en circunstancias extrañas, al igual que los criminalistas en la fresca escena de los hechos, nos planteamos las mismas preguntas básicas que regulan la praxis policial: ¿Quién se beneficia con su muerte?
¿Tenía enemigos el difunto?, ¿Gozaba de salud y vivía sanamente?, ¿Tenía deudas, vicios, o fortuna que heredar?
Hay algunas muertes (inducidas o no) cuyas causas hay que buscarlas en el pasado remoto del difunto, pero para los técnicos forense-policiales, sólo sus últimas horas de vida son objeto de interés práctico, conducente a encontrar al o los culpables.
Fieles a este patrón, descartemos entonces las dos turbulentas décadas de purgas, exilios, kátorgas y exclusiones a que Stalin sometió al pueblo soviético, antes de la Gran Guerra Patria, “el daño colateral” infligido al Estado (en vidas humanas y recursos naturales) durante la construcción de las bases materiales del Socialismo, la devastación producida por la conflagración misma y la costosísima reconstrucción de postguerra y centrémonos en su historia post-bélica.
LA GUERRA FRIA Y LA CARRERA ARMAMENTISTA
Esta guerra silente e incruenta entre los Estados Unidos y la Unión Soviética (aunque espantosamente destructiva y “caliente” en el campo de batalla en que se transformó el llamado “Tercer Mundo”, donde cientos de conflictos “menores” fueron patrocinados por ambas súper-potencias), está dentro del principal círculo de sospechosos de la prematura muerte de la URSS.
La “doctrina de contención” adelantada en el famoso “telegrama largo” de Kennan y apuntalada con la “doctrina Truman” ya en 1947, son el acta oficial de nacimiento de la más costosa guerra (en términos financieros) que dos países han librado jamás y que a la postre, resultó funesta para el gran país de los soviets. Sabiendo que “el aislamiento conduciría al estancamiento”, la URSS jugó el juego del enemigo respondiendo casi idénticamente a las iniciativas de los Estados Unidos:
Creó en Europa un poderoso bloque de países afines, una alianza militar (Pacto de Varsovia), una organización de integración económica (Consejo de Ayuda Mutua Económica, CAME), una red de amigos de reciente descolonización en el Tercer Mundo, todos ellos financiados por décadas, con el erario del gran país líder del mundo socialista de entonces.
Financió sus estudio académicos (civiles y militares) a cientos de miles jóvenes provenientes del campo aliado y el Tercer Mundo, aunque a diferencia de su enemigo capitalista, de manera gratuita y solidaria.
Pero además cargó con el peso del avituallamiento (abierta o encubiertamente) de cientos de guerras locales contra el enemigo imperialista, soportó el peso de las débiles y asimétricas economías de sus aliados y aspirantes a serlo, gastó miles de millones de divisas en espionaje exterior, etc.
Todas causas muy justas acordes al principio del internacionalismo proletario, la solidaridad internacional y la propia seguridad nacional, que a su vez perseguían la creación de un amplio espectro geopolítico de influencia que ayudara al país de los soviets a luchar y vencer en la guerra a muerte contra el enemigo imperialista yanqui.
Pero que a largo plazo esta enorme carga resultó nociva y extremadamente pesada para su propio desarrollo.
Acordémonos que mucha de esta ayuda fue malversada por algunos caudillos y burocracias corruptas o sirvió para fortalecer a futuros adversarios, como sucedió en algunos países africanos, árabes o centro-asiáticos.
La URSS contestó todo guantazo a la cara: Doctrina contra doctrina (recordemos la doctrina Brezhnev), guerra con guerra, invasión con invasión, bloqueo con bloqueo, base con base, locura con locura, escupitajo con escupitajo.
Muchos rublos y soldados tirados a la basura y llevados a la tumba. El epítome de esta política contestataria de la URSS (magistralmente aprovechada por su acérrimo enemigo), llegó al incubar en sus fronteras asiáticas, “su propio Vietnam”: La intervención militar en Afganistán y la consabida derrota de sus mejores tropas.
Luego de una década, esta costosísima guerra no sólo desangró a las débiles finanzas del gran país, sino que trajo desmoralización y descontento entre los militares y una sociedad, acostumbrados (por su glorioso pasado) a celebrar paradas de victoria en su Plaza Roja. En el plano internacional este conflicto bélico generó una propaganda adversa por parte de la maquinaria mediática enemiga, etiquetando a la URSS como país agresor e imperialista.
Para librar una guerra y pretender ganarla se necesitan medios y armas, las mejores, es decir las más caras. Este un principio muy difundido desde el inicio de los conflictos humanos. Los líderes soviéticos lo llevaron al límite.
El Bloque imperialista obligó a la URSS a participar con los pies descalzos en la más desenfrenada y feroz carrera armamentista que la humanidad haya visto: Desde simples granadas de mano hasta los artilugios supremos de la “guerra de las Galaxias”.
Las más confiables armas de infantería y artillería, aviones supersónicos y bombarderos estratégicos, barcos de superficie y submarinos atómicos, misiles intercontinentales estratégicos de múltiples ojivas nucleares, cohetes tácticos y de mediano alcance, armas inteligentes, satélites espías, escudos militares espaciales, además del desarrollo de toda una industria militar espacial y la frecuente puesta en órbita de costosísimos misiones, incluyendo la primera estación orbital, habitada por el hombre, en el Espacio sideral.
Pero mientras los Estados Unidos y sus aliados se garantizaron un mercado rentable para sus armas y tecnologías conexas transferidas oportunamente a la industria civil (integrando así el complejo militar con la industria civil), la URSS las proveía casi gratuitamente a sus camaradas y las novedades tecnológicas las guardaba bajo el candado del secreto militar.
