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Lo que anuncien hoy en La Habana los jefes de las dos delegaciones de paz, en boca del presidente Juan Manuel Santos y del comandante de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, en materia de verdad, justicia, reparación y no repetición para satisfacer los derechos de las víctimas, será sin duda el paso previo a la firma del Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Acuerdo que tenemos que ayudar a consolidar todos los que estamos del lado de avanzar hacia un país en paz y alejarnos de la guerra entre insurgencia y Estado para siempre.

Luego, cuando se anuncie el día de la firma del Acuerdo General, que esperamos sea en este encuentro de La Habana, este hecho simbólico ampliamente deseado por la inmensa mayoría del pueblo colombiano, tendrá un significado único en la historia reciente de Colombia, tras más de 50 años de una guerra civil no declarada que ha dejado cientos de miles de muertes, desaparecidos, destrucción y odios no solo de clase.

Entonces podremos afirmar que el histórico conflicto armado entre insurgencia y Estado ha terminado, para dar paso a la lucha política legal y de ideas, por medio de la cual tramitaremos el conflicto social en sí, propio de toda sociedad democrática, que no termina con una firma sino que se conquista con la lucha y movilización social y popular.

Las generaciones presentes y futuras, de cumplirse el Acuerdo, no volverán a levantarse un día más con unas guerrillas que desafían con las armas al Estado desconociendo su legitimidad y sus leyes, sino con un Estado que se compromete a abrir las puertas institucionales, jurídicas y políticas para la reconciliación y la participación de partidos y movimientos de oposición en igualdad de condiciones.

Es lo que llamamos un nuevo camino y una nueva forma para seguir transitando de un Estado y sociedad injusta y enfrentada permanentemente, a una donde la lucha política se hará por canales legales, institucionales, respetando las diferencias ideológicas entre los que se disputan el poder político y se proponen constituir un movimiento social alternativo para disputar el poder a quienes han gobernado por siglos.

Ese movimiento social o partido político que surja en esta nueva etapa o nuevo escenario político, tendrá el reto de constituirse como la alternativa política de poder que cambie las formas de gobernar así como el modelo económico que tanta injusticia ha producido contra millones de colombianos.

 Y aquí sí vale preguntarnos:

 ¿Estamos preparados para ese reto gigantesco? 

La generaciones que han vivido la guerra, como las que ya no les tocará vivirla y padecerla, juntas tendrán que prepararse para ese cambio, el más esperanzador, al más sublime momento que tanto hemos anhelado por décadas. 

Los hombres y mujeres convencidos de declinar las armas, del Estado y la insurgencia, merecen nuestro más hondo sentimiento de respeto, admiración y acompañamiento para hacer ese difícil y traumático tránsito de luchar apoyados en las armas a luchar con base en las ideas.

Oto Higuita es Historiador y ensayista

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