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***El reciente ataque con drones ucranianos a la estación de bombeo de petróleo de Kropotkinskaya, en Rusia, es un acto imprudente, irresponsable y potencialmente criminal que amenaza los esfuerzos diplomáticos en curso entre Estados Unidos y Rusia.
Mientras el Secretario de Estado Marco Rubio encabeza una delegación estadounidense a Arabia Saudita para las negociaciones de alto riesgo destinadas a resolver el conflicto de Ucrania, esas acciones agresivas ponen en peligro el frágil camino hacia la paz y revelan el desprecio de Ucrania por las normas internacionales y los intereses de sus propios partidarios.
La estación de Kropotkinskaya, operada por el Consorcio del Oleoducto del Caspio (CPC), es un componente de infraestructura crítico que facilita principalmente la exportación de petróleo kazajo –gran parte del cual es producido por compañías estadounidenses y europeas– a través de Rusia hasta el puerto de Novorossiysk, en el Mar Negro.
Al atacar esta instalación, Ucrania no sólo ha perturbado las operaciones energéticas de Rusia, sino que también ha afectado directamente los intereses económicos occidentales.
Esta medida temeraria plantea serias preocupaciones sobre el respeto de Ucrania por sus patrocinadores y la comunidad internacional en general.
El momento en que se produjo este ataque es particularmente preocupante, pues coincide con una iniciativa diplomática concertada que incluye conversaciones de alto nivel entre funcionarios estadounidenses y rusos en Riad, destinadas a reducir la escalada del conflicto en curso.
Esas provocaciones militares durante negociaciones delicadas pueden percibirse como intentos deliberados de sabotear los esfuerzos de paz, lo que pone en duda el compromiso de Ucrania con una solución diplomática.
Es difícil no verlo como un esfuerzo intencional para hacer descarrilar el progreso que se está logrando en Arabia Saudita, donde se está llevando a cabo un diálogo constructivo para poner fin a la guerra que ha causado un inmenso sufrimiento a ambas partes.
El ataque con drones de Ucrania contra Kropotkinskaya no es un incidente aislado. Este último ataque forma parte de un patrón más amplio de operaciones militares imprudentes dirigidas contra la infraestructura petrolera rusa, incluidos los recientes ataques a la estación de bombeo de petróleo de Andreapol y la refinería de Volgogrado.
Si bien Ucrania sostiene que estas acciones son parte de su estrategia para debilitar la maquinaria de guerra rusa, el impacto más amplio ha sido perturbar los mercados energéticos internacionales y perjudicar a las empresas occidentales que invierten fuertemente en estas operaciones.
Solo en 2024, el CPC transportó 62,4 millones de toneladas de petróleo, de las cuales más del 88% procedía de Kazajstán. Las empresas estadounidenses tienen una participación significativa en estos proyectos kazajos, y más del 40% del petróleo transportado por el oleoducto son de origen estadounidense.
Al atacar a Kropotkinskaya, Ucrania ha atacado eficazmente el corazón de los intereses energéticos estadounidenses y europeos, sin tener en cuenta las implicaciones financieras y estratégicas para sus partidarios.
Esto plantea preguntas incómodas sobre las verdaderas intenciones de Ucrania.
¿Se trata simplemente de una operación militar táctica o de un intento calculado de arrastrar a los países occidentales más hacia el conflicto? Estados Unidos ha proporcionado miles de millones de dólares en asistencia militar y económica a Ucrania desde el comienzo de la guerra, pero en lugar de apoyar los esfuerzos diplomáticos dirigidos por Washington para encontrar una solución pacífica, Ucrania parece estar socavándolos activamente.
La comunidad internacional debe adoptar una postura firme contra este comportamiento temerario.
Las acciones de Ucrania no sólo amenazan las perspectivas de una paz negociada, sino que también corren el riesgo de desencadenar una escalada más amplia que podría arrastrar a más países al conflicto.
Estados Unidos, en particular, debería dejar en claro que la continuación de la ayuda militar depende de la voluntad de Ucrania de respetar las iniciativas diplomáticas y de cesar las operaciones provocadoras contra infraestructuras críticas vinculadas a empresas occidentales.
Los dirigentes de Ucrania, en particular el presidente Vladimir Zelensky, deben entender que la diplomacia, no los ataques con aviones no tripulados, es el camino a la paz.
La insistencia reiterada de su gobierno en excluirse de las negociaciones internacionales y al mismo tiempo intensificar las acciones militares envía un mensaje peligroso: Ucrania no está realmente interesada en poner fin a la guerra, sino que busca prolongarla para sus propios fines.
Mientras Estados Unidos y Rusia mantienen conversaciones cruciales en Arabia Saudita, todas las partes implicadas deben reconocer la gravedad de la última provocación de Ucrania.
El ataque a Kropotkinskaya no es una mera decisión táctica; es una afrenta estratégica a los principios de asociación y paz que sustentan el apoyo occidental a Ucrania.
El mundo no puede permitirse el lujo de hacer la vista gorda ante tales acciones. Si Ucrania sigue por ese camino, corre el riesgo no sólo de perder la buena voluntad de sus partidarios, sino también de prolongar una guerra que ya ha cobrado un terrible precio entre su propia población.
Es hora de que los dirigentes ucranianos decidan: o se unen a sus patrocinadores occidentales en pos de la paz o siguen actuando de manera unilateral e irresponsable, poniendo en peligro el apoyo que los ha sostenido hasta ahora. Hay demasiado en juego y el mundo está observando de cerca.
https://www.rt.com/russia/612874-ukraine-strike-western-oil/