Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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EE.UU. vs. Rusia: las líneas rojas y el Oreshnik

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***El ensayo de prueba en condiciones reales de guerra del nuevo sistema hipersónico balístico de alcance intermedio ruso Oreshnik, parece haber tenido un eficaz efecto disuasivo en la coyuntura, haciendo implosionar, de paso, la vieja doctrina de George Kennan (1946) contra la ex-Unión Soviética −hoy Rusia−, así como el plan de la Rand Corporation presentado al Congreso en 2019 (luego modificado), que alentó la guerra por delegación de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania, cuyos objetivos perseguían el mismo fin: hacer colapsar internamente al régimen del presidente Vladimir Putin

Con ello estalló la narrativa elaborada por las usinas de propaganda del Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el MI6 británico, que durante casi tres años difundieron en el Occidente colectivo la idea de un Putin igual a Hitler, repudiado por el pueblo ruso y al frente de un país débil sin capacidad técnico-militar para soportar una guerra de desgaste de los 32 países de la OTAN.

El 17 de noviembre The New York Times publicó un editorial firmado por Megan Stack, ex corresponsal en China y Rusia, quien recordó cuando el secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin, dijo a periodistas dos meses después del inicio de la Operación Militar Especial rusa, que Washington convertiría en arma el “patriotismo” de los ucranios y quemaría sus vidas en una guerra prolongada que probablemente no se iba a poder ganar, para “debilitar” el poder de resistencia de Putin y provocarle una “derrota estratégica” sin tener que enfrentarse directamente con él. 

“Creo −dijo Stack−, que es correcto calificar [el conflicto en] Ucrania como guerra por delegación” (sic). 

En su soberbia, tras considerar a Rusia como “estación de servicio con un ejército”, EE.UU. y la OTAN creyeron que bastaría con sancionar, aislar, armar una guerra proxy en Ucrania y desatar la rusofobia, para que el país colapsara y Putin cayera.

Casi tres años después, EE.UU. logró la destrucción de la economía y la soberanía europea y destruyó la alianza energética mutuamente beneficiosa Alemania-Rusia (recordar Mackinder/Brzezinski), obligando a Europa a comprar su gas natural; forzó a los países de la OTAN a invertir 2 por ciento de su PIB en armamento estadunidense y aumentó el número de vasallos con Suecia y Finlandia, pero perdió militarmente la guerra. 

Por eso, EE.UU., el Occidente colectivo y sus medios están en fase de duelo y negación, y en el delirio de su derrota han buscado provocar una guerra nuclear de aniquilamiento mutuo. 

Pero Putin no mordió el anzuelo. Y ahora, por sus avances tecnológico-militares, Rusia ha restablecido la paridad estratégica con EE.UU., derrotando los planes hegemónicos de Washington de coaccionar a Moscú para que haga concesiones unilaterales mediante el chantaje nuclear.

La importancia militar del nuevo misil hipersónico ruso (pura fuerza kinética, sin carga nuclear esta vez), es que contiene vehículos de rentrada de objetivo múltiple independiente, diseñados para alcanzar muchos objetivos a la vez y evadir los sistemas de defensa antimisiles. 

En la coyuntura, al impacto estratégico y sicológico de su uso, se añade el político, ya que el Oreshnik podrá ser usado para dar forma a los términos de un futuro tratado de paz con Ucrania y la posterior reconstrucción de la arquitectura de seguridad europea que EE.UU. destruyó.

El 29 de noviembre, el presidente nominal de Ucrania, Volodymir Zelenski, dijo estar dispuesto a ceder territorio a Rusia de “manera temporal” para acabar con la “fase caliente de la guerra”, con el objetivo de recuperar en el futuro esas zonas “por la vía diplomática”. Insistió que era “esencial” alcanzar un alto el fuego para “garantizar” que el ejército ruso no se haga con el control de más territorios. 

El 2 de diciembre volvió a abogar por “métodos diplomáticos” para resolver el conflicto y admitió que el ejército de Ucrania tiene dificultades para recuperar Crimea en el campo de batalla.

 Su postura fue compartida por el ex secretario general de la OTAN, Jens Stolenberg, quien sugirió la “cesión temporal de territorios” por Ucrania en aras de conseguir un alto al fuego.

Ante la evidente falta de perspectivas para causar una derrota estratégica a Rusia en el frente militar, la OTAN se está decantando por “congelar” la guerra proxy en Ucrania, e intentará restablecer la capacidad combativa del ejército ucranio para llevar a Kiev a las negociaciones desde una posición de fuerza. 

Lo que coincide con la postura del general retirado Keith Kellogg, nombrado por Trump enviado especial para Ucrania y Rusia, quien prevé congelar el conflicto creando una zona desmilitarizada a lo largo de la línea de contacto, que sería patrullada por la OTAN; inaceptable para Moscú por razones de Estado y geopolíticas.

Putin enumeró en julio las condiciones para (re)comenzar las negociaciones, que contemplan la retirada completa de las tropas de Kiev de los nuevos territorios rusos (las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, y las provincias de Zaporozhie y Jersón, incorporadas a Rusia tras consultas populares en 2022), así como su reconocimiento, junto con Crimea y Sebastopol, como sujetos de la Federación de Rusia. 

Paralelamente, deben garantizarse la neutralidad y la no alineación, así como la desnuclearización, la desmilitarización y la desnazificación de Ucrania, y levantarse todas las sanciones contra Rusia.

No parece probable que el Kremlin acepte la nueva postura de la OTAN y la que adopten Trump y Kellogg. Tampoco resulta creíble que éste pueda “mediar” entre Ucrania y Rusia, dado que como admitió Stack, EE.UU. es parte de una guerra “por delegación”. 

O como la llamó el canciller ruso, Serguei Lavrov, una “guerra híbrida” de Washington contra Moscú. Además, Rusia controla hoy la guerra, no EE.UU. Y la lógica indica que la gana Moscú o se pasa a una fase de guerra nuclear −así sea limitada−, incitada por Washington.

En su entrevista con Tucker Carlson, Lavrov señaló que Rusia no quiere escalar la tensión, pero que es un “error” considerar que no tiene “líneas rojas” y está dispuesta a “ceder” constantemente. 

De allí que el 21 de noviembre, dijo, Rusia envió una “señal” (el misil Oreshnik) y “espera” que Washington, Londres y Bruselas evalúen la situación correctamente. De lo contrario, agregó, Moscú está dispuesta a enviar “mensajes adicionales”.

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