Una semana e incluso meses no son suficientes para conocer la dimensión verdadera de la tragedia siria.
Se necesitaran años e incluso décadas para saber con mayor o menor certeza las motivaciones reales, la planificación, el financiamiento y cuales gobiernos, agencias, instituciones y personajes realmente estuvieron detrás del puñado de terroristas islamistas que lograron -increíblemente- en pocos días, de manera eficaz y casi sin resistencia, tomar el poder y destruir al gobierno del presidente Bashar al-Assad de la hoy extinta Republica Árabe Siria; o talvez, como toda buena conspiración, los detalles nunca se sepan.
En realidad, para entonces eso no tendrá ninguna relevancia, será un evento más en la interminable lista que da contenido y forma a la trágica historia de la sociedad humana, a pesar del daño y sufrimiento causado a millones de inocentes.
En menos de una semana los noticieros y los analistas de todo calibre han inundado el mundo informativo dándonos sus opiniones, desde las más ridículas e inverosímiles (susurradas desde parte interesada) hasta las más elaboradas y con mayor o menor nivel de seriedad.
Nos dicen que este crimen contra el derecho internacional y el Estado sirio fue patrocinado en el más estricto secreto por países que incluso son competidores o enemigos entre sí, persiguiendo cada uno sus propios objetivos.
¿Sera posible que Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Turquía (cuatro miembros de la OTAN), más Arabia Saudita y Qatar, hayan hecho equipo con Rusia e Irán para destruir al gobierno sirio (con la participación de su propio presidente y sus Fuerzas armadas) y entronizar en el poder a bandas terroristas que hasta hace poco jugaban naipes en los rincones donde los acuerdos de paz los habían confinado?
Es perfectamente creíble que los yanquis y los países occidentales mencionados hayan urdido este plan acorde con sus intereses regionales y la necesidad de llevar mas caos al mundo para pescar resultados y seguir impulsando su agenda ultra-globalista, donde los Estados nacionales y el derecho internacional son un estorbo.
Es posible que las monarquías del Golfo Pérsico quieran erigirse en potencias regionales desplazando a Irán, y también es obvio que Turquía quiera reconstruir el antiguo imperio otomano aniquilado en la primera G.M. y de paso destruir las expectativas de los Kurdos de tener un territorio propio.
De igual manera, el currículo de Israel, pueblo invasor y belicoso avala la opinión generalizada de que los sionistas israelíes fueron parte de la gran conspiración en contra de Siria.
Los que conocemos a los rusos no creemos que pudieron ser parte de una abominable traición en contra de la nación que ellos mismos, con la sangre de sus combatientes, rescataron de la segura derrota, dándole soporte vital durante décadas en la larga guerra proxi impuesta por los yanquis a Siria.
Sí es posible que ante la manifiesta falta de voluntad de luchar del presidente Bashar y sus generales, el gobierno del presidente Vladimir Putin haya decidido a última hora soltar esa pesada mochila, aunque esto signifique un golpe el prestigio de la Federación de Rusia y a corto y mediano plazo, una derrota geopolítica que habrá de ser superada.
Es también difícil creer que Irán se prestara a un acto a todas luces suicida, teniendo en cuenta todo lo que Siria como aliado estratégico representaba para la gran república persa.
Los medios globales conjeturan acerca de quienes pierden y quienes ganan con la destrucción del Estado sirio y fácilmente colocan en el campo de los perdedores a Rusia e Irán y a nivel temporal, pueda que tengan razón; sin embargo, la dialéctica de los acontecimientos parece que pronto, los que aparecen hoy como ganadores serán los verdaderos perdedores y los que hoy son señalados como perdedores, puede que al final resulten ser los verdaderos ganadores.
La geopolítica no es asunto del azar si sabes jugar tus cartas y administras bien tus recursos.
No obstante, casi ningún medio ni analista se refiere a los más importante: La situación y el destino que depara al pueblo sirio en su gran diversidad étnica y religiosa, que ha sabido construir con sabiduría, paciencia y sufrimiento un admirable Estado secular y laico en medio de países teocráticos, extremistas confesionales y una guerra impuesta desde el exterior.
Hoy su país ha sido invadido por hordas de asesinos, traicionado por sus propias autoridades, su territorio despedazado por los yanquis, los israelíes y turcos; sus ciudades bombardeadas " preventivamente" por los sionistas. Amenaza el hambre, el desempleo, las enfermedades y la inseguridad, mientras que el genocidio pende de sus cabezas como espada de Damocles.
Nadie está preocupado por ellos, a pesar que corren el riesgo de sufrir tanto o más que la masacrada población palestina de Gaza.
El mundo debe de volver sus ojos a la población de no-combatiente de Siria, a sus hombres humildes, sus mujeres y niños que profesaban (hasta hace poco en paz) religiones y credos diferentes como parte de una gran cultura.
Siria seguramente sufrirá una especie de balcanización interna o simplemente sus tierras fronterizas sean anexadas por sus ambiciosos vecinos, además de la usurpación de sus riquezas naturales como los yacimientos de hidrocarburos que ya han sido apropiados por los yanquis en el noroeste y todo el país, mientras en lo que quede del territorio las guerras entre los distintos grupos irregulares o los que formen gobierno, serán inevitables, como aún lo es en Libia o Afganistán.
Siria es una tierra milenaria, cuna al igual que Irán e Irak, de la civilización humana donde se traslapan cultural e históricamente Oriente y Occidente.
A través de los siglos ha vivido y sufrido lo indecible forjando un carácter nacional indomable que garantiza que también esta vez volverá a levantarse, a pesar de sus múltiples enemigos a los que ha sabido vencer y dejar sepultados en el olvido de las arenas de sus desiertos
Edelberto Matus.