Hablando en plata, como solemos decir nosotros los cubanos, nunca me interesé mucho por la campaña presidencial de Barack Obama, aún con toda la ola propagandística que desataron los medios por la aspiración de un afroamericano a la Casa Blanca.
Siempre pensé que sería una ficha más en el tablero del imperio, en más de una ocasión tuve que enfrentar criterios esperanzadores que albergaban su presidencia en ese país, sobretodo en la solución de los problemas bélicos y de pobreza que enfrenta el mundo actual.
La máxima expresión de la esperanza ficticia que albergaban muchas personas en el mundo se concretó cuando le fue concedido, el 9 de octubre de 2009 el Premio Nobel de la Paz, por sus supuestos esfuerzos, solo en el plano diplomático, en pro del desarme nuclear, la consecución de un proceso de paz en Oriente Medio y el fomento de la lucha contra el cambio climático, acciones que aún están por concretarse.
Por el trabajo que realizo como asesor del Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño (IPLAC), en la aplicación del Programa Cubano de Alfabetización “Yo, sí puedo” para la ciudad de Sevilla, observé en una de mis visitas a un punto de alfabetización, cómo una facilitadora del programa intentaba motivar a sus participantes estableciendo un paralelo entre el nombre del programa, “Yo, sí puedo” y el lema utilizado por Barack Obama en el desarrollo de su campaña electoral.
Tal disparate conceptual me dejó estupefacto, pero ante tal situación decidí no entrar en ningún tipo de confrontación política, por principio ético al trabajo que realizo como asesor del programa y por respeto al reconocido trabajo altruista que realizan los facilitadores en el desarrollo del mismo.
A pesar de mi decisión, que la considero correcta desde aquel entonces, siempre albergué la duda de cómo actuar ante otra situación similar, pues pensé tener todos los argumentos necesarios para rebatir tan disparatada comparación.
Mi antagonismo interno encontró su punto de inflexión cuando escuché en un programa de televisión cómo se intentaba resaltar la figura del actual presidente de los EEUU partiendo del “nosotros si podemos” que utilizó como lema de su campaña electoral, haciendo referencia a un “pudimos” consumado por su desempeño como actual presidente del imperio.
Fue entonces que decidí escribir mis impresiones al respecto para establecer las verdaderas diferencias entre el nombre del programa de alfabetización cubano y el lema utilizado por Obama, porque aunque traducidos a un mismo idioma se parezcan mucho, son tan diferentes como lo que representa cada uno: los extremos de la intencionalidad humana.
El “Yo, sí puedo” como nombre del programa de alfabetización que Cuba puso a disposición del mundo en su incorporación a los planes y programas de lucha contra el analfabetismo, surgió en el año 2002, cinco años antes de que Obama anunciara su candidatura a la presidencia de EEUU el 10 de febrero de 2007, por lo que si alguien copió de alguien, en gesto muy mal intencionado, fue Obama quien copió de Cuba.
El “Yo” del programa cubano de alfabetización, representa a los 776 millones de personas que en el mundo se les ha negado el derecho a la educación básica, por el simple hecho de ser marginados, pobres o el resultado de las malas políticas educativas de sus respectivos gobiernos.
Una vez identificados y captados como participantes del programa, se retoma ese “Yo” como expresión de autonomía, considerando sus conocimientos y experiencias prácticas para ponerlos en el centro del proceso de aprendizaje.
El “sí puedo” está dirigido a la motivación y a la elevación de la autoestima de los participantes del programa para incorporarlos como agentes activos de su propio aprendizaje y reinsertarlos al contexto social del cual fueron excluidos.
Como se evidencia, el nombre de este programa cubano de alfabetización encierra un gran compromiso social con los más desfavorecidos del mundo, sin exclusiones, sin distinción de raza, afiliación política o culto religioso.
Como fruto del gesto altruista y solidario de Cuba, más de 500 colaboradores cubanos han salido de sus fronteras, no para propiciar ni apoyar guerras, no para masacrar y torturar en nombre de una supuesta lucha contra el terrorismo, la democracia y los derechos humanos, sino para agasajar ese derecho elemental de aprender a leer y a escribir y han logrado sacar de la oscuridad de la ignorancia a cuatro millones de personas en el mundo en más de una treintena de países, incluidos algunos del llamado Primer Mundo como Nueva Zelanda, Canadá y España.
El “Yo, sí puedo” cubano es la estampa viva de la lucha que deberíamos emprender por la construcción de un mundo mejor, donde impere la igualdad, la justicia social y la paz.
Contrariamente a lo dicho hasta ahora, el “nosotros si podemos” como lema utilizado por Obama en su campaña electoral, es la máxima expresión de la autosuficiencia prepotente y egoísta con que el imperio hace prevalecer su política hegemónica como presunto dueño del mundo.
Una vez asentado en el poder como presidente del imperio más grande del orbe, su “nosotros si podemos” está muy lejos de parecerse a la intencionalidad del programa cubano, pues su traducción en hechos se funda en una política matizada por múltiples acciones bélicas y confrontaciones políticas y religiosas que nada tienen que ver con un mundo de paz y prosperidad.
La traducción en hechos del lema electoral del señor Obama se evidencia en: “nosotros si podemos” incrementar el presupuesto militar de Estados Unidos de 280 000 millones en el año 2000, hasta la suculenta y escandalosa cifra de 680 000 millones en este año 2010, en momentos en que las Naciones Unidas está solicitando a los países desarrollados una miserable ayuda de 11 000 millones de dólares anuales para cubrir los gastos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y aún estamos en espera que la entrega supere el 50%.
Como presuntos dueños y señores del mundo, el “nosotros si podemos” se traduce también en poseer y proliferar el mayor arsenal nuclear del orbe, con impedimento de que otros países, sobretodo los más pobres, lo posean ni desarrollen la energía nuclear con fines pacíficos.
“Nosotros si podemos” propagar e instalar bases militares fuera de las fronteras estadounidenses para mantener por la fuerza la hegemonía mundial, propiciando, apoyando y financiando guerras injustas con argumentos causales ficticios y poco fundados.
“Nosotros si podemos” mantener, en contra de la opinión pública mundial, un bloqueo económico comercial y financiero a Cuba, afectando a terceros países y violando leyes y tratados internacionales.
“Nosotros si podemos” mantener encarcelados con injustas condenas a cinco cubanos que solo pretendían impedir, desde territorio norteamericano, acciones terroristas contra el pueblo cubano, que se orientan, planifican y ejecutan con el consentimiento del gobierno de los EEUU.
Son innumerables los argumentos que demuestran ante los ojos del mundo, cuales son las verdaderas pretensiones de Barack Obama al frente del imperio con su controvertido lema “nosotros si podemos”, que perfectamente se puede traducir en “nosotros no queremos” cuando se trata de cooperar con el buen uso y cuidado del medio ambiente, cuando se trata de evitar guerras y mantener la paz en el planeta, cuando se trata de resolver los problemas de pobreza y analfabetismo que invaden al mundo de hoy, en fin, cuando se trata de construir un mundo donde impere la paz y la fraternidad entre los pueblos.
Por las razones expuestas aquí y muchas más, y como cubano y fiel defensor de la obra de la Revolución, no puedo admitir que el prestigioso nombre del programa de alfabetización creado por Cuba, “Yo, sí puedo”, sea deshonrado, comparándolo con el controvertido lema de la campaña presidencial del señor presidente de los EEUU, que para algunos pudo haber tenido muy buenas intensiones, pero la realidad es desastrosa para la paz y la estabilidad del mundo.
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