Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo

- Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo- Nicaragua

Ucrania: Detrás de todo, la ideología

Detrás de todo, la ideología
***Los recientes ataques aéreos masivos rusos contra objetivos en todo el territorio ucraniano han generado un verdadero ataque de pánico en las élites europeas, que responden con reacciones desesperadas, pretendiendo constituir ejércitos expedicionarios con promesas de acción decisiva, ya no en Ucrania únicamente, sino en toda la nueva cortina de hierro que divide la “Civilización de la Barbarie”.

Las falencias ucranianas en recursos humanos y algunos materiales, si bien son compensadas con la bravura de sus combatientes, no alcanza. 

Los neoconservadores europeos y americanos entonces intentan hacer el máximo esfuerzo para no extinguir el abastecimiento, y se ponen locos cuando Trump, que amaga con salirse pero se finalmente se queda, se retoba y no envía misiles Patriot u otros artículos de “primera necesidad”.

Cualesquiera sean las razones de estas idas y venidas, estén las armas listas o pausadas, el ritmo ruso amenaza con hacer colapsar el frente, dado que siguen los paulatinos avances en las principales líneas de contacto —en Sumi, en Pokrovsk, en Zaporozhie, en Dniepropetrovsk—, y los drones no paran de llover desde el cielo. 

Es esta realidad preocupante la que hace que Occidente se sienta acorralado, angustiado. Una vez me dijeron que no existe nada más peligroso que un burgués presintiendo que pierde sus privilegios. 

Así, entonces, actúa Occidente: se le escurre el sueño hegemónico al mismo tiempo que se debilita su matón contratado; ergo, profesa mentiras y advertencias por igual, busca una negociación donde pueda imponer condiciones imposibles, o directamente anuncia que lo incendiará todo.
Un dron Geran-2 derribado en Ucrania. Nótese su tamaño en comparación con un hombre promedio. Últimamente, estos aparatos caen de a cientos por día.

Como el esclavo-mayordomo Stephen Candie de la película Dyango Unchained, Volodimir Zelenski es más papista que el Papa.

 Su rol como “defensor de Occidente” o “nuevo Moisés” ha calado profundo en él. En verdad, no es más que la cara visible de la alianza gobernante Post-Maidán entre los oligarcas locales (ligados al capital extranjero), los fondos de inversión israelo-británico-estadounidenses y las bandas neonazis militarizadas.

Zelenski es el primero que quiere llevar las cosas al extremo, y los rusos lo saben, aunque también entienden que sin el apoyo anglosajón es apenas un títere despreciable.

 Todas y cada una de las presiones ejercidas por Moscú, desde las negociaciones en Gómel, el 28 de febrero de 2022, hasta las de Estambul, en 30 mayo de 2022, el 16 de mayo de 2025 y el 2 de junio de 2025, han caído en saco roto. 

Y no precisamente por su inflexibilidad personal, sino por las presiones de sus patrocinadores, que lo sofocan tanto con apretadas como con privilegios. 

Todas y cada una de las propuestas de paz rusas fueron contestadas con tangentes, acuerdos firmados con la mano y borrados con el codo, alguno que otro ataque terrorista o el incremento de las operaciones militares, usualmente, contra infraestructura y zonas civiles.
El presidente de mandato cumplido ucraniano Volodimir Zelenski tiende la mano al rey Charles III de Inglaterra, en una audiencia privada efectuada en el Castillo de Windsor, el 23 de junio de 2025, en vísperas de la reunión de la OTAN. 

El reino británico es uno de los mayores impulsores de la guerra contra Rusia, como lo fuera durante la Guerra de Crimea (1853-1856).

En el fondo de la olla, lo que está en juego en Ucrania (y en Medio y Extremo Oriente), no es una guerra por territorios, ni por zonas de influencias, ni por cuestiones de seguridad. No es que esa temática no exista, pero es la parte visible del iceberg. 

Lo que subyace es una confrontación ideológica entre la sinarquía internacional, que pretende un gobierno mundial y tiene un rasgo identitario financierista-extractivista —por eso sus impulsores son banqueros y masones—, y una organización de Estados nacionales, preceptores del concepto de soberanía y cultores de la multipolaridad. 

La amenaza para el mundo globalizado ni siquiera es que se imponga “otra” Hegemonía, sino que haya rebelión en la granja.

