Pablo Gonzalez

Ex Embajador de Costa Rica Javier Sancho Bonilla rompe el silencio y se destapa contra Nicaragua.


... Yo sé que ustedes jamás hablan mal de los demás, ¿no?. Pequeñas cosas. Tengo ganas de criticar al vecino, al compañero de trabajo: morderse la lengua un poco. 
Se hinchará un poco la lengua, pero su espíritu será más santo, en este camino”,
 Papa Francisco

*El embajador Javier Sancho Bonilla acabó su carrera como los ciclistas de élite que sueltan toda su energía en el tramo final de la carrera

El embajador Javier Sancho Bonilla acabó su carrera como los ciclistas de élite que sueltan toda su energía en el tramo final de la carrera. 

Para un diplomático costarricense, eso significa dedicar sus últimos cuatro años de trabajo como jefe de la misión en Managua, en tiempos de conflicto bilateral.

Lea: Nicaragua: el golpe “blando” en marcha.

Sancho dejó este año esa sede diplomática y se jubiló de inmediato. 

Esto significa que todavía no ha bajado pulsaciones y que su cabeza y su tiempo se dedican en buena parte a la situación en Nicaragua, donde se involucró hasta donde era posible en un régimen que, dicho en corto, le mantuvo puertas cerradas.

Ahora habla sin las prudencias obligatorias de un diplomático en funciones, pero con las cautelas de quien sabe que lo escuchan como voz autorizada sobre la situación en Nicaragua y el estado de las relaciones.

Se le nota en esta entrevista con UNIVERSIDAD, la primera que concede desde que puso fin a una carrera de 42 años para el Ministerio de Relaciones Exteriores en tareas internas como Director de Política Exterior, Jefe de Protocolo y Jefe Consular. 

Además, en destinos de misión especial, en Nueva York, Seúl, la sede de la OEA en Washington y cuatro años en Managua.

 Y qué cuatro años.

Dejó el cargo en mayo, antes de una serie de acontecimientos políticos en Nicaragua que afectan la elección de este 6 de noviembre, pero que tampoco le sorprenden del todo.

 Es parte de lo que ha visto desde que llegó encomendado por la presidenta Laura Chinchilla, meses después de que ella llamó “enemigo” al Gobierno de Nicaragua y mantuvo dos años vacía la silla de embajador en Managua. 

La relación bilateral quemaba de tan fría que estaba.

El enojo con Costa Rica era tal que todas las fuerzas políticas nicaragüenses cerraron filas, oficialistas y opositoras.

 Y ahí llegó Sancho para dar sus últimos esfuerzos de embajador, consciente de llegar a un destino “donde el corcho se hunde y el plomo flota”, como suelen decir para referirse a las contradicciones y las incoherencias en actos y palabras.


¿Qué va a pasar este 6 de noviembre?

El pueblo de Nicaragua va a elegir a su presidente y su vicepresidente. Va a ganar el FSLN nuevamente, claro.

¿Podemos ya hacer la crónica de los resultados?

No habrá ningún elemento extraordinario que cambie esa decisión. 

Es una matemática muy sencilla, porque la oposición está totalmente fragmentada.

 No pudieron consolidar una opción fuerte. Todo lo que se anunció meses atrás se fue produciendo, como la designación de la primera dama, doña Rosario Murillo Zambrana, en la papeleta de su esposo, don Daniel Ortega Saavedra.

¿Cómo se explicó usted que la candidata a la vicepresidencia sea doña Rosario Murillo?

En los cuatro años que estuve en Nicaragua pude apreciar que es ella quien detenta el poder en todas las decisiones en el Ejecutivo, en el Legislativo y Judicial. 

El Poder Judicial incluso consulta las resoluciones con la Casa de los Pueblos (sede presidencial), cosa que sería impensable en Costa Rica.

 Lo vimos en el caso del costarricense Daniel Gil Trejos, quien fue objeto de una orden superior a pesar de las resoluciones judiciales.

¿Qué puede pasar después del domingo con el triunfo de Ortega y Murillo?

