«Si estudiamos la estrategia militar contenida en la organización político-militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional desde sus inicios en los 60 hasta su triunfo a finales de los 70, veremos que las ideas de sus líderes no son homogéneas y que con la aparición de las tendencias: en cada organización va primando una línea de pensamiento militar acorde a las características organizativas e ideológicas de cada tendencia.
Aclaremos como punto inicial: aquí vamos a analizar las posiciones estratégico-militares del FSLN en sus inicios y luego la posturas estratégico-militar de las tres tendencias, por lo tanto aunque veremos que el FSLN (Proletaria) o el FSLN (Tercerista) estuvieran más cercanos a la posición marxista-leninista de la toma de poder que el foquismo del FSLN inicial o el FSLN (GPP) no significa que eso se tradujera automáticamente en una sana ideología política, de hecho las desviaciones políticas de las tendencias son palpables en las tres, siendo más descaradas las del FSLN (Tercerista) como ya dijimos. Esto debe quedar claro para que no haya confusiones.
Cuando nace el FSLN aproximadamente en 1961, nace como una guerrilla inspirada en la revolución cubana de 1959 y por lo tanto es una guerrilla guevarista de tipología foquista. Carlos Fonseca en una entrevista de 1970 en la Habana, relató los inicios guerrilleros en 1959 como la acción del «Chaparral» cuando todavía no estaba constituida la organización, en estas primeras acciones y resultados se aprecia la clara inspiración foquista:
«EGB: ¿Había ya un comienzo de organización del movimiento guerrillero?
CFA: No, fue una acción aislada; se produjo en Yaule, al norte del país. Acciones aisladas se producen también en 1959. En una de ellas yo empuñé por primera vez un arma para combatir la tiranía; fue la acción de El Chaparral.
EGB: ¿Cómo fue esta acción?
CFA: Preparábamos la acción en territorio hondureño, próximo a la frontera con Nicaragua. Había compañeros estudiantes, obreros, artesanos, algún exmilitar, gente joven, en general. Éramos cincuenta y cuatro. Teníamos una inexperiencia total; sin movilidad, sin una seguridad adecuada, ni siquiera con un contacto mínimo con la población donde llevaríamos a cabo la acción; muchísimas limitaciones. Cuando estábamos próximos a entrar a Nicaragua fuimos detectados, todavía en territorio hondureño, en una región conocida como El Chaparral. Nos cercaron fuerzas militares hondureñas y la Guardia Nacional de Somoza (de esto no cabe duda porque, incluso, algunos compañeros sobrevivientes fueron interrogados por la Guardia Nacional). En algunos compañeros hay la actitud de resistir hasta el último tiro pero no hay nada que hacer: el terreno es desfavorable para defenderse: una quebrada, un crique, como le dicen también y las fuerzas militares llegan por arriba; las postas nuestras estaban mal ubicadas, tan cerca del campamento que prácticamente no había postas». (Carlos Fonseca Amador; Entrevista por Ernesto González Bermejo en la Habana, 11 de enero de 1970)
Después, con un FSLN ya en la escena como tal, se dio pie a otras intentonas guerrilleras similares en la zona del Río Coco y Bocay durante 1963:
«EGB: Se funda el Frente Sandinista y ¿qué ocurre?
CFA: Tropezamos con un grave problema: la influencia que todavía tenían los partidos tradicionales, muy fuertes en mi país, a diferencia de otros países de América Latina. Son dos partidos, liberales y conservadores que han sobrevivido siglo y medio.
EGB: ¿Con Somoza, qué vigencia tienen esos partidos?
CFA: Hicieron un contubernio total para sostener, junto con el imperialismo a la tiranía. Somoza se aprovechó directamente nada menos que del Partido Liberal (oficial) y el Partido Conservador hizo una oposición formal totalmente cómplice. Claro, en la etapa del viejo Somoza, cuando en el país no hay la mínima conciencia revolucionaria, esos partidos logran paralizar la lucha popular, las masas desesperadas, ansiosas de un cambio, se ven arrastradas por esos partidos. Entonces nos damos cuenta que cuanto mayores son esas dificultades, mayores nuestra obligación de enfrentarlas y multiplicar nuestros esfuerzos y damos los pasos preparatorios de una acción guerrillera; en 1962 armamos una expedición en el norte del país; la zona del Río Coco y del Río Bocay.
EGB: ¿Por qué eligen esa zona?
