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La Epopeya de Gilgamesh

2 de las aportaciones más importantes de la historia de la humanidad se las debemos a los sumerios; el nacimiento de la civilización urbana y la invención de la escritura, gracias a lo cual comenzó a configurarse La Epopeya de Gilgamesh, cuya forma definitiva se la dieron tras la desaparición de los sumerios posteriores pueblos mesopotámicos como los hititas, acadios, asirios y babilonios.
Se trata de la narración escrita más antigua de la historia, para la que se emplearon tablillas de arcilla y escritura cuneiforme.

La versión más completa preservada consta de 12 tablillas, encontradas en la biblioteca del rey Asurbanipal de Nínive.

En este poema se narran las aventuras de Gilgamesh, rey de Uruk, 2 tercios dios y un tercio humano, y su amigo Enkidu, en un contexto politeísta en el que los dioses premian y castigan a los humanos en esta vida y no en el Más Allá, un Más Allá en el que la gente permanece eternamente en el mismo estado en el que se encontraba en el momento de su muerte.

Los historiadores afirman que este poema llegó a conocimiento de los griegos de la época micénica, influyendo notablemente en La Ilíada y La Odisea. Asimismo fue conocido por los hebreos, que incorporaron a La Biblia diferentes pasajes mesopotámicos desvirtuándolos y dándoles nuevos contenidos religiosos.

 Así, Enkidu fue creado con arcilla como Adán.

Criado por diferentes animales y comportándose como ellos, dejó los bosques y los valles al ser repudiado por sus amigos animales tras tener relaciones sexuales con una mujer, una prostituta en este caso.

La analogía con la expulsión del paraíso de Adán y Eva tras probar la manzana y ser conocedores del bien y el mal separándose de los demás animales es evidente.

Tras la muerte de Enkidu, Gilgamesh, angustiado por la pérdida de su querido amigo y por su propia mortalidad al tener una porción de humanidad, decide ir en busca de Utnapishtim, el único superviviente del Gran Diluvio al que los dioses concedieron la inmortalidad, tras, como Noé, haberse construido una nave en la que metió a su familia y a ejemplares de todos los animales, asegurándose como en La Biblia de que las aguas habían amainado soltando pájaros hasta que uno no volviera por haber encontrado un lugar en el que posarse.

Hay que decir que históricamente tal diluvio existió en el Próximo Oriente, aunque eso no justifica que los hebreos les robaran a los sumerios un mito y una historia concreta cambiándole detalles como el suprimir la inmortalidad de Utnapishtim/Noé, para que así encajara en la idea de los hebreos de que nada ni nadie puede equipararse a Dios.

Al conocer a Utnapishtim en unos espectaculares jardines donde los frutos son piedras preciosas, éste le informa de que a pesar de que se trata de un favor que los dioses no van a volver a conceder, existe bajo el agua una planta que proporciona la eterna juventud.

De nuevo la analogía con el Árbol de la Vida y el Paraíso bíblico, que no sé por qué algunos se empeñan en situarlo en un Más Allá puesto que 2 de sus 4 ríos son precisamente los mesopotámicos Tigris y Éufrates, es evidente.

Gilgamesh coge la planta y decide llevarla a Uruk, pero en un descuido una serpiente se la lleva.



 En La Biblia es una serpiente también la culpable de que Adán perdiera la inmortalidad y el acceso al Árbol de la Vida tras probar de Árbol del Conocimiento representado aquí por las relaciones sexuales de Enkidu con la prostituta, sólo que los hebreos le dieron unas connotaciones maléficas.

Y después de robarles todos sus mitos a los pueblos mesopotámicos, los hebreos van y tienen la desfachatez de ridiculizar y menospreciar a sus deudores, sin cuya mitología gran parte de La Biblia no existiría, haciendo referencia a Babilonia como la gran prostituta por ser la prostitución en Mesopotamia una actividad sagrada que se realizaba en templos, y por los ritos orgiásticos que se realizaban en honor a Ishtar, diosa que aparece en este poema aunque no salga muy bien parada ya que al igual que en la mitología griega, en la mesopotámica lo único que diferenciaba a los dioses de los humanos era su inmortalidad, compartiendo con ellos virtudes y defectos.

