Cuando en diciembre de 1823, el presidente James Monroe anunció en un mensaje al Congreso la doctrina que definiría la esencia de la política exterior de Estados Unidos hacia la región latinoamericana y caribeña, resumida en la idea “América para los americanos”.
Justificó el rechazo a cualquier nuevo intento europeo de interferir o extender su sistema de gobierno al continente americano, como un peligro para la “paz y seguridad” de la nación del norte, encubriendo sus intereses expansionistas y hegemónicos hacia el sur del continente, particularmente en ese momento hacia Cuba y México.
Estados Unidos inauguró así una tradición que caracterizaría su comportamiento en la arena internacional hasta el día de hoy, en la que las palabras de sus líderes políticos no sólo ocultan sus verdaderas intenciones, sino que en muchos casos las intenciones han sido el reverso total de las palabras.
No en balde el Libertador Simón Bolívar dejó a la posteridad una frase que aún hoy sigue vigente, cuando señaló en 1829 que los Estados Unidos parecían destinados por la Providencia a plagar de miseria a América en nombre de la libertad. 1
La Doctrina Monroe sirvió como base de la política económica y política de los Estados Unidos.
La Doctrina Monroe sirvió a Washington para declararse unilateralmente y como si fuera un derecho divino, protector del continente americano, dejando saber al resto del mundo dónde residía su zona de influencia, expansión y predominio.
Sin embargo, durante los tres primeros años posteriores a su enunciación, los países de la región la invocaron en no menos de cinco ocasiones para enfrentar amenazas reales o aparentes a su independencia e integridad territorial, solo para recibir respuestas negativas o evasivas por parte del gobierno estadounidense. El paso del tiempo confirmó que la Doctrina Monroe había sido creada únicamente para ser definida, interpretada y aplicada a conveniencia de los Estados Unidos.
Con el tiempo contaría con numerosas actualizaciones y corolarios de diferentes gobiernos estadounidenses, buscando siempre cerrar cualquier brecha que pudiera, desde la interpretación y práctica de otros actores internacionales y de los propios países de la región, poner en peligro sus verdaderos designios.
Por mencionar sólo algunos de ellos, el Corolario Polk 2 de 1848: no sólo Estados Unidos no admitiría nuevas colonizaciones europeas en el continente americano, sino que ninguna nación de la región solicitaría libremente la intervención de los gobiernos europeos en sus asuntos o su propia unión con alguno de ellos; también declaró que ninguna nación europea podía interferir en la voluntad o los deseos de los países del continente de unirse a los Estados Unidos; el corolario de Hayes 3de 1880: fijó el Caribe y Centroamérica como parte de la esfera de influencia exclusiva de los Estados Unidos y que para evitar la injerencia del imperialismo europeo en América, Washington debería ejercer el control exclusivo de cualquier canal interoceánico que se construyera; Roosevelt Corolario 4 de 1904 –mucho más conocido–: proclama el deber y derecho de Estados Unidos de intervenir como árbitro o policía internacional en los países de América Latina y el Caribe ante conflictos o deudas con potencias extrarregionales; y el Corolario 5 de Kennan de 1950: apoyo justificado de Estados Unidos a las dictaduras que florecieron en la región bajo el pretexto del anticomunismo, que incluso serían llamadas “dictaduras de seguridad nacional”.
Ninguno de los mandatarios norteamericanos acarició jamás la idea de que la declaración de Monroe pudiera constituir un acto de altruismo o de especial amistad hacia las repúblicas vecinas del sur –como creyeron fervientemente durante años muchos gobiernos latinoamericanos–, y mucho menos que implicara para Estados Unidos la obligación de intervenir en defensa de cualquier país del continente que fuera víctima de una agresión externa. Para los estadistas norteamericanos, la Doctrina Monroe se limitaba a anunciar la eventual intervención de Estados Unidos sólo en aquellos casos y en aquellas áreas de la región que fueran de vital interés para su dominación.
Así lo afirmó el Secretario de Guerra de la administración Monroe, John C. Calhoun: “No debemos estar sujetos a que en cada ocasión se nos citen nuestras declaraciones generales, a las que podemos dar todas las interpretaciones que queramos. Hay casos de intervención en los que yo apelaría a los caprichos de la guerra con todas sus calamidades. ¿Me piden uno? Contestaré.
