…los capitalistas “despiadados”[1] como el dueño de Mercadona, Juan Roig, se apropiarán de la riqueza que genera tu trabajo y dirán que eso no es “robar”, porque la explotación y la apropiación de tus esfuerzos es garantía de la buena vida de la clase capitalista, y las oligarquías mundiales, las leyes y el poder político se lo garantizan.
La destrucción creativa del capitalismo tiene en la desposesión del empleo asalariado una de sus mejores bazas: cientos de miles de empleos asalariados son destruidos en las diferentes fases del capitalismo desde sus orígenes (introducción de la máquina), hasta la etapa actual del capitalismo tecnológico y de control global y sus corporaciones monstruosas.
Amazon, Microsoft, Google, Facebook, Twitter[2]…en el último trimestre se han llevado por delante 250.000 empleos, por innecesarios y no funcionales a la obtención de beneficios.
A partir de los años 80 del siglo XX, se apuesta por el mercado (autorregulación del mercado), donde el individuo se desarrolla libremente de una forma calculada y racional.
El sistema de relaciones industriales se rige por el principio de la desregulación y su eficacia. Desregulación que conlleva flexibilidad en la gestión de la mano de obra y disciplinamiento de las clases asalariadas.
El objetivo central es la liberalización del mercado: los cambios tecnológicos, la nueva organización de la producción y la segmentación del consumo, posibilitan dicha liberalización.
El desempleo y la distribución desigual de la renta, (precariedad, desigualdades) dejan de ser vistos como factores que entorpecen el desarrollo económico.
La flexibilidad tiene un contenido preciso: la regulación es patrimonio del mercado.
De qué hablamos cuando se dice flexibilidad: de tecnología, de mano de obra, de contratación, de relación salarial, de los costes salariales de la organización del trabajo y del tiempo de trabajo.
Las transformaciones operadas en las formas de organización empresarial en una economía globalizada, han transformado las relaciones salariales.
Estas transformaciones operan sobre las personas asalariadas que asisten perplejas a la conversión que se ha llevado a efecto del trabajo. El trabajo especializado se ha convertido en mera disponibilidad para el empleo (empleabilidad).
Estas transformaciones incrementan la diversidad e inestabilidad de las situaciones y condiciones de trabajo y de la inseguridad e incertidumbre de quienes trabajan por causa de la discontinuidad del empleo y de la carencia de aplicación de su estatuto protector.
Las relaciones salariales modernas se adaptan. La desregulación contiene la flexibilización del mercado de trabajo y un reordenamiento autoritario de dichas relaciones (ausencia de derechos, ausencia de democracia).
La organización del tiempo (el mediado por el mercado y aquel otro que está fuera) se construye sobre un tiempo íntegramente útil para la empresa, para los mercados monetarios y la economía financiera, donde el tiempo de trabajo y de vida sea un tiempo plena y permanentemente productivo.
Las nuevas formas de organización empresarial –descentralización productiva, automatismos, etc.–, multiplican los centros de imputación de cargas y responsabilidades y al diversificar los poderes de organización, desorganizan el patrón clásico de la figura del empresario –sujeto imputable del conflicto de intereses–.
Nos resulta difícil conocer la identidad y la ubicación del titular de los derechos y deberes nacidos de la relación salarial (la formal y la informal), porque en los sistemas estructurales actuales, la empresa misma, su unidad, tiende a difuminarse, y así se pierde la transparencia que el principio de seguridad jurídica pide. Al igual ocurre en los mercados financieros. Imposibilidad de exigir responsabilidades con consecuencias concretas para la posibilidad de otra ordenación social–política.
El conflicto no desaparece, pero se complejiza al disolverse en una red de telaraña, cuyo efecto social más inmediato no es otro que el de acrecer la posición de fuerza de las gerencias, de las empresas, del capital, que unido al miedo, al pánico, al perder las clases obreras contrapoder, convierte en “imposible” el conflicto. Podemos hablar de barbarie en todo el sentido político, ético, humano…
El nuevo modelo de organizar la producción y el trabajo, es decir el modelo vigente de relaciones industriales, requiere del consenso entre la empresa y el trabajador[3].
