“El último pirata del Mediterráneo” que abastecía a los submarinos alemanes y luego denunciaba su localización a los ingleses.
Manipulador, obseso del dinero y del poder económico, banquero y contrabandista, listo y sagaz para los negocios y enormemente inteligente, el mallorquín y descendiente de judíos, Juan March Ordina, se convertiría en el español con más poder real, político y económico y en una de los magnates más ricos del mundo tan solo comparable a la riqueza de John D. Rockefeller o William Randolph Hearst.
Juan March, nacido un 3 de octubre de 1880 en Santa Margarita (Mallorca) en una familia campesina, comenzó desde muy joven a familiarizarse con los números del dinero gestionando la contabilidad de la pequeña empresa de su abuelo.
Luego comenzó su carrera empresarial como tratante de cerdos y fue comprando terrenos de muy poco valor que posteriormente vendería como parcelas.
“El último pirata del Mediterráneo”
Con los beneficios generados se introdujo en el contrabando de mercancías compradas en el norte de África o Gibraltar que vendía a posteriori en la península con pingües beneficios. Gracias a su sagacidad logró a principios del siglo XX, en 1909, hacerse con el monopolio del tabaco en el Marruecos francés y en el español.
Es entonces cuando se le apoda como “el último pirata del Mediterráneo”. Tras el inicio de la Primera Guerra Mundial dio muestra de los que sería su enseña y norma vital, estar con unos y con los contrarios al mismo tiempo, ganando riqueza de ambos lados. Por ello suministró barcos a los ingleses a la par que comerciaba con los alemanes.
Un dato que señalan historiadores es que Juan March abastecía de alimentos y combustible a los submarinos alemanes para luego denunciar su localización a los ingleses.
También se ha escrito del patriarca de los March que salvó a judíos de los nazis pero no de manera altruista a pesar de sus orígenes hebreos, sino cobrando al emplear los barcos de la Trasmediterránea -sin permiso para viajes trasatlántica- para transportar judíos a Nueva York previo pago del viaje.
A la vuelta de los navíos a Europa, los provisionaba de suministros para los alemanes. El FBI detuvo un barco y fue el propio premier británico, Winston Churchill, quien salvó de problemas graves por este hecho al banquero.
Pagó el alquiler del Dragón Rapide
Este 18 de julio, aniversario del golpe de estado franquista, el “Alzamiento Nacional”, conviene recordar quienes financiaron e hicieron posible que triunfara. Entre todos los “patrocinadores” quien más destaca es sin duda este personaje mallorquín.
Huido de España, el financiero cruzó la frontera francesa el 16 de febrero de 1936, justo la misma jornada en la que el Frente Popular vence en las elecciones generales.
El nuevo gobierno republicano pidió que se incautasen sus propiedades mallorquinas y la confiscación de sus acciones en Transmediterránea. March es entonces cuando desde Biarritz gestiona y financia el vuelo del Dragon Rapide, el avión británico que llevó a Franco desde Gran Canaria a Tetuán para comenzar la sublevación militar del 18 de julio de 1936.
"Sin March, no hubiera existido el golpe de Estado de Franco”
Testimonios escritos por investigadores indican que tras la contienda civil española fue intermediario entre los ingleses y los mandos militares franquistas para que estos, previo cobro de cantidades millonarias, se opusieran a la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial.
Honorat Bauçà, autor de dos libros sobre el financiero, dijo de este que "sin Juan March, no hubiera existido el golpe de Estado de Franco en 1936. Algunos generales no se habrían atrevido”. March pensaba que toda persona tenía un precio, y que solo había que encontrarlo.
600 millones para el general Mola
El 18 de julio de 1936 se produjo el golpe de Estado militar contra el Gobierno de la II República y el inicio de una criminal Guerra Civil. Es obvio que un pronunciamiento con armas y una sublevación militar necesitaban fondos económicos. Fue necesario disponer de respaldo en forma de dinero, armas y mantenimiento de las tropas.
El economista y banquero José Ángel Sánchez Asiaín en su libro “La financiación de la Guerra Civil española” narraba que era muy difícil saber con exactitud cuánto dinero puso March a disposición de la causa de los rebeldes franquistas.
Distintas fuentes concretaban que entre los mil millones de pesetas y los 15 millones de libras esterlinas, así como casi todos los gastos de la intervención italiana en su tierra, Mallorca.
Lo que no hay duda es que March al inicio del golpe de estado dio al general Mola unos 600 millones de pesetas del momento, una enorme cantidad, por medio de una cartera de valores. También avaló numerosos créditos para la causa “nacional”. Todo ello acordado con devolución posterior más intereses, claro.
Petróleo para Franco y desabastecimiento para la República
Pero March comenzó su particular financiación antes del 18 de julio del 36. El hombre más rico y poderoso en ese momento erosionó con su ayuda al régimen republicano y aportó instrumentos para el alzamiento en armas. Más tarde ayudó en la adquisición de material bélico.
March, según Asiaín, avaló ante la empresa norteamericana Texaco para logar la financiación del primer petróleo para los golpistas que a su vez dejaron suministrar petróleo a la República, aun habiendo contratos firmados. También ayudó económicamente a la Falange.
Con el objetivo de negociar la financiación inicial del golpe franquista, Juan March participó en distintas reuniones en Biarritz garantizando el futuro de los sublevados en caso de que el golpe fracasase. Aunque no demostrado totalmente, sí parece que March dio garantías amparadas en su fortuna.
Los “sponsors” de Franco
De lo que la historia está segura es que March, junto a la Alemania nazi, la Portugal de Salazar y la Italia de Mussolini, fueron los principales artífices de la financiación del bando franquista antes y durante la Guerra Civil. Sin este respaldo la II República podría haber sorteado el problema militar y continuar su singladura.
March murió en Madrid en marzo de 1962 con 81 años de edad debido a las heridas causadas en un accidente de coche quince días antes.
Trasladado desde la Clínica de la Concepción a su domicilio en el palacio de la calle Núñez de Balboa, donde pidió morir, sus restos descansan en el panteón familiar del cementerio de Palma de Mallorca. De esta manera dejaba este mundo “el último pirata del Mediterráneo”.
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