Designo el caso de Cuba. Mientras Cuba permanezca en el poder de España, un poder amigo, un poder al que no tememos, la política del gobierno será, como ha sido la política de todos los gobiernos desde que yo he intervenido en la política, dejar a Cuba como está, pero con el propósito expreso, que espero nunca ver realizado, de que si Cuba sale del dominio de España, no pasará a otras manos sino a las nuestras… En la misma categoría mencionaré otro caso, la de Texas; si hubiera sido necesario, habríamos resistido a una potencia extranjera”.6
Entre 1825 y 1826 se corroboró que la Doctrina Monroe nada tenía que ver con “la paz y la seguridad”, y mucho menos con un apoyo sincero y desinteresado a la independencia de sus “hermanos del Sur”, cuando Estados Unidos se opuso por vía diplomática y en tono amenazador, ante una posible expedición conjunta colombo-mexicana, con el objetivo de llevar la independencia a Cuba y Puerto Rico, proyecto que habían acariciado Simón Bolívar y Guadalupe Victoria, esta última presidenta de México.
Ante la fuerte presión diplomática estadounidense, los gobiernos de Bogotá y México respondieron que no se aceleraría ninguna operación de gran envergadura contra las Antillas españolas hasta que la propuesta fuera sometida al juicio del Congreso Anfictiónico de Panamá a celebrarse en 1826.
La preocupación de Washington, como es lógico, continuó, trasladando su preocupación a los gobiernos de Colombia y México y moviendo todas las palancas de su poder diplomático. 7 años después, José Martí se referiría a este bochornoso pasaje de la historia de los Estados Unidos, reflejo de la ideología monroísta, en uno de sus célebres discursos cuando dijo: “Y Bolívar ya estaba poniendo el pie en el estribo, cuando un hombre que hablaba inglés, y que venía del norte con papeles del gobierno, agarró su caballo por las bridas y le dijo así: “Yo soy libre, tú eres libre, pero ese pueblo que ha de ser mío, porque yo los quiero para mí, no puede ser libre”. !” 8
El statu quo conveniente a los intereses de Estados Unidos no podía ser alterado por potencias extracontinentales, pero tampoco por los propios países de la región. Esta situación se mantendría durante los años 1827, 1828 y 1829, toda vez que se intentó revivir la empresa redentora; tanto por Colombia, México y Haití.
Es muy ilustrativo a la luz de hoy, cuando seguimos viendo la obsesión yanki por Cuba, que en el contexto de la proclamación de la Doctrina Monroe, gravitaran especialmente los intereses de dominio norteamericano sobre la Mayor de las Antillas.
La Doctrina Monroe también se complementó con la llamada teoría de la Fruta Madura, formulada por John Quincy Adams en 1823, en la que se comparaba a Cuba con una fruta en un árbol, para señalar metafóricamente que así como había leyes de la gravitación física, también había leyes de la gravitación política y, por tales razones, no había otro destino para Cuba que caer en manos americanas, sólo había que esperar el momento oportuno de que la fruta estuviera madura para que se cumpliera ese fin inevitable.
Durante este proceso —señaló también Adams en una carta enviada el 28 de abril de 1823 a la representación diplomática de Estados Unidos en Madrid— era preferible que el ansiado fruto permaneciera en manos de España antes de que pasara a manos de las potencias más poderosas de la época. Así, cuando el ministro de Asuntos Exteriores británico, George Canning, propuso a Washington la firma de una declaración conjunta rechazando cualquier intento de la Santa Alianza y Francia de restaurar el absolutismo de España en los territorios hispanoamericanos, Estados Unidos tomó la iniciativa con un golpe maestro, realizando una declaración propia –más tarde conocida como la Doctrina Monroe– que dejaba las manos absolutamente libres de Estados Unidos en América e intentaba atarlas al resto de las potencias, incluida Inglaterra. En la raíz del surgimiento de la Doctrina Monroe estuvo Cuba, como uno de los territorios más codiciados por la clase política estadounidense. También México, más de la mitad de cuyos territorios serían luego usurpados durante la guerra de 1846-1848.
I
En 1830, Simón Bolívar, quien durante su lucha por la independencia y la unidad de los pueblos de la América española había sentido el rechazo de los Estados Unidos como un gran obstáculo y un peligro permanente, así como su postura fría y calculadora –a la que llamó comportamiento aritmético– en relación con el proceso de emancipación que se desarrollaba en América del Sur, partía para la eternidad.