Esto obligó al Estado a fabricar centralizadamente, hasta las tachuelas para las botas de los soldados, acarreando un gratuito desgaste a la industria, mientras los hogares soviéticos carecían de bienes básicos.
Era impensable, por ejemplo, la adquisición de un horno de micro-ondas, cuando estos funcionaban bajo el mismo principio físico de los radares de localización temprana, fabricados masivamente en la URSS.
Si bien es cierto que la defensa del Socialismo exigía justificadamente inversión en armamento, una gran parte de los programas militares estaban destinados a servir a los objetivos de propagandizar “la superioridad del Sistema socialista”.
Es importante también señalar que la industria militar soviética depredó (y a veces inutilizó) grandes zonas productivas del extenso país: Nueva Zembla y otras zonas del Ártico, el Lejano Oriente, Siberia, Los Urales, Carelia, las áreas fronterizas, etc., a causa de pruebas subterráneas y al aire libre de artefactos termonucleares, la minería de Uranio, los depósitos de chatarra radioactiva. Zonas de vocación agrícola excluidas de la producción por asuntos de seguridad nacional, la prevalencia de lo militar sobre lo civil. Todo para atender la siempre urgente y voraz carrera armamentista, que al final condujo al país a la nada.
En resumen podemos decir que a la larga, la estrategia de desgaste rindió excelentes resultados a los norteamericanos, ante un contrincante, que conscientemente o no, al final terminó por deglutir la píldora envenenada que resultó ser la carrera armamentista. Ingentes recursos fueron drenados del presupuesto nacional hacia gastos de Defensa (Brezhnev destinó anualmente más del 5 % del PIB de la URSS para tal propósito, aunque algunos historiadores aseguran que las cifras reales se acercaron hasta el 25%- 28%). Al final, la Unión Soviética no fue aislada, pero si extinguida.
LA ECONOMIA
Saltando sobre las obvias diferencias entre la economía de mercado dominante en Occidente y la economía socialista practicada en la URSS, solo podemos encontrar una similitud: Ambas persiguen la consolidación y desarrollo de su propio modelo político, ideológico y social, pero también ambas, para sobrevivir, deben de regirse por un patrón supremo: La efectividad en la gestión. Y aquí es donde cojeaba el sistema económico soviético, que más que seguir los postulados marxistas, parecía ser erráticamente gobernado por un paradigma propio y confuso.
Ateniéndonos a la justicia, debemos reconocer que la gestión económica soviética, obligada por sus propias circunstancias y las impuestas por su entorno hostil, nunca dejó de ser una economía de guerra. Pero también es necesario decir que la autoridades correspondientes fueron incapaces de superar una larga lista de fallas y debilidades: Dispersión de recursos por motivos políticos; tendencia de la alta dirigencia a los proyectos faraónicos y los grandes elefantes blancos de poco impacto socioeconómico (pero con gran despilfarro de recursos); la incapacidad de convertir a la agricultura estatal y cooperativa en pivote para alcanzar la autosuficiencia alimentaria (mucho menos capacidad agro exportadora); un sector rural poco motivado ante la incertidumbre de la tenencia de la tierra; la bajísima calidad de equipos, maquinarias y artículos de consumo masivo, causantes de la baja productividad y el callado descontento social; la ya famosa indisciplina laboral y escasa productividad de los trabajadores soviéticos y la rigidez de los planes quinquenales ante los fenómenos económicos impredecibles, hasta para una economía altamente planificada. Todo lo cual se convertiría en perfecto caldo de cultivo para futuras crisis y conflictos.
Es necesario tomar en cuenta la incapacidad del Estado en promover la diversificación de productos de exportación y la consecuente diversificación de los mercados externos, pues hasta las economías planificadas necesitan exportar para crecer.
La URSS siempre fue un exportador extractivista, de materias primas con énfasis en el gas natural y el petróleo que aún hoy ocupa un tercio de las exportaciones totales de Rusia.
Por eso la URSS fue tan vulnerable a los dumpings y boicots que contra el país hizo repetidamente Occidente. Tomemos como ejemplo la caída de los precios del petróleo, inducida por un ofensiva plan de Estados Unidos en 1998, que sumió a la URSS en una severa crisis financiera, de la que ya no se recuperaría.
Es en este contexto que a los árabes se les ordenó extraer tanto petróleo que hicieron caer los precios internacionales y la URSS, aun agotando algunos campos petrolíferos como el de Samatlor, no logrando alcanzar sus niveles previos de captación de divisas.
A lo anterior debemos agregarle los problemas en la producción agrícola arriba mencionados, que sumieron por décadas al país en serios dificultades para autoabastecerse de cereales, teniendo que destinarse grandes partidas del presupuesto a la importación de los mismos desde Occidente. Millones de hectáreas en Kazajstán, Ucrania y Siberia Occidental fueron sumadas a la producción agrícola en los años Sesentas, sin que esto se tradujera en mejoras cuantitativas en la producción de granos.
Todo por falta de transferencias de tecnologías modernas (bio y fito-genética, técnicas de cultivo, control de plagas, etc.), un parque agroindustrial obsoleto y la ya mencionada baja productividad laboral, los discursos y resoluciones que al respecto se hizo en varios Congresos del PCUS, no sirvieron de mucho.
El desastre nuclear de Chernóbil complicó más la situación pues, en primer lugar, consumió importantes recursos para su mitigación, luego redujo la capacidad de producción energética del país y por último, inutilizó a grandes zonas productivas al ser puestas en cuarentena.
