A veces aprendemos sobre la historia leyendo libros, a veces escuchando historias, a veces apelando a los recuerdos. Esta vez, la herramienta utilizada para recordar la historia reciente de Nicaragua es un documental firmado por Marcio Vargas y Carlos Vargas Arana.
“Los 16 años que nos robaron” se titula la producción que recuerda la oscura historia de los dieciséis años de gobiernos liberales (desde 1991 hasta finales de 2006).
La noche oscura comenzó cuando Violeta Chamorro, candidata de los Estados Unidos y de la oligarquía nicaragüense consagrada a ellos, al frente de una coalición de 14 partidos, derrotó al Frente Sandinista en las elecciones de 1990.
El anexionismo ocupó el lugar de la independencia: el somocismo sin Somoza se impuso al frente de Nicaragua.
El documental cuenta la historia de los 16 años de horror con un toque sutil pero decisivo.
La alternancia de entrevistas, voces de la calle e imágenes provoca un feliz matrimonio entre el ver y el oír. Explica, para quien quiera saberlo, la avalancha de familias devoradoras capaces sólo de saquear y mentir.
Con la coronación en febrero de 1991 del presidente Chamorro, se iniciaron 16 años de gobiernos liberales, que como presentación decidieron la expulsión de 20.000 empleados del sector público considerados de fe sandinista.
Así comenzaron 16 años de miseria, hambre, destrucción de derechos sociales, represión, fraude electoral, corrupción y robo.
La familia Chamorro se hizo millonaria con la Presidencia de la República y la gestión del gobierno, y ni siquiera el tiempo de sentarse que se puso a vender la aerolínea, el ferrocarril y la flota pesquera. Empezò así la más impresionante transferencia de riqueza de las arcas públicas a las privadas, en la que también se intentó privatizar el agua y las basuras, se privatizó la educación y la sanidad para generar un mayor ahorro para el Estado, que podía así seguir volcando sus bienes en las arcas de la oligarquía. Era el inicio del chamorrismo.
El pacto con EEUU se escribió con mayúsculas: la oligarquía privó a EEUU de un enemigo histórico (el sandinismo) y EEUU permitió a la oligarquía enriquecerse como nunca antes en la historia.
Para las familias de la burguesía nicaragüense fue una fiebre del oro mejor que la que tuvieron con Somoza, que no dejó demasiado apetito a los oligarcas, y que por esto se disfrazaron de antisomocistas.
Varios se especializaron en el odio, pero el peor fue Humberto Belli, ministro de educación que rimaba con la destrucción. Miembro del Opus Dei y hermano de la escritora Gioconda, que nos contó todos sus amores menos el que sentía por el dinero y los poderosos. Nunca nos habló de su horror por su hermano, nunca una línea para distanciarse de él. Después de todo, el imperio no lo requería.
La transferencia de riqueza tenía su contexto político. La venganza ideológica contra el sandinismo estaba cargada de odio y rabia.
Se destruyeron monumentos, se borraron murales, se dejaron huérfanas las calles con nombres de héroes sandinistas y se cerró el museo de la alfabetización, como para resaltar lo insoportable de una iniciativa que había traído honor a Nicaragua.
Porque al poder aprender a leer y escribir, los pobres, los humildes y los desheredados podrían conocer, y al conocer, uno deja de ser esclavo.
En un hábil uso del blanco y negro superpuesto al color, como para indicar la importancia de ciertos pasajes dramáticos, el documental muestra la sustancia del proyecto liberal, que era romper las piernas del pueblo, acabar toda dimensión de identidad y de clase, toda lectura de la sociedad que no fuera la feudal.
Quitándoles el trabajo, la vivienda y los derechos, además de permitir a la oligarquía robarse y malversar propiedades con fines especulativos, a toda una población se les quitó la dignidad obligandola a una vida de penurias.
Les dificultaba ser políticamente activos, luchar, soñar con el cambio, porque prevalecía la urgencia de sobrevivir, de intentar poner comida en la mesa y tener un techo. El presente debía impedirles siquiera imaginar el futuro.
La apuesta histórica fue destruir el sandinismo, borrando su identidad, su historia y su proyecto. La operación no tuvo éxito.
La patrulla de traidores dirigida por Sergio Ramírez y Dora María Téllez resultó ser un desastre y Daniel Ortega decidió reconstruir el Frente Sandinista desde abajo.
Defender los logros de la Revolución, apoyar las demandas sociales y las batallas por los derechos, fueron los ejercicios del nuevo gimnasio sandinista. Distrito a distrito, municipio a municipio, sin más medios que la disponibilidad colectiva, Daniel reconstruyó lo que parecía haberse perdido en el lodo de la traición y del transformismo político.
Vino el fraude electoral de Alemán en 1996 y la llamada «observación electoral» de Estados Unidos y Costa Rica que proporcionó al MRS, que presidía el CNE, el respaldo para robar votos. Luego Bolaños . El gordo robaba empapándose de heces y tragos en la piscina, el ingeniero utilizaba guantes blancos, pero el saqueo no conocía pausas, sólo diferencias de estilo.
Sobre la irrupción voraz y servil de la clase de los ricos en las entrañas del país, el documental procede despiadadamente. El uso de inserciones de vídeo resulta útil para perfilar los contornos y los comentarios de estudio rompen el ritmo dando espacio a la palabra hablada junto a las imágenes.
Fueron dieciséis años en los que faltaron la decencia política y humana, la luz y la comida, en los que los suelos eran polvo y el dormir sin techo pedía clemencia a la naturaleza. La Chureca se convirtió en el comedor social porque la pobreza se convirtió en miseria, la tristeza en desesperación.
Pero el libro que narra la vida de Nicaragua no terminó con la horrible página de la miseria desesperante, de las muertes por enfermedades curables, de los índices nutricionales más bajos de la región, de la mortalidad infantil en su nivel más alto y de la esperanza de vida reducida al mínimo.
El sandinismo, como un río que pasa por las estaciones, pudo empezar a fluir de nuevo, y su muerte anunciada tuvo que quedar sorprendida mientras frente al desfile de su resurrección.
Ese pueblo humillado, hambriento y escarnecido, marginado y declarado extranjero en su propio país, encontró la manera de empuñar un lápiz como un fusil, devolviendo las cosas a su orden natural en noviembre de 2006. Daniel triunfó y la oligarquía tuvo que abandonar el campo.
El horror había terminado. Nicaragua volvió a ser de los nicaragüenses.
Los que no conocen Nicaragua, ya sea porque no han estado allí o porque nunca se han ocupado de ella, los que la conocieron pero ahora están distraídos u olvidados, así como los que sólo la conocen a través de las lentes distorsionadas, las palabras mistificadas y los hechos manipulados de la prensa occidental, podrían – y de hecho deberían – ver este documental una y otra vez.
Hoy, cuando Nicaragua vive la mejor temporada de su historia, ver lo que ha pasado hace que uno sea consciente de lo que se ha hecho en estos 15 años de sandinismo.
Por eso hay que verla, por la emoción que transmite y la verdad que cuenta. Y vencer la mentira conociendo la verdad es el primer paso para respirar justicia.
Escrito por: Fabrizio Casari
https://cuadernosandinista.com/2022/02/17/la-historia-de-un-pueblo-en-un-documental/?fbclid=IwAR2s57K0oj7SdeXE6HvJ1drWttCxFxJDRkYAKN0dL6UHHxtk8uAfP2v_bK4