Al ex presidente Santos le dieron el Nobel de Paz porque logró desmovilizar a las FARC y ahora los están exterminando, explica Pablo Beltrán, comandante del Ejército de Liberación Nacional (ELN), uno de los mayores y más antiguos movimientos insurgentes colombianos.
Casi 90 ex guerrilleros de las FARC han sido asesinados y los mismos firmantes de los acuerdos de paz han sido encarcelados y están amenazados de ser entregados a EEUU.
El ELN no se ha desmovilizado y hoy su prioridad es ayudar a la gente a defenderse del paramilitarismo y las operaciones encubiertas del gobierno que están descabezando las organizaciones sociales y políticas opositoras, explica Beltrán en una larga pero interesante entrevista. M. Mestre
Comandante guerrillero del ELN: “Así es la realidad de la guerra en Colombia”
Pablo Beltrán, referente de los Diálogos de Paz, explica en qué situación están las truncadas negociaciones con el Gobierno de Iván Duque.
Muchos se preguntan si la paz en Colombia corre riesgos luego de que las negociaciones entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se truncaran. La pregunta es: ¿cuál paz? Tras haberse firmado el acuerdo entre la Administración de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) —convertidas en partido político tras cerrar el pacto—, situación que le garantizó al entonces presidente la obtención del premio Nobel de la Paz en diciembre del 2016, el conflicto armado entre el Estado y los movimientos guerrilleros no se detuvo, todo ello sin mencionar los daños colaterales del narcotráfico.
A pesar de la desmovilización de aquel grupo insurgente, desde el ámbito revolucionario se sostiene que se habrían violado puntos del tratado y atentado contra la integridad de sus miembros y otros dirigentes sociales. Además, algunas facciones de las ex FARC, disidentes al acuerdo, continuaron operando en territorio colombiano, incluso en la actualidad.
Así las cosas, el movimiento rebelde más importante de Colombia, que todavía no se desintegró, es el ELN, cuyos miembros desarrollan enfrentamientos armados contra el poder político y militar colombiano desde hace más de 53 años. Con este grupo, de ideología marxista, todavía no se logró firmar ningún pacto para pacificar el país, y peor aún: desde que cambió la Administración de la nación se anularon las conversaciones y la cuestión se sigue dirimiendo a balazos.
Meses atrás, los denominados Diálogos de Paz se desarrollaban en la localidad de Cashapamba, a una hora de Quito, la capital de Ecuador. Sin embargo, los secuestros de tres periodistas ecuatorianos —luego asesinados— en la frontera compartida con Colombia, sumado a una pareja retenida ilegalmente, aumentó la tensión y el presidente local, Lenín Moreno, decidió suspender las negociaciones en su territorio —ambos gobiernos sostuvieron la hipótesis de que los criminales habrían sido ex miembros de las FARC—. Acto seguido, las conversaciones entre el ELN y las autoridades colombianas se reanudaron en La Habana (Cuba).
Sin embargo, el 7 de agosto cambió la Presidencia de Colombia y con ello se modificaron todas las negociaciones. Al acuerdo de paz firmado con las FARC, además de las críticas de los militantes revolucionarios por supuestos incumplimientos gubernamentales, se le sumaron las del flamante mandatario, Iván Duque, quien ya había prometido en su campaña revisar todo el texto firmado por la Presidencia anterior y plantear modificaciones.
Asimismo, los diálogos en Cuba con el ELN se frenaron completamente, hasta el día de hoy: “El Gobierno no puede ni debe negociar con un grupo que mantiene secuestrados”, sostuvo el director de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP) en representación del Estado, Miguel Ceballos Arévalo. En esa línea, agregó: “Entiendo el llamado de las víctimas a reanudar la mesa con el ELN y que trabajemos para hacer justicia.
Esa justicia con las víctimas incluye la no repetición. Colombia ya pasó una página de dolor, no podemos permitir que en un país democrático siga el secuestro”. Según expresó aquel funcionario, Francia, Alemania, Suecia e Italia apoyan la postura de frenar las charlas si sigue habiendo retenidos.