 Y es que no se trata de la época histórica y la evolución como muchos tienden a pensar, sino del concepto del miedo, el pecado y el castigo eterno impuesto por los judíos, concepto inexistente entre sus vecinos, ya que el sexo, incluida la homosexualidad, era bien visto por muchos de los pueblos de aquella zona, así como el poder de las mujeres.

Pero a los judíos, en busca de un carácter propio y diferenciado, no se les ocurre otra cosa que dotar a todo esto de tintes de "suciedad".

Y de los egipcios a los que tan mal dejan los judíos ni hablemos, que fueron una cultura única, diferente y no esclavista, a los que por cierto después de condenarlos también robaron mitos e iconografía como María y el niño Jesús, una imagen calcada de la diosa Isis dando de mamar a Horus.

Jorge Luis Borges comentó al respecto: “Tal vez no sólo cronológicamente es la primera de las epopeyas del mundo. Fue redactada o compilada hace cuatro mil años.

En la famosa biblioteca de Asurbanipal doce tablas de arcilla contenían el texto.
 La cifra no es casual; corresponde al orden astrológico de la obra.”

 Y agregó: “La triste condición de los muertos y la búsqueda de la inmortalidad personal son temas esenciales. Diríase que todo ya está en este libro babilónico.”

Veamos brevemente de qué se trata.

 En los primeros versos aparece una descripción de la ciudad de Uruk, gobernada por Gilgamesh, quien es conocido por su sabiduría pero también es tiránico.

Sus súbditos están descontentos de los caprichos del rey y estas quejas llegan hasta los dioses. Aruru, la diosa creadora de los hombres, toma arcilla y crea a Enkidu, la imagen invertida de Gilgamesh, un ser salvaje y primitivo que debía enfrentarlo y, supuestamente, destruirlo.


“Y él, Enkidu, 
su lugar de nacimiento era la montaña, 
junto a las gacelas comía la hierba, 
junto a las bestias bebía en los abrevaderos, 
junto al ganado se complacía en el agua…” 
Sin embargo, el aspecto de ese ser asusta a un pastor, quien le pide ayuda a Gilgamesh. 
Éste le manda a una prostituta que lo seduce durante seis días y siete noches, al cabo de los cuales los animales se apartan de Enkidu, quien pierde su fuerza física; ya no puede correr a la par de las gacelas.

 Pero es entonces cuando su inteligencia se comienza a despertar.

Enkidu llega a la ciudad, se enfrenta a Gilgamesh y lo abate en la lucha.

 Gilgamesh reconoce el valor de su adversario y lo convierte en su amigo; decide emprender con él una cruzada contra todos los males del mundo.

 Ahora, dos son los héroes, salen al camino y, después de varias peripecias, logran darle muerte a Humbaba, el gigante que guarda la foresta de cedros.


“Enkidu derribó con el hacha uno de los cedros. 
¿Quién ha penetrado en el bosque y ha derribado un cedro?”, 
dijo una enorme voz. 
Los héroes vieron acercarse a Humbaba. 
Tenía uñas de león, 
el cuerpo revestido de ásperas escamas de bronce, 
en los pies las garras del buitre, 
en la frente los cuernos del toro salvaje, 
la cola y el órgano de la generación concluían en cabeza de sierpe.”


Al regresar a la ciudad, Gilgamesh rechaza los requerimientos amorosos de la diosa Ishtar, quien consigue que el dios Anu cree un toro celeste para acabar con él.

 Por el contrario, los dos héroes no tardan en darle muerte. Ishtar los maldice y, en asamblea de dioses, exige un castigo.

 La decisión sentencia a Enkidu: padecerá una enfermedad que lo llevará a la muerte.

 Éste, a su vez, maldice haber logrado una vida civilizada para morir de una forma tan terrible.

Gilgamesh llora durante siete días y siete noches al lado de su amigo, hasta que toma conciencia de la descomposición del cuerpo y de la condición perecedera de su propio ser.

 El miedo entra en su ánimo, suelta sus cabellos y, arrancándose sus bellos ropajes, se envuelve en una piel de león.

