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Encarcelamiento de inocentes y migrantes en los EE.UU


Las similitudes entre el abuso de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos y el de los judíos en los primeros años del nazismo son sumamente espeluznantes.
Eve Ottenberg


Las similitudes entre el abuso de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos y el de los judíos en los primeros años del nazismo son sumamente espeluznantes. Fueron aún más espeluznantes durante la presidencia Trump. Eso es porque él sentía feliz al demonizar a esta minoría centroamericana y mexicana, de desplegar todo el poder del Estado en su contra y darle rienda suelta a la policía -ICE y CBP- contra esta población con una ferocidad que incluso el más obtuso podía darse cuenta que semejaba a la de la Gestapo. Para los millones de personas que viven en este país pero no tienen derechos civiles -los indocumentados o "ilegales"- como los llaman los demagogos de derecha, los años de Trump fueron una pesadilla. Si él hubiera ganado la reelección, ¿quién puede dudar de que las cosas hubieran empeorado mucho más?

Si bien hay una sensación de alivio, las repugnantes estructuras sociales que enjaulan a los inmigrantes con estatus de segunda clase en campos de detención, permanecen en su lugar. Mientras continúen con esa práctica, otro fanático racista que llegue al poder tendrá la maquinaria para perseguir a este grupo al alcance de su mano.

 Y las posibilidades de que otro agitador reaccionario alcance la presidencia no son escasas: el fascismo florece después de la crisis del capitalismo, el ascenso de Trump se origina en la crisis financiera de 2008. Si Biden no expande significativamente el estado de bienestar social, ¿quién sabe qué obtendremos como resultado del colapso de 2020? Podría ser otro Trump, pero peor -un fascista competente que puede hacer que los trenes funcionen puntualmente, no un bufón.

Mientras tanto, ¿cómo evitar que el gobierno estigmatice a la minoría latina? Porque mientras Biden renuncia a las crueldades más atroces, como la separación familiar en la frontera, muchísimas personas permanecen recluidas por lo que apenas es un delito menor, el equivalente a conducir sin licencia, es decir, ingresar al país sin documentos. Biden no ha cerrado los centros de detención y probablemente mantendrá el límite en la cantidad de refugiados que serán admitidos.

 Si bien en la actualidad el ICE y el CBP no se desplazan en tanques por las calles de las ciudades santuario, aún reciben mucho más dinero que el FBI o la DEA. Su único propósito es vigilar, detener y arrestar a una población minoritaria que no tiene derechos, y mientras millones de personas no tengan derechos, cualquier afirmación de que Estados Unidos es una democracia es ridícula. Este es el mismo status quo prevaleció en Alemania al comienzo del gobierno nazi, cuando se aprobaron las primeras leyes que perseguían a los judíos.

¿Cómo llegamos a esta terrible situación? La respuesta es sencilla, el nativismo. Pero, por supuesto, cómo se convirtió en un potente veneno es una historia complicada, relatada por Brendan O'Connor en su nuevo libro, Blood Red Lines: How Nativism Fuels the Right. O'Connor aclara la catástrofe que se avecina, citando a Hannah Arendt sobre cómo la "negación del derecho a tener derechos" fue la condición previa "para las atrocidades perpetradas por el Reich nazi. "Se creó una condición de total falta de derechos antes de que se desafiara el derecho a vivir".

No hay una gran distancia entre arrebatar a un bebé de los brazos de su madre para siempre, o esterilizar a una mujer joven, y matar gente. Y recuerde, Trump gritaba que necesitábamos al ejército en la frontera. Las milicias de derecha que patrullan la frontera sur, armadas con armas semiautomáticas, no andan por ahí para brindar ayuda y consuelo a los migrantes desesperados. La bondad también ha sido criminalizada. Aquellos que dejan botellas de agua a lo largo de las rutas del desierto, o que llevan a los migrantes cansados a una estación de paso, o que brindan atención médica, han terminado en los tribunales, enfrentando duras penas de prisión.

 Como la ley estadounidense se ha enmarañado de esta manera es una historia deplorable, y el gruñido anti-migrante tiene raíces desagradables. Pero este país ahora presume descaradamente de un aparato legal temible que deshumaniza a una población indefensa. Cualquiera que haya visto videos de niños de tres años no acompañados bajo interrogatorio en los tribunales durante los años de Trump no pudo evitar concluir que Estados Unidos fue cómplice de algo profundamente abominable.

“Me quedó claro”, escribe O'Connor sobre sus encuentros con la extrema derecha, “que estas personas eran fascistas ... actores políticos profunda y terriblemente sinceros que intentaban abrirse camino hacia un mundo en el que cualquiera que no encajara en su idea de fortaleza, belleza o valor era eliminado. Nada los haría más felices, me di cuenta, que vernos a mí y a mis amigos muertos". Estas mismas personas tuvieron en sus manos el poder durante cuatro años; quieren hacerlo de nuevo. Tienen sed de poder. No confundan el hecho de estar marginados por la inactividad -la derecha radical continua movilizándose.

Nuestra maquinaria de inmigración, escribe O'Connor, "es un gigante burocrático que acarrea la manía genocida del pasado colonialista al presente". Biden no ha hecho nada para desmantelar esa maquinaria, para paralizar a ese gigante. No esperen que lo haga. Su administración pertenece al árbol genealógico de Clinton, Bush y Obama. Y esos tres presidentes en total deportaron a 27 millones de personas. También arrojaron a muchos en lo que eufemísticamente se llama detención. Pero también podríamos ser honestos y llamarlo por su nombre: prisión o, en algunos casos, campos de concentración.

La otra adversidad sobresaliente aquí es que los inmigrantes indocumentados forman un estrato indefenso y vulnerable de la clase trabajadora. Los negocios los atraen hacia el norte por su mano de obra barata y por su impotencia debido a que son "deportables".

 La amenaza del ICE significa que no pueden organizarse en sindicatos. Estos inmigrantes también son muy útiles para el sistema carcelario. De esta manera, las políticas fascistas y capitalistas se entrelazan con respecto a los migrantes, razón por la cual O'Connor considera que la única respuesta con posibilidades de éxito es la unión de los trabajadores y los antifascistas. "Una de las funciones del fascismo, cuando el capitalismo está en crisis", escribe O’Connor, "es la destrucción de los movimientos obreros que realmente podrían desafiar al sistema".

Blood Red Lines le sigue el rastro a los movimientos y a las acciones de destacados reaccionarios de derecha, como John Taunton y Peter Thiel, que nos han empujado al actual precipicio. Definitivamente, trabajadores y antifascistas deberían unirse. 

Pero es necesario atacar vigorosamente al monstruo legalista y burocrático que amenaza a los millones de personas a las que ha declarado que no tienen derechos. 

Aunque es poco probable, Biden aún podría distinguirse de sus predecesores al obstaculizar a ese monstruo y ratificar los derechos civiles de los migrantes, antes de que pierdan el derecho a la vida. Porque ahí es hacia donde nos dirigimos. Ese es el abismo que se abre ante nosotros. Y aquellos que piensan que esto no puede suceder aquí no han estado prestando atención.

Eve Ottenberg es una novelista y periodista. Birdbrain es su libro más reciente. Puede ser contactada en su página.

Publicado por La Cuna del Sol

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