Graziella Pogolotti.......
Cuando se abre en Cuba el análisis de los lineamientos económicos y sociales del Partido, conviene regresar al pensamiento del Che.
Perdida en la distancia, pensativa y soñadora, la mirada del Che, capturada por Korda, se ha convertido en un icono universal de esperanza y rebeldía.
Entre nosotros su legado permanece vigente, como paradigma de consecuencia entre las ideas y los actos, como imagen de la entrega suprema a favor de los oprimidos, como inclaudicable defensor de la emancipación humana.
A su obra de intelectual hay que volver una y otra vez. Marcada por su tiempo, como toda tarea de esta índole, trasciende la época y resulta ahora más necesaria que nunca. Renunció a su vocación literaria que asoma todavía en los apuntes de su diario boliviano para afrontar, en la vertebración de teoría y praxis, el árido terreno de las ideas.
Con visión precursora, advirtió fisuras en el socialismo europeo y predijo el peligro de tomar el sendero equivocado en el bosque.
Lector voraz, cultivó con pasión el ajedrez. Descubrió en este apacible juego de mesa un entretenimiento para el ejercicio del pensar. Representación de un campo de batalla con sus alfiles, caballos, torres y peones, el triunfo corresponderá a quien mejor articule táctica y estrategia.
Sin perder de vista el objetivo final, jaque mate al rey —clave estratégica— hay que diseñar el plan de acción sin perder de vista las intenciones del oponente, su parigual en fuerza. Como sucede en toda sociedad organizada, los componentes son diversos, ninguno despreciable, aunque las jerarquías hayan sido definidas con precisión.
Los peoncitos andan a pasos cortos, las torres se mueven en línea recta, los alfiles en diagonal, los caballos lo hacen a saltos y la dama, colocada junto a un monarca relativamente pasivo, dispone de la mayor libertad.
Se trata, por tanto, de un universo dotado de múltiples posibilidades, donde la vacilación de un peoncillo puede traer consecuencias fatales. A pesar de su perfil medieval, las figuras que intervienen en el juego conservan vigencia contemporánea para orientar y conducir procesos sociales de distinta envergadura.
Entre ellos, se destacan la mencionada interacción entre estrategia y táctica, la interdependencia de la acción de los individuos más allá de la escala jerárquica, la determinación de la esencia de los conflictos, la dilucidación de la estrategia del antagonista y el entendimiento de la diversidad intrínseca del conglomerado actuante.
Por esas y otras razones, para el Che, el cultivo del ajedrez ―al que convocó a sus colaboradores― fue mucho más que un divertimento. La labor intelectual del Comandante guerrillero se reconoce en el trasfondo de toda su actividad pública en la permanente retroalimentación entre teoría y praxis.
De su experiencia de combatiente en Cuba, derivó sus concepciones sobre los métodos de lucha revolucionaria. De la cotidianidad compartida en el acoso y la precariedad, extrajo el conocimiento concreto de los seres humanos, con sus debilidades y su potencial capacidad de crecer.
De sus vivencias en la temprana institucionalización en un país subdesarrollado, requerido de un programa socialista en la frontera de un poderoso enemigo, examinó críticamente los errores cometidos en otras partes e inquirió acerca de las vías acertadas para garantizar supervivencia y porvenir pasando por la necesaria formación de un nuevo sujeto de la historia.
En vertiginosa transformación, el mundo vive hoy bajo otras circunstancias. Parece bordear el Apocalipsis en un contexto donde las diferencias se acentúan hasta hacerse insalvables. Tantas son las amenazas, que el pensamiento comienza apenas a despertar después de un prolongado letargo. Escépticos, embotados por la falta de imaginación y de creatividad, algunos se aferran a nuevos dogmas, en la antítesis de los que, en otros tiempos, creyeron artículos de fe.
Cuando se abre en Cuba el análisis de los lineamientos económicos y sociales del Partido, conviene regresar al pensamiento del Che. El panorama de la Isla es otro, pero los rasgos esenciales de su método y su insaciable aprendizaje de los datos concretos de la realidad y su vigencia crítica respecto a las experiencias ajenas, nos concierne más que nunca, en medio de la turbulencia contemporánea. No tuve el privilegio de trabajar a su lado, pero me ha resultado apasionante conocer el testimonio de sus colaboradores en el Ministerio de Industrias.