Este consenso adquiere una nueva dimensión en las relaciones industriales y en lo esencial se constituye por la exclusión del conflicto entre empresa y trabajador[4].
Las consecuencias de este modelo son:
– Una segmentación muy fuerte del mercado de trabajo.
– Precarización generalizada de la relación laboral.
– Cronificación de las diferencias y desigualdades.
– Desvinculación entre la duración del puesto de trabajo y la forma del contrato: despido libre, con más o menos indemnizaciones, pero libre.
– La libertad única, fundamental y esencial, se configura en la libertad de empresa y la prestación de servicios. Todo el resto de libertades (sindicales, de negociación, de huelga), son tuteladas por el mercado y éstas no pueden ejercerse si impiden el desarrollo de la única libertad esencial: la del capital.
LA PRECARIEDAD EN UN DEVENIR (FUTURO-PRESENTE) DE POBREZA MATERIAL y ESPIRITUAL (ideológica), debe ser VISTA NO SOLO COMO PROBLEMA SINO COMO ELEMENTO COMÚN QUE ESTABLECE LAS CONDICIONES DE VIDA DE UNA GRAN PARTE DE LA POBLACIÓN Y CONTIENE EN SÍ MISMA EL PRINCIPIO DE ESPERANZA.
Enfrentarse al capitalismo exige no sólo combatir el trabajo asalariado en su forma social actual y en su manera de gestión, sino que requiere de una voluntad práctica de combatir la asignación obligatoria del trabajo de cuidados a las mujeres, la obligación de un modo de comportamiento social con pautas de consumo material y relacional, y generar contrapoderes que se muevan en otras lógicas de constitución de las relaciones sociales.
Notas:
[1] Calificar que hay empresarios-capitalistas “despiadados” (Ione Belarra secretaria general de Podemos), además de un concepto moral que comporta que existen otros “capitalistas benévolos”, es obviar que la lógica económica y política del empresariado, del capitalismo, es la acumulación de capital a través de la explotación de la fuerza de trabajo y la apropiación de la mayor parte de la riqueza que se genera por el esfuerzo y trabajo de millones y millones de personas asalariadas.
El empresario-capitalista, puede que vaya a misa, sea ateo, agnóstico o medio pensionista, pero desde luego su lógica no tiene moralidad alguna, sino interés de obtener cuanta más acumulación de riqueza, mejor, a ser posible con ausencia de regulación laboral, fiscal, ambiental y, como dice el despiadado de Juan Roig – Mercadona”… luego es un problema de gestión de los políticos que no saben repartir esa riqueza…
[2] Empresas o emporios económicos que invierten miles de millones de dólares en I+D, es decir empresas que invierten en la producción. El gasto en I+D de Alphabet (Google) en los años, 2017, 2018, 2019 y 2020 fue respectivamente de 16,6, 21,4, 26 y 27,5 millardos de dólares. Amazon por su parte gastó en Investigación y Desarrollo 42,7 millardos de dólares solamente en el 2020 y empleaba en ese año a más de 1 millón de personas en todo el mundo (datos citados por Evgeny Morozov en su artículo “Crítica a la razón tecnofeudal” en el libro Las bifurcaciones del capital de la New Left Review en español y editado por Traficantes de Sueños.
[3] Ejemplos locales y globales: reestructuración empresas, sectores; deslocalizaciones y segregación de multinacionales; planes privados de pensiones, etc. Y desde el lado individual, negociaciones individuales de bajas incentivadas a través de mecanismos varios.
[4] El conflicto siempre dentro de los márgenes del sistema, sin transcender el objetivo primigenio del capital, el aseguramiento del beneficio expresado en múltiples formas, como condición de mantenimiento de rentas del trabajo, también expresadas en múltiples formas: pensiones públicas, indemnizaciones cuantiosas, partidas públicas, etc.
Desiderio Martín Corral. Gabinete de Estudios Confederal de la CGT