Todo este acercamiento hacia una gran conflagración bélica viene siendo relatado progresivamente en mis artículos «Si vis pacem, para bellum», «El brillante porvenir de la guerra» y «Trump se desentiende, Europa se rearma, Rusia avanza», porque los imperialismos financieristas no se darán simplemente por vencidos sin incendiar el proceso.

Nótese que existe plena consciencia en los circunstanciales gestores del Ejecutivo estadounidense, que parecieran no querer formar parte de esta andanada pero que, sin embargo, entienden que cuentan con un poderosísimo mecanismo interno que tracciona los resortes de la gobernabilidad, como si fuese una inercia. 

Escuchen las palabras de Tulsi Gabbard y el propio Donald Trump, en los momentos en que parecen tener un lapsus de consciencia (del peligro) y manifestar voluntad de confrontar al Deep State neoconservador.

Tulsi Gabbard, Directora de Inteligencia Nacional (U.S. Intelligence Community), que coordina 18 agencias y organizaciones de Inteligencia y Seguridad de los Estados Unidos, entre ellas la CIA y la NSA, aseguró que Volodimir Zelenski busca la Tercera Guerra Mundial e incluso una guerra nuclear con tal de no perder en su apuesta contra Rusia.

Durante la acalorada conversación en el Salón Oval entre Donald Trump, JD Vance y Volodimir Zelenski, el 28 de febrero de 2025, el presidente estadounidense le dice al ucraniano que su obstinación mesiánica llevará a todos a una Tercera Guerra Mundial.

Ellos advierten sin medias tintas que estamos en curso de colisión realmente peligroso: una Tercera Guerra Mundial, que será inevitablemente nuclear.

Sin embargo, la postura de la Administración Trump es ambivalente.

Algunos podrán argumentar que si verdaderamente quisieran finalizar esta guerra y llevar a los Estados Unidos por la senda del desarrollo y el equilibrio global, deberían quitar el apoyo a Kiev de una buena vez. Pero al parecer esa no es una tarea tan sencilla. 

Evidentemente, Trump ha subestimado el poder de los imperialistas y de las fuerzas ocultas que moran en su propio patio.

 Ha cerrado USAID , pero esa es apenas una de las ramas de la financiación del Swamp Thing.
Wall Street, símbolo del poder financiero, y los lobistas del Congreso, sus articuladores políticos, ambos, los aligátores del pantano que rodean la figura de Donald Trump. 

Uno de los lagartos dice “¿Drenar el pantano? Créenos, sabemos más de eso que ninguno”.

Los bancos privados que dominan el Federal Reserve System (FED) —Merrill Lynch, JPMorgan Chase, Bank of America, Wells Fargo, Citigroup y Goldman Sachs—, actúan desde larga data en tándem con el Complejo Militar-Industrial (el Beltway y el Pentágono), y en tal sentido, alimentan guerras y conflictos para preservar su rol como acreedores del Estado, a quien endeudan estrepitosamente. 

El financiamiento de la producción de armas es una actividad mucho más lucrativa que dar créditos a la agricultura o a los bienes de consumo, por la alta dosis de capital requerido en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.

Además, la “paranoia de la seguridad”, incitada por la massmedia y los think tanks encargados de la manipulación de la narrativa, ponen a la población en un estado de indefensión emocional. 

El miedo provoca la resignación voluntaria de sus derechos y de sus ingresos y así, se termina efectuando una masiva redistribución de la riqueza de la clase trabajadora a los capitanes de la industria y a la masonería financiera.

Es por ello que muchos “milagros económicos” o “ciclos expansivos” tienen lugar al principio (rearme) y en el después (reconstrucción) las guerras. El negocio es magnífico: financiar para destruir, y financiar para reconstruir. En el medio, el saqueo. Por supuesto… si se gana…

La Cumbre de la OTAN fue un gran logro para los Estados Unidos: al obligar a Europa a incrementar sus gastos en Defensa, que serán en esencia productos Made in U.S.A., logra beneficios para el Complejo Militar-Industrial sin necesidad de ir a la guerra. 

Lo dije en mi artículo «La Patrulla Anti-Osos de la OTAN»: «Si [los armamentos] los dirigen contra Rusia, okey. Si se matan entre ellos, qué más da. El negocio estará hecho y con él, la reafirmación del America First». 

¡La OTAN representa hoy el 34% de todas las exportaciones de armas estadounidenses a nivel mundial! ¿Se imaginan con la trepada de los presupuestos? ¿¡Cómo entonces Donald Trump no va a exclamar excitado “Esta fue una cumbre tremenda y la disfruté mucho”!?