En tanto, desde las filas del movimiento ‘eleno’ sienten esta imposición como un exceso e instan al mandatario a que continúe la negociación de todas formas. Por su parte, el comandante del ELN y referente en los trabados Diálogos de Paz, Pablo Beltrán, respondió desde Cuba las preguntas de RT y explicó el actual contexto de la pacificación fallida, al menos por ahora. A diferencia de la última entrevista de abril, producida en Ecuador, esta vez los guerrilleros cambiaron las condiciones del reportaje: se les envió un cuestionario y Beltrán contestó, aunque no hubo lugar para repreguntar.
RT: ¿A cuántas personas tiene secuestradas el ELN? ¿Qué piden a cambio de su liberación?
P.B.: El ELN, donde se encuentra, hace dos tipos de privaciones de libertad. Cuando se captura personal de las fuerzas armadas del Estado, que van de civil a hacer inteligencia, que son espías, la mayoría de ellos se devuelven. Algunos se entregan a la Cruz Roja o la Iglesia, y otros, que tienen más compromisos con crímenes, por lo general se enjuician. Ese es el primer grupo de privaciones de libertad.
Otro grupo es cuando personas que se han comprometido a pagar impuestos no lo hacen, entonces se hacen retenciones para presionar el pago de los impuestos que deben. ¿Cuántas hay en este momento? No, aquí donde estamos, en La Habana, no tengo la estadística. No son muchos. Por principio, no mantenemos personas detenidas por largo tiempo. Los que tienen deudas con el ELN, cuando pagan, retornan a sus actividades, y el personal de las Fuerzas Armadas que ha sido detenido, la gran mayoría, el 99%, se devuelve con vida.
RT: ¿Por qué se frenaron las negociaciones de paz?
P.B.: Nosotros estuvimos en los últimos días del Gobierno de Santos haciendo un esfuerzo por pactar un segundo cese al fuego bilateral, y no fue posible, pero quedó avanzado. Cerramos el sexto ciclo de conversaciones el 1 de agosto, y estos tres meses, hasta octubre, hemos estado esperando a ver si el Gobierno nuevo que se instaló en Bogotá toma iniciativas para reanudar la negociación. Se frenaron, porque el Gobierno dijo que iba a pasar el primer mes evaluando cómo iba la mesa. Se pasó el mes, y no evaluó.
Después, se han trazado unas líneas rojas, a manera de requisitos previos, para ir a una mesa de conversaciones. El ELN le ha dicho que está dispuesto a reanudar las conversaciones, pero que no acepta requisitos previos.
Hicimos unas liberaciones de soldados y policías que el Gobierno sugirió que hiciéramos, y el comisionado de paz nos propuso que una vez que realizáramos estas liberaciones, tendríamos una reunión discreta para ver cómo se reabriría el proceso. Hicimos las liberaciones entre el 5 y 12 de septiembre, y hasta ahora el comisionado no ha dicho que se dispone a una reunión. En vez de eso, ha colocado nuevas exigencias y líneas rojas, lo que en el fondo demuestra que no quieren dialogar.
RT: ¿Qué se modificó con el cambio de Administración en cuanto a los diálogos?
P.B.: Teníamos diálogos con Santos, cumpliendo una agenda de conversaciones, firmada en 2016. Completamos un año y medio de conversaciones. Íbamos en el punto uno, pero ahora esta gente que llegó, seguidores del ex presidente Uribe, comenzó por decir que esa agenda no les servía, que había que poner otra cosa y que Santos había hecho mal las cosas, porque habría hecho muchas concesiones.
Desde esa lectura, se han dedicado a colocar condicionantes, como una manera de no ir a la mesa de diálogos. Esa es la diferencia, el Gobierno anterior tenía una voluntad de conciliación y este no tiene esa intención.
RT: ¿El ELN plantea condiciones para sentarse a negociar?
P.B.: Nosotros no hemos colocado ningunos requisitos, no somos amigos de trazar líneas rojas. No, para eso son las mesas de conversaciones, para que cada uno diga ahí lo que considere, se discuta y después se tracen línea medias. Esos son los acuerdos.
Lo que pasa es que ellos quieren colocar condicionantes pero, mientras tanto, en estos últimos días mandaron 5.000 soldados a una de las zonas históricas del ELN, que queda en el sur del lago del Maracaibo, en la frontera con Venezuela, y lo que dijeron es que iban a retomar el Plan Colombia. Osea, dicen que es un asunto contra el narcotráfico, pero en realidad se trata militarizar una retaguardia histórica del ELN, pero además, colocarla en una función de amenaza a Venezuela.