La pérdida de prestigio de la industria atómica soviética no es cuantificable, pero también causó un severo daño al país.
Entendiendo que el mayor lastre en la economía soviética lo constituyó el gigantesco gasto militar que llegó a devorar, según investigadores rusos contemporáneos, hasta el 28 % del presupuesto nacional (incluyendo el programa espacial, el financiamiento a los órganos de seguridad y las partidas secretas para asuntos militares y conexos, que son comunes en todos los grandes países), las estadísticas del desempeño económico, así como los principales indicadores de desarrollo social oficiales (los guarismos reales siempre fueron un secreto de Estado), permiten inferir que la economía soviética no logró recuperar el paso arrollador anterior a la Gran Guerra Patria, estancándose y desbalanceándose, pese a las ventajas de su planificación y centralización.
A pesar de todo, en la Rusia contemporánea (el pedazo más grande de territorio de lo que un día fue la URSS ), todavía es muy común recordar el periodo de L. Brezhnev como el de más alto desarrollo económico de TODOS los ciudadanos soviéticos, pues a pesar del florecimiento de una casta de millonarios la economía rusa, hoy por hoy, es una economía de servicios (más del 50 % del PIB ) que opera sobre la base de la infraestructura productiva de aquellos años(Incluyendo la producción de Energía, la Industria Pesada y el Transporte público ). El desarrollo ha priorizado las regiones tradicionalmente industriales del país y su lista de rubros de exportación se ha encogido notablemente. Decimos todo esto para encuadrar la economía soviética en un ámbito de claro-oscuros que nos dé pistas para resolver la prematura defunción del gran Estado multiétnico.
LA CIUDADANIA (FACTORES SOCIALES)
Revisando la historia de la URSS, es fácil reconocer que tanto en la Sociedad como en el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), siempre hubo disidencias.
El celo político motivó masivas deportaciones, kátorgas, la creación del sistema de prisiones en lugares remotos (GULAKS) y las famosos “purgas”, que privaron al país de la crema y nata de la Intelectualidad, la Ciencia y del alto mando de las Fuerzas Armadas, todo lo cual puso en duda el respeto de las autoridades soviéticas a los Derechos Humanos.
Paradójicamente, todo lo arriba descrito fue aparentemente aceptado por el resto de la ciudadanía (quizá ante las urgencias de la construcción de las bases del Socialismo, la Gran Guerra Patria o simplemente por miedo), sin embargo, de manera soterrada la inconformidad calaba hondamente en la ciudadanía. Este silencioso malestar social, a falta de líderes que pudieran encausarlo positivamente, terminó manifestándose en apatía y alejamiento ante su propia realidad social.
Como veíamos en el acápite anterior, los males acarreados por una economía estancada, carente de medios de producción modernos y eficaces (tecnologías de informática, comunicaciones, automatización y robótica; parque industrial obsoleto, falta de transferencia tecnológica y organización eficaz del trabajo, etc. ) y la poca o nula motivación de los trabajadores y cuadros gerenciales en elevar la productividad del trabajo y la calidad de los productos (los otrora movilizadores eslóganes revolucionarios fueron perdiendo efectividad y por otro lado, en el Socialismo no existen las amenazas del despido y el desempleo), la Sociedad fue transitando por una espiral perversa, que desembocó en un comportamiento colectivo apático y de adopción de vicios morales y éticos como el alcoholismo, el soborno, el oportunismo y la indisciplina a todo nivel.
Afuera de la URSS, el mundo capitalista se recuperaba lentamente de la primera crisis petrolera de los setentas y se reinventaba en un sistema de menos regulación estatal, dando paso al Neoliberalismo, que de algún modo se transfirió a la esfera social (estimulado por la revolución de la informática y las comunicaciones, hoy llamadas TIC´ s), creando la ILUSION de más libertad individual y justeza del modelo. Entre tanto, los ciudadanos soviéticos continuaban al margen de estas nuevas tecnologías inclusivas, a causa de la rigidez y desconfianza de sus autoridades. Las primeras brisas de la Globalización pasaban de largo.
El llamado periodo de Estancamiento abarcó todos los ámbitos de la URSS, sin embargo, fueron los artistas y personalidades de los círculos científicos los que jugaron un rol, aunque tímido, muy importante en denunciar la inexorable marcha hacia el caos que había tomado el país.
Pese al severo control estatal, en las últimas décadas las películas de A. Tarkovski, la música de V. Visotsky, “Mashina Vremeny”, la prosa y poesía de A. Solzhenitsin, A. Siniavsky, I. Brodsky, Y. Trifonov y las voces disidentes de los prominentes científicos A. Sajarov, Y. Orlov, entre muchos artistas y personalidades, fueron permeando algunas capas de una sociedad extremadamente permisiva para con los excesos de sus autoridades.
Hay que mencionar también el callado malestar causado por el desangramiento de la juventud reclutada para combatir en una guerra, un tanto impopular entre la ciudadanía soviética, como fue la guerra en contra los “muyahidines” afganos “a petición” del gobierno de ese país centro-asiático.
Todo esto no escaló en la creación de un masivo movimiento social contra el statu quo, pese a los miles de millones de dólares gastados por las comunidades de inteligencia occidental (especialmente la CIA) y las fundaciones anticomunistas que ya empezaban a hacerse notar en el financiamiento a personalidades, grupos semi-clandestinos a lo interno del llamado Campo socialista, pero a nivel individual, los ciudadanos dejaron de interesarse en la defensa activa del Sistema, tal como lo demostró su pasividad en la primera etapa de la “Revolución desde arriba” iniciada por Gorbachov.
