Jacinto Baca Jerez in memoriam
El modelo organizativo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Nicaragua (FARN) se hizo siguiendo el modelo de la guatemalteca FAR y la colombiana FARC de la época; es decir, aprovechando el tendido organizativo partidario para crear un brazo armado autónomo del partido.
Se pasó a constituir células en los departamentos donde existía el PSN, sin menoscabo del trabajo político-organizativo paralelo y al entrenamiento militar de cuadros y militantes
En los primeros días de noviembre de 1969, cuando aún no dejaba de ser noticia el espectacular secuestro aéreo de LANICA ejecutado por dos militantes sandinistas, otra noticia pasó a desplazarla en los medios: la muerte de Jacinto Baca Jerez, 9 de noviembre, en la estación de Rota, departamento de León, tras un violento tiroteo con la GN y unos paramilitares de apellido López.
Este hecho trajo a colación otro acontecimiento ocurrido en el mes de mayo de este mismo año: el secuestro de los terratenientes Aquileo Venerio Plazaola y Victoriano Argüello, sobre todo, porque dio a conocer la existencia de otra organización armada opuesta a la dictadura somocista, además del Frente Sandinista de Liberación Nacional: las Fuerzas Armadas Revolucionarias FARN.
Las indagaciones de la OSN concluyeron en que el jefe de este comando y de la nueva organización era Jacinto Baca Jerez.
Es necesario preguntarse para ubicar a los lectores en el tiempo: ¿quién era Jacinto Baca Jerez y cuál fue esta organización? ¿Cómo surgió?
¿Cómo se produjo su desaparición del escenario político y de la historia reciente del país? Baca Jerez había nacido en una familia leonesa de clase media el 1° de noviembre de 1944; es decir, que contaba al morir 25 años de edad.
A escasos 16 años, ya era conocido por su participación en acciones armadas contra el régimen.
Los reporteros del diario somocista “Novedades”, utilizando una foto, lo popularizaron con el mote de “el muchacho de la metralleta”.
Ex participantes de estos hechos, aseguran que hasta 1967 Jacinto mantuvo una militancia orgánica con el Frente Sandinista, pero que en este mismo año se separó del Frente, y se contactó con dirigentes del Partido Socialista Nicaragüense (PSN) interesados -y ya habían dado pasos- en la creación de una nueva organización.
“Desde 1966 -nos relató Jorge Galo Espinoza- dirigentes como Nicolás Arrieta y Abdul Sirker, sobre la base de que la única forma de acabar con la dictadura era la lucha armada, y con la autorización de la dirección, empezaron a estructurar las FARN”.
En su narración sobre estos hechos, Galo afirmó que el contacto con Jacinto fue facilitado por su esposa Juanita Navarro, vinculada al partido. Sirker, por su parte, afirmó: “que se tenía que aprovechar en aquel momento la experiencia de Jacinto, así como la atracción de otros cuadros del FSLN hacia nuestras filas”.
La creación del brazo armado, según estas concepciones, estaba orientada a preparar al partido en las distintas formas de lucha, sin convertirla en la única.
La lucha interna con las tendencias conservadoras de la dirección, encabezada por los hermanos Juan y Augusto Lorío, y Manuel Pérez Estrada, quienes violaban los acuerdos tomados en los últimos Plenos de implementar una fuerza armada, tuvo entre otros resultados la ruptura definitiva y la expulsión del PSN de los mencionados en abril de 1967.
El modelo organizativo de las FARN se hizo siguiendo el modelo de la guatemalteca FAR y la colombiana FARC de la época; es decir, aprovechando el tendido organizativo partidario para crear un brazo armado autónomo del partido.
Se pasó a constituir células en los departamentos donde existía el PSN, sin menoscabo del trabajo político-organizativo paralelo y al entrenamiento militar de cuadros y militantes.
En los inicios de 1969, la dirección de las FARN, entre la cual se encontraba Jacinto, decidió recurrir a una acción que les permitiera lograr dos objetivos: dar a conocer la existencia de la organización y hacerse de recursos económicos.