Allí se revelaba con dramática crudeza, la herencia del subdesarrollo. La escasez de profesionales y técnicos calificados se agudizó con la emigración de quienes optaron por seguir los pasos de los grandes empresarios. La pirámide social se sostenía sobre una base de bajísimos niveles de instrucción. En una economía dependiente, el bloqueo anunciaba la inminente falta de piezas de repuesto.
El latrocinio gubernamental había agotado las reservas de capital. Los mercados tradicionales para el intercambio de bienes desaparecieron. Prescindiendo de un antes y un después, había que diseñar perspectivas de desarrollo mientras se consolidaban chinchales para prever lo indispensable y ofrecer empleo útil y estable en un país sometido al tiempo muerto y la cesantía.
Las tácticas impuestas por los reclamos de la supervivencia inmediata se integraban para el Che al diseño de estrategias de mayor alcance. Había que conocer hasta el detalle los recursos naturales existentes en el país, a fin de establecer apropiadas líneas de desarrollo.
Los nuevos centros de investigación científica asumieron esa responsabilidad. Se logró así una rápida configuración del mapa geológico de la Isla. Por otra parte, la construcción del socialismo desde el subdesarrollo planteaba numerosas interrogantes.
En ese contexto, los debates en torno a la ley del valor, entre otros temas, no constituyeron un mero ejercicio académico. Incentivaron inquietudes ―fuente de creación― y asumieron, en la práctica, la necesidad de incorporar el pensamiento vivo, inspirado en la experiencia, a la dialéctica de la historia. Y, sobre todo, consideró al hombre ―entendido como ser humano― en tanto protagonista, punto de partida y objetivo final de todo proceso de transformación social.
En la perspectiva del socialismo, debe establecerse una relación recíproca, de influencia mutua, entre el individuo y la sociedad. El constructor consciente se construye a través de una permanente superación. En la búsqueda de fórmulas prácticas para el logro de esos propósitos, se produce el debate acerca de los estímulos materiales y morales.
Al polarizarse en términos absolutos la valoración de esos factores, el análisis se detuvo en algunas ideas germinales. Interrogado sobre el tema en Chile de la unidad popular, Carlos Rafael Rodríguez comentó que, entre nosotros, ninguno había sido aplicado hasta sus últimas consecuencias.
Con el andar del tiempo, los salarios permanecieron congelados, sin ofrecer respuestas efectivas a los resultados del trabajo en la producción concreta de bienes y en la creación de valores de otra índole en la investigación, la docencia y los servicios. Por otra parte, la distribución de recompensas de orden moral, en la mayor parte de los casos, se formalizó progresivamente. Faltó, además, en muchos sectores una adecuada política de promoción y ascenso de acuerdo con los méritos acumulados.
El estímulo material, términos de remuneración o mediante otras vías, resulta de implantación más sencilla. Cuenta con antecedentes en otras sociedades. Y, sin embargo, el nexo mecánico entre trabajo y ganancia, equitativo en apariencia, no constituye de hecho una fuente de valores. Más atento a la subjetividad de la persona, el diseño, el acicate moral entraña un análisis complejo dada la influencia de múltiples factores en el desarrollo de la conciencia humana.
Se trata de encontrar fórmulas para hacer tangible lo intangible, vale decir, la dimensión espiritual de una filosofía de la vida. Los pragmáticos no dejarán de observar que las apuestas a largo plazo no ofrecen solución a las demandas apremiantes de la realidad. Sin embargo, lenta y pesada, la tortuga puede llegar a la meta antes que la liebre.
Tal y como lo hemos practicado, mediante la entrega de diplomas o a través del acceso a vacaciones en ambientes muy disfrutables, el estímulo moral constituye una compensación grata para el beneficiario.
Pero, acontecimiento aislado y circunstancial, no contribuye de manera decisiva a conformar paradigmas. No impulsa tampoco a integrar una red que articula el perfil subjetivo de la conducta excepcional a un entramado social más complejo, transformador del impulso individual en fuerza colectiva.
Para lograrlo resulta indispensable, traspasando el fragmento de realidad donde cada cual está, desencadenar acciones participativas que conjuguen los esfuerzos de manos, palabra y pensamiento de todos para construir la casa de todos, “donde tan bien se está”. No es empeño de un día, porque se trata de producir, paso a paso, eludiendo formalismos, un cambio en las mentalidades.