No fue hasta cinco años después de iniciada la Perestroika, que cautelosamente las “masas” fueron tomando participación (ya con el descarado financiamiento e intromisión de los gringos y de la Unión Europea) en los vertiginosos acontecimientos que culminaron con la desaparición de su país.
Hay que aclarar que la claque multimillonaria y mafiosa, que oportunistamente se ha adueñado de la riqueza nacional, al igual que la legión de organizaciones sociales, gremiales, profesionales, de género, ONG y partidos políticos antisoviéticos que hoy coexisten en los países que un día formaron la Unión Soviética, ninguno de ellos tuvo participación en aquellos acontecimientos, pues aún no existían.
Si de algo, entonces, podemos acusar a las ciudadanos del gigante euroasiático de entonces, es de haber jugado un rol pasivo, acostumbrado por décadas a ser espectador del exclusivo juego político de sus dirigentes.
LA LUCHA POR EL PODER POLITICO
Si realmente pensamos en el más extremo de los entornos para la sobrevivencia humana debemos tener en cuenta, en primer lugar, al tinglado de la política de cualquier tiempo y cualquier país.
En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas la política respondía (teóricamente) a los postulados marxista-leninistas de que estipulan que en el Socialismo el poder es ejercido por el pueblo, por los obreros y campesinos. Sin embargo, es necesario decir que desde que Stalin se hizo del control del Partido a mediados de los años veinte, está siempre estuvo en manos de un reducido grupo de personajes, que al igual que en todos los países del mundo capitalista, tomaban las decisiones estratégicas, concernientes al Estado y la Sociedad.
Pero si en estos países la élite dirigente la conforman oscuros grupos de presión, lobistas; cúpulas empresariales, militares de los órganos de seguridad, el poder mediático y por último, la burocracia partidaria, pues en la URSS el poder político estaba férreamente centralizado en el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y más concretamente, en su geriátrico Politburó del Comité Central y el todopoderoso Secretario General que, obviamente, corrompieron y utilizaron a su favor el verdadero papel vanguardizante del Partido Comunista.
Muchos opinan (según los resultados finales, equivocadamente) que precisamente este control vertical y omnipresente del poder político mantuvo cohesionado y funcional al país, por más de siete décadas, en la cima compartida del Poder Político mundial.
Los excesos en la voluntariosa aplicación del marxismo en la URSS obligaron en tres ocasiones a su liderazgo (al parecer consientes del rumbo de colisión por el que ya transitaba el país), a tratar de “corregir el rumbo”: Lenin con la NEP, Jrushchov con la desestalinización y Política de Deshielo y por último, la Perestroika de Gorbachov que, a la postre, resultó mortal.
Detengámonos en la era post-estalinista.
La Unión Soviética, luego de la muerte del gran autócrata en que devino Stalin, intentó “exorcizar” al Socialismo soviético “de los males” que lo conducían al descarrilamiento económico, el caos social y el descrédito internacional .Sin embargo las medidas tomadas en el XX Congreso del PCUS (Incluyendo la lectura del famoso “Informe secreto”, la separación del poder de los más notorios cómplices del estalinismo; el inicio de reformas en la agricultura, la industria, la educación, la dirección de la economía y la política exterior; la rehabilitación póstuma de víctimas inocentes; la apertura a ciertas políticas liberales en cuanto a libertades civiles, el arte y la literatura, etc.), no cambiaron sustancialmente el rumbo del país, ni mejoraron la calidad de vida de la población.
Las causas podemos encontrarlas en el bien intencionado aunque errático y voluntarista proceder de Jrushchov; la reanudación de una soterrada lucha por el poder palaciego; una economía endeble asfixiada por la carrera armamentista, el programa espacial y la deficitaria producción de alimentos; pero sobre todo porque la cúpula nunca estuvo verdaderamente comprometida con los cambios y pronto obligó al Secretario general a “retirar el pie del acelerador”.
El PCUS fue el verdadero aglutinante de la URSS, la razón de ser de un súper conglomerado de pueblos y culturas disimiles, que cuando recuperó su poder, esquilmado por más de tres décadas por Stalin y el culto a su personalidad, los ciudadanos también recuperaron la esperanza en el Socialismo, para muy pronto caer nuevamente en la catalepsia social y el estancamiento económico.
Los primeros años de la “Era Jrushchov” sin duda, fue lo más cerca que la URSS estuvo de reinventar su sistema político con libertad y justicia dentro del Sistema socialista.
Fue una fugaz época de aperturas y menos restricciones. Brezhnev, en cambio, paulatinamente retornó a los viejos esquemas de mando y aunque entonces los soviéticos vivieron años de relativa estabilidad y en la arena mundial, la URSS se posesionó como súper-potencia militar, el círculo volvió a cerrarse. El estancamiento había llegado.
La decadente y enferma gerontocracia del Politburó llegó a su fin cuando un simpático y anodino ex ministro de agricultura arribó a la silla principal del Kremlin: Mijaíl S. Gorbachov, quien trató de reformar al país y al sistema, obviamente, sin ningún plan. Dicen algunos historiadores norteamericanos que Niñita Jrushchov “abrió las ventanas de la Unión Soviética para dejar penetrar las brisas refrescantes de la renovación”, pues entonces Gorbachov abrió las puertas, de par en par, para que entrara el huracán del Capitalismo a su país.
Los grandes problemas que atravesaba el país, realmente necesitaban un golpe de timón, puesto que la URSS estaba al límite de sus posibilidades principalmente por la estrategia de desgaste impuesta por sus enemigos y por los propios errores en la administración del Sistema por parte de la clase política.