Entonces eso es lo que pasa en el terreno, pero al mismo tiempo hay una guerra mediática de falsas noticias en contra nuestra y todo eso es un sustituto para no reanudar los diálogos. Lo más curioso es que ellos dicen “dejen sus acciones”, pero mientras tanto intensifican todos sus operativos militares. Es casi como decir, yo sigo en la lucha, pero el ELN tiene que amarrarse las manos atrás. Eso el país lo ve con curiosidad, pero en el fondo sabe que Uribe no quiere una negociación.
RT: ¿Qué le diría a Duque si lo tuviese cara a cara?
P.B.: Que no haga lo de Santos, quien dejó todo para última hora, con poco tiempo y ya debilitado para intentar finiquitar un acuerdo con nosotros. Si este Gobierno comienza a dilapidar el tiempo, pues le va a pasar lo mismo. Él tiene cuatro años, está comenzando. Que los aproveche, si quiere hacer ajustes a la agenda, pues que vaya a la mesa y los plantee allá.
RT: Ahora que los acuerdos entre el Gobierno y el ELN se están truncando, ¿ustedes se están reorganizando a nivel militar? ¿Cómo reacciona la guerrilla?
P.B.: Se están cumpliendo dos años en que la FARC (hoy Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) cumplió un pacto de desmovilización. En ese tiempo, la totalidad de la maquinaria militar contra insurgente del régimen, la tenemos en contra.
Fueron años resistiendo operaciones. Es que ahora, con ‘Uribe tres’, que es el Gobierno de Duque, pues han hecho una reasignación de tareas militares en contra nuestra. Osea, han concentrado más el operativo.
Eso nos ha implicado una reorganización, con reacciones de respuesta y resistencia, y en ese sentido también hemos tratado de resolver unos pedidos de muchas regiones de Colombia, donde están asesinando a líderes sociales que nos llaman para que vayamos a organizar la defensa y seguridad de esas comunidades.
Entonces, en paralelo a la guerra contrainsurgente, hay otro genocidio que se hace con agentes paraestatales y operaciones encubiertas del Ejército, donde van descabezando lo mejor del movimiento social y político opositor.
En unos meses se ha completado un asesinato por día, pero el promedio general es uno cada tres días. Ese genocidio político produce más bajas que la guerra entre la insurgencia y el Estado. Estamos atendiendo esas dos situaciones, como guerrilla, y tratando de ir a otras regiones donde la gente nos pide que les ayudemos a lograr mejores niveles de organización, para la resistencia contra la persecución política.
RT: ¿El ELN realiza operaciones en zonas urbanas o solo en sus sectores de influencia? ¿Atacan solo para defenderse de las acciones gubernamentales o pretenden ampliar sus regiones de dominio?
P.B.: Se hace en ambos sentidos. Hay unas retaguardias rurales tradicionales del ELN, pero a su vez Colombia es un país eminentemente urbano, tres cuartas partes de la población está en las ciudades, entonces la mayoría de la militancia del ELN es urbana, reflejamos el país.
Los guerrilleros que están en las ciudades no tienen uniforme ni fusil, todos están articulados a luchas políticas y comunitarias. Más que pretender ampliar regiones de dominio, lo que nosotros queremos es acompañar comunidades que están siendo agredidas.
Pero el acompañamiento no significa que a cada parte que lleguemos vamos a formar un frente guerrillero, no. Ahora la prioridad es ayudar a la gente a defenderse del paramilitarismo que está descabezando las organizaciones sociales y políticas.
RT: Desde nuestra última conversación en Ecuador, hasta hoy, ¿se sumaron nuevos adeptos al Ejército de Liberación Nacional?
P.B.: Sí y no. Sí en el sentido que al permanecer como organización rebelde, en la resistencia urbana y rural, crecemos entre los pobres y jóvenes. Y no, en el sentido de que a veces se dice que aquellos que están descontentos con los acuerdos con las FARC entran al ELN, y eso no es cierto. Ni nosotros hemos hecho ese pedido a ellos ni ellos nos han hecho esa solicitud. Los que van apartándose del proceso por la paz, van reagrupándose por su propia iniciativa y no piden el ingreso al ELN.
RT: El Gobierno es apoyado abiertamente por EE.UU. Más allá del campesinado local, ¿quién apoya al ELN? Me refiero a la obtención de armas o dinero.