Trump sabe que “la seguridad se paga”. Y no solamente con lealtad y voluntades, sino con metálico. Probablemente bajo Trump, la OTAN no sea vista como un esquema intrínsecamente expansionista, sino como una caja recaudadora. 

Los sistemas que comprarán los europeos no irán a para a su propia industria, sino al Complejo Militar-Industrial estadounidense, y serán los créditos de los bancos americanos quienes apalanquen esas compras.

Lo realmente paradójico es lo que estaría sucediendo ahora: no solamente Occidente Colectivo (OTAN/UE/G7) no ha obtenido la victoria en Ucrania, sino que está bastante lejos de lograrla. 

Pero la sinarquía internacional, de todas maneras, ha organizado una insólita «Cumbre sobre reconstrucción de Ucrania» [Ukraine Recovery Conference] donde los aliados prometen 11.700 millones de dólares para ese fin, en momentos donde los drones, misiles y bombas rusos siguen cayendo del cielo como gotas de agua.

No obstante, el verdadero propósito de esta Cumbre no es reconstruir absolutamente nada. A ninguno de esos patrocinadores les importa el futuro del pueblo ucraniano ni jamás le importó. 

La idea es buscar un ardid argumental para robar los fondos rusos atrapados en instituciones extranjeras occidentales, minimizando el impacto en el sistema financiero internacional. 

De hecho, el provocador Zelenski puso una vez más el dedo en la llaga: solicitó a Europa que los activos rusos congelados se destinen a la recuperación de Ucrania… no solamente el producto de las inversiones (los intereses), sino los propios activos. 

Esta situación ya fue prevista por Putin (ver el final de mi último artículo «BRICS, hacia la refundación geoeconómica»), quien con cierta displicencia supuso que sería el “costo” para dinamitar definitivamente el sistema financiero dominado por Occidente.

De hecho, la última Cumbre BRICS puso especial énfasis en esos mecanismos alternativos. Lo que Occidente está a punto de hacer es un golpe demoledor a la confianza del sistema financiero internacional, su pilar básico.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y su esposa Olena Kiyashko, durante una conferencia de prensa en el primer día de la Conferencia de Recuperación de Ucrania, en Roma, el 10 de julio de 2025.

Así las cosas, ¿Quiere la Administración Trump detener la guerra e inaugurar una nueva fase de relaciones (como ha manifestado en más de una ocasión) o, por el contrario, es un timador más, que trata de distraer a Rusia de la discusión de las causas profundas, como ocurría en los buenos viejos tiempos?

A estas alturas, parece ya difícil asegurar qué desea, qué planifica y qué realmente puede hacer la Administración Trump, puesta continuamente en jaque por los poderes fácticos del Estado Profundo Internacional. 

Probablemente allí esté la respuesta a ese andar errático y zigzagueante de Trump respecto de esos conflictos abiertos que prometió cerrar “en 24 horas”.

Veamos algunos aspectos de esa evolución:Cuando Washington intentó acercar posiciones con Moscú en la cumbre de Riad fijada para el 18 de febrero, los imperialistas disfrazados de progresistas europeos se juntaron un día antes, el 17 de febrero, en el Palacio del Elíseo (París), para analizar la viabilidad de enviar tropas a Ucrania y así evitar la derrota del régimen banderista. 

Ese mismo día, fuerzas ucranianas atacaron el oleoducto Caspian Pipeline Consortium (CPC), de capitales estadounidenses, un objetivo que nunca antes había sido atacado precisamente por esa condición.

Cuando estadounidenses y rusos lograron articular seis grupos de trabajo [ver «La derrota definitiva de Ucrania»], y se encaminaban hacia un proceso de extinción del Gólem ucraniano, el 24 de febrero, Emmanuel Macron visitó la Casa Blanca para exigir la solidaridad estadounidense con el proyecto anglofrancés de intervenir en Ucrania con tropas, seguido el día 27 por el británico Keir Starmer y finalmente por Volodimir Zelenski el día 28, donde se dio un diálogo escandaloso que quedó registrado ante las cámaras. En los tres casos, Trump rechazó la “invitación” europea.

Como respuesta, el 2 de marzo, Europa blanquea finalmente su boicot al plan de desescalada articulado en Riad, cuando en Londres, bajo la égida de Starmer y Macron, se juntan los elementos más representativos del continente (¡incluyendo autoridades de UE y OTAN!) para seguir el curso de la guerra. El lema de la cumbre es «Securing our Future».