CFA: Hubo cierta improvisación, sin duda. Una serie de hechos más o menos casuales nos arrastró a esa zona con diversas desventajas, aislamiento –la parte más, aislada del norte del país, podríamos decir–, una población muy atrasada y escasa, una economía primitiva; la guerrilla sufrió un revés más. Cayeron valiosos compañeros de extracción universitaria: Jorge Navarro, Francisco Buitrago, Iván Sánchez Argüello, Mauricio Córdoba, Boanerges Santamaría, Faustino Ruiz, Modesto Duarte; todos murieron en esa intentona guerrillera.
EGB: La guerrilla ¿llega a perturbar a la oligarquía del país y a la dictadura?
CFA: No es fácil decir en qué medida. Lo cierto es que nuestro revés coincide con una maniobra de parte de la oligarquía que consiste en organizar una farsa electoral para imponer un elemento dócil como era René Schick, y tratar de crear ilusiones en algunos sectores del pueblo, dado que una persona que no pertenecía a la familia Somoza llegaría por primera vez al gobierno». (Carlos Fonseca Amador; Entrevista por Ernesto González Bermejo en la Habana, 11 de enero de 1970)
En 1966 y 1967 se intento por última vez en la zona de Pancasán este tipo de estrategia militar con mismos resultados:
«No obstante, entre 1966 y 1967, el FSLN inició una nueva acción armada en la zona montañosa de Pancasán –Departamento de Matagalpa–. Inspirados nuevamente en la teoría del foco, aunque con mejor preparación y con una fuerza que promediaba las 40 personas, esta organización retomó el accionar militar. Sin embargo, en 1967 el FSLN sufrió otro revés frente a la Guardia Nacional que asesinó a varios integrantes de la organización guerrillera, entre ellos a uno de sus fundadores, Silvio Mayorga». (Paula Fernández Hellmund; La fractura del movimiento revolucionario: tendencias dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1972-1979)
Esta línea foquista era la línea general de la organización antes de que cristalizaran las tendencias.
¿Cuál sería la siguiente teoría en hacer aparición en el Frente Sandinista de Liberación Nacional?
Pues nada más y nada menos que otra teoría muy cacareada por los pequeño burgueses impresionados por las luchas de liberación nacional, en este caso la llamada «guerra popular prolongada» de la revolución china de 1949. Esta teoría apareció en plena cristalización de las tendencias dentro del FSLN, y sería abanderada por la tendencia del FSLN (Guerra Popular Prolongada o simplemente GPP), como contrapeso a los malos resultados de las experiencias foquistas de los 60. En torno a finales de esa década se oficializa como la línea a seguir en el primer programa de 1969 como ya se ha mostrado.
Pero, ¿tendría éxito tal concepción de la «guerra popular prolongada» para la revolución nicaragüense? No, de hecho en el momento que triunfa la línea de la «guerra popular prolongada» en la concepción de la organización, sobre todo de 1968 a 1970, es otro momento de varios sonados fracasos militares donde además encontramos que apenas hay nexos con la ciudad, con lo que se pasaría a reflexionar sobre esta actividad guerrillera y sobre las relaciones con la ciudad, dando así comienzo a la llamada «acumulación de fuerzas en silencio» de 1970 a 1974.
Así relata aquellos años Tomas Borge, uno de los líderes de la tendencia FSLN (GPP):
«Después de Pancasán el Frente Sandinista se replantea la lucha guerrillera, la creación de un frente en las montañas de Matagalpa y Zelaya, y aunque hubo cierto reordenamiento en nuestras filas, no se abandona la idea del combate guerrillero y se empiezan a preparar condiciones en las montañas. Se logran crear también dentro de esta misma concepción algunas unidades de combate tácticas en la ciudad. Sin embargo, la alimentación de estas columnas guerrilleras y su supervivencia exigían o requerían una ligazón estrecha con los barrios, con los sindicatos, por eso es que el Frente Sandinista empieza a desplegar un trabajo de penetración en distintas ciudades del país especialmente en León pero también en Managua, en Masaya, en Matagalpa, en Chinandega.