Contra el Libertador y sus planes de unidad e integración de la América española, se tejió desde Washington una amplia red conspirativa, que aún hoy sorprende por su nivel de articulación, cuando aún no existían los medios de comunicación e inteligencia de los que hoy dispone el imperialismo norteamericano.
Sin embargo, representantes diplomáticos estadounidenses como William Tudor, William Harrison, Joel Poinsett, entre otros, hizo un trabajo sucio muy efectivo para derrotar más que a la persona de Bolívar, las ideas que representaba y defendía, totalmente antagónicas a la filosofía monroísta.
Su pensamiento pionero de antiimperialismo, sobre la unidad e integración de los territorios liberados del yugo del colonialismo español, a favor de la abolición de la esclavitud, de las clases más desposeídas y de la independencia de Cuba y Puerto Rico, fueron la mayor amenaza a sus intereses de expansión y dominación que enfrentó Washington en esos años, de ahí sus innumerables intentos de desacreditarlo llamándolo “usurpador”, “dictador”, “el loco de Colombia”, entre otros adjetivos ofensivos.
II
En la segunda mitad del siglo XIX, el ideal bolivariano tendría en José Martí, el Apóstol de la independencia cubana, a uno de sus más brillantes discípulos, quien supo penetrar como nadie las entrañas del monstruo y advertir de sus peligros para la independencia de Nuestra América y el equilibrio mismo del mundo.
Le correspondía entonces enfrentar al monroeismo en la etapa en que Estados Unidos daba sus primeros pasos de transición a la fase imperialista y en que se modernizaba la doctrina Monroe a través del panamericanismo, que propugnaba la unidad continental bajo el eje dominante de Washington desde la narrativa del llamado Destino Manifiesto, tesis de supuesta raíz bíblica, que afirmaba que la voluntad divina otorgaba a la nación americana el derecho a controlar todo el continente.
A través de sus crónicas y artículos en más de una veintena de periódicos hispanoamericanos, José Martí desarrolló una intensa labor antiimperialista para derrotar la tesis de la moneda única, el arbitraje y la unión aduanera, impulsada por el secretario de Estado norteamericano, James Blaine, en la Conferencia Internacional Americana celebrada en Washington entre 1889 y 1890. Lo haría también en la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América en 1891, donde participó activamente como Cónsul de Uruguay.
Jamás la ha habido en América, desde la independencia hasta nuestros días”, advirtió Martí,
asunto que requiere mayor sabiduría, ni obliga a mayor vigilancia, ni exige examen más claro y minucioso, que la invitación que los poderosos Estados Unidos, llenos de productos invendibles, y decididos a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas menos poderosas, unidas por el libre y útil comercio con los pueblos europeos, a establecer una liga contra Europa, y a cerrar tratos con el resto del mundo.
De la tiranía de España, la América española supo salvarse; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores de la invitación, es urgente decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia. 9
Poco antes de caer en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, en una carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado, Martí dejó testimonio de cuál había sido el sentido de su vida: impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que los Estados Unidos se extendieran por las Antillas y cayeran con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América.
Con visión de futuro Martí había visto el gran peligro que representaban para Cuba y los países de nuestra América los voraces apetitos imperiales de Washington y preveía lo que podía suceder si no se lograba en breve la independencia de Cuba y Puerto Rico, donde él consideraba que se encontraba el equilibrio del mundo.
En los fieles de América están las Antillas”, escribió Martí en un análisis que demuestra su conocimiento y visión de los intereses geopolíticos que se movían en el escenario internacional,
los cuales serían, si fueran esclavos, un mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que ya se apresta a negarle el poder, una mera fortaleza de la Roma americana; y si libres -y dignos de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora- serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la todavía amenazada América española y la del honor para la gran república del norte, que en el desarrollo de su territorio, desgraciadamente ya feudal y dividido en secciones hostiles, hallará más cierta grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la inhumana lucha que con la posesión de ellos abriría contra las potencias del mundo por el predominio de las mundo
Y unas líneas más adelante expresa:
Es un mundo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a liberar. 10
III
En 1898, con su intervención en el conflicto cubano-español, Estados Unidos convirtió a la isla de Cuba en probeta del neocolonialismo en la región, iniciando así un período histórico caracterizado por la consumación y éxito de la Doctrina Monroe, consolidando su dominio en el Hemisferio Occidental y desplazando paulatinamente a las potencias rivales, especialmente a Inglaterra. Además de Cuba y Puerto Rico, Washington aseguró el control del Istmo de Panamá, uno de los puntos geoestratégicos más importantes.
