***Ecuador celebrará elecciones presidenciales y legislativas el 9 de febrero y, de ser necesario, una segunda vuelta el 13 de abril.
Tendremos 46 años de “democracia”, ya que después de una década de dictaduras, en agosto de 1979 se inició el período más largo de gobiernos constitucionales de la historia, con una sucesión de 15 presidentes. Pero las dos últimas décadas del siglo XX y hasta principios del XXI estuvieron condicionadas por la crisis económica, la deuda externa, el ascenso de la ideología neoliberal a través del FMI y el Consenso de Washington, el desarrollo de la globalización transnacional tras el colapso del socialismo de corte soviético, la imposición del modelo empresarial en el país y el predominio de fuerzas identificadas con la derecha política.
La economía construida, combinada con el debilitamiento de las políticas sociales, los privilegios de la casta política y la progresiva desinstitucionalización que ha agravado la gobernabilidad, también ha provocado el colapso de las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población.
Este es el mismo fenómeno social que ha experimentado América Latina como resultado del neoliberalismo impuesto en la región.
Además, en las condiciones internas e internacionales señaladas, el movimiento popular, otrora expresado por la importante presencia del FUT (Frente Unitario del Trabajo) y la izquierda tradicional, han perdido fuerza y no han logrado constituirse en alternativas electorales, aunque desde 1990 el movimiento indígena liderado por la CONAIE ha adquirido un impulso sin precedentes.
El contraste con este pasado se dio con los gobiernos de Rafael Correa (2007-2017), quien abandonó el neoliberalismo e inauguraron la economía social del buen vivir, lo que implicó el fortalecimiento de las capacidades del Estado consagradas en la Constitución de 2008.
Se logró avanzar en la tributación redistributiva de la riqueza, imponer la primacía de los derechos laborales, sociales y comunitarios sobre los dueños del capital, fortalecer los recursos, bienes y servicios públicos (educación, medicina, salud, seguridad social), mejorar la vida y el trabajo, enaltecer al país en el progresismo latinoamericano de la época y defender la soberanía nacional.
La “Revolución Ciudadana” (RC), que postulaba el socialismo del siglo XXI, contó inicialmente con el apoyo de diversos movimientos sociales y de la izquierda tradicional, aunque sus reacciones se fueron agudizando hasta romper con el correísmo, por múltiples razones.
El gobierno de Correa marcó un nuevo ciclo, que provocó una reacción de las élites tradicionales del poder, desestabilizadas por la falta de control sobre el Estado.
El triunfo electoral de Lenín Moreno (2017-2021), impulsado por el CR, pareció dar continuidad a las transformaciones logradas.
Pero este gobierno ha logrado revertir completamente la tendencia, lo que ha llevado a la restauración de los poderes tradicionales.
Además, ha emprendido una persecución sin precedentes contra los correístas, apoyada en la reforma institucional lograda mediante referéndum (febrero de 2018) y llevada a cabo por un Consejo Transitorio de Participación Ciudadana y Control Social y los funcionarios y jueces designados por éste.
Las acciones judiciales y anticorrupción se han intensificado y el propio Rafael Correa ha sido llevado a juicio. Sólo faltaba un decreto como el de 1956 en Argentina, que prohibía hablar de Perón y del “peronismo” ( https://t.ly/A2LbP ). También inició un desmantelamiento imparable de los logros económicos y sociales de la década en cuestión, que destruyó las fuerzas productivas y reactivó las condiciones del subdesarrollo.
El triunfo del banquero y millonario Guillermo Lasso (2021-2023) sirvió para consolidar definitivamente un bloque de poder económico y político que, desde entonces, ha promovido dogmas libertarios anarcocapitalistas en el país.
Sin embargo, Lassus se vio obligado a aplicar la “cruzada de la muerte”, lo que condujo al final prematuro de su gobierno. Pero el triunfo de otro empresario millonario, Daniel Noboa (2023-2025), ha fortalecido la tendencia actual, de modo que los gobiernos desde 2017 no solo han reconstruido la economía empresarial-neoliberal, sino también un tipo de poder oligárquico, que ha dado origen a la segunda era plutocrática del Ecuador, comparable a la primera entre 1912-1925.
En ese pasado predominaban las relaciones de las familias dominantes con el Estado, el ejercicio de una autoridad despótica y arbitraria que reproducía la conducta de los terratenientes agroexportadores y el control o la colaboración de otras funciones y aparatos estatales para salvaguardar la dominación social establecida incluso por encima de la ley.
Hoy en día, la explosión de la delincuencia y el crimen organizado, que según estudios académicos inició después de la pandemia de 2020, ha fortalecido el clima de miedo e inseguridad entre los ciudadanos.