Sin embargo lanzarse a cambiar la filosofía y la praxis del Estado con “políticas” poco claras como el “Nuevo pensamiento Político” (Новое политическое мышление) en las relaciones Internacionales, cuando sus enemigos no estaban dispuestos a dar a cambio ninguna concesión en ese campo; la “Transparencia” (Glasnost) y la “Reestructuración” (Perestroika) a lo interno, en un escenario minado de nacionalismos reprimidos y ambiciones políticas y que hubiera requerido más habilidad, tacto, planificación y consenso para lograr algún resultado sin claudicar ante el Capitalismo. Mucha osadía o mucha torpeza. El reformador se convirtió en el liquidador del país.
El XXVII congreso del PCUS (el último de su historia) fue la tribuna donde su Secretario General inició un torbellino de sucesos que culminaron con la disolución del propio PCUS y un poco más tarde, de la Unión Soviética. Las resoluciones de este Congreso despertaron el ultranacionalismo agazapado en varias Repúblicas de la Unión, sobre todas en aquellas no-eslavas y de más reciente anexión y alentaron a las llamadas “fuerzas centrifugas” en todo el Este europeo. Pero lo más sorprendente fue que los mayores instigadores de la disolución de la URSS resultaron ser los más altos cargos del poder soviético (todos miembros de la nomenclatura del PCUS) de la Federación Rusa, con Boris Yeltsin a la cabeza.
Este personaje (dando el mayor ejemplo de oportunismo y canibalismo político contemporáneo), aprovechó a un débil y permisivo contrincante, galvanizando y dirigiendo a las más oscuras fuerzas antisoviéticas en la tarea de destruir, en pocos meses, una monumental obra que llevo décadas en ser construida.
LAS CUPULAS DE LAS FUERZAS ARMADAS Y LOS ORGANOS DE SEGURIDAD
A diferencia de otros países, las Fuerzas Armadas soviéticas se mezclaban muy poco en la política cotidiana de la nación, pero a la hora de las grandes decisiones de Estado o los “golpes de mano” entre la cúpula dirigencial, era necesario contar con el tácito apoyo de los cuerpos armados.
Sin embargo, este distanciamiento prudente de las FF AA de la política en la URSS, nunca fue practicado por la dirigencia de los órganos de seguridad del Estado, principalmente del Comité Estatal de Seguridad o KGB, que no sólo planificaba y dirigía, sino ejecutaba tal o cual operación de carácter política o punitiva en contra o a favor de grupos o individuos, según sus propios intereses y los de las élites de poder al mando.
Así, participó en la deposición y hasta el aniquilamiento físico de muchos dirigentes caídos en desgracia, ganándose el odio o al menos el temor de gran parte de la población, a diferencia de la FF AA que eran percibidas por el ciudadano común con una aureola de héroes por sus servicios prestados a la patria y su permanente disposición a la defensa de la misma.
Ambas cúpulas gozaron de muchos privilegios aunque era más frecuente que los altos miembros de los órganos de seguridad llegaran a incursionar en política partidaria activa, inclusive hasta sus más altas esferas. Así, el binomio aparatchik-chekista, era natural en todos los niveles del poder político. Hay que decir, sin embargo, que los miembros del Partido siempre fueron preponderantes, aunque sus juicios y decisiones estuvieron siempre basadas en las vitales informaciones de la KGB.
En la primera etapa conducente a la desintegración de la URSS, las FF AA fueron ignoradas completamente. Cargando con la humillación de la derrota (más política que militar), en las cordilleras afganas y la tácita inculpación de derrochar el presupuesto nacional para cubrir gastos militares, fueron excluidos por Gorbachov a la hora de negociar los asimétricos tratados de reducción de arsenales nucleares con los Estados Unidos y la toma de decisiones estratégicas, como el recorte de la cantidad de tropas en Europa, la disminución de la asistencia militar a los aliados y la drástica reducción del mismo Ejército soviético.
Ni hablar de la toma de decisiones en asuntos claves de carácter político, concernientes a la existencia misma de la URSS como país. En cambio, la KGB adquirió más poder al ser incorporados un creciente número de sus miembros a tareas de Políticas de Estado.
Fue desafortunado y triste el papel que altos miembros de las FF AA y personal de la élite castrense fueron obligados a jugar (tanto por Gorbachov como por Yeltsin), en el dramático desenlace de su enfrentamiento personal, que desembocó en la desintegración del Estado soviético.
El famoso y fallido “golpe de Estado” del 91 contra Gorbachov es hoy interpretado por Occidente y los nuevos jerarcas de los antiguos países que conformaron la URSS, como una traición a la gloriosa historia de las FF AA soviéticas, pero en realidad fue una actuación políticamente ingenua, pero moralmente correcta de un cuerpo militar acostumbrado a actuar firmemente contra los enemigos de su patria. Es interesante observar que mientras cientos de militares fueron purgados por este tímido y primer involucramiento en política de las FF AA (desde la Revolución de Octubre de 1917), la KGB fue “premiada” en casi todos los países resultantes de la disolución de la URSS con altos cargos dirigenciales, incluyendo los máximos, en la Federación Rusa.
EL ULTRA-NACIONALISMO Y LAS LLAMADAS “FUERZAS CENTRIFUGAS”
Desde el Imperio Romano, no había existido jamás una nación que acrisolara a tantos pueblos y etnias (con culturas y credos tan disímiles, lenguas troncalmente ajenas, pero sobre todo, tan alejadas una de otra en escala de desarrollo humano e histórico), hasta antes de surgir la URSS.
