Como dijimos hace semanas, no habrá guerra entre hermanos en las planicies del Dniéper y el Dombas a menos que Rusia sea obligado a defender su territorio o a sus ciudadanos.
La histeria gringa y europea de una “inminente” invasión rusa a Ucrania se ha desinflado pues siempre fue un “farol”, una mentira mediática de Occidente sin más sustento que un plan bien pensado en el Pentágono, Langley y la Casa Blanca cuyos objetivos están centrados en elevar el poco prestigio que le queda a la OTAN tras décadas de fallos y derrotas, reanimar el negocio armamentístico y apuntalar a la errática e inútil administración de Biden.
Los gringos montaron un juego de espejos del que pretendieron ganar en todo caso (como dijo un político ruso: “Si Rusia atacaba se hablaría de que la CIA y el Pentágono lo habían advertido y si no –como es el caso- ellos habrían logrado “disuadir” la “intervención”), pues de haber guerra en Ucrania, la economía rusa sufriría potentes golpes (aunque con ello los estúpidos y sumisos gobiernos europeos sumieran en el caos sus propias economías), retazando sus desarrollo; Ucrania y Georgia serían incorporadas a la OTAN y se desplegarían cohetes de mediano alcance en Polonia, Pri-Báltico, Rumanía y quizá en los restantes siete países del llamado espacio post-soviético, cercando el territorio ruso.
Un competidor a Potencia mundial como Rusia sería sacado del juego, pudiendo los gringos seguir su enfrentamiento a solas contra China y al final (según los sueños de opio de las élites del poder yanqui) el capitalismo se revitalizaría y los Estados Unidos volverían –por siempre- a ser superpotencia hegemónica global.
Todo le falló a los gringos.
Rusia volvió a demostrar por qué han sido y siguen siendo una potencia mundial, dueña durante siglos de la Diplomacia más eficaz del mundo.
El presidente Putin y su gobierno jugaron con paciencia y visión el peligroso juego de la “crisis ucraniana” de las últimas semanas que es parte de enfrentamiento a escala global, marcado por la recomposición geopolítica, redefinición de fronteras y alineamientos ante la decadencia del Imperialismo gringo, la inviabilidad del sistema capitalista para la sobrevivencia de la especie humana, la preservación del medio ambiente, y ante el agotamiento de los Recursos Naturales en el llamado “norte global”.
Rusia se ha preparado durante dos décadas para momentos como este y quizá par enfrentar una amenaza aun mayor a su Seguridad nacional y su supervivencia, no en vano ha puesto a toda su ciencia, tecnología y recursos en la consecución de los objetivos que cumplidos la están convirtiendo de nuevo en una superpotencia mundial.
Rusia, preserva sus intereses y seguramente saldrá de esta crisis ficticia más fortalecida. Posiblemente se atenderá (incluso por los yanquis) su exigencia de una Seguridad europea responsable y para todas las partes, con el cumplimiento de sistemas de acuerdos que ya antes han sido firmados o con otros que habrán de construirse para asegurarse que la guerra no volverá a Europa.
De los Estados Unidos y la Unión Europea (y en menos medida del dócil gobierno de Ucrania) depende que se continúe con los negociaciones de paz sobre las repúblicas separatistas de Lugansk y Donetsk en el formato del “cuarteto de Normandía” o Rusia tome la decisión de aceptar la voluntad de estas la población mayoritaria de estas repúblicas y aceptarlas como parte de la Federación Rusa. Decisión que seguramente también sería traumática pero como la anexión de Crimea en el 2014, seria irreversible.
Otra derrota ominosa para la “diplomacia” gringa (entre paréntesis pues esta se basa no la utilización de medios pacíficos y apegados al Derecho Internacional, sino en la coacción, la utilización de la fuerza y el chantaje) y otra gran victoria del gobierno del Presidente Putin, pero sobre todo del gran pueblo ruso y todos los pueblos que conforman la Federación de Rusia.
Es también un gran ejemplo e inspiración para otros países y pueblos que como Nicaragua, lucha cada día por defender su soberanía y construir en paz una nación para todos.
Edelberto Matus.