República Dominicana, Panamá, Guatemala, El Salvador, Cuba, Honduras, Nicaragua y Haití sufrieron directamente la política del Garrote y el corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe con la intervención y ocupación territorial de los Marines yanquis. En el caso de Cuba, el monroísmo adquirió connotación legal a través de la Enmienda Platt, apéndice de la Constitución de 1901, impuesta por la fuerza a los cubanos bajo la amenaza de una ocupación militar permanente. La Enmienda Platt otorgó a Estados Unidos el derecho de intervenir en Cuba cuando lo considerara conveniente y de arrendar territorios para el establecimiento de bases navales y carboníferas, origen de la presencia ilegal estadounidense en la Bahía de Guantánamo hasta el día de hoy. La Enmienda Platt no fue concebida ni impuesta para salvaguardar a Cuba o cualquier interés cubano,
El sucesor de Roosevelt en la Casa Blanca, William Taft, a través de la diplomacia del dólar y de las cañoneras, combinó la intervención militar con el control político y financiero de Estados Unidos, expandiendo y consolidando la dominación estadounidense en América Central y el Caribe. “El día no está muy lejano”, señalaría Taft descaradamente,
cuando tres estrellas y tres franjas en tres puntos equidistantes delimitarán nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será de hecho nuestro en virtud de nuestra superioridad racial, como ya lo es moralmente. 11
Le siguieron las administraciones de Woodrow Wilson, Warren Harding, Calvin Coolidge, Herbert Hoover y Franklin D. Roosevelt, quienes, de una forma u otra, reforzaron los postulados de la Doctrina Monroe, interviniendo o amenazando militarmente cada vez que se veían amenazados los requerimientos de su seguridad imperial en la región. La Revolución Mexicana sufrió los embates del monroísmo en esos años, al igual que Nicaragua de 1926 a 1933, cuando Augusto César Sandino, al frente de un ejército popular, se enfrentó a la Marina que había invadido y ocupado el país.
Las tropas estadounidenses fueron finalmente derrotadas y debieron retirarse de la nación centroamericana el 3 de enero de 1933. Sin embargo, la administración de Franklin Delano Roosevelt, la misma que había propugnado el engaño de la política del Buen Vecino hacia América Latina y el Caribe, pero nuestro hijo de puta.
IV
El estallido de la Segunda Guerra Mundial fue una oportunidad perfecta para que el gobierno de los EE. UU. expandiera aún más su dominio en todo el hemisferio, extendiendo sus bases militares en la región y logrando que numerosos países de América Latina y el Caribe se unieran a sus proyectos de “seguridad hemisférica”, en realidad subordinándose a los objetivos geoestratégicos del imperialismo estadounidense.
La firma en 1947 por 20 gobiernos latinoamericanos y caribeños del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) fue un ejemplo palpable de ello. Monroe y Adams no pudieron estar más satisfechos desde sus tumbas, especialmente cuando en 1948 se creó la Organización de Estados Americanos (OEA) como instrumento de Estados Unidos para modernizar e institucionalizar su dominio sobre América Latina y el Caribe.
Su nacimiento fue bautizado con el derramamiento de sangre del pueblo colombiano, en medio de un levantamiento popular desencadenado por el asesinato del líder progresista Jorge Eliécer Gaitán. El gobierno servil a los intereses de Washington impuestos después de aquellos hechos sería el único en enviar tropas a la Guerra de Corea para complacer al amo del Norte.
Inmediatamente se hizo evidente que el propósito de la OEA no tenía nada que ver con la “unidad y solidaridad continental” frente a los desafíos comunes y las “amenazas extrarregionales”, sino que era una pieza más en el nuevo sistema mundial que estaba surgiendo para satisfacer los intereses hegemónicos de la élite del poder estadounidense.
El llamado sistema interamericano era en realidad parte de su sistema de dominación. La OEA fue una adaptación de la Doctrina Monroe al escenario de la posguerra para alinear a toda la región frente a los “peligros del comunismo internacional”. De ahí su inutilidad –más allá de la posibilidad de condenar verbalmente al imperialismo norteamericano– para representar los intereses de los pueblos latinoamericanos y caribeños.
