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¿Se beneficia la sociedad de Dios?

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Un medio transmisor

Una explicación del concepto clásico de dios es que se origina en la imaginación idealizadora.

(1) Se idealiza un valor –la bondad, la justicia, la artesanía, la fuerza– y se lo encapsula en un concepto representativo: un protector celestial, un dios justiciero, un creador de mundos, una fuerza superior incorpórea, etc...

(2) Así, el concepto representativo se vuelve un medio transmisor de un ideal. Empieza a tomar dimensiones sociales cuando todos aceptan el concepto representativo del valor idealizado.(3)

La utilidad social del concepto representativo –y la creencia en él– se evalúa a la luz de sus consecuencias sociales. Si todos acatan el concepto, motivados por la idealización de un valor que realmente resulta prosocial –como la honestidad– entonces resulta de beneficio social en la medida de la aceptación general de dicho valor idealizado en el concepto representativo.

Sea cual fuere el motivo de un medio transmisor divino, resulta ser un invento redundante: los valores prosociales nacen de la experiencia humana de interacciones sociales.

(4) Pero aun así, ¿Resultan socialmente beneficiosos los pasos adicionales de consagrarlos con un sello de incuestionabilidad y alegar derivarlos de la autoridad de Dios?

La consagración de un valor lo encapsula, volviéndolo un marco de referencia intocable para evaluar situaciones futuras. Al mismo tiempo, la encapsulación lo separa de su contexto situacional: el continuo de acción humana. La separación del pensamiento de la acción lo aísla, efectivamente, de la prueba de experiencia –y de la mejora continua por la libre investigación y evaluación crítica. Implica el abandono de su justificación fáctica continua a favor de una justificación autoritaria.

Aún tratándose de un valor o norma realmente prosocial –como la honestidad– la implementación autoritaria termina complicando su aceptación. La imposición por autoridad incuestionable puede lograr el cumplimiento, pero difícilmente logra la internalización de la norma y valor subyacente. Una cosa es acatarla como una forma de lidiar con la autoridad o medio de salvación; otra es internalizar la honestidad y practicarla, habitualmente, por propia cuenta.(5) 

En la práctica, la internalización da mejores resultados de implementación que sólo cumplir externamente.(6) Para agilizar la internalización, resulta más eficaz una justificación transparente basada en los hechos y consciencia social que una justificación basada en la autoridad.

una tendencia intuitiva


Por la propia forma en que el cerebro funciona, el individuo se inclina a inferir patrones, propósitos y causalidad. Acostumbra detectarlos en su experiencia cotidiana. Por eso, tiende a intuirlos para entender y lidiar con el mundo.(7) Los mismos procesos intuitivos que conducen a razonar también conducen a intuir patrones, propósitos y causalidad –hasta donde realmente no los hay. Como consecuencia, puede a intuir dimensiones ocultas de la realidad: un orden cósmico, propósitos ocultos en la naturaleza, etc...

la cohesión social

La creencia en Dios propicia un vínculo invisible entre individuos que cohesiona y pasa de generación en generación. Se vuelve un valor sagrado compartido que fomenta una cohesión social y continuidad.(8)

Evidentemente, el compartir es un factor cohesivo. Y la tendencia intuitiva propicia los vínculos invisibles(9). Por eso, cohesiona el compartir de los valores e ideales no religiosos, cuyo beneficio social se evidencia directamente en sus consecuencias: por ejemplo, el bienestar general, la objetividad, la justicia, la solidaridad, la honestidad, la perseverancia... Para la cohesión social no hacen falta consagrar un valor o ideal, ni creer en Dios, ni mucho menos dogmas de fe.
         

una sentida necesidad de un apoyo

Ante el concepto de totalidad ordenada, se siente una parte subordinada e insignificante.(10) Asimismo, ante el concepto omnipotente de dios, el fiel honesto se siente relativamente impotente. Resulta natural pretender influir en el rumbo de su vida.(11) Por eso, el fiel honesto pretende apoyarse en algo intuido ser superior –o directamente ganar el apoyo de éste –como forma de lidiar con lo que supone incontrolable. Espera encontrar en él su alivio, su amparo, su fuerza... Y la inseguridad personal parece inclinarlo aún más a recurrir a las plegarias.(12)

La cultura religiosa aprovecha la tendencia inutiva a lo sobrenatural para perpetuarse. Proporciona explicaciones que para muchos parecen intuitivamente plausibles, como un más allá, o un plan divino. El enfoque externo de la cultura religiosa infunde la noción de que algo desde afuera aliviará y ayudará a solucionar los problemas. ¿Si todos internalizan esta visión, resulta de utilidad social?