En enero volverá a juramentarse Ortega al mando de la nación, ahora con doña Rosario Murillo como vicepresidenta. Continuará la misma situación, aunque ahora Nicaragua tiene un problema muy serio que se llama Venezuela. Caracas ha sido el mayor cooperante en años recientes.

Se dice que hay unos $3.000 millones del ALBA depositados en bancos de Nicaragua. Muchos de los proyectos que se anunciaron no se han podido desarrollar y la gente no está conforme en distintos sectores.

¿La reelección consolidará su proyecto o más bien intensificará la oposición que ha acumulado hasta ahora de manera aislada?

La oposición está absolutamente atomizada con acciones recientes, como eliminar las credenciales de 28 diputados opositores y contra la participación de partidos opositores. Se va a complicar si no hay un diálogo franco y sincero entre todas las partes.

No veo que se pueda fortalecer la democracia de esa forma.

 Al contrario, se está debilitando.

Decíamos que mantiene la prudencia. Todavía le llaman “embajador” y le seguirán llamando.

 Quizás eso lo fuerce a no soltar de golpe las fuentes de información y el interés en los datos bilaterales.

 Por ejemplo, el de la migración, esa aventura que siguen emprendiendo los nicaragüenses hacia Costa Rica a un ritmo de casi 700 personas diarias, más las que deciden cruzar la frontera sin visa.

 Se ven incluso migrantes primerizos o familias completas, reporta Sancho.

¿Cómo es que siguen migrando si hasta ahora ha habido un clima general de estabilidad económica en Nicaragua?

Los números macroeconómicos son buenos, pero ha habido un aporte grande de recursos de cooperación no reembolsable y eso no permea al pueblo.

 La inversión extranjera directa es muy baja todavía.

Hay cierta cautela de los empresarios para invertir y así generar más empleo. La misma gente que llega a las ventanillas de los consulados nos dicen que viajan a Costa Rica a trabajar, aunque sea para vivir como pobres en Costa Rica y no como miserables en Nicaragua.

Es muy duro, pero es real. Una mujer que trabaje en servicio doméstico aquí pueden enviar remesas para que vivan cuatro o cinco personas allá y esas remesas le sigue dando cierta paz social a Nicaragua.

¿Pueden tener un impacto en la migración las posibles sanciones que otros países pueden importar a Nicaragua como se plantea ya en la Nica Act en Estados Unidos?

El solo anuncio de la Nica Act en Estados Unidos y que posiblemente se concluya en el Senado después de las elecciones estadounidenses, provoca temor en los nicaragüenses. He conversado con amigos allá y me manifiestan que hay preocupación. Definitivamente eso puede sentirse en la migración, no solo en la que pasa por los consultados sino también la que entra por fincas en las fronteras.

¿Sigue siendo segura Nicaragua?

Creo que ha aumentado la delincuencia y se lee en la prensa. La falta de trabajo muchas veces obliga a la gente a buscar la comida de otras maneras.

 Hay gente que solo come en el día una tortilla, sobre todo fuera de Managua.

Pero los empresarios grandes van bien…

Sí. Cuando yo llegué allá en 2012 hablé con un empresario muy importante y me dijo: “mire, embajador, estas personas que están acá en el Gobierno no son los mismos de hace 30 y pico de años (cuando triunfó la revolución).

 Son distintos, ahora son empresarios igual que nosotros”. Ha habido conversaciones, arreglos para conciliar.

El problema es que no hay empleos. Nicaragua es un país detenido y es grave el frenazo de la cooperación venezolana, muy fuerte hasta hace un par de años. Rusia está muy presente porque le interesa tener un enclave geopolítico en mitad del continente.

¿Cómo se ve en la embajada de Rusia la construcción del centro de inteligencia contra el narcotráfico al que varios sectores le atribuyen planes de espionaje?


Lea: Crónica de una intervención abortada en Nicaragua

Es una estructura enorme que está en barrio Las Colinas no tan cerca de nosotros.

