La presencia de Pablo Milanés en Miami puede haber dado la oportunidad a algunos de alcanzar su definición mejor y a otros de intentar disimularla.
Carlos Alberto Montaner
-con una causa pendiente por terrorismo y un pasado al servicio de la
CIA - ha dedicado varios artículos para aconsejar al intérprete y
compositor cubano -y a quienes se identifiquen con él- un comportamiento
similar a Mijail Gorbachov:
"un sobrio apretón de manos entre los comunistas reformistas y los
demócratas de la oposición".
A la vez, Montaner ha tratado -sin éxito-
de desestimular el comportamiento cavernícola de la ultraderecha en
Miami, para que no diera la nota que finalmente ha dado.
Así, cree lavar
su pasado de hombre violento e intolerante y ponerse a tono con sus aspiraciones en el futuro que desea para Cuba,
mientras vende para la Isla el modelo de partido único PSOE-PP que
ahora mismo está arrasando con los derechos de los trabajadores en
España.
A pesar de ello, los trituradores de discos han vuelto con esa fuerza más a mostrar el rostro del extremismo anticastrista.
No se trata de algo excepcional y minoritario en la ciudad donde pidieron la caída del avión que regresaba el niño Elián a Cuba, celebraron por adelantado y eufóricamente la muerte de Fidel, y rinden tributo a quienes asesinaron al Comandante Ché Guevara o volaron un avión civil en el que murieron 73 personas.
Lamentablemente, no "son actos del pasado en una ciudad que ha cambiado
mucho" -pues todas esas acciones han ocurrido en pleno siglo XXI- ni
pueden mostrarse como ejemplos del espíritu democrático en una sociedad
que algunos pretenden modelo para el mundo.
Tampoco -para quienes
juegan a igualar intolerancias de un lado y otro- existen parelismos
posibles con tales actos que van contra la propia naturaleza humana.
La voz favorita del grupo mediático PRISA en Cuba, Yoani Sánchez, ha aprovechado para exhibir sus dotes en el periodismo y su conocimiento de la música cubana en un artículo publicado en El País bajo el título "Querido Pablo".
Con un tufillo, colonial la señora Sánchez descalifica la música
producida en la Isla cuando "todavía no había venido Ry Cooder a
descubrir a los viejitos del Buena Vista Social Club", planteando que
entonces "el panorama de la música cubana era gris y chato", y así
multiplica por cero el trabajo de agrupaciones como Los Van Van,
Iraquere, Adalberto y su son -entre muchas otras-, el auge de la canción
alentado
por concursos como el Adolfo Guzmán, o la obra de muchos compositores
dentro de la Nueva Trova, más allá de Silvio Rodríguez
o el propio Pablo Milanés.
Pero, ¿qué se puede esperar de alguien que
comienza su artículo diciendo que el concierto del cantante en en el Sur
de la Florida "está programado para hoy, 27 de agosto" y termina
anunciando que este "en unos días cantará en Miami"?
Por su parte, Pablo Milanés declaró en una entrevista a la agencia EFE
:
"He venido a cantarles con todo el amor del mundo, a manifestar una
parte de la cultura de nuestro país que sigue viva, que se mantiene, que
se desarrolla.
Soy solamente una representación mínima de aquel
movimiento extraordinario de la nueva canción cubana", añadiendo que
"Cuba se ha mantenido sosteniendo lo que fue su base para presentar al
mundo como un logro y creo que todavía a estas alturas se sostiene, como
es la educación, la medicina, la cultura y muchos logros sociales".
En la prensa
de la ciudad donde la libertad de expresión sobre Cuba está restringida a
dos o tres comentaristas en espacios totalmente marginales, aireó sus
críticas sobre las libertades que cree faltan en la sociedad cubana y
tomó distancia de sus declaraciones anteriores de respeto hacia el
liderazgo de la Revolución.
Desde esas tribunas -controladas por la
oligarquía que impidió hasta 1959 el acceso mayoritario de los negros
cubanos a los servicios más elementales- el autor de Canción por la unidad latinoamericana ha expresado también su percepción sobre las manifestaciones de racismo en la Isla.
Milanés, dialogó además con las emisoras que el gobierno de Estados Unidos -el mismo que se ha opuesto históricamente al accionar solidario de Cuba con los pueblos africanos- financia contra su país.
Entevistado a propósito, desde Madrid, el cantautor Joaquín Sabina ha enviado mensajes al "exilio cubano"
de cara a su concierto en Miami previsto para Octubre:
"Estamos
esperando que surja un 15-M en Cuba.
Que la gente salga a la calle y
diga qué es lo que no le gusta."
Obviamente, Sabina no espera para los
cubanos el mismo trato que la policía española ha reservado para sus compatriotas que protestan en las calles desde el 15 de mayo; porque de ocurrir así, al no ser Cuba un aliado de EE.UU., no hay que tener su imaginación para prever un desenlace similar
al de Libia, algo que ya solicitó José María Aznar,
siempre tan aplaudido en Miami.
Por suerte, a diferencia de España, los
cubanos han tenido la oportunidad de expresar "lo que no le gusta" en
un proceso ampliamente democrático y participativo que culminó con la
aprobación -después de un amplio debate- de los Lineamientos para el desarrollo económico y social, que recogen las aspiraciones de cambio mayoritarias en la sociedad cubana.
Sin embargo, nada es tan sencillo.
Recientemente, se cumplieron 20 años de la desintegración de la URSS y
ha sido la ocasión para que se manifieste cuánto desprecio siente hoy el
pueblo ruso por los que entregaron su país a las mafias y lo colocaron
de rodillas ante el mundo, usando como pretexto -más allá de las causas
endógenas- los graciosos motivos que hoy lanza ese amigo de Aznar
llamado Carlos Alberto Montaner.
Fue un proceso en que, como ha dicho el entonces disidente soviético Alexander Zinoviev:
“Uno de los efectos más poderosos utilizados por Occidente para lograr
la disgregación de la sociedad soviética fue la vanidad de los
ciudadanos soviéticos.
Yo la llamaría tentación de notoriedad, en la que
cayeron con asombrosa ligereza y decisión muchas personalidades
influyentes.
Occidente aprovechó esta debilidad de los políticos
soviéticos y de las personalidades de la cultura, al igual que los
colonizadores y conquistadores occidentales supieron aprovechar la
debilidad de los indígenas americanos por las bebidas alcohólicas."
A
eso apuesta Montaner cuando escribe "Bievenido, Pablo Milanés"
porque, siendo un hombre de la CIA, sabe muy bien -como describe
Zinoviev- que "..el afán desenfrenado de cosechar elogios y notoriedad
en Occidente llegó a ser el principal acicate de los reformadores
soviéticos.”
Pero Cuba no es la URSS ni tampoco Libia, ni Pablo Milanés quiere ser Gorbachov, y mucho menos desea -como algunos en España, Cuba y Miami-
ver caer las bombas sobre La Habana.
Ojalá su paso por Miami, además de
permitir escucharlo en vivo a las cerca de 3 500 personas que pagaron
entre 85 y 195 dólares para acceder al American Airlines Arena, haya
servido para que una parte de quienes -como Montaner- añoran ver los
marines en el Malecón, donde hace exactamente dos años el cantante se proclamó antimperialista, tengan al menos que disimularlo aunque no consigan engañar a nadie.