 Toma una apariencia similar a la del Enkidu primitivo, y vaga por la estepa meditando; “Cuando muera, ¿no seré como Enkidu?.

 Y le repite su pregunta a los hombres-escorpiones, a Siduru, a Urshanabi, mientras recorre el camino en busca de Utnapishtín, el héroe del diluvio universal, para conocer el motivo de su vida eterna.
Pero a pesar de las súplicas, Utnapishtín no está dispuesto a revelarlo.

Gilgamesh ya está por retirarse, convencido de lo infructuoso de su viaje, cuando Utnapishtín le revela el secreto:


“Te revelaré, Gilgamesh, una cosa secreta 
una cosa desconocida te diré: 
existe una planta similar al espino blanco, 
su espina se clava en la mano como una rosa; 
si consigues esa planta con tu mano, 
la vida encontrarás.”


Gilgamesh finalmente consigue la planta pero una serpiente se la roba, con lo cual también desaparece su esperanza de vencer a la muerte.

De esta manera, empeñado en una búsqueda mística (que nos recuerda a la del Rey Arturo en busca del Santo Grial), alcanza la madurez a través del dolor, la muerte y el terror.

Y vuelve desolado a su reino, con la resignación de “aquel que todo lo ha visto, para contárselo a todos”.

En resumen, se trata del mito de una epopeya que marca la diferencia entre lo salvaje y lo civilizado.
 Ya aquí aparece una actitud filosófica, también la imagen del doble, y conlleva, con la angustia de la muerte, la búsqueda de la eternidad.

Debemos destacar, además, su extraodinaria concordancia con el relato bíblico de Noé y el diluvio universal: Ea, el señor de las aguas y guardián del hombre, previno sólo a uno, Utnapishtim, sobre el diluvio con el cual los dioses planeaban exterminar a la humanidad.

 Le dijo: “destruye tu casa para hacer una barcaza y poner dentro de ella una semilla de toda criatura viviente.

” El diluvio se desató con furia, “cambió la luz del día en oscuridad”.

 Una vez que hubo pasado, “la faz de la tierra estaba en silencio, toda la humanidad había regresado al barro.

 La superficie del mar se extendía totalmente plana, como un techo…”. Utnapishtim dejó ir una paloma, la cual regresó pues no halló un lugar seco para reposar, y después una golondrina, con el mismo resultado.

 Finalmente, dejo ir un cuervo que nunca regresó.

 La barcaza descansó sobre lo alto de una montaña y Utnapishtim agradeció ofreciendo un sacrificio.

Vuelvo sobre las palabras de Borges: “Diríase que todo ya está en este libro babilónico”.

 Él pone de manifiesto que Gilgamesh y Enkidu “emprenden aventuras que prefiguran los doce trabajos de Hércules.

También se prefiguran en la epopeya el descenso a la Casa de Hades en la Odisea, el descenso de Eneas y la Sibila y la casi de ayer Comedia dantesca”.

Por su parte, Isaac Asimov nos dice: “Si los siguientes nombres: Anu, Enkidu, Mashu, Uruk, le recuerdan a El Simarillion de Tolkien, pues debe saber que corresponden a la Epopeya de Gilgamesh”, resaltando que ella dio nacimiento a la épica que “por definición, nos habla de acontecimientos de pueblos, guerras, viajes, batallas, y muchas veces se sitúa en eras míticas (no históricas).”

El poema de Gilgamesh adquiere, entonces, una relevancia suprema: inicia la literatura conocida de la humanidad, nos remonta a las leyendas que hace miles de años se contaban en los antiguos pueblos mesopotámicos, deja su impronta en la Biblia, señala los conflictos relativos a la condición humana y conforma la base de las más destacadas novelas y relatos que se han ido (y se seguirán) escribiendo.

Muchos siglos atrás, los caracteres cuneiformes grabaron la epopeya de Gilgamesh, el rey que quería ser eterno.

En cierto modo lo logró; sus hazañas se propagaron a través de otras lenguas, otros alfabetos, otros continentes, otras civilizaciones… y a través del tiempo.

POEMA DE GILGAMESH: UN VIAJE FALLIDO A LA INMORTALIDAD( PDF )

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