P.B.: Fundamentalmente las armas se recuperan en combate y también se compran. El dinero, nuestras finanzas, viene de impuestos que se pagan en las zonas del ELN donde hay niveles de producción importante.
Donde se encuentra el ELN, fija una garantía de tranquilidad, cierta protección, y la gente reconoce eso y hace aportes. La mayoría de lo que recibe, es voluntario. También se hacen impuestos a las empresas que entran a trabajar en la zona. Esa es la mayor parte de los ingresos que recibimos, de los que vive el ELN.
RT: Santos recibió el premio Nobel por el acuerdo firmado con las FARC, pero, ¿por qué le llaman acuerdo de paz si no garantizó el cese de la violencia? Incluso el Gobierno actual anunció una revisión de aquellos tratados.
P.B.: Le dieron un premio Nobel de Paz porque logró desmovilizar y evaporar a las FARC. Los están exterminando. Ya casi van llegando a 90 los ex guerrilleros de FARC que han asesinado, y en sus bases territoriales es donde se están produciendo más muertes de líderes sociales. Están amenazados de extradición a EE.UU., los mismos jefes guerrilleros que firmaron el acuerdo de paz. Esa obra de Santos se está consumando por la vía perversa.
En vez de habilitar a FARC como un nuevo partido político, de izquierda y revolucionario, el proceso de paz que inició Santos y que está terminando Duque, es de dividir, debilitar y desaparecer a las FARC. Es un proceso de persecución política que desaparece al contradictor. No lo habilita como sujeto político. Deberían quitarle la medalla a Santos.
No hay cese a la violencia porque la élite dominante no tiene ni voluntad de cambio ni de conciliación.
Entonces, por eso atacan a ambientalistas, defensores de derechos humanos, líderes indígenas, negros y campesinos, porque a raíz de esas luchas sociales se va configurando un nuevo sujeto político, alternativo, que lo opone y confronta.
Una fuerza política que va a pedir paz y cambios. Entonces para no dejar que se configure esa fuerza, atacan desde la cuna, y todo dirigente que se va destacando, lo van matando. Atemorizan.
Esa es la situación de desgracia del pueblo colombiano. En medio de un supuesto proceso de paz, la violencia se ha incrementado en contra del pueblo. Los asesinatos de líderes sociales superan con creces el número de guerrilleros o militares que mueren en combate. Así es la realidad de la guerra en Colombia.
RT: ¿Es beneficioso que un proceso revolucionario se extienda por tantos años sin lograr tomar el poder o ello conlleva, indefectiblemente, en un baño de sangre?
P.B.: La guerra en Colombia tiene los días contados. En las elecciones presidenciales de junio, en la segunda vuelta, más de 8 millones de colombianos votaron por paz con cambios. Eso es el 43%. Entonces hay muchos millones de colombianos que quieren pasar la página de la guerra. Ese esfuerzo, por la paz, no lo va a detener ni Trump, ni Uribe, ni nadie.
El pueblo colombiano ha entrado a andar en esa lucha, por lograr la paz, y no lo va a detener nadie. Nosotros, como guerrilla, constatamos que tenemos que acompañar a ese pueblo en la resistencia para que no lo diezmen, para que no lo acaben, pero a su vez acompañarlo en esa búsqueda de solución política.
RT: Hace unos meses, en abril, me dijo que el objetivo último era la toma del poder. En la actualidad, ¿es viable tomar el control de Colombia por las armas?
P.B.: Cuando comenzamos este proceso de solución política, fuimos claros con que aspiramos a seguir en la lucha por el poder y que las clases dominantes permitan que los revolucionarios les compitamos en el combate no violento, para que crezca un movimiento de lucha por el Gobierno sin usar la fuerza. Ese es el reto que tienen las clases dominantes de Colombia. La oligarquía tiene que dejar el poder, y el ELN sigue empeñado en conseguirlo.
RT: Si tuviera que elegir la mejor forma de morir, ¿cuál sería?
P.B.: Cuando uno ingresa a la guerrilla, hace un acto de libertad inmenso, que es decidir cómo va a morir. El resto de los mortales vive huyéndole a la muerte. En cambio, uno como guerrillero no teme perder la vida, aunque tampoco se va a dejar cercar. Pero uno sabe, que cuando escoge un camino de lucha, muere en la lucha. ¿De qué forma? De la que sea. Es bienvenida.
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