El 3 de marzo, Estados Unidos detuvo los datos de inteligencia en la zona de Kursk y pausó sus suministros de armas a Ucrania. Casi inmediatamente, las fuerzas rusas empezaron la reconquista del óblast con la Operación Potok. 

El 5 de marzo, Emmanuel Macron hizo un discurso en cadena nacional invocando la «amenaza rusa» y ofreciendo su paraguas nuclear 100% francés para contrarrestar los artefactos nucleares de Moscú.

El 11 de marzo, en Riad, ante la persistencia europea, se reúnen las delegaciones estadounidense y ucraniana. Washington da un volantazo y sugiere una tregua de 30 días, mientras reanuda su ayuda militar a Kiev.

El 13 de marzo, mientras el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, se reúne con Trump para que no abandone la Alianza, Putin accede a una tregua… pero únicamente contra la infraestructura eléctrica. Sin embargo, se declara dispuesto a negociar con Ucrania en cualquier momento.

El 19 de marzo, Putin señala que Rusia es el país más sancionado de la Tierra, con 28.595 medidas ilegales, ninguna de las cuáles fue levantada (a pesar de lo conversado en Riad).

El 2 de abril, mientras Trump anunciaba un suba generalizada de aranceles, los senadores Lindsey Graham y Richard Blumenthal, presentaban un proyecto para nuevas sanciones contra Moscú, así como aranceles del 500% a las importaciones para los países que compran petróleo, gas, uranio y otros productos rusos.

Ese mismo día, Kirill Dmitriev, el jefe del Fondo Ruso de Inversión Directa que negocia con (el delegado especial de la presidencia) Steve Witkoff el restablecimiento de relaciones normales entre ambos países, sostuvo “fuerzas no identificadas tratan de sembrar la tensión entre Rusia y Estados Unidos distorsionando deliberadamente la posición de Rusia, tratando de interrumpir cualquier paso hacia el diálogo, sin escatimar dinero ni recursos”.

El 17 y 18 de abril, Marco Rubio desembarca en París para establecer “reuniones conciliatorias” con la dirigencia francesa, británica y alemana.

 La “mesa de convergencia” no obtuvo ningún resultado: Europa quiere la guerra, Estados Unidos una retirada honrosa. Rubio declaró: “Trump ha dedicado mucho tiempo y energía a esto… tenemos que averiguar, en cuestión de días, si esto es factible a corto plazo. Si no es así, entonces vamos a pasar”.

El 23 de abril hubo nueva reunión. Asistió Keith Kellogg en lugar de Marco Rubio. El eje Londres-París-Berlín solicitó una vez más apoyo estadounidense para desplegar hasta 25.000 hombres en Ucrania. 

No hubo acuerdo. Trump saca un comunicado mediático donde afirma que Ucrania está en situación desesperada y que debe firmar la paz o perder el país en tres meses.

El 26 de abril, Putin declara reconquistada Kursk y confirma que tropas norcoreanas participaron de dicha empresa. 

Ese mismo día, en el Vaticano, en oportunidad de las exequias de Francisco I, Trump y Zelenski tuvieron una charla íntima a la vista de todos.

El 1º de mayo, Ucrania y Estados Unidos firmaron el Acuerdo sobre Minerales.

El 9 de mayo, mientras ocurre el Desfile de la Victoria que conmemora la derrota fascista, en Kiev, se reúnen Zelenski, Macron, Starmer, Merz y Tusk, para reimpulsar la «Coalición de los Dispuestos» contra Rusia. Como una forma de ultimátum, requieren una tregua de 30 días total y absoluta a Rusia… o intervendrán militarmente.

El 11 de mayo, Putin se ofrece para negociaciones directas con Ucrania en Estambul, pero sin aceptar la tregua. Lo hace para salvaguardar el diálogo con Washington.

El 16 de mayo las conversaciones terminaron en un fracaso estrepitoso. Mientras Rusia buscaba dialogar sobre las causas fundamentales de la guerra, Ucrania lanzaba pretensiones delirantes que no se condecían con su situación en el terreno.

 Moscú deja en claro que no aceptará un alto el fuego que signifique el congelamiento del conflicto para dar una oportunidad a Ucrania de re-militarizarse.

