
Extractos del reciente encuentro que mantiene anualmente el presidente bielorruso Alexánder Grigórevich Lukashenko con periodistas de medios regionales rusos.
Muchos se mostraban interesados por conocer cómo se había conseguido mantener a raya a la delincuencia.
La pregunta la formuló un periodista de Tambov, que había estado paseando por Minsk durante la noche:
“¿Cómo han conseguido, no solo aquí en Minsk, sino en otras ciudades, crear un ambiente tan confortable de seguridad?
Por las tardes la gente sale a pasear sin miedo de ningún tipo a verse afectado por algún despropósito de delincuentes. A este paso va a haber que disolver a la policía…”
Contestó Lukashenko: “Cuando me convertí en presidente, la Unión Soviética acababa de derrumbarse. Fue una desgracia terrible. Nosotros somos un país de paso.
Nuestra principal autopista va de Brest a Moscú y en la otra dirección hasta Berlín…Vienen y me reportan: han vuelto a parar otro coche, han matado al conductor y han robado el vehículo.
Entonces no había tantos “Mercedes” como ahora.
Entonces era una rareza y los bandidos enseguida ponían el ojo en esos coches y en sus propietarios.
Si veían algún “Mercedes” o “Audi” le daban el alto, haciéndose pasar por policías o lo que fuera. Si te resistías te podían matar o dejarte mutilado.
El automóvil y todo lo que hubiese en él se lo llevaban.
Me vi obligado a adoptar una solución radical: Reunimos varios grupos, seleccionamos coches de marca y organizamos varias trampas desde Brest hasta la frontera.
A todos los bandidos que oponían resistencia los fusilábamos en el acto.
Aniquilamos a tres bandas de esas. Ya no hubo una cuarta. Y hasta la fecha reina la calma.