El jefe de las Tropas de Defensa Radiológica, Química y Biológica de las Fuerzas Armadas rusas, Ígor Kirílov, explicó el papel que desempeñó en la realización de los programas biológico-militares de EE.UU. la organización EcoHealth Alliance, en base a documentos que militares rusos obtuvieron de la “Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa” (DTRA, por sus siglas en inglés), perteneciente al Departamento de Defensa de EE.UU.
Allí se confirma que especialistas de EcoHealth Alliance investigaban desde 2015 poblaciones de murciélagos, buscando nuevas cepas de coronavirus y sus formas de transmisión de animales a seres humanos, llegando a experimentar y estudiar a más de 2.500 especímenes, para “aumentar las capacidades de contagio”.
La información hallada en los documentos muestra una de las instrucciones que indica que, si como resultado de “cualquier experimento” se obtuviera un virus “con las propiedades de transmisión o patogenicidad mejoradas más de 10 veces en comparación con una cepa de origen natural”, se debería “dejar de trabajar inmediatamente e informar al Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU. y el Consejo de Bioseguridad correspondiente”.
El general destacó que el alto grado de preparación de las inoculaciones de ARN mensajero contra el covid-19 a comienzos de 2020 plantea interrogantes sobre los verdaderos objetivos de los programas destinados a “mejorar” las propiedades de los patógenos peligrosos.
Kirílov expresó además lo sugestivo de que la pandemia se desarrolló tal como tenía previsto el experimento llamado Evento 201 meses antes de su comienzo, llevado a cabo por la Universidad John Hopkins y la Fundación de Bill y Melinda Gates.
En ese experimento se puso a prueba la respuesta a una posible epidemia de un coronavirus previamente desconocido, que, según la hipótesis del experimento, había sido transferido de murciélagos a humanos a través de un huésped intermediario, el cuerpo de un cerdo.
El Ministerio de Defensa ruso denunció en varias ocasiones que EE.UU. lleva a cabo fuera de su territorio nacional sus investigaciones más controvertidas desde el punto de vista del derecho internacional.
En varias ocasiones se agravó la situación epidémica por infecciones muy peligrosas en las zonas que albergaban o albergan tales laboratorios y se registraron brotes insólitos.
Se cita el caso de la fiebre del Valle del Rift de 1977 en El Cairo (Egipto), donde se había instalado el Laboratorio Biológico No. 3 de la Marina de EE.UU.
A su vez, el alto cargo militar ruso afirmó que los organismos de orden público de EE.UU. están al tanto de la práctica de sobornos a empleados de los medios de comunicación y redes sociales para censurar las exposiciones de las causas del brote de covid-19, como se ha visto recientemente en los documentos del llamado #TwitterGate.
En los últimos meses, los esfuerzos del Ministerio de Defensa de Rusia han detenido la realización de los programas biológico-militares de EE.UU. en Ucrania, pero el Pentágono está transfiriendo las investigaciones inconclusas a los países de Asia Central y Europa del Este, declaró Kirílov.
Los equipos que se encontraban en los laboratorios de Ucrania pasaron a las empresas químicas y farmacológicas de Polonia y los países bálticos.
A su vez, los expertos ucranianos implicados fueron reubicados en 2022 ante el “temor” de que puedan entregar “pruebas adicionales de actividades ilegales que violaban los compromisos internacionales”, añadió el militar.
Igor Kirílov
Ya en marzo del año pasado, Kirílov había expresado: “Los patógenos que se estudiaban en los laboratorios ucranianos en el marco de un proyecto de EE.UU. eran autóctonos y su propagación podría hacerse pasar por un brote surgido de manera natural.
Seis familias de virus, incluidos los coronavirus, y tres tipos de bacterias patógenas han sido obtenidos durante los proyectos de Estados Unidos en Ucrania”.
Según él, los laboratorios ucranianos fueron los principales ejecutores del proyecto P-782 que consiste en estudio de transmisión de enfermedades a través de murciélagos.
La investigación era sistemática y se llevaba a cabo desde al menos 2009 bajo la supervisión directa de especialistas estadounidenses en el marco de los proyectos P-382, P-444 y P-568, precisó.
“En el curso de estos proyectos se identificaron seis familias de virus [incluidos los coronavirus] y tres tipos de bacterias patógenas [peste, brucelosis y leptospirosis].
Esto se debe a las principales características de estos agentes patógenos que los hacen atractivos para la infección: resistencia a los medicamentos, rapidez de propagación de los animales a los humanos, etc.”, dijo Kirílov en la sesión informativa.
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