El objeto de este trabajo fue organizar a los barrios para que lucharan por mejores condiciones de vida a partir de reivindicaciones inmediatas, es decir, luchando por el agua, por la luz, los servicios médicos etc., sin caer en el reivindicalismo, en la reivindicación como fin. A diferencia de otros grupos que convertían la reivindicación en un objetivo en sí mismo, para nosotros realmente era un medio para buscar, detectar dentro del pueblo a sus mejores hombres e inculcarles a esos hombres que debían organizarse para la toma del poder». (Tomas Borge; Apuntes iniciales sobre FSLN, 1981)
El contexto y el cambio táctico también empezarían a cambiar a partir de 1976:
«El descenso relativo en que cayó la vanguardia en el plano militar después de 1974, se interrumpe en 1976 con la ofensiva Sandinista que se inicia con la toma del cuartel San Carlos, continúa con la toma del poblado de Mozonte, el ataque al cuartel principal de Masaya y la toma del cuartel de San Fernando. Octubre de 1977 ocurre gracias a una modalidad de carácter ofensivo que se da a la lucha armada en un momento en que la crisis del somocismo es muy aguda. Esta crisis aguda del somocismo se inició después del terremoto de 1972 y se acentuó aún más después de 1974.
La corrupción del somocismo aunque afectó en lo fundamental a las masas, también tocó los intereses de la burguesía pequeña y media, lo que produjo la ampliación de la base opositora a la dictadura.
A esto hay que agregar que los mismos sectores empresariales comenzaron a perder la confianza en la capacidad de Somoza; es decir, Somoza empezó a ser un obstáculo en el desarrollo capitalista de Nicaragua, incluso para la preservación del orden burgués y el cada vez mayor cuestionamiento internacional del régimen por su política torpe y represiva. Inclusive, como en las condiciones particulares de nuestro país, la familia Somoza y sus allegados tenían una gran voracidad de riqueza y de poder, empiezan a utilizar los aparatos del Estado, en beneficio de ese apetito empieza a crecer la dictadura somocista con toda su proyección económica en desmedro de un sector amplio de la burguesía afectada por esta imposibilidad de Somoza de repartir todas las riquezas del país en iguales partes entre toda la burguesía». (Tomas Borge; Apuntes iniciales sobre FSLN, 1981)
Esta evolución paulatina se reflejaría en las acciones de 1977 y 1978, donde los líderes de las tres tendencias se dan cuenta de que las acciones insurreccionales en la ciudad están teniendo un gran éxito, pero eso sí, no libre de errores:
«Las acciones de octubre permiten echar al suelo la maniobra enemiga y hacen que el sandinismo aparezca con fuerza. Por otra parte, desde el punto de vista militar, esas acciones no fueron totalmente un fracaso. En Masaya no se pudo tomar el cuartel pero, por ejemplo, la mayor parte de los participantes quedaron vivos. En el norte se mantienen las guerrillas desde octubre hasta mayo del 78, en lo que se llamó el Frente Norte Carlos Fonseca. En el ataque a San Carlos murieron unos cuantos compañeros, pero allí se dio un triunfo militar nuestro. No pudimos sostenerlo pero no fue como el Moncada en Cuba en 1953; nosotros tuvimos capacidad de golpeteo, de repliegue, acumulación de fuerzas y nuevo golpeteo.
Y para demostrar esto, cuatro meses después nos estábamos tomando dos ciudades y estábamos cercando por primera vez un campamento antiguerrillero en la zona de Nueva Segovia. Si se hubiera tratado de un fracaso no se hubiera podido estar en condiciones de pasar, en pocos meses, a ese tipo de acciones. A partir de octubre nosotros fuimos en una espiral ascendente política y militar». (Marta Harnecker; Entrevista a Humberto Ortega, 1993)
Incluso se da el caso de que a veces las masas iban por delante de la teórica vanguardia que se suponía que era el FSLN. Un ejemplo es la insurrección en la ciudad de Chinandega, donde a iniciativa del FSLN (Tercerista) y al espontaneísmo de la población local, se logró echar a la Guardia Nacional (G. N.) de la ciudad, y que gracias al mando tomado por el FSLN (Proletario) y su audacia táctica, se pudo defender la ciudad de una contraofensiva de la G. N. que pretendía retomarla a través de emboscadas sorpresivas que tomaron por sorpresa a las columnas que venían a retomar la ciudad:
«Durante la insurrección de septiembre, Chinandega fue una de las ciudades que se sublevó y junto a las demás escribió uno de los capítulos más significativos de nuestra historia nacional. Las acciones se iniciaron el día 9 a las 6.30 pm., por una escuadra tercerista, quienes en ningún momento se habían planteado acciones más allá del hostigamiento. Pero las masas se alzaron espontáneamente; como surgidos de la nada fueron apareciendo combatientes con todo tipo de armas, atacando a la G. N. Mientras, el resto del pueblo levantaba barricadas y recuperaba provisiones en los establecimientos comerciales. En esta situación, tanto los compañeros de la GPP como nuestro FSLN Proletario se colocaron junto a las masas y se lanzaron a la batalla. (...) En medio de los combates, nuestro Estado Mayor Proletario, apoyado en los comités de zona y en los de base, emprende la trascendental tarea de organizar la actividad militar y la participación ordenada del pueblo. En la Ciudad de Chinandega, el Estado Mayor Proletario convoca a una asamblea de jefes de brigadas –formadas espontáneamente–.
