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El nuevo «plan de ayuda» endeudará todavía más a Grecia sin permitirle salir de del bache. Solo tiene la misión de tapar lo que los dirigentes europeos ocultan sobre la deuda. 

El informe del FMI sobre la viabilidad de la deuda griega se ha percibido como un «apoyo» a las demandas de reestructuración de Alexis Tsipras. Pero su mérito no es ese. Ha sacado a la luz con la claridad necesaria el meollo de los seis últimos meses de negociaciones y por qué estas, al final, han acabado en la rendición de Grecia.

 Lo que señala el FMI (está convencido desde hace mucho tiempo) es que sin un trabajo serio sobre la carga de la deuda pública griega no puede haber un acuerdo razonable. Pero de lo que se dice aquí o allá nada hace presagiar que Berlín vaya a aceptar que se emprenda esa tarea en los próximos meses. Todo lo contrario. El acuerdo del 13 de julio sobre la deuda se añade a los compromisos de noviembre de 2012: vagos y sin duda hechos para olvidarlos inmediatamente. 

¿Quién bloquea la reestructuración de la deuda? 

Si examinamos el desarrollo de las negociaciones, caemos en la cuenta de que en realidad los que la bloquean no son Grecia o el FMI, que precisamente piden un acuerdo global que incluya esa tarea. El bloqueo viene únicamente de los socios, los países de la zona euro, que rechazan cualquier discusión sobre el montante de las deudas griegas. 

Son ellos los que obligaron al FMI a endurecer su posición y a exigir garantías previas del reembolso de una deuda delirante y de esta forma rechazar la propuesta griega del 21 de junio que llevó a Alexis Tsipras a convocar el referéndum. Son los que animaron a los griegos a rechazar reformas estériles mientras la deuda fuese tan pesada. Es decir, a rechazar una espiral de sobreendeudamiento que finalmente se negaron a imponer.

La moral para ocultar un «montaje Ponzi» 

Así los gobernantes de la zona euro, ocultándose detrás de argumentos que no resisten ningún examen histórico y económico (hay que pagar las deudas), han impuesto una nueva vuelta de tuerca financiera. Ahora Grecia se endeudará con el MES (Mecanismo Europeo de Estabilidad) para reembolsar las deudas que debe a «su» Banco Central y al FMI.

 Con el informe del FMI, este es el absurdo nuevo «plan de ayuda» a Grecia que se ve claramente. No es necesario pensar mucho para entenderlo, este tercer plan incluye terriblemente los dos anteriores: pretende financiar ese montaje tipo Ponzi con medidas de austeridad que con toda seguridad garantizan el crecimiento de la deuda griega y la incapacidad futura de reembolsar dicha deuda. Inevitablemente habrá que proponer un cuarto plan que augurará el quinto…

Por qué ha aumentado el peso de la deuda 

A menudo olvidamos, bajo la montaña de expresiones moralizantes que se vierten sobre ese debate, que el problema de la deuda griega no es su montante nominal, que retrocedió desde 2011 especialmente tras la reestructuración, ese año, de la deuda privada (la PSI), sino su relación con la riqueza nacional griega que se está hundiendo rápidamente. Los acreedores estiman que esa bajada se explica por una «falta de reformas».

 Es una posición insoportable a la vista de la trayectoria de las finanzas públicas griegas que se recuperan muy rápidamente, el país libera incluso un excedente primario estructural récord. La realidad es que eso son esas «reformas» (en realidad recortes ciegos) que han reducido el PIB y han vuelto insostenible la deuda. Una prueba bastará: todas las proyecciones de impacto de la consolidación presupuestaria sobre el crecimiento desde 2010 han sido los errores burdos. Resumiendo, esa es la lógica en marcha en la zona euro que ha fracasado. Razón de más, para los dirigentes europeos, de proseguirla e intensificarla.

Un plan condenado al fracaso 

El nuevo plan fracasará como los anteriores porque se rechaza aprender las lecciones del pasado. Esta es, de momento, la única certeza de la que disponemos. La voluntad de los acreedores de amarrar al Gobierno griego, dejando los bancos cerrados hasta la firma de un acuerdo y por supuesto dejando el financiamiento de sus bancos bajo perfusión hasta que se lleven a cabo las reformas, continuará lastrando el PIB y mantendrá las inversiones y los gastos no esenciales en fase de proyectos. 

En un país devastado como Grecia, esos retrasos no son triviales, ya que ponen en peligro el crecimiento futuro. A continuación vendrá el establecimiento de las medidas de austeridad en un país donde la demanda interna ya está comprimida, lo que pesará mucho sobre el crecimiento. Grecia, la experiencia lo ha demostrado, muestra multiplicadores presupuestarios importantes. Ciertamente recibirá los 35.000 millones de euros prometidos por la Comisión. 