En la práctica, el enfoque externo de la cultura religiosa resulta insidioso. Por considerarse a merced de factores externos, el fiel seguidor tiende a pasar por alto sus propios recursos, como el esfuerzo activo e iniciativa independiente.(13) No asume mucha responsabilidad personal, porque otro lo dirige. Asimismo, no aprovecha bien sus propios recursos para desarrollar su capacidad solucionadora, así enfrentar mejor los desafíos por venir. Como consecuencia, tiende a lograr menos –y a sentir menos dignidad. La prevalencia de estos valores resulta en sociedades generalmente menos productivas(14), y menos innovadoras.

Los logros importantes nacen del esfuerzo activo e iniciativa independiente. Dejarse llevar por la sentida necesidad de apoyarse en algo intuido ser superior resulta en la dependencia y dócil resignación. Es peor aún por algo imaginario: ni una totalidad ordenada ni los dioses tienen contrapartida real! Para los individuos capaces de autodirección consciente, pero sin ánimo de dar el primer paso, pueden apoyarse en algo real: en la experiencia histórica, en el conocimiento científico, en los amigos...

un criterio de fiabilidad

Para el recién nacido, resulta instintivo fiarse a ciegas. Asimismo, la fe religiosa idealiza un criterio de fiabilidad padre-hijo. En el fondo, el criterio religioso fomentado para creer en Dios se basa en la presunta infalibilidad de tal o cual autoridad incuestionable. Si para el infante, vale un criterio de fiabilidad basado ciegamente en la autoridad, ¿se beneficia la sociedad de fomentarlo entre todos?

Fomentar un criterio de fiabilidad autoritario es una receta para la perpetua inmadurez. Por su rigidez, se estanca en el conocimiento antiguo de aprobación autoritarista, porque en el fondo, le vale más el acatamiento a la autoridad que la facticidad o el juicio crítico independiente. Como consecuencia, alienta a la separación de pensamiento y ación. Ante nuevas situaciones, impensadas en el momento de su formulación original, el pensamiento autoritarista queda fosilizado –desfasándose el pensamiento consagrado de antaño con el continuo de hechos actuales.

En cambio, un criterio de fiabilidad basado en la evidencia observable resulta más acertado y más transparente para el entendimiento común. Los hechos concretos son directamente señalables y compartibles: por eso resultan ser más fiables y prácticos que la intuición o el respeto irreflexivo por la autoridad. Alienta a la unificación de pensamiento y acción –de teoría y práctica. Es autocorrectivo a la luz de nueva evidencia, en fase con el continuo de hechos actuales.

Un criterio de fiabilidad basado en la evidencia observable y el método experimental no son exclusivos de la investigación científica: también se aplica a la jurisprudencia, a la medicina, a la ética, al periodismo, a la gastronomía –y a las convicciónes religiosas y políticas.

Dado que la fiabilidad es una necesidad social, vale más basarse en la evidencia, porque la transparencia y accesibilidad fomentan más la fiabilidad que exigir fiarse a ciegas de la autoridad.
         

el efecto “cábala”

Cuando alguna acción acierta, a veces se relaciona el logro con algo que realmente no tiene nada que ver. Por ejemplo, un futbolista pega un gol y lleva puesto un nuevo medallón –nunca antes llevado. Intuye que podría haber una relación causal medallón-gol. Ante la duda, se lo vuelve a poner para mejorar su suerte.

Efectivamente, no hay ninguna relación causal; sin embargo, la creencia que funciona alivia el estres de impotencia ante la incerteza de la aleatoriedad. El efecto mental surtido por la creencia falsa lo ayuda a rendir mejor, y esto resfuerza la creencia falsa. Curiosamente, funciona –no por una una causa relacional objetivo, sino por el efecto surtido por la creencia falsa.

En la práctica, la acción inteligente da mejores resultados que la acción supersticiosa –o la inacción. Aunque sea sólo cinco minutos diarios en la vida del futbolista, pueden aprovecharse en analizar un partido con los compañeros, evaluar el rendimiento y tácticas, deliberar e innovar formas de mejorar, ponerlas a la prueba de la cancha, evaluarlas y seguir mejorando. Con la práctica habitual de formas de conducta inteligentes, se internalizan volviéndose automáticas –naturaleza arraigada.

el poder de las plegarias

Se plantea que las plegarias valen la pena. El estudio S.T.E.P., una investigación rigurosamente objetiva de plegarias por terceros concluyó que resultaron ineficaces para la recuperación de 1.802 pacientes de la misma intervención quirúrgica.(15)

Si las plegarias realmente resultaran ser tratamientos médicos eficaces, alcanzarían unas plegarias para curarse. No habría motivo de gastar tantos recursos en identificar las causas reales de las enfermedades –ni de desarrollar tratamientos eficaces.

una esperanza de armonía

La armonía esperada por el acatamiento de todos a la autoridad incuestionable de Dios proporciona una racionalización justificadora para comprometerse con ello. Comprensiblemente, esta esperanza bien puede ser motivada por un ideal de paz.