El 19 de mayo Trump conversa telefónicamente con Putin. El 20 de mayo, Trump dice públicamente que la de Ucrania “No es mi guerra” y que “Es una trampa mortal”.

Del 21 al 23 de mayo, Ucrania despliega enormes cantidades de drones contra distintos blancos en Rusia. En esos ataques, intentan asesinar a Putin, emboscando su helicóptero sobre Kursk. Rusia entiende que no hay diálogo posible: Putin entonces declara que la Federación se reserva el derecho de obtener zonas de amortiguación en Ucrania y contraataca con vuelos masivos de drones y misiles.

Trump se indigna por los “ataques sin ninguna razón” rusos contra Ucrania y sostiene que “algo harán al respecto”. Dice que Putin “se ha vuelto loco”. La dirigencia rusa sale al cruce y expresa que creen que Trump está siendo mal informado de forma adrede.

El 1º de junio, Ucrania, con evidente ayuda satelital y de los servicios secretos occidentales, realiza dos atentados terroristas sobre formaciones de trenes rusos y la Operación Spiderweb, en donde ataca 5 bases aéreas, destruyendo varios bombarderos estratégicos. Esto ocurre un día antes de la programada segunda ronda de negociaciones en Estambul.

El 2 de junio, Rusia se presenta en Estambul. Endurece su posición. Reafirma sus exigencias originales (en conversaciones previas se había mostrado dispuesta a flexibilizarlas) y se retira. Rusia acusa directamente a Reino Unido de conspirar en los ataques y evita involucrar a Estados Unidos. Confía en la negación plausible de Trump.

El 15 al 17 de junio tiene lugar la Cumbre G7. No hay ni una sola mención a la “solidaridad con Ucrania”. Trump se retira abruptamente el día 16. El 24 y 25 de junio tiene lugar la Cumbre OTAN de La Haya: se acuerda un mínimo del 5% del PIB en Defensa para 2035.

Desde el 30 de junio, Rusia incrementa la frecuencia y masividad de sus ataques aéreos. El 3 de julio, Estados Unidos suspende abruptamente el envío de armas a Ucrania, pero el 7 revoca la orden.

El 8 de julio, en un discurso en el Bundestag, el canciller alemán declara: “Seguiremos ayudando a Ucrania (…) las vías diplomáticas se agotan cuando un régimen utiliza la fuerza militar para cuestionar abiertamente el derecho a la existencia de todo un país y pretende destruir la libertad política de todo el continente europeo. 

El gobierno que dirijo hará todo lo posible para evitarlo. Por eso, abogo por la cooperación internacional y europea”.

Como se apreciará, cada avance hacia la formulación de una desescalada y un abandono de la posición belicista ucraniana es rápidamente respondido por los neoconservadores europeos (en especial, los británicos) y americanos, que condicionan fuertemente el éxito de las medidas e incluso, la posibilidad de que Trump persista en los mandos del Ejecutivo (por ejemplo, ubicando en la gatera el Caso Epstein en el que Trump estaría colateralmente involucrado).

La bamboleante posición de la Administración Trump respecto del asunto ucraniano actúa bajo esta lógica: si Estados Unidos se retira, o da muestras de abandono de la causa —y hasta cierta cercanía con las posiciones argumentales rusas—, entonces los imperialismos europeos, con sus sombríos apoyos transatlánticos, refuerzan la opción por la guerra. 

Por el contrario, si Estados Unidos mantiene y sostiene el suministro de armas, de Inteligencia Militar y (aunque sea discursivamente) simula enojo o imponer más sanciones contra Moscú, Europa se aplaca y no prende la mecha, aunque se mantiene en vigilia.

Cansado de hacerse expectativas con la (débil e inconsistente) posición estadounidense, el ex presidente ruso Dmitri Medvedev (actual vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso) salió con los tapones de punta con esta publicación de Telegram:

El ex presidente ruso Dmitri Medvedev, que suele decir aquello que por diplomacia no dice Vladimir Putin, sostuvo en Telegram: «El principal estadounidense vuelve a subirse a su montaña rusa política favorita. 

“Estoy satisfecho con mi conversación con Putin” / “Estoy muy decepcionado con la conversación con Putin” / “No vamos a suministrar nuevas armas a Ucrania” / “Enviaremos más armas a Ucrania para defensa” ¿Cómo deberíamos reaccionar? Igual que antes. Como hacen nuestros guerreros. 