La ejecutoria del Che en el Ministerio de Industrias entroncaba raigalmente, con la visión estratégica de Fidel respecto al pensar independiente, a democratizar la instrucción y la cultura, así como a hacer de Cuba un país de hombres de ciencia, entendido este término en su sentido más lato.
En poco tiempo, el salto hacia delante en este camino de expansión del acceso al conocimiento fue vertiginoso y aun más sorprendente, teniendo en cuenta la precariedad del punto de partida y las circunstancias en que se produjo, amén de los errores y de los zigzagueos en cuanto al modo de implementar el proyecto.
Abrir perspectivas a la creación humana era tan solo una parte imprescindible en la ejecución de la tan aislada justicia social. Respondía también a la valoración objetiva, en términos económicos, de la realidad insular.
Los colonizadores españoles advirtieron muy pronto que Cuba no disponía de emporio de reservas minerales. Por eso, se lanzaron de inmediato a la conquista de un continente más promisorio.
La feracidad paradisíaca de la tierra descubierta por Colón, donde el ganado se multiplicaba silvestre entre pastizales vírgenes que no demandaban fertilizantes químicos, se degradó con la tala indiscriminada de los bosques, el cultivo extensivo de la caña y la progresiva salinizacion de las tierras. Entonces, como ahora, la economía del país dependía, en gran medida, del comercio exterior.
A pesar de Girón y de la Crisis de Octubre, con su secuela de actos terroristas, a pesar de las pérdidas en capacidades instaladas por falta de insumos, de piezas de repuesto y de técnicos, el panorama actual es mucho más complejo debido a los cambios producidos en el contexto internacional.
En esta coyuntura, el gran desafío consiste en responder a las demandas inminentes sin perder de vista el porvenir, también inminente que se anuncia en cada amanecer. Las tácticas han de formularse aparejadas al boceto de las líneas básicas de una estrategia. Pero la noche pertenece también a los poetas y a los visionarios.
Los tiempos son difíciles. Tenemos a nuestro favor una valiosa experiencia acumulada, con la distancia de medio siglo recorrido que define perspectivas y permite una evaluación crítica. Disponemos, asimismo, de una infraestructura, a veces gastada por el uso y la falta de mantenimiento.
Y, sobre todo, las estrategias perfiladas en los 60 del pasado siglo, favorecieron el crecimiento de un pueblo instruido y de una investigación científica de avanzada, fuente de producciones de alto valor agregado. En el planeta agredido por la utilización indiscriminada de sus recursos naturales, el capital humano, energía renovable, representan la reserva fundamental para afrontar los dilemas del futuro.
La solución de los acuciantes problemas de la economía no puede afrontarse de manera unilateral. Como en el juego de ajedrez, el movimiento impensado de un peoncillo afecta el comportamiento del conjunto.
Hay que poner orden en la casa de todos. Para lograrlo, se imponen a veces urgentes y dolorosas terapias. Pero, el gran esfuerzo transformador depende de lo más profundo del cuerpo de la nación.
En un esbozo de estrategia posible, habrá que tener en cuenta la producción del capital humano, el cuidado en potenciar al máximo las capacidades existentes, incentivar la creatividad y difundir, por vías formales e informales, junto con el conocimiento acumulador, aquel en proceso de gestión y desarrollo.
Como en los años de fundación, ciencia, educación y cultura deben seguir siendo pilares fundamentales, en estrecho diálogo de carácter formativo, conjunción de saberes diversos, comprometidos y responsables, fermentos activos de vida espiritual.
La necesaria racionalidad económica, desde una perspectiva socialista, demanda la participación del sujeto que siembra, fertiliza, construye y descubre en el trabajo, además de la remuneración merecida en el plano personal, un espacio de autoestima y reconocimiento social, un modo de realización personal y, en última instancia, un sentido de la existencia.
Como el artista, el carpintero habrá de sentir orgullo por la obra bien hecha, y el maestro se reconoce en el despertar de sus alumnos. Consolidar la base económica equivale a afianzar los cimientos de un edificio.
Pero la sociedad es un cuerpo palpitante, donde lo intangible se convierte en fuerza objetiva. Por eso, el vínculo entre base y superestructura no es mecánico y determinista. Se establece a través de relaciones recíprocas de interdependencia.
Volver al Che significa, entre otras cosas, interrogar incesantemente la realidad, simultanear acción y pensamiento, desconfiar de los caminos trillados, atender lo urgente sin abandonar la mirada soñadora y reflexiva imantada por los anchos horizontes.
(Tomado de La Jiribilla)