La historia de la OEA no ha sido otra que el más infame apoyo de gobiernos oligárquicos a los intereses de Washington, o el irrespeto de Washington a la mayoría, cuando esa mayoría ha discrepado de sus posiciones, reflejando la falacia de su propia existencia como espacio de acción concertada entre las dos Américas.
La propia Carta de la OEA ha sido violada y el consenso regional ha sido burlado por Estados Unidos en múltiples ocasiones. Sin duda, fue concebido y sigue tratando de funcionar como un “Ministerio de Colonias” yanqui, en cuya raíz se encuentra la filosofía monroísta.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos logró la supremacía absoluta en el Hemisferio Occidental, alcanzando la cúspide de las aspiraciones de los padres fundadores, de Adams y Monroe cuando lanzaron la famosa doctrina y de sus más leales y creativos continuadores.
Habiendo alcanzado ese nivel de control en lo que consideraban su patio trasero, la élite de poder del imperialismo estadounidense se sintió en condiciones de extender su hegemonía a otras áreas geográficas del mundo, incluso rebasando los límites de lo expresado en la Doctrina Monroe en 1823.
V
La década de 1960 trajo un nuevo renacimiento del ideal de Monroe ante el triunfo de la Revolución Cubana y la supuesta penetración del comunismo en el hemisferio occidental, pretexto que se asumió y difundió desde Washington para seguir un curso aún más agresivo contra el proceso revolucionario cubano y provocar su aislamiento diplomático en el hemisferio, hecho que se materializó cuando Cuba fue suspendida de la OEA en 1962. En ese mismo año el presidente Kennedy dijo en conferencia de prensa:
La Doctrina Monroe significa lo que ha significado desde que el presidente Monroe y John Quincy Adams la enunciaron: que nos opondríamos a que una potencia extranjera extendiera su poder al Hemisferio Occidental, y por eso nos oponemos a lo que sucede hoy en Cuba. Por eso hemos cortado nuestras relaciones comerciales. Por eso trabajamos en la Organización de los Estados Americanos y de otras formas para aislar la amenaza comunista en Cuba. 12
La resistencia y conquistas de la Revolución Cubana, su ejemplo de independencia y soberanía absoluta a las mismas puertas del imperio estadounidense, fue una realidad inadmisible para los verdaderos propósitos hegemónicos bajo los cuales se inspiró la Doctrina Monroe.
En el mismo punto geográfico donde Washington había iniciado su largo camino de exitosa expansión y preeminencia, debutando como imperio, también comenzaba el desafío más contundente y sostenido que jamás enfrentó el coloso del Norte desde la periferia del Sur y, como si fuera poco, bajo sus propias narices y por una isla, pequeña en tamaño, pero gigante como ejemplo moral para el mundo. Fidel Castro Ruz, abrazaría el ideal bolivariano, martiano, anticolonialista, antiimperialista, internacionalista y marxista, convirtiéndose en una herejía que aún hoy y de cara al futuro,
Además de desencadenar una guerra de amplio espectro contra Cuba que continúa hasta el día de hoy, esta anomalía de la dominación estadounidense en el Hemisferio Occidental llevó a los distintos gobiernos norteamericanos a desatar toda una serie de políticas violentas y reaccionarias para impedir la existencia de más Cubas en la región. Comenzó una nueva etapa de invasiones, golpes de Estado y apoyo a sangrientas dictaduras, bajo el pretexto de la lucha contra el comunismo.
En nombre de la libertad —también de los derechos humanos—, como había advertido Bolívar en 1829, Washington fue responsable de los crímenes más horrendos practicados contra los pueblos al sur del Río Bravo. Millones de desaparecidos, torturados, asesinados, fue el costo que pagaron nuestros pueblos, cifra imposible de calcular del todo si sumamos las víctimas del monroísmo desde el siglo XIX.