Sin embargo, este gran país multinacional (llamado malintencionadamente “Imperio soviético” por sus enemigos) no procuró nunca el sojuzgamiento o la colonización forzosa de sus componentes étnicos o territoriales más débiles, sino que fue creando un poder federativo con iguales deberes y derechos para todos sus miembros, donde contaban principalmente la voluntad popular y el bien común. La diferencia con su predecesor, el Imperio ruso de los Zares, es muy obvia, pues este anexó a su territorio pueblos y naciones mediante la conquista militar o tratados onerosos. La incorporación a la URSS de países y territorios durante y después de la Segunda Guerra Mundial estuvo regida, en primer lugar, por la voluntad del proletariado (no de sus clases dominantes) de esos lugares, en segundo lugar por las necesidades de defensa del país y por último, por la justicia histórica al recobrar territorios arrebatados al país en conflictos pasados.
La incorporación a la URSS de las repúblicas y regiones de Asia central, el Cáucaso y el Pribáltico, fue un proceso diferenciado. Georgia, Azrbaizhan, el Cáucaso Norte, Armenia, Turkmenia, Tadzhikia, Uzbekistán, Kirguizia y Kazajstán se incorporaron en los primeros años del Poder Soviético conducidos por la inercia de haber sido parte del Imperio Ruso (que los conquistó a sangre y fuego) y liberados posteriormente del terror blanco, los “basmachí” locales y la Intervención extranjera, posterior a 1920.
Estas regiones estaban sumidas en el atraso feudal y el peligro constante de guerras tribales o invasiones exógenas. El Centro Imperial solo los requería para la recaudación onerosa de Impuestos y el reclutamiento masivo para engrosar sus ejércitos. Así que la incorporación al nuevo Estado socialista estuvo, por lo general, carente de traumas sociales.
En el Pribáltico (Letonia, Lituania y Estonia) la incorporación fue diferente. Estas antiguas naciones dominadas por férreas élites (de origen teutón, polaco, letón, sueco, noruego, balto y finlandés), lideraban las emergentes economías capitalistas, pre-industriales y latifundistas del sub-continente, compitiendo con sus vecinos nórdicos, eslavos y alemanes e incluso, superaban a algunos de estos (a Rusia, por ejemplo) en nivel de vida y desarrollo.
Estos países no pocas veces enfrentaron militarmente (individualmente o aliadas con otras) a su gran vecino eslavo. Por estas y otras razones de carácter político e ideológico, su integración a la URSS fue más accidentada y fue completada hasta en el inicio o durante la Segunda Guerra Mundial. El carácter tardío y un tanto forzado de esta integración, fue determinante para definir el débil sentido de pertenencia de Estonia, Lituania y Letonia a la Unión Soviética.
Moldavia es un caso especial, pues su incorporación al gran Estado socialista fue realizado en dos tiempos: Una parte, antiguamente llamada Transnítria, se constituyó como república socialista integrante de la URSS, en 1918 y la otra parte de su territorio (Besarabia), hasta en 1940.
Rusia, Ucrania y Bielorrusia, por su identidad eslava, sus lazos históricos y la lucha común contra el Zarismo por la instauración de un Estado de obreros y campesinos, fueron los fundadores originales de la Unión soviética el 28 de diciembre de 1922. Esos lazos también posibilitaron que las secuelas de la guerra civil y la intervención extranjera posterior a la Revolución de Octubre, fueran prontamente mitigadas y la Unión se consolidara. Descontando el elemento étnico-racial, lo mismo sucedió en otras regiones del Lejano Oriente y Siberia, que ya pertenecían al Imperio ruso.
Pese a que las circunstancias, motivaciones y fechas de la integración fueron distintas y a pesar que la URSS fue obligada a defenderse en numerosas guerras y sufrió el ataque feroz de la propaganda occidental, el país se mantuvo unido y funcional, hasta su colapso el 25 de diciembre de 1991.
El arribo de M. Gorbachov a la Secretaria General de PCUS en 1985 y su “Nuevo Pensamiento Político” mediante el cual pretendía renovar a una sociedad estancada, estimuló a que afloraran atávicos y soterrados sentimientos ultra-nacionalistas, no sólo en algunas repúblicas socialistas periféricas, sino en el propio corazón de la URSS: Su capital, Moscú y en toda la Federación Rusa. Sentimientos, prejuicios y rencillas, hábilmente capitalizadas por “lideres” traidores al socialismo.
Bajo las banderas de la “restructuración económica”, la “transparencia administrativa” y la “democratización política”, Gorbachov fue desmontando la nación e incitando tangencialmente a la acción -tal vez sin quererlo- a las famosas “fuerzas centrífugas”. La promulgación de torpes y confusas leyes y decretos “para renovar la Unión” (que a la vez que empobrecieron drásticamente a los ciudadanos y desmovilizaron a los trabajadores), fueron como gasolina sobre la hoguera, como la Ley de Reforma monetaria del 91. Asimismo, la realización de apresurados y manipulados referendos y elecciones a todo nivel, desembocaron en tempranas declaraciones de independencia de facto en varias repúblicas de la Europa soviética y que serían oficializadas, después del último intento restaurador de agosto de 1991.
La confrontación entre Gorbachov y Yeltsin llevó a la creación de dos poderes de- facto, auto-excluyentes: Por un lado la recién estrenada Presidencia de la URSS y por el otro la presidencia de Rusia, que dejaba como un globo sin aire a la primera, pues en la práctica, era imposible la coexistencia de dos poderes centrales. El desastre estaba asegurado en perjuicio del Estado soviético. Alea jacta est.
