Aliado del PRI y, en especial, del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, protector de una generación de cardenales y obispos caracterizados por su opción preferencial por los ricos, especialmente el cardenal Norberto Rivera, amigo personal de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y de una historia negra de abusos sexuales y de corrupción, perseguidor del obispo Samuel Ruiz, el Tatic de Chiapas, y anfitrión de los narco-hermanos Arellano Félix en plena persecución.
Todo esto y más fue Girolamo Prignione, el primer nuncio (embajador) apostólico de El Vaticano en México, quien falleció este 27 de mayo a los 95 años de edad, en su casa de reposo de Orquidea, Alejandría.
Su estancia en México cubrió toda una época. Prignione llegó a nuestro país en 1978, como delegado apostólico y se convirtió en nuncio el 2 de octubre de 1992, tras el restablecimiento de relaciones entre México y El Vaticano, en pleno gobierno de Carlos Salinas de Gortari, quien buscó la “bendición” de la jerarquía católica para legitimar su proyecto.
Prignione se retiró del servicio diplomático el 31 de mayo de 1997.
Durante las casi dos décadas como representante papal en México, Prignione fue el artífice de las visitas de Juan Pablo II a nuestro país.
Aquí inició el obispo polaco su cruzada mediática, política y moral, que lo transformó en uno de los personajes más importantes del fin de la “guerra fría”.
Siempre cercano al poder político y al poder económico, Prignione protagonizó uno de los mayores escándalos de las relaciones entre el narco y la Iglesia, cuando recibió en la nunciatura apostólica a lo hermanos Arellano Félix, jefes del cártel de Tijuana, acusados el 23 de mayo de 1993 de ser los responsables del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, ocurrido en el aeropuerto de Guadalajara.
Mientras el Estado mexicano buscaba a los Arellano Félix, Prignione los recibió en la nunciatura. Tras conocerse este encuentro, Prignione lo tuvo que admitir, pero afirmó que tenía “la obligación” de guardar su secreto profesional y nunca reveló lo tratado con los jefes del cártel de Tijuana.
Prignione no fue un embajador más.
Tuvo un poder indiscutible para desmantelar la herencia de la llamada “Teología de la Liberación” que en México floreció en los años sesenta y setenta a través de obispos como Sergio Méndez Arceo, de Cuernavaca, o Samuel Ruiz, en Chiapas.
A este último lo persiguió desde los años ochenta, ante las críticas constantes a su defensa de las comunidades indígenas de Chiapas.
Con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el 1 de enero de 1994, Prignione trató de usar su influencia para desmantelar la herencia de Samuel Ruiz.
Todo el poder de Prignione no pudo contra Samuel Ruiz. Al mismo tiempo que atacó al obispo de Chiapas, Prignione protegió a Marcial Maciel, a quien conoció y con quien armó alianzas antes de que estallara el escándalo de las redes de pederastia del fundador de los Legionarios de Cristo.
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