Como lo hace nuestro Comandante en Jefe. Todo sigue igual. Avanzar para alcanzar los objetivos de la Operación Militar Especial. Recuperar nuestra tierra. Seguir trabajando por nuestra Victoria».

A medida que Estados Unidos duda sobre el tipo de ayuda que debe darle a Ucrania o cómo “ajustar las clavijas” del Kremlin, las acciones del Eje Londres-París-Berlín se vuelven más y más belicosas y aventuradas. 

Los Coalicionados han dado su veredicto: forzar a toda costa la intervención estadounidense, que se mantiene por ahora vacilante. Si es necesario dar el puntapié inicial y recurrir al Artículo 5 de la Alianza Atlántica, así se hará.

Como del otro lado está la mayor potencia nuclear del planeta, los anglofranceses hicieron su primera apuesta desplegando su poder nuclear amalgamado.

El 10 de julio, Francia y el Reino Unido firmaron la «Declaración de Northwood», según la cual los elementos de disuasión nuclear de ambos países podrían coordinarse, sin dejar de ser independientes. Para ello, se creará un Grupo Directivo Nuclear Reino Unido–Francia. Adicionalmente, Macron anunció que unos 50.000 efectivos de ambas naciones se desplegarían en Ucrania.

El primer ministro británico Keir Starmer y el presidente francés Emmanuel Macron coincidieron en Londres, el 10 de julio, para coordinar bajo un mando unificado sus fuerzas nucleares.

Lo tenebroso es que esas declaraciones temerarias caían en el mismo momento en que Marco Rubio y Serguéi Lavrov se reunían en Kuala Lumpur —en el marco de la 58º Cumbre de Ministros de Exteriores de la ASEAN—, a los efectos de buscar alguna solución creativa en este marco de tensión actual.

Rubio y Lavrov se veían las caras luego del primer encuentro del 18 de febrero en Arabia Saudí, donde sí hubo cierta sintonía y perspectivas futuras. No como ahora.

 El tema de la discordia que subyace es que Trump presiona por un alto el fuego y Rusia no lo quiere “si no se discuten previamente las causas profundas del conflicto” (la expansión atlantista, el principio de la seguridad indivisible y el estatus ucraniano).
El secretario de Estado estadounidense Marco Rubio y el ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov, en Malasia.

Como nota no menor, Lavrov partió inmediatamente a Wonsan, donde se entrevistó con el Líder Supremo Kim Jong-un. 

Este servidor cree que el factor norcoreano va mucho más allá de su capacidad fabril, sus armas compatibles y el aporte de algunas tropas. Corea del Norte podría ser un triangulador de los abastecimientos chinos.
Kim Jong-un y Serguéi Lavrov estrechan manos y desatan risas durante el encuentro entre autoridades de Corea del Norte y Rusia, en Wonsan, 12 de julio de 2025.

Todo esto ocurre en un marco de despliegue de unidades neerlandesas F-35A (las únicas europeas con capacidad nuclear) en Polonia y los países bálticos, mientras Róterdam, el principal puerto de Europa Occidental, hace espacio para albergar suministros militares, a petición de la OTAN.

 Recordemos que Trump fue hospedado en el Palacio Real de Ámsterdam durante la Cumbre de La Haya, algo absolutamente raro y el mismo Mark Rutte es neerlandés.

Como respuesta inmediata, unidades móviles de misiles balísticos nucleares RS-24 Yars salieron de sus escondites para hacer despliegues en diversas rutas de lanzamiento, hecho que fue filmado lo suficiente para que sepan los atlantistas que cualquier atrevimiento viene con vuelto.

El imperialismo occidental, ahora más que nunca embanderado en el «Eje Europa» no pretende ya “defender a Ucrania” ni escalar para torcer los tobillos de Moscú. Ahora está mutando peligrosamente hacia la disuasión preventiva o, aun peor, hacia el ataque preventivo. Israel podría ser su musa inspiradora.

Quizás por eso desde Washington se lanzó la campaña propagandística de que Trump había asegurado bombardear Moscú y Beijing en 2024, una forma de no perder protagonismo.

Envalentonado, uno de los seres más despreciables de la política estadounidense —el senador Lindsey Graham—, sostuvo que su país jugaría fuerte contra Putin y sus aliados. 

Según él: La presidencia aprobaría su ley de incremento de sanciones estadounidenses contra Rusia y aranceles al 500%, que sería extensible a los países que comercian con Rusia.