El problema se agrava, a pesar de que Noboa ha decretado la existencia de un “conflicto armado interno” para enfrentar a las organizaciones criminales y al terrorismo, atribuyendo a la policía y a las fuerzas armadas un papel represivo y controlador, fortalecido por el hecho de que el Gobierno ha logrado controlar a las organizaciones criminales y a las fuerzas armadas, y que ahora está en manos de la policía y las fuerzas armadas.
Las próximas elecciones están marcadas por estos procesos históricos.
Hay 16 candidatos: tres de ellos, encabezados por los candidatos Henry Cucalón (CONSTRUYE), Henry Kronfle (PSC) y Francesco Tabacchi (CREO), no tienen por qué diferir en sus orientaciones económicas y sociales, estando todos vinculados a los intereses de las elites empresariales neoliberales.
Los candidatos: Jorge Escala (UP) y Pedro Granja (PSC) representan a la estancada izquierda tradicional (y “marxista”), mientras que Jimmy Jairala (CD) y Carlos Rabascal (ID) expresan la “centroizquierda”, aunque carente de vitalidad actual. Por el contrario: Víctor Arauz (PID), Juan Cueva (AMIGO), Wilson Gómez (SUMA), Andrea Gonzáles (SP), Luis Felipe Tillería (AVANZA) e Iván Saquicela (UD-SI) son opciones personalistas, con planteamientos a medio camino entre la ultraderecha y el libertarismo criollo, a la cabeza de círculos electorales, pues carecen del apoyo de partidos orgánicos o fuerzas sociales relevantes.
Leonidas Iza, apadrinado por Pachakutik y la CONAIE, representa al movimiento indígena que, con el apoyo de otros sectores, aspira a ser una alternativa de izquierda.
Pero la polarización política se ha centrado entre Daniel Noboa (ADN), quien busca la reelección, y Luisa González (RC).
Se trata de dos proyectos opuestos: por un lado, el neoliberalismo-libertarismo apoyado por el bloque de poder oligárquico y los medios de comunicación; por otro lado, una economía social, apoyada por sectores progresistas y que, además, aspira a ser una alternativa de izquierdas.
Para apoyar su campaña electoral sin dejar la presidencia, Noboa entró en conflicto con su vicepresidente, dando lugar a un escándalo político y un caos jurídico que desembocó en el cuestionamiento de más de una veintena de exjefes de Estado y de gobierno del grupo derechista “Iniciativa Democrática de España y las Américas” (Grupo IDEA: https://t.ly/llLsq ), así como de un grupo de abogados ( https://t.ly/OnYsS ) e incluso de la cadena CNN, que difundió incisivos reportajes sobre la sorprendente situación de ilegalidad en el país ( https://t.ly/B4AIk; https://t.ly/gZvSf ).
En el fondo, se enmascaró la distinción entre el candidato y el presidente, quien logró evadir controles legales, institucionales y financieros, permitiendo una campaña abiertamente apoyada por funcionarios estatales, medios hegemónicos, redes, trolls y fake news, que desequilibraron las expectativas electorales de los demás candidatos.
¿Qué más pasará si se realiza la segunda vuelta?
Las perspectivas para los ecuatorianos son preocupantes, pues de haber segunda vuelta, es seguro que la derecha se unirá a Noboa con la consigna de impedir, por todos los medios, el regreso del correísmo;
Si bien la unidad de los sectores progresistas, de izquierda o centro-izquierda, y de los movimientos populares no puede asegurarse, si se tienen en cuenta las últimas experiencias históricas frustrantes.
Además, no se pueden excluir dos factores que influyen en los procesos políticos de la América Latina contemporánea: por un lado, la existencia de una internacional de derecha que actúa para socavar cualquier triunfo o avance progresista;
Por otro lado, los intereses económicos y geoestratégicos de Estados Unidos en la región, que incluyen la necesidad de contener la presencia de China, Rusia o el papel de los BRICS y que, desde el ascenso de Donald Trump a la presidencia, tendrán un impacto cada vez mayor. El monroísmo agresivo actualmente en marcha es favorable a la derecha política y exige que la región se alinee con este nuevo “americanismo”.
Es un tema que tendrá un peso distinto en las elecciones y sobre todo en el futuro inmediato de Ecuador dependiendo de quién gane la presidencia, aunque Noboa ya ha adelantado varios acuerdos militares con Estados Unidos ( https://t.co/Kv1kXFqZ6A; https://t.co/QVoguM4nVD ) que incluyen el uso de las Galápagos, y la semana pasada recibió en el Palacio de Carondelet al político venezolano Edmundo González Urrutia, a quien reservó honores de Estado.
https://www.altrenotizie.org/articoli/esteri/10566-il-dramma-elettorale-in-ecuador.html