 El terreno de ellos es muy grande y perteneció al general José Somoza, medio hermano de Anastasio Somoza Debayle. Colinda con la casa que compramos en noviembre del 2012.

Esa construcción es tan grande, es un búnker donde uno no puede ni tomar fotografías. Vea que en prensa no hay fotografías; está muy bien vigilada y construida en buena parte por personal ruso. Llama la atención que sea una construcción tan grande solo para narcotráfico, aunque se ha dicho que van a colocar satélites y centro de entrenamiento para equipos rusos que Nicaragua ha comprado, como los tanques y aviones de combate.

¿Ahora que dice tanques, es creíble entre los nicaragüenses el argumento de que son para luchar contra el narcotráfico?

Nadie se lo explica. ¿Tanques para pelear contra Costa Rica? No lo veo, sería un suicidio político. Si fuese posibilidad, sería la más remota. ¿Para combatir a los narcotraficantes? No tiene sentido. ¿Para ir a pelear por la isla San Andrés contra Colombia? No veo que sean tanques anfibios. ¿Con Honduras? Tampoco se ve.

¿Son señales internas? ¿Una forma de sacar pecho?

Bueno, es parte de la naturaleza en el régimen demostrar poder. Es mostrar tanques, aviones, un ejército entrenado.

¿Qué papel juega Costa Rica más allá de ser destino migratorio o socio comercial? ¿Qué tarea tuvo cuando usted llegó después de que la presidenta Chinchilla llamó “enemigo” a Nicaragua?

Lo primero fue reconstruir nuestra presencia física y se remodelaron los consulados. Liquidamos el negocio grande con las visas al exterior del consulado que traficaba los documentos y mejoramos controles.

 Después tratamos de conciliar y buscar espacios de diálogo. Con el canciller Samuel Santos le mencioné la necesidad de abordar una agenda de interés mutuo…

Es un canciller ornamental.

Es una gran persona, pero la Cancillería está bajo dominio de Dennis Moncada Colindres, a quien conozco porque fuimos colegas como representantes ante la Organización de Estados Americanos (OEA). Tiene un título para asuntos políticos y es el hombre de confianza de la señora Murillo.

¿Ahora qué papel debe tomar Costa Rica? ¿Observar, analizar, administrar y callar? ¿Un papel más activo?

La relación ahora es distante. Los diplomáticos generalmente visitamos la cancillería y conversamos con colegas del Estado receptor, planificamos temas políticos, conversamos… pero en Nicaragua eso no es posible.

¿Con quién podía conversar en Nicaragua? ¿Vio a Daniel Ortega más que el día que presentó credenciales o la Primera Dama o su familia?

Nicaragua es un caso especial.

El presidente Ortega no circula. Cuando él sale de su casa en el barrio El Carmen, que es la sede del FSLN, Managua colapsa porque cierran todas las vías con policías o soldados cada 50 metros.

La caravana va con cientos de agentes de la Policía Nacional y cientos de la Seguridad del Estado. Muchas veces los vimos.

La vez que hablé más con la señora Murillo fue por el naufragio trágico en que murieron 13 costarricenses en Corn Island (enero de 2016).

Ella fue sumamente gentil y cálida. Muchos medios de prensa insinuaron que esa podría ser una oportunidad para retomar conversaciones, pero no hemos podido hacer eso.

¿Por qué igual la gente apoya a Ortega? Su apoyo tiene.

Porque el FSLN tiene una base dura de votantes convencidos y otros votan por interés, porque les va bien en sus negocios, como los empresarios.

Otros tienen esperanzas, los esperanzados patrióticos, porque el nicaragüense ama a su Patria y por eso es dramático cuando emigran.

Otros se contentan con que les lleven una vaca, unas gallinas, unas latas de zinc o un chanchito; ahí funcionan todavía las viejas formas de hacer política.

Hay un tema de educación de por medio y, eso reconocen allá, es un elemento diferenciador con nosotros.

Por Alvaro Murillo
Semanario Universidad

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