A la misma hora en que leía la entrevista de Yamid Amat con el presidente Santos, el domingo en El Tiempo, “a eso de las 15:00 horas” —precisa el comunicado del bloque Iván Ríos de las Farc— un grupo de guerrilleros se encontró con uno de los “trofeos” más apetecidos en sus cincuenta años de sanguinario recorrido: un General de la República.
Ni en sueños debía sospechar el Secretariado que lo que no habían podido conseguir en emboscadas, combates, tomas de bases militares o ataques con cilindros bomba, se lo iban a toparen la tediosa hora de la siesta de un puente festivo. Ese día se ganaron la lotería, al parecer, sin comprarla. Si fue premeditado alzarse con el botín, está por verse.
El general Rubén Darío Alzate (comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán), vestido de civil, desarmado, desprovisto de escoltas, acompañado apenas del cabo Jorge Contreras y la abogada Gloria Urrego, y desatendiendo todas las advertencias sobre la presencia del frente 34 en aguas del Atrato, se trepó en una panga y llegó al corregimiento Las Mercedes, a pocos kilómetros río arriba de Quibdó.
Y no más desembarcar se metió, él solito, en la boca del cocodrilo que aguardaba agazapado en las orillas. Sin saber que daba el primer paso hacia el más grande papayazo histórico (¿o no?) del que se tenga noticia, en el último medio siglo de miedo y muerte.
Ninguna pieza encaja con otra en el rompecabezas de esta historia, extraña, por cuanto la víctima más visible es un militar de toda la vida que, además, conoce bien la zona. En la hoja de vida de brillante general —la gente habla bellezas suyas— resaltan sus conocimientos en inteligencia, contraguerrilla y antisecuestro, lo que hace imposible pensar que ignorara el prontuario del Iván Ríos, una de las estructuras —según estudio de Insight Crime— más propensas a convertirse en banda criminal, en la eventual etapa del posconflicto.
¿Qué pasó, entonces? (No sé hoy, pero ayer, al momento de escribir esta columna, solo circulaban especulaciones, incluyendo la de su pronta liberación).
Un caso que haría las delicias de Hércules Poirot.¿Fue ingenuo Alzate Mora?, ¿imprudente?, ¿confiado? ¿Acudía a una cita a ciegas?, ¿conocía a quienes se lo llevaron?
¿Gestionaba la salida de algún cabecilla hacia La Habana?, ¿una posible desmovilización? ¿Se encontraba en labores del programa “Chocó 2038” que lidera? ¿Se fue voluntariamente u obligado por las circunstancias?
A estas alturas, cualquier interrogante, por descabellado que parezca, puede ser el del millón.
¿Por qué nadie en el Ministerio de Defensa o en la cúpula del Ejército o en la Fuerza Titán o en la Gobernación o en la Alcaldía tenía información respecto de lo que el general se proponía?, ¿por qué ningún allegado suyo o del cabo o de la abogada, tampoco?, ¿por qué se conoció la noticia por un trino del expresidente Uribe, antes que por boca del ministro Pinzón?, ¿por qué falló la inteligencia?, ¿por qué cunde la sensación de que en el Gobierno están en Babia con el tema?
¿Están jugando a dos bandas los delegados de las Farc en La Habana?, ¿fue a sus espaldas?, ¿cuentan con el respaldo de las diversas columnas?, ¿existen enemigos de la paz negociada al interior de ellas? ¿Es un mecanismo de presión para conseguir el cese bilateral al fuego?, ¿un golpe mediático?, ¿una lamentable equivocación?
¿Son conscientes de que con el nuevo secuestrado debilitan los argumentos de la delegación oficial, alimentan la desconfianza en muchos ciudadanos del común y endurecen a los críticos del proceso? Cuando Alape dice que allá no pueden hacer nada con lo que sucede aquí, ¿pretende que se abra una sucursal de la mesa?
Cuando Catatumbo asegura que están dispuestos a “una pronta, tranquila y justa solución a este problema”, ¿lo dice en sentido literal o con los significados extendidos que las palabras adquieren en las montañas de Colombia?
¿Se inclinará la balanza del lado del moderado optimismo de la Casa de Nariño —Santos hizo lo que tocaba— o del moderado pesimismo de Navarro Wolf: “Las Farc no van a soltar a un general de un día para otro”?
Y acabo aquí porque el espacio manda, no porque tengan punto final las inquietudes.
COPETE DE CREMA: “Esta semana se cumplen dos años de conversaciones en La Habana y haré un importante anuncio a los colombianos en este sentido”, soltó el Presidente en la entrevista de marras.
Con tal de que el anuncio sobreviniente sea la liberación de los secuestrados, qué importa que se traspapele el anunciado.
Pobre Santos, debe tener la barriga como un estanque, de tanto tragar sapos. (Yo sé que me durará lo que el exantema súbito en un niño, pero en este instante padezco un pequeño brote santista).
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