Estados Unidos daría el visto bueno al robo de los activos rusos para ser aplicados a “la reconstrucción” ucraniana.

Washington vendería enormes cantidades de armas a sus aliados europeos, quienes a la vez la suministrarían a Ucrania.

Ya en julio de 2022, Volodimir Zelenski felicitaba y entregaba copias de las resoluciones que endilgaban a Rusia como “promotora del terrorismo” a Lindsey Graham y a Richard Blumenthal. Aun hoy estos lobistas de la muerte siguen presionando en nombre del “pantano”.

De ser esto cierto, Trump abandonaría sus intensiones originales del America First y en cambio se volcaría por una opción francamente belicista y disruptiva, que llevaría al mundo hacia la Tercera Guerra Mundial, pues Rusia reforzará su determinación para finiquitar el asunto manu militari —no olvidemos que Rusia sí está dispuesta a negociar pero bajo sus términos—, y a China/BRICS a acelerar la construcción de un sistema financiero alternativo (fuera de la coerción y extorsión estadounidense). Sin duda, la economía global se verá profundamente sacudida.

Trump, que llegó a este segundo mandato con ideas radicalmente diferentes a la de los trogloditas del Partido Republicano —usualmente rusófobos, globalistas, financieristas, sionistas, hegemónicos—, corre el peligro de decantarse hacia ese polo neoconservador para lograr unas cuántas palmadas en la espalda.

Apoyos como los de Marjorie Taylor Greene, Tucker Carlson o Thomas Massie, que se embanderaron en MAGA, buscando develar los hilos del Estado Profundo, procurando un Estados Unidos (que sea) potencia comercial y tecnológica, fuera de toda guerra ajena y prolongada, y más interesado en sus (graves) asuntos internos, están azorados por esta inestabilidad ideológica.

Sin embargo, más allá de que Donald Trump ha expresado “su decepción” con Vladimir Putin por incrementar el ritmo de la guerra, ha manifestado recientemente que Rusia está posicionada para ganarla. 

Enviará 17 complejos de misiles Patriot (que se extinguen rápidamente y no harían la diferencia) y otras armas a Ucrania —aparentemente pagadas por la OTAN, dato no menor—, ha amenazado con nuevos aranceles a la importación de Rusia y a cualquier nación que compre sus exportaciones (habló de aranceles del 100% no del 500%), pero a menos que el conflicto en Ucrania se resuelva en un plazo de 50 días. 

Esto es un órdago al Estado Profundo y su presión constante por la guerra. ¿Lo cumplirá o hará como con Irán, a la que le dio un plazo y la bombardeó súbitamente?

Un comunicado publicado por el Departamento de Estado norteamericano expresó:

En cuanto a la guerra entre Rusia y Ucrania, el secretario de Estado enfatizó que la prioridad del presidente Trump sigue siendo poner fin a la guerra a través de una solución sostenible mediante negociaciones.

Como un torero, Trump parece estar haciendo un “oleeee” a los belicistas de ambos lados del Atlántico. Refunfuña, hace enfáticas exclamaciones e incluso amenaza directamente. 

Pero por lo bajo envía a su secretario de Estado a conversaciones en Kuala Lumpur (que también habló con el director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores del Comité Central del PCCh, Wang Yi) y toma decisiones inocuas que no podrán detener el avance por demolición ruso, mientras pone una cuenta regresiva de sanciones que, a estas alturas, poco daño le puedan hacer a Rusia; nación que ya carga con más de 28.000 y aun así tiene un PIB próspero y en crecimiento.

La imprevisibilidad de Trump desconcierta: ¿está dando su verdadera cara o, como un Janus moderno, tiene al menos dos?

Como no se puede arriesgar, mientras ello ocurre, Serguéi Lavrov ha seguido su gira asiática para finalizarla en Beijing, entrevistándose nada menos que con Xi Jinping, quien le aseguró que fortalecerá todavía más los lazos estratégicos con la Federación. Considérese además que estas conversaciones se dan en el marco de la próxima cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que tendrá lugar en Tianjin, y que la OCS involucra a India e Irán, dos países que, junto a China y Rusia, han estado en el foco de la belicosidad arancelaria de Graham-Blumenthal y de las arengas amenazantes de Ursula von der Leyen y Mark Rutte. Las 4 naciones son miembros plenos del BRICS…

El secretario general de la OTAN, asegurando que India, China y Brasil serán golpeadas por las acciones de las sanciones estadounidenses. Si eso no es un golpe al BRICS no sé que es…
El inagotable ministro de Relaciones Exteriores ruso Serguéi Lavrov saluda respetuosamente al presidente chino Xi Jinping, en su visita a Beijing.