De esta reunión surgió la idea del secuestro de un terrateniente, que resultó ser Venerio, hecho que se realizó en Chinandega, el 9 de mayo de este mismo año. Con Venerio fue retenido brevemente su acompañante, el mencionado Argüello.
La acción -aunque criticada posteriormente, por la condición opositora de Venerio- logró ambos objetivos, pero a su vez propició situaciones que no estaban en los cálculos de los gestores.
Primero: una masiva cacería sobre los militantes y las redes de esta organización; al poco tiempo, decenas de detenidos en Chinandega, León, Managua, Carazo, Rivas, Matagalpa y Jinotega.
Segundo: porque los golpes a las estructuras del PSN permitió que reencarnaran con nuevos actores las tendencias conservadoras en la dirección del mismo, y empezaran a ver como inconsistentes este tipo de acciones, en tanto “estaban afectando el proceso organizativo de las masas”.
Estas posturas se dieron en un momento crítico e inestable para la dirección progresista del PSN, las sucesivas renuncias de los secretarios generales Álvaro Ramírez González en 1968, y de Onofre Guevara en julio de 1969, en medio de la represión, y de situaciones internas controversiales.
Esto propició el ascenso a la dirección del partido de uno de las tendencias conservadoras: Luis Sánchez Sancho. A éste fue a quien correspondería, en su momento (un congreso del PSN en 1972), justificar la necesidad de “postergar la lucha armada para mejores circunstancias”.
Los golpes que sufría el FSLN, los asesinatos de Bernardino Díaz Ochoa y otros cuadros del PSN, en 1971, sirvieron de argumento para demostrarle a Sánchez y su grupo que “la acción armada no tenía sentido”. Con esta posición, logró neutralizar las posiciones de quienes dentro del PSN sostenían que los asesinatos de los líderes sindicales demostraba la necesidad de fortalecer las FARN y responder a la dictadura con acciones armadas.
En parte, hemos adelantado el final de esta organización, haciendo necesarias digresiones en el hilo conductor del relato. Digo esto porque para anotar que entre los sucesos de mayo de 1969 y abril de 1970 se puede asegurar que hubo actividades de esta organización que, aunque de menores dimensiones que las del FSLN, han sido omitidas por las narraciones históricas.
En esta dirección, se pueden señalar como ejemplos: el ataque a tiros de una patrulla GN desde un vehículo en León el 4 de agosto de 1969; 6 de agosto, se informa que extremistas de las FARN buscaban contacto con Noel Pereira Majano; noviembre de 1969, en las cercanías de Rota, miembros de las FARN disparan desde una motocicleta en marcha a una patrulla GN; abril de 1970: encuentro casual de una patrulla GN en la zona de Yaoska con un agrupación rural de las FARN que realizaba una caminata, la GN es sorprendida y sufre algunas bajas.
Los datos obtenidos de entrevistas y conversaciones con ex participantes, su comprobación en los diarios de la época y otros documentos, demuestran que aun cuando fue muy efímera la proyección de las FARN, tuvo existencia en una coyuntura muy compleja en la historia política del país.
Por lo que es un hecho digno de ser conocido por las nuevas generaciones. Esto se puede acometer cuando aún existen sobrevivientes que ocuparon responsabilidades en esta organización, además de documentos y otras fuentes.
Pero sobre todas las cosas, ha pasado suficiente tiempo para que se superen los prejuicios sectarios que incidieron para que se hicieran estas omisiones.
Es oportuno en este tiempo, cuando ha repuntado el testimonio como género narrativo, se debería retomar las vivencias de las FARN como una experiencia colectiva, así como los aportes de Jacinto Baca Jerez, al movimiento revolucionario; es el mejor homenaje que se le podría hacer a un revolucionario de su calidad de su heroica caída.
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Fuentes consultadas y utilizadas:
La prensa y Novedades entre mayo de 1969 y abril de 1970.
Entrevistas a: Abdul Sirker, Jorge Galo Espinoza y Álvaro Ramírez
Conversaciones con: Rubén Jiménez, Juan Isabel Galeano, Francisco Brenes.
Rafael Casanova Fuertes*
El Nuevo Diario, 13 de noviembre de 2009
* Historiador. Sala de Investigadores de la BBCN