Las pandillas de El Salvador han convertido a esa nación latinoamericana en la capital mundial del homicidio y el costo estimado de la violencia en la economía salvadoreña asciende al 16% del PIB, afirma una investigación realizada por el diario local 'El Faro' en colaboración con 'The New York Times'.
En El Salvador, la actual tasa de homicidios es de 103 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Con una población de apenas de 6,5 millones de habitantes, más de 60.000 salvadoreños están enrolados en las dos pandillas más importantes: Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18.
Además, las pandillas se han apoderado de 247 de los 262 municipios del país, lo que supone casi un 94% del territorio nacional. Extorsionan a siete de cada diez comerciantes. Desplazan a comunidades enteras de sus hogares y empujan a miles de salvadoreños a abandonar su país en busca de paz y mejores oportunidades. La violencia de las pandillas le cuesta al país más de 4.000 millones de dólares al año, según un estudio del Banco Central de Reserva salvadoreño publicado a principios de este año.
Las pandillas salvadoreñas, mafias de pobres
Sin embargo, la MS-13 y Barrio 18 no son carteles internacionales sofisticados. Ni siquiera pertenecen a la misma liga financiera que los multimillonarios carteles mexicanos o las mafias japonesas o italianas con las que el Departamento del Tesoro de EE.UU. las equipara. Si son mafias, las pandillas salvadoreñas son mafias de pobres. "El Salvador ha sido puesto de rodillas por un ejército de moscas", señala la investigación periodística.
Los ingresos anuales de la Mara Salvatrucha parecen rondar los 31,2 millones de dólares. Podría parecer mucho dinero, pero si se divide por partes iguales entre sus 40.000 miembros que se estima tiene la MS-13, cada pandillero recibiría 15 dólares a la semana y alrededor de 64 dólares al mes. Eso es la mitad del salario mínimo de un jornalero del campo.
La economía de las pandillas salvadoreñas es de subsistencia delictiva y muchos de sus líderes apenas logran sobrevivir. A diferencia de otros grupos considerados 'mafias de crimen organizado a nivel global', las pandillas de ese país latinoamericano no se mantienen del tráfico internacional de cocaína, armas ni personas. Aunque incursionan en el tráfico de drogas, en la venta de armas y en la prostitución, se dedican principalmente a un solo delito que cometen una y otra vez: la extorsión.
"Es una cuestión de supervivencia, no tienes opción"
Dentro de El Salvador, mantienen las riendas del poder en gran medida debido a una exigencia aterradora que se repite o está implícita a diario en todo el país: paga o muere. Siendo el sector del transporte el más afectado. En los últimos cinco años los pandilleros han asesinado a 692 trabajadores del transporte de pasajeros. "Es una cuestión de supervivencia, cuando te dicen que te van a matar, no tienes opción", comentó Genaro Ramírez, un exdiputado y propietario de una importante flota de buses, quien ha pagado más de 500.000 dólares a las pandillas en toda su vida de empresario.
Las denuncias por extorsiones han superado las 7.500 en los últimos dos años. Los pandilleros cobran cuotas a empresarios y también a pequeños emprendedores, a cambio de 'protección' y de no atentar contra ellos o sus familiares. También para delimitar áreas 'libres de robos', si es que las víctimas del chantaje 'colaboran' y ceden ante sus coacciones.
Espiral de violencia y de miseria económica
Los dueños de pequeños comercios se llevan la peor parte. Muchos de ellos residen en los mismos barrios humildes y marginales que los integrantes de las maras. Deben cruzarse con ellos a diario. Muchos ni se animan a denunciar, por miedo, lo que torna aún más sombrío el problema.
Atrapados en su propia espiral de violencia y de miseria económica, las únicas opciones para los pandilleros en El Salvador parecen ser las que ellos mismos grafitean desde hace años en las paredes de todo el país: 'Cárcel o cementerio', finaliza el reporte.
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