Nunca podremos olvidar esa historia, que también es parte de lo que han significado estos doscientos años de la Doctrina Monroe. Como no referirnos a la Operación Cóndor, que entre 1975 y 1983 fue responsable de miles de muertos y desaparecidos en todo el continente, donde se unieron los esfuerzos criminales del gobierno de los Estados Unidos y la CIA con las dictaduras militares de Chile, Argentina, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia,
Hace 50 años la administración Nixon-Kissinger desató un gran complot contra el gobierno de Unidad Popular presidido por Salvador Allende en Chile, esta operación culminó el 11 de septiembre de 1973 con un golpe de estado, la muerte de Allende y el establecimiento de una de las dictaduras más atroces de todo el continente, cuyas secuelas aún hoy son visibles en ese país.
También hace 40 años, la administración republicana de Ronald Reagan lanzó una invasión a la isla caribeña de Granada el 25 de octubre de 1983, donde se desarrollaba un proceso revolucionario liderado por Maurice Bishop. La historia como maestra de vida enseña lecciones para el presente. Las palabras de Fidel al pueblo chileno, en Santiago de Chile, el 12 de diciembre de 1971, advirtiendo de la amenaza que representa la derecha fascista apoyada desde Washington a los procesos revolucionarios,
Pero, ¿qué hacen los explotadores cuando sus propias instituciones ya no garantizan su dominación? ¿Cuál es su reacción cuando les fallan los mecanismos con los que históricamente han contado para mantener su dominación? Simplemente los destruyen. No hay nadie más anticonstitucional, más antilegal, más antiparlamentario, más represor, más violento y más criminal que el fascismo.
El fascismo, en su violencia, liquida todo: ataca las universidades, las clausura y las aplasta; ataca a los intelectuales, los reprime y los persigue; ataca a los partidos políticos; ataca a las organizaciones sindicales; ataca a todas las organizaciones de masas ya las organizaciones culturales.
De modo que no hay nada más violento ni más retrógrado ni más ilegal que el fascismo. 13
VI
La caída del campo socialista desató aires triunfalistas en Washington sobre la llegada de la “Pax Americana”, ya no era sólo “América para los americanos”, sino el mundo a los pies de la victoriosa potencia mundial de la Guerra Fría como supuesto fin de la historia. Sin embargo, además de que no pudieron barrer a Cuba, que resistió y salió victoriosa nuevamente como piedra angular en sus zapatos, de inmediato comenzaron a sucederse rebeliones y resistencias populares en lo que Estados Unidos consideraba su patio trasero seguro y lo menos que podía imaginar la élite del poder en ese país era que habría un resurgimiento del régimen imperialista estadounidense, que sería el primero en poder tomar el control de Cuba,
El papel del presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías, al frente de la Revolución Bolivariana, sin duda marcó un giro y un salto en la historia de América Latina y el Caribe. De la mano de los gobiernos de Néstor Kichner en Argentina, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Tabaré Vázquez en Uruguay, Lula Da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador y Fidel y Raúl en Cuba, comenzó a gestarse un proyecto regional “América Nuestra”, que incluyó la creación de organismos de integración como ALBA–TCP, UNASUR, CELAC, TELESUR, PETROCARIBE, entre otros mecanismos que buscaban romper con los esquemas de dominación impuestos desde el Norte durante décadas.
En noviembre de 2005, los intentos del imperialismo estadounidense de recolonizar la región bajo un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fueron derrotados, cuando en Mar del Plata, Argentina, durante la IV Cumbre de las Américas, varios presidentes latinoamericanos y caribeños la plantaron cara, entre ellos el propio anfitrión del encuentro, el presidente Néstor Kirchner, junto a Chávez y Lula. Estados Unidos nunca había enfrentado tal ruptura en su dominio del hemisferio occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Las administraciones de William Clinton, W. Bush y Barack Obama reaccionaron con todo su arsenal y aliados para detener y derrocar este proceso: golpes de Estado, golpes parlamentarios, golpes petroleros, sanciones económicas, bloqueos, guerras culturales, mediáticas, psicológicas y de cuarta generación, subversión, espionaje, injerencia en asuntos internos, estímulo a la traición y división, persecución de líderes progresistas y de izquierda, amenazas diplomáticas y económicas, maniobras militares, activación de la IV Flota,
Sin embargo, bajo los preceptos del Smart Power, en 2013, el presidente estadounidense Barack Obama expresó que la Doctrina Monroe había llegado a su fin y en un discurso ante la OEA, el entonces secretario de Estado, John Kerry, afirmó que la relación entre Estados Unidos y América Latina debía ser la de socios equivalentes, y que su gobierno buscaba establecer un vínculo no basado en doctrinas sino en intereses y valores comunes. Pero la mejor mentira de estas declaraciones llegó sólo dos años después cuando se produjo un nuevo intento de golpe de Estado contra la Revolución Bolivariana, donde se hizo evidente la injerencia de Estados Unidos. Unas semanas después, la Casa Blanca declaró a Venezuela una extraordinaria amenaza para su seguridad nacional.