Pero en la práctica, la dócil resignación de la mayoría conlleva un alto precio: resulta, efectivamente, en la entrega de su legítimo poder. Unos pocos terminan disponiendo de la suma total de poder entregado. El poder tiende a corromper; el poder absoluto corrompe absolutamente.(16) El servilismo conformista, consecuente del acatamiento de todos a la autoridad incuestionable de Dios, termina abriendo la puerta al abuso de poder y corrupción.

el costo/beneficio

Si bien el concepto clásico de dios carece de fundamento real identificable, toma dimensiones sociales en la medida de creencia general en ello. Las creencias –aunque falsas– pueden tener repercusiones observables y evaluables.

Dado los enormes recursos gastados en justificar, promover y mantener el concepto clásico de dios y cultura religiosa, corresponde una investigación independiente sobre su costo social real, contra las consecuencias sociales a largo plazo, para un análisis serio de costo-beneficio.

Si la suma total del costo de mantener la cultura religiosa –más sus consecuencias sociales indeseables– realmente supera sus consecuencias sociales deseables, entonces habría que reconocer que realmente no vale la pena. Correspondería abandonarla a favor de una cultura más fructífera.

Redacción provisoria, 20 jul. 2010. Carmen Chase

referencias

1. “A Common Faith”, John Dewey, (Yale University Press, 1960), “...los valores a los que se da un locus sobrenatural son, en realidad, producto de una imaginación idealizadora, que se ha apoderado de los bienes naturales.”, cap. 3, p. 70.
2. considere el dios de la justicia Murukan http://murugan.org/research/marudhamuthu.htm
3. Por analogía, considere el dinero. Cuando la gran mayoría lo aceptan como medio de cambio, emerge su propiedad social (su “poder”). Caso contrario, un fajo de billetes valdría más o menos lo mismo que un lindo bloc de notas.
4 “Theory of Valuation”, International Encyclopedia of Unified Science Vol. II, Nº 4, John Dewey, 1939
5. motivado internamente: por la consciencia social, por consideración al otro, por una justificación transparente y bien fundada, para ser correspondido, para seguir siendo respetable, para fomentar la fiabilidad, etc…
6. “Ideal Code, Real World: A Rule-Consequentialist Theory of Morality”, Brad Hooker, (Oxford University Press, 2003), cáp. 3.2
7. “SuperSense: Why We Believe in the Unbelievable”, Bruce M. Hood, (HarperOne abr. 2009), cap. 3
8. "Thinking the Unthinkable: Sacred Values and Taboo Cognitions," P. E. Tetlock, Trends in Cognitive Science 7 (2003): 320-24.
9. “SuperSense: Why We Believe in the Unbelievable”, Bruce M. Hood, (HarperOne abr. 2009), cap. 10, vease “connectedness”
10.“Positive Atheism”, Gora (Bhavana Printers 1972, India), pág 33.
11. La forma en que el cerebro humano funciona naturalmente lo inclina más a detectar y lidiar con los patrones que con la aleatoriedad. Por eso, resultan más cómodos el orden y estructura que el desorden e caos. Véase “SuperSense: Why We Believe in the Unbelievable”, Bruce M. Hood, (HarperOne abr. 2009)
12. “Is Personal Insecurity a Cause of Cross-National Differences in the Intensity of Religious Belief?”, Tomas James Rees, Journal of Religion and Society Vol. 11 2009
13. Locus de control externo. Vease “Generalized expectancies of internal versus external control of reinforcements”, Rotter, J.B. (1966), Psychological Monographs 80 (whole no. 609).
14 Vease “Autoritarismo y la improductividad...”, García Hamilton, Editorial Sudamericana.
15. Study of the Therapeutic Effects of Intercessory Prayer (STEP) disponible en http://www.mjain.net/spirituality/STEPpdf.pdf. También ver http://www.slate.com/id/2139373 http://web.med.harvard.edu/sites/RELEASES/html/3_31STEP.html y http://www.slate.com/id/2139373
16. Sir John Dalberg-Acton, alias Lord Acton, historiador británico. Vease “The New Dictionary of Cultural Literacy”, (Houghton Mifflin Harcourt, 2002), página 325.

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