La respuesta a las medidas occidentales no solamente la dio Lavrov en sus conversaciones abiertas con las autoridades ejecutivas estadounidenses y su fortalecimiento de la alianza con Corea del Norte y China, sino el mismo Putin, a través de un mensaje, digamos, transversal.

Moscú ve este conflicto en Ucrania no como uno territorial o por ámbitos de influencia en el continente europeo, sino como una verdadera amenaza existencial.

En un programa televisivo de Rossiya, entrevistado por el periodista Pavel Zarubin, Putin señaló que en sus inicios él pensaba que:

… las contradicciones con Occidente eran principalmente ideológicas. Parecía lógico en ese momento: la inercia de la Guerra Fría, las diferentes visiones del mundo, los valores, la organización de la sociedad… 

Pero incluso cuando la ideología desapareció, cuando la Unión Soviética dejó de existir, continuó la misma desviación casi rutinaria de los intereses de Rusia. 

Y no fue por ideas, sino por la búsqueda de ventajas geopolíticas, económicas, estratégicas.

En esencia, lo que dice Putin es que existe un “afán depredador” en las potencias occidentales que tiene que ver con su “gen imperialista”, su codicia inherente, su forma de “pensar el mundo y las relaciones de poder”. Uno abajo, otro arriba. 

Uno dentro, otro fuera. Una relación binaria donde el resultante es cero. Si uno gana, otro debe perder.

Tangencialmente, Putin habló de la dialéctica de este entramado: la presión de Occidente sobre Rusia, China, o cualquier polo de desarrollo que asome la nariz, tiene por objeto no compartir, hegemonizar y subyugar. 

Para la mentalidad anglosajona —que priva en las acciones de todo el Occidente Colectivo—, las decisiones no se consensuan y las negociaciones no arrojan dos ganadores.

Extracto del reportaje a Vladimir Putin donde señala que el asunto de la rivalidad con Rusia por parte de Occidente no es ideológico, sino geoestratégico.

Parece algo naïve que Putin llegara ahora a esta conclusión, cuando la declarada animosidad contra Rusia se puede rastrear siglos atrás, desde la Orden Teutónica del Siglo XII contra los principados rusos, pasando por la Gran Guerra del Norte (1700–1721), liderada por el rey sueco Carlos XII contra el zar Pedro el Grande, la invasión napoleónica de 1812, la coalición liderada por los británicos en la Guerra de Crimea de 1853-56, la Operación Barbarroja hitleriana de 1941 y, por supuesto, la Guerra Fría.

Sin embargo, dudo que desconozca estos asuntos. Me permito, no obstante, discrepar con el gran estadista moderno. 

Estimo que él quiso enfatizar en el asunto de las grandes ideologías políticas del Siglo XX (capitalismo versus comunismo), pero evidentemente existe un núcleo ideológico en esa rivalidad, pues siempre lo hay. 

Lo ideológico está involucrado en todo, y la ideología actual del Occidente Colectivo es el Hegemonismo Imperialista. Claramente, eso se juega en el terreno geopolítico y geoeconómico, pero el origen está en ese sesgo.

¿Cuál era la ideología del “Emperador” (léase, regente de un Imperio) Napoleón? ¿Y la del Führer del III Reich, o sea, del “Tercer Imperio” alemán? Y si vamos mucho más atrás, a 1054… 

¿Qué provocó el Gran Cisma de 1054 entre el Catolicismo Romano y el Cristianismo Ortodoxo? 

Pues la pretensión de una única fe universal, en tiempos donde no existían Estados-nación sino congregaciones populares aunadas por la religión. 

La pretensión siempre fue evitar los oasis y las diferencias: homogeneizar bajo la hegemonía. Esto fue el génesis de la rivalidad entre la Mancomunidad Lituano-Polaca y el Rus de Moscú.

Hoy la lucha abierta del momento está dada: las élites del capitalismo financiarizado, entallado por los supremacismos fanatizados que le dan “espíritu combativo”, como el sionismo y el neofascismo, contra los soberanismos del Estado-nación post-westfaliano. 

La lucha es ideológica.

Related Posts

Subscribe Our Newsletter