En el caso de Cuba, a pesar del anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas el 17 de diciembre de 2014 y del llamado nuevo enfoque político, los propósitos de lograr el cambio de régimen y el derrocamiento de la Revolución nunca fueron abandonados por la administración Obama. Hechos, declaraciones y documentos de la época lo prueban.
Sin embargo, su sucesor en la Casa Blanca, Donald Trump, y sus principales asesores en política exterior retomarían descaradamente el discurso monroísta. Una de las declaraciones que generó más titulares fue la de su secretario de Estado, Rex Tillerson, quien, durante una gira por América Latina, afirmó que la Doctrina Monroe “es tan relevante hoy como el día en que fue escrita”. Estas declaraciones no fueron solo una reacción a una mayor presencia de China y Rusia en la región, sino que fueron una respuesta a la no aceptación de “ideologías foráneas” como las defendidas por Cuba y Venezuela, aunque en el fondo sabemos que la verdadera preocupación es la desvinculación del sistema de dominación imperial estadounidense que significan los ejemplos de las revoluciones cubana y bolivariana.
VII
Hoy se hace cada vez más evidente que estamos presenciando un mundo en transición geopolítica y un declive acelerado de la hegemonía estadounidense a nivel mundial. La élite del poder estadounidense en este escenario se aferra cada vez más a la filosofía monroísta y, ante un estado de sobredimensionamiento imperial que le impide mantener el control en zonas geográficas mucho más alejadas –como ha ocurrido en África y Oriente Medio–, es lógico que su atención se centre en la zona que desde hace 200 años ha considerado su espacio vital de reproducción y expansión hegemónica: América Latina y el Caribe.
Desde la lógica imperial, lo que está en juego es recuperar a toda costa el terreno perdido ante el avance de China, Rusia y los propios gobiernos progresistas y de izquierda. América Latina y el Caribe siguen siendo la máxima prioridad en la política exterior de Estados Unidos.
La jefa del Comando Sur de EE. UU., Laura Richardson, lo reafirmó recientemente cuando, en una conversación con el grupo de expertos Atlantic Council, dijo:
Si hablo de mi adversario número dos en la región, Rusia, me refiero, por supuesto, a las relaciones de los países de Cuba, Venezuela y Nicaragua con Rusia. Pero, ¿por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienes el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60% del litio del mundo está en el triángulo del litio: Argentina, Bolivia, Chile, tienen las mayores reservas de petróleo, crudo ligero y dulce descubierto en Guyana hace más de un año.
Tienes los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro. Tenemos los pulmones del mundo, la Amazonía. También tenemos el 31% del agua dulce del mundo en esta región. Quiero decir, es fuera de lo común. Esta región importa. Tiene que ver con la Seguridad Nacional y tenemos que intensificar nuestro juego. 14
El escenario que se dibuja es de oportunidades ante los vacíos y debilidades del propio sistema imperial y los continuos desaciertos de la derecha sin un proyecto alternativo que ofrecer a nuestros pueblos, pero también de grandes peligros ante el crecimiento de las tendencias neofascistas que se vislumbran en el horizonte y también en otras partes del mundo, especialmente en Europa.
La propia crisis sistémica del imperialismo conduce a reacciones cada vez más violentas y reaccionarias, dada la pérdida de capacidad para sostener la acumulación expandida de capital y las rebeliones y rebeliones que se suceden en la periferia y en los mismos centros de dominación, cuyos resultados anuncian el nacimiento de un mundo multipolar.
En este proceso, Las fuerzas de izquierda de la región tienen un momento único para relanzar como nunca antes los procesos de unidad e integración de América Latina y el Caribe. Las coyunturas son muy cambiantes y cambiantes, mañana será demasiado tarde. Solo unidos seremos verdaderamente libres y un actor internacional con un lugar influyente en los destinos de la humanidad, que debe avanzar con urgencia, para no desaparecer, hacia un cambio de paradigma civilizatorio.