EL PAPEL DE LOS ESTADOS UNIDOS Y SUS ALIADOS
Aunque nuestro plan investigativo se enmarca sólo en las últimas décadas de la historia de la URSS, es imposible pasar por alto el hecho de que desde el triunfo de la Revolución de Octubre, los Estados Unidos y todas las grandes economías de Europa conspiraron consistentemente y sin reparar en métodos y recursos para aniquilar al país de los Soviets, como Estado y como Sistema alternativo al Capitalismo imperante.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos habían instalado alrededor del mundo 560 bases militares que no fueron desmanteladas al desaparecer el peligro nazi y la amenaza nipona. Antes bien, su número fue incrementándose hasta llegar a 823 (sin incluir las bases en Israel y Turquía y la creación de siete poderosísimas Flotas navales, verdaderas bases móviles de carácter ofensivo) dotándolas de nuevas misiones como la preservación de las rutas comerciales y el control recursos naturales estratégicos, el aseguramiento de su nueva concepción geopolítica y el aislamiento de la Unión Soviética y sus aliados.
Para enfrentar a la “amenaza comunista”, Estados Unidos inspiró y financió la creación de bloques militares (OTAN, SEATO, Pacto de Rio, etc.), de muchísimas organizaciones ,alianzas y programas regionales (Liga árabe, ASSEAN, Etc.), supeditando las necesidades de defensa de estos “aliados”, a su propia doctrina de seguridad nacional.
En las postrimerías de la Guerra Fría, los efectivos militares de los Estados Unidos sobrepasaban los dos millones, sin incluir un millón de operarios civiles en sus bases alrededor del mundo. La sumatoria de sus gastos militares en el año 2,011 (una década después de desaparecido su gran enemigo) arribaba a la astronómica suma de 1,531 mil millones de dólares, mientras la CIA se “tragaba” en el mismo año, la bicoca de 44.000 mil millones de dólares. Los gastos militares de este país equivalen actualmente al 43% del presupuesto militar sumado de todos los países del mundo. Tratemos de imaginar entonces, la cantidad de recursos que fueron destinados a la destrucción del Sistema socialista y la URSS en los años más álgidos de confrontación.
La seguridad nacional gringa fue basada (premeditadamente) en el supuesto de que la existencia de la URSS constituía, per se, el mayor peligro para la sobrevivencia de los Estados Unidos de América. Gracias a esta “teoría” el complejo industrial-militar y los grandes contratistas de las FF AA estadounidenses se enriquecieron ilimitadamente.
Fue creado el NORAD y sus escuadrones de bombarderos estratégicos (que patrullaban ininterrumpidamente la estratósfera soviética) y los demás componentes de su triada ofensiva nuclear (submarinos atómicos y los misiles estratégicos multi-ojivas).
En toda Europa fue plantado un “bosque” de cohetes tácticos de mediano y corto alcance, se modernizaron las bases militares alrededor del mundo y el espionaje se trasladó a los cielos, desde miles de satélites de vigilancia y control orbitando el planeta, enfocando sus poderosas cámaras sobre el territorio de la URSS y sus aliados.
Las periodos presidenciales consecutivos de R. Reagan y G. Bush administraron y capitalizaron con asombro y regocijo, la capitulación voluntaria de la URSS.
Gorbachov, tanto en la ONU como en las cumbres presidenciales de Reikiavik (1986) y Washington (1987), fue entregando el destino de su gran país a su antiguo enemigo: La reducción unilateral (en 500 mil soldados) y armamento convencional del glorioso Ejército Rojo, la retirada de sus divisiones blindadas acantonadas en la RDA, Checoslovaquia y Hungría, la firma de tratados de reducción de armamento estratégico (principalmente vectores de armas nucleares) y la firma de no-proliferación de otros, con obvias desventajas para la URSS y el Pacto de Varsovia.
Tratados, mal negociados, asimétricos y que no contemplaban los arsenales nucleares de los aliados occidentales de Estados Unidos.
En 1983 los Estados Unidos anunciaron su “Iniciativa de Defensa Estratégica” o “Doctrina Reagan”, encaminada a trasladar la carrera armamentista al Espacio exterior y diseñada exclusivamente, al igual que decenas de “doctrinas” militares previas, contra el “oso comunista” rebautizado por Reagan con el nada inocente mote de “el Imperio del mal”.
Cuando Gorbachov arribó al Poder en Moscú y propuso su nuevo modelo de relaciones entre Potencias, el Gobierno gringo, nunca puso en el tapete de las” negociaciones” tal proyecto militar, de obvio carácter ofensivo.
Europa Occidental, durante milenios ha jugado una política dual para con Rusia: Una, motivada por el desprecio y la desconfianza al considerarla culturalmente atrasada y políticamente inestable y otra, inducida por el temor a la fortaleza militar de su vecino euroasiático.
De esta manera Rusia nunca ha sido considerada un verdadero Estado occidental, pero si, un aliado muy útil, confiable, aunque prescindible. Pese a todo, Europa le debe la vida a Rusia al salvarla en repetidas ocasiones de las constantes invasiones de pueblos barbáricos del Norte, del Cáucaso, Turquía y Asia, incluyendo a las hordas mongolas, incluso en los grandes conflictos continentales y ambas guerras mundiales, los rusos (y posteriormente los soviéticos) estuvieron, casi invariablemente, combatiendo a su lado, lo cual no modificó la histórica eslavo-fobia de las clases gobernantes europeas.
En una especie de constante histórica, Europa nunca ocultó su animadversión y odio a la Unión Soviética y al Socialismo triunfante, sin embargo nuevamente fue salvada por las tropas soviéticas de la destrucción y el genocidio de sus pueblos a manos de Hitler y la Alemania nazi.