Pero no olvidemos que en realidad esa suma se la deben a Grecia. No es una ayuda, es una regularización. Por lo tanto el peso de la deuda todavía aumentará. El FMI prevé el «pico» de este endeudamiento en el 200 % del PIB y sabe que todas sus previsiones pasadas eran demasiado optimistas.

El absurdo «fondo de privatización» 

Por no hablar, obviamente, de ese famoso «fondo» que se financiará con el producto de las privatizaciones y se estima en 50.000 millones de euros. Esa cifra no tiene ninguna base real. Desde hace mucho tiempo el Gobierno griego pide que las privatizaciones se hagan mejor, teniendo en cuenta el valor real de los activos vendidos y le han gritado que es un escándalo, que no hay voluntad. Se le exige rapidez.

 Pero para un país con la economía hecha pedazos, como es el caso de Grecia, obtener rápidamente las rentas de la privatización de activos devastados por la austeridad presupuestaria y con pocas perspectivas (debido al peso de la deuda), es imposible.

 Lo que pone de manifiesto es una miopía ideológica o, todavía peor, una inconsciencia culpable. Entre 2010 y 2015, las privatizaciones griegas han reportado 5.400 millones de euros. 

Por lo tanto ese fondo no se alimentará, es una engañifa. Pero, con toda seguridad, la falta de realización de los objetivos se presentará como una prueba más de la falta de voluntad del país heleno y en consecuencia se le exigirán más recortes presupuestarios para compensar la falta de ganancias… Y eso permitirá olvidarse de la deuda, «porque los griegos no respetan las reglas». Lo que se ofrece a Grecia, como titulaba el miércoles 15 de julio por la mañana el diario conservador Ta Nea, son «años de plomo». La permanencia del país en la zona euro será a un precio muy caro.

El objetivo real de los acreedores: ocultar sus mentiras 

Así pues no es Grecia la que se salvó el lunes 13 de julio, sino los tejemanejes de los dirigentes europeos que para salvar la cara, para no reconocer sus errores ante el electorado, están dispuestos a poner a un país de la zona euro en una situación social, económica y política desastrosa. 

El error de Alexis Tsipras fue creer que podía conseguir un «acuerdo favorable para ambas partes», como insistió durante cinco meses. Pero el objetivo de los acreedores no es llegar a un acuerdo, se trata de disimular su elección de crear un monstruo financiero, a partir de 2010, detrás de un discurso moral para no asumir la consecuencia lógica: renunciar a parte de la deuda griega. Irrealidad y populismo: esas dos críticas que tanto se han aplicado a Alexis Tsipras en realidad deberían aplicase a sus acreedores.

Cargar con el pago a las próximas generaciones

Los dirigentes de la zona euro son como esos «grandes mentirosos» que se crean vidas paralelas y continuamente tienen que añadir nuevas mentiras a las viejas para mantener la coherencia de una vida que, a lo largo del tiempo, cada vez se vuelve más insoportable. 

Esos asuntos siempre terminan mal porque el castillo de naipes acaba cayendo. En el caso griego, de una forma u otra, inevitablemente habrá que anular las deudas. Si los acreedores se niegan, los griegos declararán el impago unilateralmente. Entonces la irresponsabilidad de los dirigentes de la zona euro estallará con claridad porque sus «planes» de continuidad solo conseguirán aumentar la factura. Mientras tanto todo va pasando como si dichos dirigentes solo persiguieran un objetivo: cargar la responsabilidad de ese momento inevitable a sus sucesores y el lastre de sus consecuencias a las generaciones futuras. Estas son las lecciones morales de esos dirigentes inconscientes.

Una ocasión perdida 

Decididamente, durante el primer semestre de 2015, la zona euro perdió una oportunidad única. Desde el primer momento Yanis Varufakis, el ministro griego de Finanzas, proclamó que «no quería el dinero de los acreedores». Su objetivo entonces era abrir un verdadero debate sobre la deuda con el fin de que Grecia solo devolviera lo que debía devolver.

 Se comprende bien el odio que suscitó, lo que pretendía era sacar a la luz el inmenso rechazo que provoca la deuda y que se trata de ocultar a cualquier precio. La ocasión de acabar con esa lógica se ha perdido. 

Al final, los griegos y todos los europeos lo pagarán muy caro.

Romaric Godin es el redactor Jefe de Economía de La Tribune.

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