De lo contrario, Estados Unidos caería una vez más sobre nuestras tierras americanas, rompiendo el equilibrio del mundo, en un momento en que quizás no haya vuelta atrás para salvar no sólo la independencia y soberanía de nuestros pueblos, sino la propia especie humana. Solo unidos seremos verdaderamente libres y un actor internacional con un lugar influyente en los destinos de la humanidad, que debe avanzar con urgencia, para no desaparecer, hacia un cambio de paradigma civilizatorio.
De lo contrario, Estados Unidos caería una vez más sobre nuestras tierras americanas, rompiendo el equilibrio del mundo, en un momento en que quizás no haya vuelta atrás para salvar no sólo la independencia y soberanía de nuestros pueblos, sino la propia especie humana. Solo unidos seremos verdaderamente libres y un actor internacional con un lugar influyente en los destinos de la humanidad, que debe avanzar con urgencia, para no desaparecer, hacia un cambio de paradigma civilizatorio.
De lo contrario, Estados Unidos caería una vez más sobre nuestras tierras americanas, rompiendo el equilibrio del mundo, en un momento en que quizás no haya vuelta atrás para salvar no sólo la independencia y soberanía de nuestros pueblos, sino la propia especie humana.
Como señaló el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en la primera Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, México, el 18 de julio de 1991:
Ha llegado la hora de cumplir con hechos y no con palabras la voluntad de quienes soñaron un día para nuestros pueblos una gran patria común que fuera digna de respeto y reconocimiento universal.
En pleno siglo XXI, la Doctrina Monroe sigue tan viva como en 1823, hace doscientos años. Pero también están vivos los ideales y las luchas de nuestros pueblos. Los ideales y luchas de los héroes latinoamericanos y caribeños que dieron su vida por la independencia y unidad de Nuestra América están hoy más vivos que nunca.
En este año 2023, lo que verdaderamente conmemoramos es el 95 aniversario del natalicio de uno de los más altos paradigmas revolucionarios de todos los tiempos, Ernesto Che Guevara, quien entregó su vida por la emancipación de los pueblos latinoamericanos, caribeños, africanos y de todo el sur global bajo el yugo imperialista, nuestro mayor compromiso debe ser, sin dogmas y atavismos que obstaculicen el camino, la lucha por la justicia social y la unidad e integración de nuestros pueblos.
Fuente: Cubadebate , traducción Resumen Latinoamericano—Inglés
Notas:↩ Carta de Simón Bolívar al Coronel Patricio Campbell, Encargado de Negocios británico ante el Gobierno de Colombia, Guayaquil, 5 de agosto de 1829.
↩ James Knox Polk, presidente de los Estados Unidos entre 1845 y 1849.
↩ Rutherford Birchard Hayes, presidente de los Estados Unidos entre 1877 y 1881.
↩ Theodore Roosevelt, presidente de los Estados Unidos entre 1901 y 1909.
↩ George F. Kennan (1904–2005). Diplomático estadounidense y asesor del gobierno y autor de la doctrina de la contención contra el comunismo.
↩ Indalecio Liévano Aguirre: Bolívarismo y monroísmo, Editorial Revista Colombiana, Bogotá, 1971, pp.40–41.
↩ Ver Elier Ramírez Cañedo, La miseria en nombre de la libertad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, pp.67–74.
↩ Discurso de José Martí en Hardman Hall, Nueva York, 30 de noviembre de 1889.
↩ José Martí, “Congreso Internacional de Washington, su historia, sus elementos y sus tendencias”, Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 6, pág. 46.
↩ José Martí, “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, Obras Completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana. t. 3, pág. 142.
↩ Citado por Juan Nicolás Padrón en: La guerra de Estados Unidos contra Cuba en la república neocolonial (II), La Jiribilla, 3 de agosto de 2022.
↩ Enciclopedia del Nuevo Mundo. "Doctrina Monroe." Enciclopedia del Nuevo Mundo. 18 de octubre de 2018. www.newworldencyclopedia.org
↩ Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, en el acto de despedida que le brindó el pueblo de Chile, en el Estadio Nacional, Santiago de Chile, el 2 de diciembre de 1971.
↩ Ver en Internet: www.youtube.com
https://mronline.org/2023/07/20/200-years-of-the-monroe-doctrine/