Pablo Gonzalez

Crónica de una dictadura anunciada


Después de la Invasión de EE. UU. a Panamá, la cual tenía como propósito liberalizar nuestra economía y sumirnos en la pobreza y la ignorancia para depender más de ellos; una cofradía del poder económico que estuvo con los militares y en los estertores de Noriega se pasó para la Cruzada Civilista, ha ido cobrando más fuerza con el tiempo, y actualmente maneja la política del país como si fuera la bolsa de Wall Street.

Esa cofradía apuesta a todos los candidatos y, según el discurso y los compromisos que lleguen, dos o tres meses antes de las elecciones se pone de acuerdo, le cierra la llave a unos y al que le conviene más, para sus intereses económicos, a ese le apuesta todo.

¿Y el pueblo? Ajeno a todo, dejándose llevar por el “marketing” de las propagandas, pagadas por esa supraestructura invisible que decide los destinos del país.

Los miembros de los partidos políticos, en su mayoría, esperanzados a un trabajito, un puestito, son fieles a su colectivo, que los venden con tal de hacer arreglos y llegar al poder. No se atreven a cuestionar a sus dirigentes. Insisten en “barrer para adentro”.
 
 A propósito, de pequeña me enseñaron a barrer para afuera, recogerla con un recogedor y botarla a la basura. Porque lo que se barre es basura.

Aspirar a la Presidencia se ha reducido en un privilegio de la clase económica poderosamente fuerte. La última vez que vimos a un hombre de clase media llegar a la Presidencia, fue Martín Torrijos Espino. Y por el estilo de gobernar distanciado de la ética y de los valores políticos que ha sido la tónica del actual régimen, no creo que volveremos a ver a un hombre de clase media en el Palacio de las Garzas.

En este periodo nos ha tocado ver cómo un presidente tuerce la voluntad ciudadana prostituyendo nuestro sistema político y a las instituciones del Estado. 
 
Ha contaminado partidos políticos comprando a sus dirigencias, ha sumado mediante descaradas compras de conciencia a diputados, alcaldes y representantes de corregimientos. Chantajes y extorsiones, entre otros, con expedientes judiciales o persecuciones a través de la Dirección General de Ingresos han sido la característica de este régimen, contra quienes no se ajustan a sus métodos mafiosos. Impone su participación accionaria en importantes compañías y actividades económicas, sin importarle depredar empresas y patrimonios familiares.

Todos hemos sido testigos que la Asamblea de Diputados, de la cual tiene la mayoría, ha sido comprada y no cumple su rol de contrapeso político. 
 
Avalan los desmanes de funcionarios que transgreden la Ley, avalan la rapiña de los recursos y del patrimonio de todos los panameños.

La Corte Suprema de Justicia es una triste caricatura de órgano judicial, la cual se evidenció con el caso del pastor Edwin Álvarez, que allí se hace lo que el sátrapa mande.

La Contraloría General de la República es una agencia mandadera al servicio personal del dueño del Súper 99, trabajo anterior de la actual contralora.

Con esta mafiocracia, los que tristemente dirigen los destinos de la nación se han consolidado en un andamiaje, un “establishment”, justo a su medida, como forma de incrementar sus riquezas mediante el saqueo de las arcas públicas, de las componendas, de las canonjías, la compra de conciencia, la represión, la muerte y la persecución contra quienes se oponen a este sistema de oprobio y de incultura política.

El actual régimen y sus compinches se han consolidado en este gobierno y vinieron para quedarse. Están tratando de sacar al magistrado Mejía de la Corte y al magistrado Pinilla del Tribunal Electoral. 
 
Con todas las políticas de desposesión que están implementando mientras distraen al pueblo con circo, cuando todos se den cuenta será demasiado tarde. 
 
Una vez se deshaga de los magistrados Mejía y Pinilla, el propio régimen se encargará de crear un clima de inestabilidad que lo obligue a suspender las garantías constitucionales, suspender las elecciones, hacer un llamado a una Constituyente a su medida y perpetuarse en el poder.

Todo esto sucederá si los partidos políticos de oposición, los gremios, la sociedad civil organizada, los sindicatos, los trabajadores y la población en general siguen con ese grado de pasividad extrema. 
 
La única solución es unificarse en torno al Frente por la Defensa de la Democracia, deponer intereses y hacerle un solo frente de lucha al régimen para derrotarlo en las elecciones generales del 2014 (si las hay).

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