El llamado es atendido por los brigadistas y asisten en un buen número. El jefe militar proletario les explica la importancia de la organización militar, de la dirección centralizada, de la disciplina, etc.; luego pasó a exponerles el reglamentó básico que regirá la naciente organización; se establecen los mandos, se norman las sanciones y se divide la ciudad en zonas. Todos aceptaron voluntaria y conscientemente actuar disciplinadamente bajo la dirección militar del FSLN Proletario.
Hubo un caso singular. Un combatiente del pueblo, con capacidades militares, don de mando y experiencia, organizó un buen número de combatientes del pueblo, se armaron en la lucha y después se colocaron voluntariamente bajo la jefatura militar del FSLN Proletario. (...) Una vez organizadas las brigadas proletarias, en la lucha y con cierta coordinación entre las tendencias del FSLN nuestra jefatura militar recibe informes de que un fuerte grupo de guardias se disponía entrar a la ciudad por el costado Oeste, sobre la carretera que conduce al Viejo.
Esta, ordena inmediatamente el desplazamiento de dos columnas de 15 hombres cada una, todos bien armados, y organiza directamente la emboscada. En efecto, un fuerte grupo de guardias –no menos de 50– se desplazaban hacia la ciudad apoyados por una tanqueta. Las columnas proletarias tendidas a lo largo de la carretera en un solo costado, dejaron que los guardias entraran y esperaron pacientemente hasta tenerlos en medio de las miras de sus fusiles; entonces se dio la orden de fuego. Aquí cayeron abatidos por las balas justicieras del pueblo más de 30 guardias. Y quizás hubiera sido mayor el número si las minas que habían sido colocadas para tales efectos hubieran explotado». (Frente Sandinista de Liberación Nacional; Experiencias de la insurrección de septiembre en Chinandega, 11 de enero de 1978)
Pero esta gesta de Chinandega se echó a perder por volver en ese momento a las tácticas defensivas y pasivas del foquismo y la GPP, y a la mala comunicación entre las tres tendencias y sus organismos militares que actuaban autónoma y totalmente descoordinados, tal hecho hizo que en la segunda ofensiva de la Guardia Nacional se perdiera la ciudad:
«Es obvio que en Chinandega no existían todas las condiciones para llevar a cabo una Insurrección triunfante. Ni los Terceristas, ni los compañeros de la GPP, ni nuestro partido –a pesar de ser el más influyente entre las masas y haber orientado mejor la disposición de las fuerzas militares y la organización del pueblo– estaban orgánicamente preparados. El levantamiento nos cogió en proceso de organización de las fuerzas. Aún reconociendo la falta de condiciones necesarias para desencadenar la Insurrección triunfante y las debilidades orgánicas del movimiento revolucionario, es necesario señalar algunas cosas, que para nosotros, marxistas-leninistas, nos son conocidas desde tiempos atrás. Una insurrección que no mantiene la ofensiva en el transcurso de la misma está condenada a perecer. Y mantener la ofensiva significa, entre otras cosas, desarticular el ejército enemigo. Ir, paso a paso aniquilando sus unidades aisladas, sus puestos de mando, emboscar sus refuerzos, controlar sus comunicaciones, etc.