Sin importar lo anterior, el elemento ideológico a preponderado y Europa durante siete décadas, conspiró constante y consistentemente con su socio mayor (los Estados Unidos) para destruir al Socialismo y a la URSS.
Más de una docena de países europeos y varios países asiáticos fronterizos invadieron militarmente el territorio del naciente Estado bolchevique “para ahogarlo en su cuna”; el vital apoyo a la contrarrevolucionaria Guardia blanca durante la guerra civil, la tardanza premeditada para abrir el segundo frente en Europa y la elaboración, por parte de los “aliados”, de un plan contingente y secreto de ataque contra la URSS (la “Operación impensable” de W. Churchill) en el ínterin de la II Guerra Mundial, son temas de historia militar muy conocidos.
Al término de esta conflagración los Estados europeos “aliados” firmaron el Tratado de Bruselas, la adhesión a la OTAN en 1949 y la autorización a Estados Unidos para la creación de muchísimas bases militares en su territorio (hasta el día de hoy, ha sido creadas 513 bases operativas por toda Europa, sin incluir las de reciente creación en Rumania, Hungría, Polonia, Checoslovaquia y varios países de la ex Unión Soviética).
Y así, Europa se convirtió en una plataforma de ataque a los países del Este y una constante fuente de provocaciones a la URSS.
La RDA y su capital, Berlín siempre estuvieron bajo ataque del espionaje y la propaganda occidental, Turquía fue transformada en el “Porta-aviones insumergible” en el Mar Negro (con 20 bases militares del ejército, la armada y la aviación norteamericana), al igual que Japón y Corea del Sur en el Pacifico. Un cerrojo militar euroasiático instalado por los Estados Unidos para encerrar a la URSS tras sus fronteras.
Europa Occidental, está formada principalmente por un conglomerado de naciones de gran desarrollo económico, pero que cada día ve agotarse irremediablemente sus recursos naturales continentales, principalmente hidrocarburos, materias, primas estratégicas y alimentos.
Es por esto que los lideres continentales siempre han codiciado el potencial energético, las casi inagotables fuentes de materias primas y los campos roturados de su poderoso vecino euroasiático, la lucha seglar por el control del petróleo y gas natural del Cáucaso, los minerales de la Siberia, los fértiles campos de Ucrania, es decir el “espacio vital” necesario para una población que ha depredado sus propios recursos.
En esos factores está la clave para entender la historia de agresiones abiertas o solapadas de Europa en contra de la URSS.
Esto es fácil constatarlo porque aún hoy, después de desaparecida la URSS, Europa y los Estados Unidos siguen cercando con un red de bases militares a Rusia, instalando agresivos “escudos antimisiles” desde todos los ángulos de su geografía, tratando de enfrentarla con sus antiguas naciones hermanas (pese a que las necesidades energéticas del Continente son satisfechas, mayoritariamente, con los hidrocarburos rusos) y nuevamente embarcarla en una carrera armamentista desgastante e inútil.
Asimismo la creación de la Unión Europea ha respondido en parte a la estrategia de enfrentamiento global de Estados Unidos con la URSS y el Socialismo y en parte a sus propias necesidades de Seguridad y defensa continental, al ver reducidas sus posibilidades competitivas en los mercados capitalistas dominados por su socio mayor, después de la Segunda Guerra Mundial que evidencian la competencia capitalista.
Al final la filiación político-ideológica ha preponderado, marcando el alineamiento de Europa en la Guerra Fría en contra de la Unión Soviética.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Hemos investigado a cada uno de los principales sospechosos de causar la muerte súbita de un gran país y la desaparición (temporal) de un aparentemente robusto Sistema socioeconómico, ahora resta encontrar al o los culpables, si la ciencia forense no determina que todo se debió a una muerte natural producto de calladas, pero agresivas afecciones a la salud del hoy difunto.
Podemos decir que las causas primarias de la desintegración de la URSS fueron, en orden de importancia, las siguientes:
1. El debilitamiento del verdadero rol del Partido Comunista de la Unión Soviética y la entronización del caudillismo y el culto a la personalidad.
2. La falta de empoderamiento político real de la clase obrera de los pueblos de la URSS y el socavamiento de la unidad nacional.
3. El estancamiento económico y social.
4. La derrota en la Guerra Fría, producto de errores propios y el asedio permanente del Imperialismo yanqui y sus cómplices.
Las causas secundarias o circunstanciales podrían ser las siguientes:
1. La aplicación por parte de líderes ineptos (coludidos con traidores) de reformas radicales y aventureras que dañaron irreversiblemente el tejido socio-político del sistema. (Quinta columna de la infamia).
5. La pasividad de sus ciudadanos ante el hecho.
6. La falta de liderazgo y beligerancia temprana de las “fuerzas centrípetas” (si acaso las hubo).
Con el PCUS disuelto por decreto, Gorbachov clavó las banderillas y Yeltsin y compañía, hundieron la espada bajo el morro, para complacencia y provecho de aquellos que se apropiaron indebidamente de lo que el Pueblo los puso a administrar.
Ante el cadáver aún tibio de la URSS, los perpetradores cambiaron por acciones en la Bolsa, la riqueza que no les pertenecía y tomaron un atajo de 200 años para salirle adelante al Capitalismo.
Por la importancia histórica y mundial del hecho, por el irreparable daño causado a millones de personas en Europa del Este, Eurasia y decenas de países alrededor del mundo, pero sobre todo, por el daño que la desintegración de la URSS y el Sistema socialista causará a generaciones de ciudadanos que aún no han nacido, este caso no será archivado jamás.