Esto, en Chinandega, como a nivel Nacional no sucedió. Pasando los primeros días las fuerzas combatientes detuvieron la ofensiva y se dedicaron a defender posiciones, utilizando una táctica de defensa pasiva. En el caso particular de Chinandega, hizo falta, en el orden táctico, mayor visión. Se concentraron en la defensa de posiciones sin mantener la ofensiva. Hizo falta la organización de unidades guerrilleras en la retaguardia enemiga: En cuanto a nuestras fuerzas, la descoordinación jugó un papel nefasto. Una buena coordinación entre las fuerzas del campo –que hubieran podido cumplir la labor de hostigamiento y aniquilamiento de pequeñas fuerzas en la retaguardia enemiga– las de Chichigalpa y el Ingenio San Antonio, con el mando central ubicado en la Ciudad de Chinandega le hubiera permitido a nuestro partido combinar varias formas de lucha; en fin, obtener mayor capacidad de maniobra». (Frente Sandinista de Liberación Nacional; Experiencias de la insurrección de septiembre en Chinandega, 11 de enero de 1978)
Estas experiencias sirvieron como lecciones tanto para el pueblo como para las tres tendencias, sirvieron objetivamente para no seguir repitiendo el aventurismo e improvisación característicos de las insurrecciones ejecutadas por los terceristas. A partir de ahí la táctica insurreccionalista tanto del FSLN (Tercerista) como del FSLN (Proletaria) serían la línea general de la mayoría del FSLN e irían puliendo más o menos sus anteriores errores:
«Tenemos que concluir señalando la vigencia insurreccional de nuestra línea que se reafirma en el terreno de los hechos. Para su fortalecimiento se hace necesario encauzar bajo una nueva dinámica la organización militar de las masas acrecentando a la vez el accionar armado sobre métodos ofensivos tácticos. Todo esto unido en el tiempo llevará al desencadenamiento de una nueva ofensiva insurreccional en la que las fuerzas móviles estratégicas que al calor del combate cotidiano se forman, serán la garantía indiscutible del avance popular en un amplio proceso democrático». (Frente Sandinista de Liberación Nacional; Conclusiones políticas. Jornadas insurreccionales sandinistas octubre de 1977- enero de 1979, 1 de enero de 1979)
La evolución forzada por la propia práctica, los resultados y el instinto y accionar espontáneo de las masas, desde los principios foquistas hasta el insurreccionalismo es explicado por Humberto Ortega:
«La verdad es que siempre se pensó en las masas, pero se pensó en ellas más bien como un apoyo a la guerrilla, para que la guerrilla como tal pudiera quebrar a la Guardia Nacional, y no como se dio en la práctica: fue la guerrilla la que sirvió de apoyo a las masas para que éstas, a través de la insurrección, desbarataran al enemigo.
Así pensábamos todos. Fue la práctica la que nos fue cambiando y nos hizo ver que para vencer había que activar no sólo nuestros contingentes guerrilleros sino que tenían que participar las masas activamente en esa lucha armada, porque el movimiento armado de la vanguardia nunca iba a tener el armamento necesario para quebrar a ese enemigo. Sólo en la teoría podíamos tener las armas y los recursos para quebrar a la Guardia Nacional. Nos dimos cuenta que nuestra principal fuerza estaba en ser capaces de mantener una situación de movilización total: social, económica y política, que dispersaran la capacidad técnica y militar que el enemigo sí tenía organizada». (Marta Harnecker; Entrevista a Humberto Ortega, 1993)
Claramente Humberto Ortega admite que la insurrección no fue operada como un orden táctico de la estrategia militar, sino que resultó del propio espontaneísmo de las masas en general a las que el FSLN se suma como auxiliar; dicho de otra manera, el FSLN no actuó como vanguardia en el desarrollo de tales hechos sino que simplemente se aprovechó de ellos. Y agrega:
«Los movimientos de liberación deben aprender que el costo de su lucha será aún mucho más caro que el nuestro. Yo por lo menos no concibo un triunfo en América Latina y en ningún lado que no se dé con la participación masiva de la población y con una crisis total, económica, política y social, similar a la que se dio en Nicaragua.
En ese sentido hay que señalar, en mi opinión muy particular, que considero bastante difícil tomar el poder sin combinar creadoramente todas las formas de lucha allí donde éstas se puedan desarrollar: campo, ciudad, barrio, zonas montañosas, etc., pero gravitando siempre alrededor de una concepción en donde las masas activas sean el eje central de esa lucha y no donde el eje central sea la vanguardia concibiendo a la masa sólo como un apoyo de la misma». (Marta Harnecker; Entrevista a Humberto Ortega, 1993)
Y aunque Humberto Ortega no hubiera sido nunca marxista-leninista, llevaba en esta ocasión «más razón que un santo» en esa reflexión, pues el desarrollo de la revolución en Nicaragua: esto es, que sin unas condiciones objetivas, una lucha ligada a las masas y un trabajo tanto de campo como de ciudad, y la utilización de las formas tanto legales como ilegales de lucha, la revolución de 1979 se hubiera demorado mucho más o incluso su triunfo nunca se hubiera producido. Su sonado oportunismo en otros campos no invalida lo correcto de esa reflexión. «Al césar lo que es del césar».
Objetivamente hablando el triunfo de la revolución sandinista de julio de 1979 no se debió a una aplicación estratégica basada en el «foquismo» o en la «guerra popular prolongada», sino que es la insurrección la que se impone como estrategia general debido al empuje de las masas populares urbanas que dan el impulso que hace triunfar al movimiento».
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